Partida Rol por web

Francisco os guía hasta la entrada del bosquecillo.El bosquecillo no hace honor a su nombre , pues se trata de un bosque no muy espeso pero si bastante extenso, a juzgar por la vista elevada que os ofrece el camino descendente hasta el bosque.

Al concluir el descenso llegáis a una vereda ante la que se abren los primeros árboles de la linde del bosque. Francisco que camina junto a Samuel se detiene, el chico se ha mostrado nervioso todo el descenso, pero ahora más que nervioso está pavoroso.

El muchacho no puede evitar orinarse encima, os preguntáis cómo pudo hacer tratos con la bruja y su hijo si tiene tanto miedo cada vez que se acerca al bosque...

- Mis señores ¡ por favor! no me obliguen a entrar... la bruja me desollará y hará un guiso al demonio con mis huesos si se entera de que he guíado a extraños hasta... su bosque-  dice suplicante mientras el orin mancha sus pantalones y resbala por su pierna manchándole las botas.

Contestame una cosa antes de marcharte, y se rápido si no quieres que la vieja te vea aqui. ¿Por que hiciste un trato con ella si tanto miedo te da?-le preguntó algo asqueado por el olor a orín que emanaba del muchacho. Lo miró con seriedad esperando una respuesta.

- Antes no me daba miedo Señor, siempre he sido el más valiente de mis hermanos. Pero ahora... me dijo que si contaba a alguien lo del caballo me mataría... y os he contado... - el muchacho se echa a llorar - no sólo lo del caballo sino quién es ella y dónde vive!! ¡ me convertirá en rata o algo peor!

Esta bien, Francisco, no temas no le diremos que nos has ayudado- le dijo al muchacho tratando de parecer tranquilizador. Aquello no le gustaba y no se acababa de creer del todo las palabras del chico. Le preocupaba que por todo aquello Luisa estuviese en peligro, pero esperaba que el hidalgo la pudiese proteger.Alzó la vista-Samuel déjalo marchar.

Aquella historia de la bruja no le gustaba nada y la preocupación le hacía mostrarse cauto pero con resolución se dirigió a la puerta de la casucha.

- Venga, chaval - dije soltándole.- Ya te puedes ir a casa, ya nos ocupamos nosotros de esto... ¡Venga! ¿A qué esperas? Tira ya si no quieres llevarte otra colleja.

En el fondo me dio un poco de pena el muchacho, de verdad tenía que tener miedo si se había meado encima... pero los chavales siempre son más asustadizos de lo normal, hay que vivir un poco para darse cuenta de los cuentos y las leyendas no son más que eso.

El muchacho al verse libre deja de temblar y se aleja varios pasos de espaldas mientras murmura - seguid en línea recta, no tiene pérdida - tras decir ésto se da media vuelta y corre como una gacela alejándose todo lo rápido que puede de allí.

- ¿Vamos, mi señor? - pregunté a Don Antón.- Cuanto antes hablemos con esa señora antes descubriremos todo el asunto del caballo robado o lo que sea...

La verdad es que el asunto del caballo me importaba más bien poco, pero si que tenía yo curiosidad por ver a aquella supuesta bruja que seguro que sólo era una señora muy vieja. Los muchachos a veces eran así de malos con las ancianas, cómo si fueran todas brujas sólo por ser más viejas que el Sol.

Antón asintió con un gesto y empezó a caminar lentamente hacia la casucha. Mas que por la bruja estaba preocupado por aquel caballo y por la seguridad de doña Luisa y de Don Carlos. Además sabía que la bruja, no les diría la verdad. ¿Que relación tendría con todo las historias que se contaban y que Samuel había escuchado?

Hernán siguió a sus compañeros en silencio, no le pareció que hubiese ningún dato interesante que alegar. El pobre muchacho le resultaba gracioso, le parecía que tenía demasiado miedo de la anciana.

-Si ese niño hubiese conocido a las que he tenido que conoce yo... -Se decía mientras sonreía para sí.

Después de marchar el niño Don Antón comenzó a caminar hacia la casa. Hernán frotó el mango de su cuchillo y caminó detrás de Antón.

-Espero que esta "bruja" tenga mucho que ocultar y que haya de pagar por sus pecados -Pensó para sí.

-¿Qué pensáis hacer, Don Antón? -Dijo Hernán, para saber como abordar la situación.

Pues lo que se ha hecho siempre con las brujas, Hernan... quemarlas* vivas-dijo seriamente observándole de soslayo para ver su reacción- es broma hombre-dijo riendo- espero que no tengamos que recurrir a la fuerza y nos digas que es lo que ocurre, por que sea lo que sea algo raro hay en este asunto del caballo. De todas formas, el caballero d'Ocampo seguro que sabe como tratarla para que nos diga todo lo que queremos saber-dijo continuando con la broma, aunque ya hablaba en serio.

El día era apacible después de todo. No Hacía excesivo frío e incluso en las lindes de aquel bosque el paseo era agradable. Aleixo no tenía en absoluto ganas de guerrear pero si allí se estaban llevando a cabo acciones pecaminosas y blasfemas le sería imposible no intervenir por mandato divino como Caballero de Santiago. Sin embargo dudaba de la veracidad de aquel asunto. Los pueblerinos... y más los jóvenes eran altamente influenciables en lo que a tratos con el demonio cuando lo más probable era que aquella anciana no fuera más que una partera un tanto excéntrica.

