Partida Rol por web

Glancio sonríe simpático a la insinuación de Oier.

-- Sí, en fin, Catalina es una mujer excepcional que se merece todas las atenciones del mundo, noble soldado.

Con un gracioso gesto de su mano, como espantando una mosca, le quita importancia a lo que dice Yosef.

-- Oh, no, no. Mi persona no tiene ningún interés, joven amigo. Hay cosas infinitamente más importantes en esta situación que la historia de un simple juglar. Quizás cuando todo esto termine pueda contarte algunas historias, si Dios quiere, pero ahora hemos de ocuparnos de esta familia y de su historia nunca vista.

¿Y donde enterró a la pobre de Mera?  Me imagino que ahí mismo, en Cabezaebuey, ¿no?, donde se rompió la pata.  Y ahí creo que ahí mismo iría Ticio a esconder de nuevo la reliquia esa. 

Platicaron un poco más y luego, al paso, le preguntó.   ¿Cómo en qué fechas llegó Glancio, el juglar, al pueblo?   ¿Fue antes o después de lo de las reliquias de la discordia? 

Lo que quería preguntar, pero no se atrevía, era, ¿de dónde había salido la fuente abundante de comidas?   Si me dicen que de una cueva, que me espanto, pues me imagino que las puertas del infierno habrían de haber estado ahí mismo.  ¿Habrá un lugar así en las cercanías? 

Ojalá Glancio sea un ángel queriendo detenerlo todo, y no un demonio apurando a la apertura de puertas.

Yosef decide seguir a Yedra, quiere preguntarle algunas cosas. Así que cuando ve la oportunidad de llevarla aparte, le susurra algunas cosas:

Señora, entiendo que usted sabe algunos secretos de este mundo que el resto ignoran. Me gustaría que me instruyera en dichos conocimientos. Yo sé poco, la verdad, pero me gustaría aprender más.

De las poquitas cosas que sé es que usted ha usado Manto del Maligno para ocultarse a la vista de todos. Y me encantaría saber cómo formular ese hechizo.

Yo conozco un hechizo que me permite abrir las puertas cerradas. Es muy útil en algunas ocasiones.

En fin, señora, que me gustaría ponerme a su servicio y ser su aprendiz, si eso fuera posible.

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   Me rasco la barbilla y luego me encojo de hombros. Después asiento con la cabeza.

   - Cuando esta noche pase, si estamos en el mundo de los vivos mozo, podemos hablar. -

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   Asiento a Mateo mientras señalo el cuerpo. - Mirar por donde estuvo, para arreglar este entuerto que sacude el pueblo, tiene tierra en las manos, como si hubiera estado hace muy poco cavando con las manos ¿tiene alguna huerta o similar que haya visitado esta noche? -

   Tras la respuesta, me reuno con los demás.

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   Hago un gesto a Yosef para que me siga a ver si nos juntamos todos y vuelvo con los demás, agarrando por el camino una jarra, de agua, de vino... al pasar cerca del juglar se la paso, - toma mozo, para que te refresques, que te veo caldeado, te vendrá bien. -

   Luego me junto con los demás y les comento en voz baja.

   - El tal muerto... como se llama... ¡ah sí, Ticio!. Pues tiene restos muy reciente de barro en las uñas y manchas de tierra en las manos, como si hubiera estado cavando con las manos hace muy poco tiempo. Si no ha usado una pala, muy profundo no será donde ha metido las zarpas. -

   Hago un gesto alrededor con la mano.

   - Quizás la familia tenga algún huerto o terrenito muy, muy cerca que pueda tener tierra removida en la que echar un vistazo. -

   Luego añado.

   - A las malas se puede intentar buscar rastros... un trozo de tela o ropa y un sabueso... - Sonrío... - perros no, pero quizás podría encontrar a alguien que olfatee... - Sonrío más.

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La vieja le asusta y fascina a partes iguales... -Las uñas... Bien pensado, bien pensado... pero, ¿por dónde empezar entonces?¿Por Cabezabuey? Alejo aún más al grupo de la posición de Glancio, en el caso de considerar que podría escucharme, y, bajando la voz hasta resultar casi inaudible, añado: -El Glancio este oculta algo... me da en la nariz que no está aquí solo por el bien de la familia del finado... además, viene de muy lejos, ese acento es muy extraño.

