Partida Rol por web

Era el lugar.

Si la mujer no os había engañado, o se había equivocado, estabais sobre las coordenadas precisas. Ahora solo debíais sumergiros todo lo que pudierais... y salir a buscarlo.

Que el submarino lograse resistir o no era otra cuestión. Ahora dependíais más que nunca de vuestros mecánicos. Ellos y solo ellos podían establecer la diferencia entre vivir y morir.

Aquellos días encerrado en el Siegreich no habían mejorado el humor ni el ánimo de von Agstein. Estaba aún relativamente enfadado con  Strauss por todo lo que hablaba con Heinrich, pero se guardó muy bien de demostrarlo. 

Por otro lado, Strauss tenía razón, había sido un acierto dejar a Weitzmann a cargo del rumbo, aquel muchacho a cada momento que pasaba se desenvolvia mejor, llegaría a ser un gran militar, si sobrevivían , claro está. Cuando le informaron de que se acercaban a la zona, se acercó a Weitzmann y le felicitó: Weitzmann, muchacho, estoy feliz con su trabajo, gracias. ¡Venga! ¡Los demás!  A trabajar, que hay que preparar una inmersión. ¡Martin! ¡Que alguien llame a Martín, vamos! ¡Necesito un informe estructural! Y, alguien, ¿Quiere mirar a ver si detecta algo en el fondo? No vayamos a bajar para nada .. Dijo, pensando en Heinrich...

Sucios y barbudos, con más aspecto de náufragos que de impolutos marinos de los carteles de reclutamiento, los submarinistasa habían cubierto una distancia extraordinaria... Quizá fuese la misión, no de "correo", más larga de un u-boat... al menos de uno no equipado especialmente para llegar casi hasta el Japón.

Durante los más de un mes de duración de la travesía, siempre en velocidad en el régimen más económico posible... en la sala de máquinas habían estado especialmente ocupados. Desde que abandonasen las Malvinas, y en previsión de que lo peor es la rutina, pues hace que pienses -y con razón- que eres un ratón en una jaula, por no decir un vulgar reo, se habían puesto manos a la obra para solucionar el problema de la localización y rescate de lo que hubiese allí abajo...

Con lo que tenían, que no era gran cosa, tenían que ingeniárselas; lo principal, era que habían conseguido un traje de buzo... pero el fondo estaba demasiado abajo... Contaban, además de herramientas, con los bidones de combustible que se habían vaciado y limpiado convenientemente... Puestos a maquinar, la sala de motores se convirtió en una especie de Facultad de Ideas Absurdas, pero un par de ellas, en su momento, fueron elevadas a la condideración del Capitán....

A mitad de camino, y tras muchas discusiones de índole técnica, tenían unas ideas sólidas, y se dispusieron a presentarlas al Capitán, para lo cual, Johann solició hablar con los oficiales principales... Una vez reunido con ellos, y tras un carraspeo, habló...

-Iré al grano... hemos identificado los dos problemas que tendremos al llegar al lugar exacto que nos indicaron los japoneses... primero, dar con los restos, con su ubicación exacta; segundo, recuperarlos... Para lo primero, dado que un u-boat no tiene las escotillas no ojos de buey de un barco... tendremos que aprovechar nuestra única forma de ver el exterior... el periscopio; tenemos pensado acoplarle una serie de espejos, para poder ver, además de frontalmente, a 45 grados de inclinación hacia abajo; además, en la torreta, fijaremos un barril vacío de fuel, con una batería dentro, y con unos cables aislados daremos iluminaremos en la misma dirección: 45 grados ante nosotros. Si no bajamos más de lo necesario, no creemos que revienten por la presión...

Carraspeó... eso era discutuble... pero pocas más opciones tenían para encontrar algo como eso... sea lo que fuere lo que buscaban en concreto.

-Una vez demos con los restos... nuestra propuesta es: usaremos los bidones para fabricar una pequeña campana de inmersión, para que el buzo, que usará el equipo que Herr Strauss y su grupo rescataron, pueda sumergir, siguiendo unas pautas para evitar problemas con la presión ocasionada con la profundidad. Igualmente, al subir, tendrá que hacerlo usando la campana, que iremos izando haciendo paradas a determinadas profundidades. Junto con el cable que fijará la campana al submarino, bajaremos cables con ganchos, para engancharlos a cabestrantes y poleas que sujetaremos en forma de gruas improvisadas....

