Partida Rol por web

Uno a uno, los miembros de aquel extraño grupo fueron despertando. Habían pasado algunas horas en el interior de aquel refugio mágico y finalmente todos habían caído en un profundo sueño. Durante las horas que pasaron en el mundo onírico, algunos de ellos se despertaron y miraron los la ventana.

La actividad había sido continua el exterior durante el tiempo de descanso. Sobre todo durante las primeras horas. Era evidente que les habían estado buscando. Y es que Urgo, muy posiblemente había cantado y los ocupantes de las minas ya sabían perfectamente contra que tipo de enemigo se estaba enfrentando. Trasgos y ogros buscaron sin descanso sin hallar nada, ni a nadie, hasta que finalmente decidieron cesar en la búsqueda.

Sin embargo, ya era hora de ponerse en pie. Si querían rescatar a la enana que habían ido hasta allí a buscar o saquear algún que otro tesoro antes de tratar de salir con vida de aquel laberinto, no podían pasarse el rato descansando plácidamente en un rincón interdimensional.

Cuando desperté, todos dormían todavía, pero no tardaron en comenzar a levantarse, cual muertos renacidos de sus tumbas. Fue gracioso contemplar como uno detrás de otro, se ponían en pie con dificultad, a veces con la espalda dolorida por el rígido suelo, y siempre con una cierta mirada de confusión, quizás porque en sus sueños, esperaban encontrarse en otro lugar.

Yo también, desde luego, pero no era alguien que mirara a lo que no tenía, sino a lo que se nos presentaba por delante. Me estiré, me aparté del resto del grupo durante unos instantes, sin salirme de aquel extraño espacio que habían creado para nuestro reposo y cuando regresé, me los encontré prácticamente a todos en pie.

Bueno, este podría ser nuestro día decisivo. Debemos salir de aquí y propongo no demorarlo más. Cualquier dirección será buena para mí, porque desconozco hacia dónde debemos ir. Quizás ese pasillo que tenemos delante, podría ser un buen comienzo -les dije.

—Mi amigo Ugro nos dijo que los enanos se habían atrincherado al noroeste pero me resulta muy difícil orientarme bajo tierra, sin ver el sol —reconoció Tarkhan, antes de pasar la patata caliente a la única enana presente—. Belbara, ¿tú sabes qué dirección debemos tomar?

Belbara despertó con la melena enmarañada y la barba despeinada. Lo primero cada mañana era asearse un poco, y desde luego que no iba a luchar con esas pintas. ¿Qué enemigo la hubiese tomado en serio? Sacó un cepillo para su cabellera y un peine para la sedosa barba. Tras recomponerlo todo Tarkhan le formuló la pregunta. 

La enana no respondió con palabras. En cambio señaló con un gesto a un lugar muy concreto. No, no era el noroeste, era un buen desayuno y agua fresca que había convocado justo antes de sus oraciones matinales. Debían reponer fuerzas de verdad, y las migas de su barba delataban que ella ya se había servido. 

Después comenzó a deambular, reconociendo el lugar, esperando poder saber qué camino debían tomar. 

Si, borrate esos dos conjuros. 

-Pues yo diría que debemos ir por aquí- dijo indicando el camino con el dedo.*

Miró a todos como si pasase revista, ¿Habían descansado?¿Alguno magullado? Más les valía estar listos para dar lo mejor de si, porque el tiempo de relajarse había pasado y era momento de volver a la acción.

-Saben cuántos somos, saben algunas de nuestras habilidades y seguramente saben a qué hemos venido. No nos lo pondrán fácil.- Estaba casi convencida de que pondrían una fuerte guardia para los enanos presos, con la esperanza de matarlos a ellos antes de que lograsen liberarlos.

-Que cada enemigo menos sea un arma más para nosotros- 

Siguiendo las instrucciones de Belbara, abandonaron la zona de los calabozos dirigiéndose a la de la antigua forja y acto seguido avanzaron hasta hasta la siguiente. Extremaron precauciones, pues Aenifer había estado revisando aquella estancia horas atrás y había detectado en ella a no menos de una treintena de trasgos descansando, asando carne en hogueras, durmiendo o apostando a juegos de azar. 

Sin embargo, una vez accedieron a aquella zona tan solo encontraron lo que parecía ser una estancia vacía. Si, quedaban los restos de las hogueras, huesos, peladuras de fruta y otros desperdicios, así como diversos alijos llenos de objetos mundanos un tanto estropeados y sucios. Era como si aquella zona fuera la que los trasgos usan como dormitorios, aunque parecían haberse marchado de forma precipitada. 

