Partida Rol por web

Estaba molida.

Le dolían los pies por el largo caminar, las manos de cargar el equipaje y la cabeza por las vueltas que le daba a los enigmas de su diosa, todavía incomprensibles para su nulo entendimiento, así que saber que cada vez quedaba menos para sucumbir al mundo de los sueños era una tentación que le costaba resistir.

Echó una rápida mirada a la alcoba, una pequeña habitación austera de apenas dos camas y algún mueble decorativo que poco le importaba, dejando la capa doblada sobre un taburete oscuro antes de acercarse a la única ventana situada en el centro de la sala para abrirla. El frío de la noche penetró en la estancia, notando un leve escalofrío que le hacía abrazarse, alzando la mirada hacia el solitario cielo sin estrellas.

Quería rezar, hablar con Selune antes de que Edirian subiera a la habitación aprovechando esos preciados segundos en soledad, los pocos que podían tener a causa de la maldición, así que se apartó de la ventana para acercarse a un pequeño estante y coger un balde, llenándolo con agua y dejándolo en el suelo, frente a la ventana, cuidando de que las gotas no desbordaran. De seguido se arrodilló en el suelo, dejando que el vestido se expandiera con ella antes de remangarse las largas mangas, dejando sus brazos desnudos al descubierto.

Cerró los ojos mientras sus labios murmuraban frases de antiguos rezos apenas imperceptibles y uno de sus dedos dibujaba surcos en la superficie del agua, ahora con el reflejo de la luna sobre ella.

Estoy en Aguasprofundas tal y como pediste, pero no sé qué relación tiene con mi redención.- Había desesperación en su voz, abandonando la apacible calma que había mostrado anteriormente.- Tampoco entiendo la condena de…- Enmudeció al escuchar la puerta, volteando el rostro para comprobar que Edirian acababa de entrar y manteniendo su mirada unos minutos, sopesando si seguir con su rezo, antes de soltar un suspiro y volver a centrarse en el cuenco.- la maldición que me impusieron.- Guardó un largo silencio, dejando que una gota de agua se deslizara por la yema de sus dedos mientras se centraba en la imagen difuminada del cuenco.- A veces tengo la impresión de que estás a mi lado, guiándome en el camino, pero te pierdo entre la multitud.- Claramente pedía atención, una niña perdida buscando el amor de su madre ausente. Por ello se fijó en cualquier cosa, desde el sonido de la brisa meciendo las hojas hasta en la respiración de su compañero, pero no halló nada.

Ed estaba pensando en sus cosas.

Sus cosas eran canciones de arpa, y las manos de una joven elfa tejiendo la melodía como una ninfa hilandera en la vera de un río. Nunca había visto algo similar, pero bueno, la imaginación daba para mucho, así que se la estaba imaginando.

También pensaba en Nótt. ¿Estaba más o menos rara de lo normal? "Un poco más, ¿no?". Quizás estaba en el justo equilibrio de rareza que le era habitual: había sido un viaje largo, extraño, de cómodos silencios para ambos e incómodas noches en las que los ronquidos suaves de la sacerdotisa rara vez eran lo que no le dejaba dormir. Podía entender que ella estuviese nerviosa, rodeada de desconocidos; cada uno enfocaba su gusto por la soledad a su estilo. Ausente y despistado como era, Edirian podía vivir feliz rodeado de millares de almas, porque lo más normal es que no les estuviese prestando ninguna atención. La tranquilidad estaba en uno mismo, no en los demás, pero creía que la sacerdotisa no lo veía de la misma forma. 

- Definitivamente está un poco más rara - afirmó para si, detenido junto a las escaleras. Una mujer de mediana edad se giró al oírle, y Edirian, notando por vez primera que no estaba solo, se vio forzado a disculparse, agitando la mano con una sonrisa desinteresada. 

"Un poco más rara no es bueno", concluyó, esta vez en silencio. Ed se había sorprendido de encontrarse tan a gusto viajando junto a aquella muchacha inquieta, que no quería que su relación involucionase a "¡TE VOY A MATAR, BARDO!", que era como él recordaba su primer contacto. Quizás...

Con no mucha discreción, cargado de bártulos como iba, el músico dio la vuelta y entró en la cocina de la posada. Allí oteó en busca de sus presas, que localizó con facilidad: un par de pastelitos reposaban en una de las mesas, esperando para ser servidos: los típicos canutillos de nata de Aguasprofundas. En la cocina nadie parecía enterarse de su presencia, así que sin un ápice de duda, el bardo agarró ambos postres, dejó el poco oro que llevaba en el bolsillo (el que ganó con la canción) en la mesa en su lugar, y salió sin que nadie se diera cuenta de nada. 