Hizo una pausa... era una chapuza, ciertamente, pero con sus medios actuales, sería una proeza conseguirlo... aunque....

-Si les soy sincero... creo que puede funcionar; los bidones son de buen metal; los reforzaremos y soldaremos; en cuanto a los espejos y faros subacuáticos... es una idea que también hemos refinado bastante. Lo peor del plan, es que creemos que solo podrá bajar un buzo, que correrá casi todo el peligro... "casi", pues la presión a esas profundidades puede destruirnos también a nosotros, que el casco.... parece que está bien, pero no juraría el culo de mi difunta abuela por él...

Calló, a la espera de lo que sería un turno de ruegos, preguntas, y aportaciones al plan... plan que... joder, lo reconocía,... le parecía qie podría funcionar, como dijo.

El plan de Martin parecía sensato. Joder. Eso hacían en la sala de máquinas tan calladamente. Diseñar un plan de inmersión de una persona, que por cierto, podía terminar estallando (el buzo). Con una campana, idea muy antigua pero quizás... efectiva. Si estaba allí el resto de lo que fuera, que dudaba que fuera extraterrestre, una sola persona podía hacer el trabajo, y podían salir casi indemnes... Asintió mientras oía a Martin. 

- Perfecto, Martin, perfecto. Son todo soluciones prácticas. No sabemos si funcionarán, pero desde luego, tienen una buena posibilidad. ¿No lo ves así Heinrich? Bien, yo propongo hacer un barrido, como si fuera una patrulla, por un cuadrante de 10x10 millas, en torno a lo que creemos que es el lugar del hundimiento. Haremos un barrido en parte visual, y en parte, por sonido. - Si sobrevive el submarino, pensó el capitán, cabreado. - Por mi, tenéis luz verde. -- Dijo, pensando en que en el fondo, y muy a su disgusto, Heinrich estaba al mando. - Strauss, ¿lo ves tan factible como yo? 

Le gustaba dar a Strauss algo de responsabilidad, sabía que lo había tratado mal, pero joder, que a veces era estresante. von Agstein se puso en pie, inquieto. - Me sigue preocupando el combustible, pero, paso a paso. Iré a buscar mis anotaciones sobre las paradas de descompresión, para la bajada. - Miró a la agente alemana, esperando que ella indicase algo. Quizás... quisiera bajar ella. No estaría mal... 

- Lo veo posible... - Dijo el convencido nazi, con una amplia sonrisa. - No se me hubiera ocurrido nada mejor. - Confesó. - Es por eso que Martin está aquí. El destino lo ha puesto en éste submarino. - Asintió con la cabeza mientras miraba al jefe de máquinas con una amplia sonrisa y una extraña luz en la mirada. ¿Locura? ¡Bien podría ser! - Es nuestra mejor baza. - Le dijo a von Agstein. - De las órdenes necesarias para que localicemos los restos. No podemos perder tiempo. - Le confirmó al capitán. - Si nadie más se ofrece... - Inspiró profundamente. - Sería un honor para mi hacerlo yo mismo. - Y entonces miró a Heinrich y apretó el puño en señal de victoria. - Lo vamos a lograr. - Sentenció.

Johanna atendió a todas las explicaciones. Si había algo que le gustaba eran los hombres, y los hombres valientes e inteligentes le gustaban mucho más. Estaba encantada con las ideas del ingeniero, así eran las mentes brillantes, tenían ideas brillantes. Ese hombre estaba desperdiciando su talento dentro de un submarino repleto de paletos.

-Es un plan magnífico -respondió.

Entonces Strauss se ofreció para ser el buzo y Johanna estuvo a punto de aplaudir, deleitada por la valentia de aquel patriota. Hablaría de él a Himmler en cuanto acabasen la misión y hubiesen ganado la guerra.

-Así se habla, Strauss. No hay nadie mejor que usted para esta misión.

La misión continuaba y ellos cada vez se encontraban más lejos de casa. Los ánimos pese a no sufrir más percances estaban por los suelos. Un frágil hilo mantenía cuerdos a esos marineros al borde del motín. Mientras el hilo no se rompiera Max aún albergaba una mínima esperanza de volver. Pese a su pensamiento negativo trato de no trasladarlo a la tripulación, ni lo comento con nadie por miedo a que los más fanáticos le acusaran de traidor o cobarde.

