Partida Rol por web

Al poco rato Luisa pierde el interés en el puesto de los caballos y acude a otro puesto más pequeño, pero de mejor facha, en el que el objeto del comercio parecen ser enseres de lujo.

Os acercáis a ella y al comerciante y no perdéis buen ojo de todo cuanto ocurre.

- ¡ Por la Santí....! quiero decir que... ¡ Qué jarrón tan hermoso ! ¿ de dónde procede ? ¡ah! soy Doña Luisa de Medrano, futura señora de aquestas tierras. Sus objetos son hermosísimos maese comerciante , pero en especial aquél.- dice señalando un hermoso jarrón.- Decidme que está en venta. Es perfecto para mi futuro esposo, me encanta.

- Buen día señora... ¡ soy Matías Rabón! - a juzgar por su apellido se trata de un judío converso - y ese objeto, ese jarrón que tanto admiráis con muy buen criterio todo sea dicho es originario de la lejana Venecia, donde yo mismo lo adquirí, el cristal quiero decir, el jarrón lo sobretallé yo mismo. Si os interesa para vuestro bien amado, puedo haceros una oferta especial y dejarlo a un precio al que no os podréis negar... para un regalo de bodas a un futuro esposo al que se quiere conquistar ya de largo y para largo aquesta señora le dejo yo el jarrón en sólamente cuarenta y cinco maravedíes de plata nada más. Una verdadera oportunidad de conseguir el cristal veneciano...

Antón se detuvo junto a Luisa observando aquel jarrón. En verdad estaba trabajado con gran habilidad y era hermoso. Había escuchado acerca de los artistas venecianos y sus figuras de cristal. Se contaba que los barcos que iban a aquellas islas para comerciar veían pequeñas maravillas hechas con cristales de colores. Aquel mercader había conseguido una buena pieza y por su bien mas le valía no tratar de engañar con el precio a la señora.

Como no podía ser de otra manera la señora sacó su caríz más caprichoso en aquel lugar. Le interesaban los caballos (como si el señor tuviera pocos) pero también las alhajas. Un jarrón... ¿quién podría desear algo tan anodino y prescindible? El comerciante por su parte parecía haberla calado y todo apuntaba a que la señora compraría gato por liebre.

Pero cada uno hacía con su dinero lo que buenamente prefería. Ni más ni menos... Y al fin y al cabo la señora no hacía más que gastar aquello que su futuro marido le otorgaba precisamente para eso; para ser gastado.

Susurra mientras el hombre y la mujer siguen negociando a lo suyo - ¿No os parece que no es un mercado tan bueno como para vender esas mercancías tan... exquisitas? son más propias de Burgos o León, no de este pueblecito. En verdad que el jarrón es una maravilla y ¡ por ese precio!

- Ha acertado señor Rabón, no me puedo permitir el lujo de perder esta oportunidad - dice sacando de uno de sus bolsillos un montón de monedas y luego otro, y luego otro hasta reunir la cantidad pactada - aquí tiene los cuarenta y cinco, ha sido un placer hacer negocios con usted. A mi futuro esposo le va a encantar, no me cabe la menor duda de que quedará estupendo en nuestra alcoba.

Hernán se había entretenido mirando los puestos. Eran vistosos y había bastante variedad, pero nada que le llamase demasiado la atención. Él solo quería una buena oportunidad de saciarse.

El mercader que había traído el jarrón desde Venecia le había parecido un tanto peculiar. Le pareció raro que la hubiese hecho él mismo, pero al fin y al cabo él no era quien lo iba a comprar...

Mientras doña Luisa despacha con el tal Rabón, reparas en que al final de la hilera de puestecillos del lado derecho de la plaza un muchacho de no más de una quincena de años sotiene de las bridas un hermoso caballo blanco, imponente , de porte majestuoso, de esos que sólo un Rey montaría.

"Una pena no poder rondar por el mercado teniéndolo aquí delante. A la vuelta, yo solo, podré hacerlo".

- Como ordenen los señores.- Dijo, recogiendo el dinero.

Roderigo se dio la vuelta e inició la ascensión hacia el castillo, no sin antes echar un ojo a las extrañas gentes que pululaban por el mercado. 

"Si tengo precaución, hoy mi bolsa crecerá"

Antón se separó de su grupo y se acercó al muchacho. Con una sonrisa miró al blanco corcel y después habló con el chico:

-Bonito ejemplar-dijo complaciente- ¿a quien pertenece este caballo, muchacho?-le preguntó sin mucho tino, pues claro estaba que no era de él y que de alguien de mas alta cuna debía de ser.

Durante el camino de retorno Roderigo cavila. Esas habladurías sobre el marqués le tienen inquieto. Judíos, brujería...

Después de todo lo acaecido durante este último viaje, lo que le falta es verse mezclado en asuntos de demonios. Por eso y para prevenir al grupo si fuera necesario, decide que aprovecharía su visita al castillo para indagar al respecto.

(si es posible) Roderigo se da una vuelta por los alrededores de la muralla del castillo, procurando evitar ser visto, en busca de algún indicio o resto que le diga algo fuera de lo normal.

Una vez hecho eso, se dirige al interior del castillo en busca del mozo que atendió al grupo antes.

- Buen mozo, ¿serías tan amable de indicarme el camino de la herrería?

El muchacho se encoge de hombros y pese a saber que está ante un gentil contesta de mala manera

- Pues mío claro... ¿os gusta? ¿ lo queréis? - pregunta más para que le dejen en paz que para vender efectivamente el caballo.

Roderigo tras echar un vistazo alrededor de las murallas y tomar la Lóriga de Aleixo en el interior del castillo pregunta a uno de los mozos por la herrería, el cual le indica que la verá en el recinto interior por tratarse de una pequeña cabaña de madera con techado bajo , en efecto Roderigo recuerda haber visto el mencionado edificio en su paseo anterior por el pequeño castillo en el que no vio nada extraño.

Tras pagar con las monedas entregadas por Don Carlos al Herrero, éste prometió tener la Lóriga para el día siguiente lista y reluciente, así que Roderigo se encogió de hombros y volvió al mercando junto a sus señores.

Mientras tanto Samuel terminó las compras de su señor bastante rápido, pues de todos es sabido que cuando se sabe lo que se quiere comprar siempre se da más brio uno en comprar que si se va por el contrario, a matacaballo.

Roderigo y Samuel se unen al grupo, uno viene del castillo y el otro de los puestos circundantes con todo lo encargado por el de Muel.

Don Antón estuvo a punto de dar una contestación al muchacho que hubiera resonado en los oidos de todos los que allí estaban pero suspiro y le siguió el juego.

-¿Y por que vendéis un caballo tan hermoso como este? ¿Por que no lo montais y cabalgais con él cual caballero?-le preguntó de manera inocente.

El muchacho contesta inocentemente - Lo vendo porque no tengo ya tiempo eh... no tengo tiempo de montarlo... porque además eh... ya tengo otro caballo. Por cierto que me llamo Francisco mi Señor.