Cuando llegó junto a la entrada de su habitación, se detuvo al escuchar la suave voz de la sacerdotisa rezando tras la puerta. Ed no entendía muy bien lo que decía, pero como tampoco estaba intentando espiarla, decidió abrirse paso en la habitación haciendo el ruido suficiente para que ella notase su presencia. 

Condena de… 

Una larga pausa detuvo a Nótt en su rezo, mientras le miraba como si se debatiera entre mandarle a darse una vuelta o continuar a lo suyo. Ed aprovechó aquel momento para dejar todos los trastos junto a su cama, ocultando con destreza los pasteles bajo la camisa. Finalmente, la sacerdotisa lanzó un suspiro y volvió a lo suyo.

...La maldición que me impusieron.  A veces tengo la impresión de que estás a mi lado, guiándome en el camino, pero te pierdo entre la multitud.

- Claro que lo estoy, Nótt - comentó Ed distraído, interrumpiendo el rezo de la sacerdotisa mientras caminaba hasta acuclillarse a su lado-. Ni que me pudiese ir, que cosas tienes - se rió, burlón - No te preocupes, chica luna, las multitudes no me van a llevar a ninguna parte.

Allí, agachado delante de la muchacha, Ed dejó el lapsus de tiempo necesario para soportar el previsible exabrupto, insulto, suspiro, indiferencia, gritito enfadado o intento de bofetada que la sacerdotisa decidiese profesarle, antes de llevarse las manos a la chaqueta y sacar los dos pasteles, y tenderle uno a ella.

- ¿Un canutillo? Es de nata - sonrió, y sin más le dio un mordisco al suyo.

Estaba claro que la compañía del semielfo la molestaba. Antes, en la Iglesia, a pesar de tener que estar rodeada por sus compañeros clérigos tenía momentos de paz dónde únicamente disfrutaba de la compañía de su diosa, sentada en la fresca hierba del jardín trasero de su hogar y durmiendo la mayoría de las ocasiones bajo el velo de las estrellas, pero ahora se le había impuesto una interminable compañía, una cadena invisible que la unía a otra persona y que, a pesar de intentar romperla, luchar contra la maldición podría afectar a sus vidas.

Bufó en silencio sabiendo que tendría que acostumbrarse a que pululara a su lado mientras ella suplicaba un poco de amor maternal y fingiendo que no existía, que el bardo formaba parte de la sobria decoración de la habitación.

Pero el mueble hablaba, se movía y se acercaba, removiendo el aire que respiraba con el inconfundible olor dulzón de un pastelito que ocultaba bajo sus telas.

Arrugó el entrecejo cuando él abrió la boca, claramente burlándose de sus súplicas y rezos, mirándole con el ceño fruncido mostrando una clara desaprobación.

Espiar conversaciones ajenas es de mala educación, Edirian.- Una de las cosas buenas que tenía la maldición era que, tras tanto tiempo juntos, el grado de “confianza” (si así podía llamarlo) era tal que apenas le importaba tener que ser comedida, callándose o cuidando sus palabras para no herir sensibilidades. De alguna forma, podía ser ella misma.- Cuando logremos romper la maldición, te aseguro que me alejaré lo máximo posible de tu presencia.- Dedicó una fría mirada al bardo, ahora agachado a su lado masticando un pastel. Fue entonces cuando vio el que trajo para ella, bajando sus ojos al pequeño dulce que descansaba en la palma del semielfo.

Con cuidado, su diestra cogió el canutillo, intentando no apretar al notar que se deshacía entre sus dedos, mientras que la zurda le daba un leve empujón, más en forma de juego para desestabilizarlo y hacer que cayera al suelo que por el hecho de lastimarlo.

Gracias.- Nunca admitiría en voz alta que era una ávida amante del dulce, recordando incluso las incontables ocasiones en las que los miembros de la Iglesia donde residía, cuando era pequeña, la regañaban por tomar sin permiso los pasteles recién hechos.

No dijo nada en un largo rastro, disfrutando de cada pequeño bocado y terminando por chuparse los dedos para no desperdiciar ni un poco de azúcar. Pero al notar que la miraban sus mejillas se tiñeron con un ligero rubor, apretando los labios en una fina línea antes de levantarse y coger el cuenco de agua para dejarlo sobre una pequeña mesita.