Ante la afirmación de Don Antón, Aleixo se encogió de hombros. No quería dar nada por sentado y el hecho de aproximarse a la cabaña de la mujer con las espadas en ristre no era buena manera de comenzar a interrogarla en pos de averiguar que se traía entre manos la futura esposa del Señor de Castrojeriz.

El grupo se interna en el bosquecillo de árboles bajos, no muy espeso pero bastante extenso pues no se ve el final del mismo. El muchacho que hace tiempo que se alejó os indicó el camino a seguir, en cierto modo, las yerbas pisoteadas indicaban un estrecho sendero que iba hasta lo que se suponía como el corazón del mismo y donde supuestamente vivía la bruja.

Enfilásteis el sendero y os adentrásteis en la espesura cuando el caballo de Don Antón pisó una rama, se escuchó un chasquido y acto seguido de vuestra izquierda se produjo un movimiento de ramas, de una de ellas apareció un virote que fue a clavarse contra la pata izquierda del caballo del Vizconde, el caballo se encabrita y se pone a dos patas, Don Antón tiene que hacer uso de toda su pericia para no caer...

El virote salió de entre los matorrales y pasó ante mis ojos sin que apenas me diera cuenta para ir clavarse en la pata del caballo de mi señor. No tuve tiempo de actuar, pero con la velocidad a que había sido lanzado ese virote me alegré de que no me hubiera dado a mi.

"¡Trampas!" -pensé rápidamente.

Tendría que estar atento a partir de entonces por si había algo más en el camino. Pero había lgo más apremiante, y es que la herida había puesto furioso al caballo de Don Antón, que ponía todos sus esfuerzos en controlarlo. Me dedicí a ayudarle y me coloqué de frente al animal, colocarse detrás era recibir una coz segura, lo primero que aprende uno cuando trata con animales.

- ¡Soooo! ¡Bichoo! - dije tratando de calmarlo mientras intentaba agarrar las riendas del corcel.

Sin duda alguna que era ese malnacido que habíamos dejado escapar sería quien habría alertado a alguien para alcanzar nuestros pasos, pues la posibilidad de que fuera él mismo quien nos atacase casi causaría carcajada de bufón...

Ante la emboscada, la cual había sido de las más toscas que uno en su corta vida de ladrón hubiera imaginado, me eché al suelo, entre el ramaje, confiando en que mis ropas negras se integraran con la maleza. Acto seguido, me dispuse a rodear la zona de procedencia del dardo.

Saqué mi cuchillo, me lo coloqué en la boca a la altura del filo. Rodé por el suelo; anduve en cuclillas, agachado, casi arrástrándome... Quería dar la vuelta a la arboleda y apresar por el cuello a aquel que nos agravaba, todo ello, con el sigilo que me caracterizaba...

Que la perra de tu vil madre se acuerde de ti cuando estés en una fosa... Te vas a enterar... -pensaba mientras avanzaba y aún notaba en mi lengua el sabor de la sangre extraída por aquel cuchillo de tantos "ajustes" pasados...

Don Antón miró con incredulidad hacia los matorrales pero no pudo detenerse mas que unos instantes. Aquella criatura del demonio sobre la que iba se había puesto nervioso y no había manera de pararlo. Trato, con su mano buena de tirar de las riendas y hacer que el caballo se parase pero aquel maldito caballo no se lograba tranquilizar. Antón vio como se agitaba tratando de derribarlo. Su padre le había enseñado a montar, pero al noble nunca se le dieron bien los animales. 

-Hijo, mejor viaja a pie o en carro o darás con tus dientes en la dura tierra del señor-le había dicho y, por supuesto, no se equivocaba.

El caballo encabritado tira al de Muel, que sale despedido por los aires varias varas, cayendo sobre un matorral del lado izquierdo, hiriéndose el costado y quedando sin respiración durante unos segundos y a buen seguro quedará dolorido una larga temporada.

El semental entonces se calma pero al apoyar la pata herida ésta se dobla y el caballo cae hacia delante, mientras Roderigo se arrastra por el suelo circundando la escena.

El caballo se derrumba sobre samuel, aunque a decir verdad se derrumba de tal forma que primero cae con los cuartos traseros y después con los delanteros, rozando sólo al siervo y no haciéndole más que una contusión. Poco ha sido para la desgracia que podía haber causado... lo malo es el caballo, que ha quedado inservible.

Don Antón apretó los dientes cuando dio con sus huesos en el suelo. El brazo izquierdo le dio un latigazo de dolor pero por suerte no parecía haberse echo daño en ningún sitio mas. A su alrededor había una pequeña nube de polvo levantada por la caída y apenas podía saber que ocurría a su alrededor con aquel caos.

Trató de levantarse pero aquello, con un solo brazo era harto difícil. Aún así cuando se puso en pie se apresuró en desenvainar el hierro.

¿Les asaltaban...? Aquella flecha hizo saltar al de Muel por los aires y también al grupo entero. Mientras que Samuel hizo lo posible por sujetar el corcel de su amo sin éxito, Roderigo tardó poco en escabullirse entre los matorrales y Aleixo, en un respongo, desenvainó la espada en un acto reflejo.

- Da la cara... vive Dios. Dala para que te la rebane... hideputa. ¿Cómo osas asaltar a tus mejores? - vociferó con ira. - ¡Dá la cara se una vez! - tronó.