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Estaban en las coordenadas indicadas. Allí Martin, que se veía no había pasado el tiempo ocioso, expuso su plan para detectar y descender hasta los restos del "platillo". La sola idea de imaginarse tal cosa ya hacia gracia al Segundo Teniente ante lo absurdo de la situación, pero cuando Strauss se ofreció voluntario la risa dejo paso a una cara de incredulidad imposible de disimular. -De sobra ha demostrado su valor camarada. Nuestras plegarias irán con usted. Dijo agradecido de que fuera él y no otro de la tripulación al que le tocara esa tarea.

-En cuanto a los aspectos técnicos del plan. Confió en el criterio de Martin. No creo que hubiera venido aquí con una propuesta, de no estar esta más que estudiada. Tiene mi apoyo.  Dijo con algo de entusiasmos al creer realmente que todo aquello podía salir bien después de todo.

Después de tantas deliberaciones, y sabiendo que todo lo materialmente posible estaba hecho, von Agstein dijo con nervio e impaciencia: 

-Adelante, vamos al fondo, ya nos preocuparemos de qué pasa cuando pase. Weitzmann, al periscopio. Avísame con cualquier detalle. Strauss, no tienes que hacerlo, eres muy valioso. Martin, todo a punto, por favor. Heinrich, conmigo, coordinaremos. Strauss, toma esta información sobre la descompresión. Yo tengo aquí una copia, la seguiremos al pie de la letra. 

Saliendo del lugar de reunión, von Agstein se dirigió a mandar a los hombres comenzar la inmersión. En cualquiera de los casos, el asumiría el mando, en algo tan preciso como aquella búsqueda. 

-¡Quiero a todo el mundo en alerta! A mis órdenes, y quiero que se haga todo exactamente como digo. Y me encargaré del que no lo haga, personalmente. Los encargados de navegación y sonido, ¡Ya! ¡Al trabajo!

E iniciasteis el descenso. Lo primero era llegar abajo, así que todos aguantasteis la respiración mientras el submarino se inclinaba para empezar a bajar, y veíais como la aguja iba desplazándose cada vez hacia los números mayores.

Veinte metros, treinta, cuarenta... y el submarino empezaba a crujir, protestar y temblar, como si estuviese agarrándose a algo, lo que fuera, con tal de no continuar. De pronto os disteis cuenta de que el Siegreich era como un niño pequeño que no deseaba volver a casa. Quería quedarse en el parque jugando, en donde no existían preocupaciones o problemas, ni tampoco peligro.

Con las bocas secas, pastosas, y las piernas haciendo fuerza sobre la cubierta metálica que había bajo vuestros pies, apenas se oía un sonido, salvo el de Maas, a medida que iba diciendo la profundidad.

Veinte metros, treinta, cuarenta...

Las semanas que tardaron en alcanzar las cooordenadas, fueron de intenso trabajo, día y noche... echaron mano de todo el personal de a bordo, no solo de la gente de la sala de máquinas, aunque estos supervisaron cada soldadura, cada modificación... era complicado, pero convertirían el submarino en algo... diferente... en un explorador de las produndidades.

Llegados al destino, empezaron la inmersión... primero, había que reconocer el fondo y dar con el lugar exacto, pero totalmente exacto, no aproximado 100 metros más allá o acá, pues tendrían que bajar a Derek justo allí. Para marcar el lugar, se les ocurrió soltar una boya desde uno de los tubos de torpedos, de modo que tuviesen la refenencia más precisa cuando diesen con el... pecio o lo que fuese.

Empezaron la inmersión de exploración, y el submarino empezó a quejarse... y algunas tuberías y juntas, a soltar agua a presión... vamos... lo normal...

Y que eso se considere normal... hay que estar loco para hacer ese trabajo, pensaba Johann...

Aquel submarino estaba respondiendo. Le habían estado exigiendo demasiado y sin embargo necesitaban un poco más de él. Debía de aguantar. Ese sonido, esos crujidos, entraban dentro de lo normal.

Las caras de todos permanecían en tensión mientras su vista estaba puesta en la aguja y como esta se iba moviendo. Max trago saliva y continuo dando las indicaciones pertinentes. Por dentro rezaba, pidiendo a dios el volver a ver a Reéne.