¿Confías en ellos? – Sabía que era un cambio de tema radical, pero aparte de que no quería seguir con su rezo en la presencia de Ed, prefería saber la opinión que tenía al respecto.- Mañana quería ir con la Tiefling para intentar conocerla, es lo mínimo si va a ser nuestra compañera de viaje.- Se apartó el cabello, haciendo un gran remolino que dejó caer sobre uno de sus hombros.- No me importa la recompensa, pero no me gusta que una misma persona tenga el salvaconducto y la bolsa de monedas. Me gustaría llevar alguna de esas cosas.

Que buenos estaban esos canutos de nata que ha traído Edirian. Os los estáis comiendo muy a gusto cuando podéis oir gritar al cocinero, justo debajo de vuestros pies, que es dónde queda la cocina casualmente.

- ¿DÓNDE ESTÁN MIS BOLLOS DE NATA Y PORQUÉ HAY UNAS SUCIAS MONEDAS EN EL PLATO?

Tras los gritos podéis oir unos cuantos golpes, un portazo y un silencio sepulcral. 

Espiar conversaciones ajenas es de mala educación, Edirian. Cuando logremos romper la maldición, te aseguro que me alejaré lo máximo posible de tu presencia.

El exabrupto esperado llega, y Ed solo se limita a sonreír. Se distrae un momento observando el cabello de la joven, como ondula por un instante con una forma preciosa, casi espiral. Le recuerda a un dibujo, seguro.

Gracias.

- No hay de qué - responde sin más. 

Cuando ella termina de comerse el canutillo, el músico camina hacia su cama, comienza a quitarse la ropa del viaje, quedando solo vestido con las sencillas ropas que lleva debajo mientras medita sobre lo que acaba de ocurrir. "Le gusta el dulce. Anótalo para otra ocasión" se recuerda. Puede ser tan despistado que incluso eso se le podría olvidar. Su hermano Orodin siempre decía lo mismo: "Sigues con las hadas, Ed". 

"Igual era verdad" comenta, observando a la muchacha con una sonrisa distraído mientras se tumba en la cama tras quitarse las botas. Ella se sonroja, mientras se relame, lo cual hace que la sonrisa del semielfo se ensanche un poco. Ha sido un buen trabajo, independientemente de los gritos en la cocina. ¿Dos canutillos por una canción y una paga? Ese cocinero era idiota si creía que el trato no era justo. Años viviendo en el camino, las calles y los rincones más nefastos le habían enseñado a ser justo con los intercambios.

Agarró el laúd y comenzó a rasgar algunas de sus cuerdas en una melodía sencilla y alegre que había ideado hace tiempo, sin darle muchas vueltas. Era una canción ensayada que se conocía a la perfección y que Nótt había escuchado antes. Al músico le había parecido notar que a la chica luna no le disgustaba más de lo normal, y al igual que ella tenía que seguir sus rezos cada noche, el se debía a su propia fe con la misma entereza. 

¿Confías en ellos? Mañana quería ir con la Tiefling para intentar conocerla, es lo mínimo si va a ser nuestra compañera de viaje. No me importa la recompensa, pero no me gusta que una misma persona tenga el salvaconducto y la bolsa de monedas. Me gustaría llevar alguna de esas cosas.

Edirian, centrado en la música pero con la relajación de quien ya conoce la melodía asintió.

- ¿Confío? Solo confío en la música y la familia, así que no -se encoge de hombros, mientras sigue tocando-. Pero tenemos un mismo propósito. Dudo que vaya a ganarse la enemistad de toda la guardia de Aguasprofundas por una bolsa de oro y un salvoconducto, pero la mujer no inspira mucha confianza. Imagino que el capitán nos daría otro si la tiefling no aparece por la mañana. Pero si quieres ir con ella, te acompañaré. Y si quieres el salvoconducto, puedo conseguírtelo - sonríe dejando la cuestión en el aire-. Y del resto... Tempus no es la mejor de las compañías, pero si hay que enfrentarse a trasgos igual hasta ayuda. A la soldado le gusta la música, ya sabes lo que pienso de la gente a la que le gusta la música. Y el hechicero me resulta gracioso. Parece más perdido que un gnomo de vacaciones en la selva, es muy entrañable.  

Observa como la sacerdotisa se recoge el pelo, y falla una nota, perdido en el ensayo. Suspira, apoya el laúd al lado de la cama y la mira, antes de seguir tocando.

- Reza tranquila, no creo que a Selûne le moleste que toque, ¿no crees? Mañana iremos donde quieras. 