Catalina asiente a las preguntas de Dolça:

-- ¿Y donde enterró a la pobre de Mera?  Me imagino que ahí mismo, en Cabezaebuey, ¿no?  ¿Cómo en qué fechas llegó Glancio, el juglar, al pueblo?   ¿Fue antes o después de lo de las reliquias de la discordia? 

-- Sí, querida señora, creo que Ticio sacrificó y enterró a la pobre Mera allí mismo, en el cerro de Cabezabuey. Respecto a cuándo llegó el amable Glancio... ahora que lo decís, fue el día siguiente a que Ticio llegara a casa con las reliquias. Recuerdo que me lo encontré al volver de entregarle al párroco los legajos.

Al poco tiempo reaparecen Yedra y Yosef, que habían subido al piso de arriba. Vienen acompañados de Mateo, el buen amigo de Ticio. Elías ha disuelto el grupo de hombres, girándose hacia sus compañeros para compartir sus tribulaciones, pero la llegada de Yedra, Yosef y Mateo vuelve a reunir a todos los presentes en la estancia.

Cuando llega al centro de la estancia, Mateo se gira hacia el ama de la casa, Catalina, y le dice, señalando a Yedra:

-- Catalina, amiga: esta extraña mujer ha estado hurgando arriba y abajo el cuerpo de Ticio, que en paz descanse. Que si no supiera yo que estos forasteros han hecho mucho bien, tratando de salvar a Álvaro y al niño mudo y preocupándose por nosotros, que hubiera yo mandado a esta vieja a reírse de sus muertos y dejarnos en paz.

Mateo calla por un momento y se mesa la barba, pensativo. Luego, suelta delante de todos:

-- El caso es que dice esta mujer que Ticio tiene restos de tierra en las manos, y que si yo sé dónde puede haber cavado recientemente. El caso es que yo le prometí a mi buen amigo guardar el secreto, pero como Ticio ha muerto y los forasteros parecen ser capaces de hacer terminar esta locura, os voy a contar lo que sé.

Un murmullo de voces os llega desde la calle, donde, cuando entrasteis en casa de Ticio, había un grupo de curiosos y amigos de la familia amontonados en la puerta. No son gritos, pero sí algún chillido ahogado y alguna parrafada apresurada que denota urgencia. Mientras tanto, Mateo continúa:

-- Hace unos días, el Ticio me pidió la cosa más rara del mundo: que le esculpiera su propia lápida, porque yo, señores, soy picapedrero. «¡Pero si tú estás más fuerte que buey, Ticio!», le dije. Pero él insistió en que quería su lápida en el cementerio. Cuando la tuve lista, hace un par de días, me pidió que lo acompañara al cementerio de noche, y que me quedara de vigía mientras él hacía «algo» allí dentro. ¿Qué se le había ocurrido al pobre Ticio? No lo sé. Colocar la lápida, pensé entonces. Así que fui con él y vigilé, porque soy su amigo, y luego fuimos a tomar un vino juntos y me pidió que no le contara esto a nadie. Pero, ¿qué carajo está pasando ahí fuera?

El volumen de las voces fuera ha crecido. Ahora se oyen claramente gritos de miedo y carreras, así como graves voces amenazadoras y risotadas pendencieras.

Pues habría que recuperar los legajos de casa del Padre Sao. -les dijo en confidencia a sus compañeros.  Y luego, no se, quemarlos o algo para que nada malo se haga con ellos. 

Cuando vino la confesión de Mateo, Dolça sabía a donde tenían que ir.  

Al cementerio, si.  Vamos unos a un lado y otros al otro. 

¿Quien va donde? 

Luego, el barullo llegó.  ¿La venganza del pueblo dividido por los infiernos? 

Salgamos por la puerta de atrás, vamos.  Esto va a repetir lo de la plaza. 

Buscó con la mirada a Yosef.  Él sabría por donde escabullirse.