Derek contemplaba con preocupación los niveles de presión que marcaban los manómetros y atendía en silencio a los gritos de los hombres que corrían de un lado para otro arreglando fugas y controlando todos y cada uno de los engranajes de aquella increíble maquinaria de fabricación alemana. El primer oficial no estaba colaborando en nada durante el descenso, simplemente se mantenía concentrado en lo que iba a acontecer después.

Sentado junto a Hienrich y ya con el traje de buzo puesto a excepción de la escafandra, Derek miraba hacia un punto dijo ansioso a la vez que preocupado por lo que iba a suceder. Ya había leído y releído las indicaciones sobre descompresión que el capitán le había facilitado y creía tenerlo claro. A la hora de la verdad iba a ser muy diferente. No era un buzo experto, nadie en el U-Boot lo era, aunque si que había hecho algunas inmersiones, aunque no a tanta profundidad.

Fuera lo que fuera, estaba en manos del destino y su destino era grande. Sólo esperaba estar a la altura. Y esperar era lo único que podía hacer entonces. Hasta que Weitzmann y Martin no le dijeran que habían localizado los restos y que estaban a la profundidad necesaria para salir a explorarlos, nada podía hacer él. Pero su momento, el momento culmen de su vida estaba a punto de suceder. Tenía que conseguirlo por él, por Alemania y por un futuro ario y nacional socialista.

Cien metros.

La única vez que habíais descendido tanto, era para protegeros a toda costa por el ataque en superficie, pero lo peor de todo era que aún debíais seguir. El temblor era cada vez mayor, tanto que  los objetos que estaban sobre las mesas, tazas, reglas, mapas, etc, empezaron a caerse y a rodar por el suelo.

Pequeñas fugas de agua "animaban" la situación, haciendo que todos los marineros mirasen nerviosos a su alrededor, a la espera de que algo terminase por reventar.

Ciento diez... ciento veinte....

Y seguíais bajando.

Más profundidad, más presión contra el casco.... más posibles problemas... Los mecánicos van de un lado a otro, atentos a las fugas mayores, mientras el resto de la tripulación se encarga de las menores. Están todos bien entrenados, saben lo que tienen que hacer.

Mientras, en el puente, se va controlando la profundidad bajo la quilla... hay que llegar al fondo antes de encender los faros acoplados al periscopio, y rezar -los que rezamos a lo que sea- para que funcione el invento....

De reojo mira al Primer Teniente... no tiene muy claro si sabe a qué desafío se va a enfrentar; el de buzo es un trabajo duro, y mucho... son pocos y ... temerarios, por decirlo de algún modo.

Derek seguía concentrado y esperando su momento. Todo seguía dependiendo de los mismos dos hombres, el jefe de máquinas y el segundo teniente. No se fiaba de ellos en cuanto a su patriotismo, pero era innegable que eran buenos en sus respectivos campos. De eso no le quedaba duda a Strauss. 

Miró a Heinrich y esbozó una leve sonrisa para tratar de tranquilizarla de alguna forma. La atmósfera que se había creado en aquella trampa mortal subacúatica era de tremendo nerviosismo y miedo. Aunque Derek no lo sentía, pues tenía claro que estaban allí por un motivo y también tenía claro cual sería el final de todo aquello, la victoria alemana sobre el resto de potencias. Nada podía salir mal.

La aguja seguía descendiendo.

Max se aferraba a los hombros de Eugen clavándole los dedos inconscientemente. Los crujidos cada vez más fuertes le estaban poniendo de los nervios, pero había que seguir bajando.

La alarma del submarino resonó por todas partes, haciendo que os miraseis los unos a los otros. Rápidamente, una voz gritó a través de los altavoces.

-¡Vía de agua en los alojamientos de proa! ¡Vía de agua en los alojamientos de proa!

La voz sonaba nerviosa y en principio, aunque quizás la vía no fuese excesiva, era de esperar. No por nada, la cámara de torpedos estaba justo al lado, así como el centro de control.

Al examinar la vía, visteis que el suelo estaba encharcado, así que se trataba, al menos, de una fuga de consideración, que quizás por el momento no revestía gravedad, pero que a la larga podía generar problemas.