La conversación se vio intervenida por un grito proveniente de la cocina, haciendo que la sacerdotisa alzara una ceja dirección al bardo. No hacía falta preguntarle a qué se referían esas voces, ella misma se había comido una de las pruebas incriminatorias notando todavía el dulzón en su paladar. Ahora tendremos que buscar otro sitio.- Aunque agradeció el gesto, ahora la había convertido en “cómplice” a pesar de haber pagado los dulces y, si llegaran a enterarse, posiblemente traería consecuencias nefastas para ella. ¿Se supone que ahora debo denunciarle? Esa lucha contra lo que estaba bien y mal era la que más le despistaba. Creía que tendría que hablar con el cocinero y pedir disculpas, incluso doblar el precio original a modo recompensa por el hurto mientras clamaba el perdón, pero en vez de pensar en las palabras de disculpas se encontraba quitándose las botas como si ya hubiera decidido que no iba a decir nada.

Escuchó la melodía que tocaba Ed estando casi segura que ya la había oído en otra ocasión, o al menos una muy parecida que creía reconocer. Aprovechó esos momentos de tranquila melodía para quitarse el la ropa y quedarse con un vestido interior que servía a modo pijama. Dobló con especial cuidado sus ropas para colocarlo sobre la capa, acercando también las botas para tenerlo listo al día siguiente.

No será necesario.- Ya había visto cómo logró los canutillos, prefería no tener que recurrir a robar el salvoconducto con un ingenioso juego de manos. Al menos que no fuera su plan principal, todavía quedaba preguntárselo directamente.- Me inquieta el clérigo.- Se tumbó boca arriba en su respectiva cama, acomodándose en el incómodo colchón mientras se tapaba con la manta.- Tempus puede ser letal contra enemigos en común, pero temo que su enemistad con Selune perjudique a la misión.- No quería decirlo abiertamente pero no confiaba en él, y era esa desconfianza la que también le incomodaba. Había visto otros clérigos de Tempus visitar la Iglesia por peregrinaje y ninguno causó problemas, incluso su familia les tendió con los brazos abiertos como buenos anfitriones, pero Nótt no era capaz de eso.- Selune parece estar de acuerdo con su compañía, no me ha dado indicios de lo contrario. – Ni de nada. Seguía extrañándole que Selune no hubiera mostrado ningún tipo de mensaje sobre la aventura que tenía por delante. No sabía si iba por el camino correcto, tampoco de si sus nuevos compañeros eran los idóneos. Iba completamente sola andando por la oscuridad.

Se giró para quedar de lado al bardo, mirando sus dedos moverse por las cuerdas de forma hipnótica, mirando más allá de los cordeles del laúd.

Estoy cansada, seguiré con el rezo mañana.- Iba a añadir algo más pero cerró sus labios en una fina línea antes de voltearse, dándole la espalda, dejando claro que la conversación había terminado por esa noche. Tenía mucho que pensar y meditar.

================================ ESCENA DE LA POSADA TERMINADA =======================================

---------ANTES DE ENTRAR EN LAS CUEVAS----------

Le sorprendió que nadie dijera nada al respecto aunque en realidad eso fuera buena señal de que aceptaban el plan o no tuvieran queja alguna, sintiéndose importante dentro del grupo o mínimamente útil. Ventajas de Selune.- Con todo claro, o medianamente al menos, le pidió de vuelta la capa a Reshi para poder andar mejor entre la oscuridad, algo bastante estúpido si se tenía en cuenta que no vería nada y ya de por sí estaba oculta pero, para ella, suponía el refugio más seguro de todo el continente.

Cuando parecía que el pequeño grupo iba a partir, se colocó la capa sobre los hombros y esperó a que entrara primero Artorias para liderar la marcha, prometiendo seguir su papel de esperar en la retaguardia por si pasaba cualquier cosa. Y eso iba a hacer, viendo cómo Ed pasaba ahora a su lado y se adelantaba un par de pasos haciendo que la conciencia de la sacerdotisa se removiera entre varias ideas, ninguna con sentido dentro de su propia lógica, debatiendo entre si seguirle o esperar a su posición.

Era lo que había quedado, debía esperar a que se adelantaran, que ellos fueran la carnaza de primera línea en caso de que atacaran y…

Ed, espera.- Se sorprendió a sí misma acortando esa distancia que la separaba del bardo mientras le agarraba del brazo para frenar su paso, soltándole poco después de que se girara.- Necesito que seáis mis ojos dentro, ya que mi condición de humana no es compatible con la oscuridad.- Buen momento para decir que soy la menos indicada para entrar. Sacó de su bolso un canutillo envuelto en un pañuelo blanco como si de un regalo se tratase, depositando sus dedos sobre la superficie del dulce para emitir un leve brillo*.- No llamará la atención, pero si usas sus migas será suficiente para que pueda seguir vuestros pasos.- Le entregó el canutillo al bardo, esperando que aceptara ese pequeño plan, incluso le dio un segundo (el último que le quedaba) por si necesitaba más migas al ser la cueva más grande de lo esperado.- No te los comas.- Iba a decir algo más pero se contuvo, posiblemente quedando más seria que de costumbre mientras observaba cómo se adelantaba con Artorias.