Una puerta se encontraba al sur y otra al norte, las únicas dos puertas que salían de aquella estancia a parte de por dónde habían llegado. Además de todo lo descrito, destacaban entre el campamento varias estatuas, las cuales habían sido mutiladas y a muchas de ellas tan solo les quedaban los pies con unas características sandalias.

Estaba claro que habían estado por allí, y durante un buen tiempo, tanto que habían podido emplearlo en dejarlo todo como si fuese un basurero. Rebusqué con los pies y el hacha entre los restos, en busca de cualquier cosa que pudiera ser de utilidad, aunque dudaba que un trasgo se dejase algo atrás, a no ser que tuviera que irse con verdadera prisa.

Después, miré ambas salidas. Norte o sur me daba exactamente lo mismo, puesto que desconocía aquel laberinto. De guiar yo, me habría decantado por cualquiera de ellas sin darle más vueltas, pero no estaba sola. Otros podían tener algunas ideas o preferencias.

Así que me apoyé en mi hacha, y esperé.

Tarkhan abrió mucho la boca.

—¡Las estatuas! —dijo, sin salir de su asombro.

Miró a Belbara. Le iba a dar un patatús.

—¡Llevan kimonos anzanos!

Alex había despertado bien después de mucho tiempo, la seguridad, el cambio de ambiente, la ausencia de gritos humedad y olores, le había permitido dormir sin pesadillas. Además, el hecho de saber que Aenifer estaba cerca, y que aún seguía amándolo y deseándolo le daban fuerzas para olvidar lo vivido en ese calabozo.

Desayunó y estuvo tentado de pedirle a la enana que creara suficiente agua como para darse un baño, pero no era momento para esos lujos, y cuando todos salieron él salió con ellos.

Observó la sala y, como la guerrera, rebuscó entre los restos algo que fuera mejor que lo que ya tenía, y cuando el oriental dejó escapar su sorpresa por el agujero de su boca, porque por el tamaño que la tenia abierta sólo podía haberse caído, se acercó y las observó con atención - ¿Y eso que significa? - preguntó mientras acariciaba su rata terrible.

- Podría significar muchas cosas muchas cosas. - Le respondió el monje al joven. - Pero sin duda, si llevan ropa anzana, es porque representan a un anzano. Al menos eso es lo más lógico. Y si es así, tiene que ser un anzano importante y de renombre. Nadie erige una estatua de un don nadie. - Miró entonces a Tarkhan. - Amigo, es el momento de que nos digas que hacemos aquí... - Le preguntó al Gato Sonriente.

La explicación de Xhu Lei Hanzo era tan buena como cualquier otra. Tarkhan no sabía a quién podía representar esa estatua o qué diantres hacía en una ruina enana.

—No es ningún secreto: vamos a rescatar a una princesa enana y a su séquito.

Yoon se quedó mirando las estatuas, embobada. ¿Cómo no lo había visto antes? Parecía que un signo de interrogación flotara sobre su cabeza. Miró a Tarkhan.

-¿Seguimos? Estoy harta de estar aquí abajo, quiero ver el sol, me voy a poner mustia -rezongó.

Aquellas estatuas eran intrigantes, no parecia conrrecto que estuviesen alli por lo que veian en la reaccion de los demas.

Por ello trate de recordar si habia escuchado algo de ellas o visto algunas parecidas pero al pensar en ellas comenzo a dolerme la cabeza por lo que deje de pensar en ellas.

Si Belbara sabia algo al respecto estaba segura que haria algun comentario asi que fui a revisar la puerta del norte y le dije a Alex que revisara la del Sur para poder tomar una desicion mas acertada de adonde seguir.

Belbara salió del truco de cuerda dispuesta a afrontar aquel nuevo día con energía. Sentía que estaban más cerca de encontrar a los enanos, al menos más cerca de lo que estaban el día anterior. Sabía que no se lo pondrían fácil, seguro que tendrían que derramar negra sangre de trasgo, pero otra cosa no sería digna de Brook. 

Oyó las palabras de Tarkhan y observó sorprendida aquellas estátuas tan maltrechas por el tiempo, o quizás por los trasgos u otros indeseables en busca de tesoros enanos. ¿Era posible que anzanos y enanos hubiesen convivido ya mucho tiempo atrás? A Belbara se le antojaba imposible, todo lo que el gato sonriente y sus gentes habían llevado a la ciudadela les pareció a los enanos de lo más curioso y nada familiar. 

-El Sol está sobrevalorado- respondió molesta a las palabras de Yoon-Shun. Aquella niña llevaba años viviendo en las entrañas de la acogedora montaña, tal vez toda su vida, y la enana sintió que despreciaba su hogar. 

Alex asintió ante el pedido de Aenifer y fue a revisar la puerta sur, resultando evidente que sus habilidades se habían oxidado bastante entre las manos de sus torturadores.