Esperó unos segundos, los suficiente para que ellos se adelantaron un buen tramo antes de colocarse la capucha y adentrarse en la cueva, siguiendo los pasos mientras se guiaba al tener una mano en una pared y buscaba el pequeño rastro de luz si así lo había dejado.

Escena nocturna durante la guardia compartida en el campamento, tras la Banshee.

La noche avanza con la luna recorriendo el firmamento, abrazando con su luz las estrellas cercanas e iluminando levemente el entorno. El clima acompaña y la brisa es suave.

Casi todo el mundo hace horas que duerme, unos más a pierna suelta que otros. Los ronquidos más estridentes rompen un levemente la harmonía de la noche, pero tras los problemas vividos son una buena señal para todo el mundo.

Ambos sabéis que tenéis mucho de qué hablar y parece el momento propicio para sacar algunos temas.

Había aprovechado para apartarse a rezar unos minutos mientras el resto buscaba la postura para dormir, teniendo que concentrarse en sus oraciones para escuchar la propia voz en su cabeza antes que a los ronquidos. No fue hasta que se acostumbró a esa molestia cuando pudo terminar, incorporándose del suelo antes de alzar la mirada al cielo para ver las estrellas brillar sobre ellos.

Vio a Edirian sentado junto al fuego y, tras un profundo suspiro, se acercó a él por detrás sin hacer ruido ni llamarle, no viéndolo necesario al imaginarse que ya habría intuido su presencia.

Hay algo que me gustaría decirte.- Se sentó en el suelo a un par de pasos de él, mientras estiraba las manos en dirección al fuego para calentarlas y guardaba silencio, siendo difícil para ella rectificar, sobre todo cuando se trataba del bardo.

Nótt abrió los labios con intención de hablar mientras giraba el rostro, sin embargo cuando sus miradas se encontraron sus mejillas se tiñeron de un rojizo coral, volviendo la mirada al fuego con vergüenza y nerviosismo. Sólo son dos palabras, no seas una cría Nótt.

Lo siento.- Ya está dicho. Parecía que acababa de quitarse un peso de encima aunque posiblemente Ed no entendiera a qué se refería. Para ella, esto ya era dar un gran paso.

Edirian había dejado de tocar cuando la mayor parte de los presentes se retiraron a dormir. Ya estaba bastante seguro que esa noche no descubriría La Melodía por mucho que lo intentara, y lo cierto era que por primera vez en mucho tiempo se sentía agotado. De forma casi inconsciente su mano había viajado al punto de su cuerpo donde la Saga habían lanzado su ataque, recordando como luego Nótt se había encargado de sanar su herida. Luego, aquella sensación de desdén y enojo. No era la primera vez que pasaba, y curiosamente cuando ocurría, la clérigo de Selene estaba involucrada. ¿Era parte de la maldición que les aquejaba?

La notó acercarse incluso antes de escuchar su voz, y se le dibujó una leve sonrisa ladeada. Levantó la mirada en su dirección, y aún se le quedó mirando cuando Nótt apartó los ojos de los suyos. Cerca de su tobillo, el gato negro ronroneaba mientras Ed le hacía caricias detrás de las orejas, casi distraidamente. La sonrisa se hizo más amplia al escuchar aquella disculpa, por primera vez dicha en aquel tono, sin sarcasmo o ironía. -Eso es nuevo.- Dijo divertido. -¿Por qué?-

Esperó a que le mirara para continuar. -¿Por no escucharme cuando te dije que te mantuvieras tras la roca? ¿Por esa manía de rezongar a todo lo que digo y hago? ¿Por... esto que nos une, sea lo que sea?- Aún mantuvo unos segundos más sobre los ojos de ella, antes de suavizar la mirada y recostarse contra su equipaje, mirando hacia el fuego. -Da igual, no te preocupes, chica luna. Ya está hecho, y lo que importa es que estás bien.- Le miró de reojo. -Porque estás bien, ¿cierto?- Murmuró unos segundos más tarde, en tono de preocupación.

Ya sabía de antemano que aquella disculpa inusual para ambos lados vendría seguida de una burla ya fuera para tantear los límites de la clérigo o simplemente por pura diversión y, teniendo en cuenta que por primera vez había sido un verdadero peso que quería quitarse al reconocer un error, tuvo que morderse la lengua dejándole recrearse.

Apartó las manos en el fuego para desabrocharse el único botón que sujetaba la capa, queriendo usarla como sábana improvisada para no tumbarse en el suelo y mancharse de tierra. El viaje era largo y los aseos en mitad del bosque no eran precisamente abundantes, queriendo no estar sumergida en la suciedad mientras llegaban.

Sin embargo, mientras dejaba con cuidado la capa extendida en el suelo con intención de tumbarse, alisando algunos pliegues, le escuchó desviar esa disculpa supuestamente a las indicaciones que le hizo en la batalla contra la Saga, justamente el momento que ella consideraba que el que debía disculparse era él.

No pudiendo contener más el silencio de su persona, terminó por agarrar la capa para tirársela en la cara, deseando que en vez de un poco de tela fuera una pesada piedra mientras bufaba, enfadada.

¡Estás totalmente….! – Se percató que había alzado la voz demasiado, cortando la frase al momento mientras miraba a su alrededor esperando no haber despertado a nadie. No fue hasta que volvió a escuchar los ronquidos generalizados cuando calmó sus energías, volviendo a bajar la tonalidad.- Estás totalmente equivocado. Mi magia no alcanzaba y desde la roca no podía hacer nada más que mirar. Además, da igual que me esconda si luego tú estás expuesto, ¿o debo recordarte que estamos unidos y compartimos heridas? – No sabía si compartían algo más y era algo que quería comprobar, pero ni siquiera sabía por dónde empezar.

Soy consciente de que tus dedos son ágiles con el laúd, pero tus piernas son pesadas y lentas, no podrías esquivar ni una hoja movida por la brisa.- Parecía que no podía dormir tranquila si no reprochaba aunque fuera una vez al día al bardo, sobre todo después de ceder una disculpa y alabar su música.- Y es por ello que pedí disculpas, pues casi hago que nos maten en las cuevas.- Suspiró, confesando por fin la espina que había quedado clavada en su consciencia y provocó todo aquello.

Volvió a centrarse en el baile de las llamas en la hoguera con un evidente nerviosismo causa de la timidez que en ocasiones parecía aparecer cuando lograba abrirse un poco al resto, aunque sobre todo ocurría con Ed.

¿Recuerdas cuando te di las migas del bollito para iluminar el camino? Era una excusa.- Era cierto que necesitaba esos pequeños destellos de luz para caminar por la impenetrable sombras de la cueva, pero ese primer contacto de su parte agarrándole del brazo y pidiéndole que tuviera cuidado tuvo un motivo detrás.- Usé un vínculo protector contigo.*- Ni siquiera ella misma sabía por qué había cometido tal error ya que, al proteger a Edirian de todo daño que pudiera sufrir en la cueva, sería Nótt quien lo recibiera teniendo en cuenta que su resistencia era mucho más reducida. Sin embargo, posiblemente con esa confesión entendería el desmayo de la sacerdotisa y su débil estado de salud al regresar a su lado y que él mismo sintió en mucha menor medida.

Podría tratarse de un gesto bonito, el hecho de querer protegerlo a pesar de todo sin que lo supiera y poniendo su propia vida en peligro para ello… pero para la sacerdotisa había sido un grave error que podía haberles costado la vida a ambos.

La sonrisa ladeada que se le dibujó al bardo en los labios quedó escondida al recibir la capa de lleno en el rostro. Ed tomó la tela, mirando alrededor luego del exabrupto de la clérigo, antes de volver a dirigirle la mirada. Con un suspiro, haciendo primero una caricia a las orejas de Neos, se puso en pie y se acercó a donde estaba Nótt. Sin mirarla, pero prestando atención a todo lo que decía, fue repitiendo el gesto de ella en colocar la capa sobre el suelo, alisándola con las manos.

-Soy consciente de mis límites, chica luna. Sé que nada tengo que hacer en una pelea cuerpo a cuerpo, aún con Púa en mi mano. También soy de los que prefiero no tener que llegar a las manos y resolver las cosas con violencia, pero en esta ocasión no ocurrió. Y de no ser porque decidiste que mi consejo no te valía de nada y te lanzaste hacia el frente, yo no habría estado cerca de la Saga, y por tanto no me hubiera herido.- Levantó la mirada en su dirección, alzando las cejas, sus ojos fijos en los de ella por unos instantes en total silencio. Volvió a sonreír y apartó de nuevo la mirada hacia la capa. -Como dije, ya da igual.-

Estuvo atento entonces a la otra revelación, que le hizo fruncir la mirada y volver a alzarla hacia ella. -¿Un vínculo protector?- Repitió, pues hasta el momento no recordaba que ella hubiera realizado alguna magia de ese tipo. -¿Puedes explicarme mejor qué es lo que pretendías hacer?- No estaba enojado, pero recordaba lo preocupado que se había sentido al encontrarla inconsciente en la entrada de la cueva, sin entender como había ocurrido aquello. Y al parecer, por la manera en que la clérigo se removía en su sitio, no había sido un ataque lo que la había debilitado hasta el desmayo, sino algo que ella misma había hecho.

Fui como magia de apoyo para vosotros, pero ni siquiera podía ver mis propias manos dentro de la cueva. Era lo único que se me ocurrió en ese momento para ayudar.-  Dejó que acomodara la manta improvisada con la capa antes de sentarse sobre la tela. Si él tenía intención de dormir sobre su capa, sería por encima de su cadáver.- Recordé un conjuro, un vínculo protector.- Rodeó las rodillas con sus manos, todavía pendiente del fuego mientras explicaba la lección que ella misma recordaba de cuando vivía en el templo. No era exactamente lo que le había preguntado, pero creía que indagando en la explicación encontraría ella misma la respuesta que buscaba.- Sólo necesitas concentrarte, canalizar tu magia y tener contacto físico con tu protegido para crear una barrera invisible a su alrededor que duraría un par de horas.- En su caso fue ese breve agarre de brazo antes de que se fuera mientras recitaba mentalmente el conjuro y le rodeaba con su magia.- Es imperceptible, no lo hubieras sabido si no te lo llego a decir.- Ni siquiera se lo había dicho a Brummbar, con quien tenía un poco más de confianza al ser su hermano dentro del grupo.

Sin embargo, como dije antes, mi magia tiene alcance. Debía estar cerca de ti para mantener ese vínculo.- Se giró para mirarle directamente a los ojos.- Pero me pediste que fuera al exterior para buscar al resto.- En cierta manera, si no hubiera tenido esa petición, nada de esto hubiera pasado y el tema del vínculo hubiera muerto en el olvido al no necesitar contarlo.- La magia tiene un precio, al igual que intentar romper sus límites.- Volvió la mirada al fuego mientras guardaba silencio, sumida en aquél recuerdo. Selune. Su rostro se volvió una máscara seria, la que había estado acostumbrado desde un principio aunque, en esta ocasión, era el brillo de sus ojos el que transmitía un ligero miedo.

Abrió los labios para decir algo antes de borrar sus palabras, optando por tumbarse en la improvisada cama dándole la espalda para que no la mirara.

No calculé bien las distancias y casi me cuesta la vida, y la tuya por consiguiente.- Era irónico pensar que había pagado un alto precio, el de reducir su propio aliento de vida para proteger a una persona que había intentado matar, eso sin contar que justamente sus vidas estaban ligadas.- No te preocupes, aprendí la lección y no volverá a repetirse.- No iba a volver a disculparse, ya había asumido por completo su error y era tontería repetirlo.

Eso era todo lo que tenía que decirte al respecto.- No sabía cuánto tiempo había pasado desde que comenzaron a hablar ni cuándo tendrían que dar paso al siguiente grupo para la guardia nocturna.*

Ed se quedó mirando a la clérigo con una sonrisa divertida al verla sentarse tan apresuradamente sobre la capa. Su intención había sido tener un gesto con ella, haciéndole la cama, pero parecía que la joven había pensado que tenía alguna otra intención. Sin decir nada, se retiró medio paso y se sentó de nuevo en el suelo, preparando su propio equipaje para hacer un pequeño fardo sobre el cual apoyar la espalda. Siguió escuchando su explicación, cómo se daba la vuelta para ponerse a dormir. Al final soltó un suspiro.

-Nótt.- Se dirigió a ella hablando hacia la parte de atrás de la cabeza de la chica, sin usar el mote que le había puesto, para que notara que le hablaba con seriedad. -Hasta que no podamos resolver lo que nos ocurre, vamos a tener que comenzar a comunicarnos mejor.- Se mantuvo unos segundos más en silencio, antes de continuar. -De haber sabido lo que intentabas hacer no habría pedido que te alejaras. Ambos estamos siendo afectados de las decisiones del otro, ¿no te parece más sensato que por eso mismo, tomemos las decisiones juntos? Sólo por ahora, chica luna.-

Volvió su mirada hacia el fuego, y cruzó sus brazos detrás de su nuca. -Y gracias. Por querer mantenerme a salvo.- Terminó por agregar. Aún si la intención de la clérigo fuera de mantenerse a salvo a si misma, le resultaba un gesto conmovedor que se hubiera arriesgado a recibir daño para que él no lo sufriera.

La comunicación no era su punto fuerte, y no era necesario expresarlo puesto que cualquiera que se acercara a ella o la conociera un mínimo podía intuirlo. Prefería el silencio antes que las palabras, siendo la mayoría de veces incluso más expresiva en su mutez, eso sin contar que se trababa en sus propias frases y no sabía expresarse ya fuera por su falta de costumbre al contacto humano o su timidez. Había vivido una vida medio solitaria en el templo donde sus charlas con la madre luna era prácticamente la única conversación que tenía al día, aunque su diosa nunca la respondiera. Ni siquiera cuando tenía que cumplir sus tareas se sentía del todo cómoda, siendo uno de los principales problemas que la acechaban al creer que era totalmente distinta al resto de clérigos de Selune.

Y justamente eso era lo que más odiaba de Edirian. El bardo parecía tener todas las facilidades de acercamiento humano con el resto del grupo. Tenía el don de la palabra y un carisma que incluso ella misma en ocasiones se quedaba embelesada aunque nunca lo reconociera…. Eran tan distintos, justamente como el sol y la luna, que casi parecía que aquella maldición había sido un juego de dioses para unirlos en un experimento cósmico.

Está bien.- Creyó que lo que Ed quería era “liderar” aquella extraña relación que ambos tenían, cediéndole encantada ese protagonismo para delegarse a un segundo plano. Para ello pensó que estaba frente a una ardua prueba con un superior, quien le dictaba los movimientos a hacer y vigilando que los cumpliera con eficacia.- Sólo por ahora, lo haremos a tu manera.- Sin duda la comunicación, o mínimo el entendimiento con ella iba a ser complicada.

-No es... Bah.- Edirian soltó una media carcajada frustrada y luego un suspiro largo, llevándose la mano a la cabeza y rascándose la nuca. Se giró en su puesto para mirar hacia Nott. -No es que sea mi manera, o tu manera. Tampoco te estoy diciendo que me tengas que consultar cada pequeña cosa que quieras hacer. Pero cuando es algo que me va a afectar, que nos va a afectar a los dos, es mejor que nos pongamos de acuerdo.- Seguía mirando hacia la espalda de la chica.

-Estoy poniendo de mi parte, Chica Luna. Y sé que tú también, aún si es sólo porque necesitas que yo siga de una pieza hasta que resolvamos esta situación.- Le miró con cierta dulzura, y por un momento extendió la mano en su dirección, queriendo reconfortarla con su toque; sabiendo sin embargo que rechazaría aquello y quizás iniciara una escena hostil, se detuvo, y volvió a su posición. -Piénsalo, sólo eso te digo. Ahora descansa un poco, dentro de poco haremos el cambio de guardia y podremos dormir algo.- Se acomodó más en su almohada improvisada y volvió la vista a las estrellas, con el oído atento a cualquier sonido poco familiar, o tal vez, al acorde distante de aquello que ansiaba oír.

Conversación con el Capitán Clay Munnarson.

El capitán se os acerca después de hablar en privado con Karag y ve que habéis acabado de hablar entre vosotros.

Es serio, corto y explícito. Nada fuera de lo común entre militares - ¿Y bien, habéis decidido ya lo que vais a hacer? - Os dice cruzado de brazos, se nota que está impaciente y no es de extrañar dada la situación

Le alegraba saber que la pequeña reunión con Munnarson no había sido tan complicado como creía, sólo necesito una breve frase para atender su atención y apartarla a un lado, lejos de las miradas indiscretas y el fino oído de algunos. Pensó en cómo abordar la situación, pero como bien ya empezaba a saber Edirian, la sacerdotisa no era precisamente buena con el uso de las palabras, mucho menos cuándo debía usarlas, por los que prefirió ir al grano.

Aceptamos la enmienda porque nuestro camino se unía al de Lady Nandar. Poseía información que podría ayudarnos con un problema que tenemos, pero por desgracia con su muerte sus conocimientos podrían haberse perdido.- Miró un segundo al bardo, como si quisiera confirmar que iba por el buen camino. “Trabajo en equipo”, suponía que de eso iba aunque todavía no estuviera familiarizada.- ¿Conocía a Lady Nandar? ¿Sabe si tenía relación con algún templo o conocimiento sobre maldición arcana?