Yo he estado ya dos veces en la casa, la primera vez recorrí la planta baja examinando el cuerpo de Álvaro y buscando pistas sobre sus asesinos. ¿Sé si existe o no una puerta trasera? En caso afirmativo, conmino a mis compañeros a seguirme hacia la puerta trasera. (Dímelo y pongo un post para que todos lo lean)

Yo no sé exactamente qué le pasó al padre Sao. Pero mis habilidades podrían ser útiles para abrir cerraduras en caso de ser necesario. Y lo prefiero a excavar en un cementerio. Y también me gustaría examinar la casa del padre Sao en busca de alguna otra cosa (objeto mágico, amuleto o libro) que me permita mejorar en mis habilidades arcanas.

Compañeros, seguidme. Hay una salida por detrás de la casa. Desde allí podremos dividirnos para las tareas que nos quedan en esta noche de locos.

Me doy la vuelta y voy hacia la puerta trasera de la casa, una vez en el exterior, comento:

Como bien ha dicho Dolça, deberíamos formar dos grupos. Uno debe recuperar los papeles del párroco y otro encontrar los huesos. Creo que mis habilidades son más útiles en la casa del párroco, pues sé leer y tengo otras habilidades útiles para entrar y salir de los sitios. Quizás la señora Yedra quiera acompañarme.

De acuerdo Yosef.  ¿Va usted con él, nonna Yedra?   Yo me voy a lo del cementerio. 

¿Elías? -llamó a su protector de confianza para que la acompañara.   

¿El mercenario navarro donde irá?

Veamos a quién de nosotros sigue el juglar.  Eso nos dirá quien es, si ángel o diablo. 

Al volver a ver a Yedra Oier se removió un poco inquieto. ¿acaso aquel hombre estaba declarando verla también? ¿Yosef y el resto también parecían verla? El navarro estaba seguro de que no era posible. Una cosa era desprender los cojones de un cadáver mediante la magia, y otra muy distinta desaparecer claramente de la vista, y no por esconderse. ¿Era el único que no lo veía normal?

Cuando Yedra estuvo a una distancia suficientemente corta como para que Oier pudiese alcanzarla con su mano, él la tocó en el hombro con un dedo, como quien pincha un bicho con un palo a ver si se mueve. 

Cuando Dolça sugirió quemar los escritos Oier se escandalizó. No es que fuese un creyente devoto y practicante acérrimo, pero quemar unos textos supuestamente sagrados era demasiado. Claro, ella era una Judía y no podría entenderlo.

-¿Quemarlos? ¡De eso nada! Mejor guardarlos ¿Acaso sabemos si el problema son los legajos?- Y encima la mercader pretendía ir ella por su lado con otros de los suyos, y la bruja/fantasma. 

Oier se debatía entre qué necesitaría más de sus capacidades, la calavera o los legajos. El padre Sao había hablado de recuperar la calavera, así que al final se decantó por los huesos. Aunque antes de separarse se volvería hacia Dolça para decirle con suma seriedad en el tono de voz y en la mirada.

-Ni se os ocurra quemarlos-

Elías estaba contento de que, en este sindiós de noche, le dieran órdenes claras de lo que debía hacer. A fin de cuentas, obedecer es lo que había hecho toda la vida y sus males se precipitaron cuando decidió actuar según sus propios dictados. Al cementerio... bueno, si hay que elegir (y ni siquiera es el caso), mejor al cementerio que volver a la casa de los testículos desprendidos.

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   Asiento a las palabras y sonrío a Mateo, de seguro que con mis dientes y colmillos incisivos y mis ojos brillando soy una imagen de lo más tranquilizadora.

   - Como bien dice el apuesto mozo, - señalo a Mateo, - tierra tiene, y como bien dice, vamos a ayudar a esta familia. -

   Sonrío burlonamente y señalo al juglar, mientras digo con una risa ahogada, - de seguro que ese apuesto mozo nos hará el favor de cuidar a la familia mientras deshacemos el entuerto este. - Agito los brazos como si espantara gallinas y voy empujando al grupo escaleras abajo mientras agarro una vela o candil que esté encendido. - ¡Ahora, vamos, vamos, hay cosas que hacer y culpables que aporrear! -

   Y alumbrando con la vela o candil, vamos para fuera por la salida trasera que ha indicado Yosef. De camino abajo cogeré sin cortarme algo ropa de Ticio, un trozo de tela me vale.

... un par de minutos después, fuera de miradas indiscretas y estemos nosotros sólos...

   Señalo con un dedo huesudo a Dolça.

   - Ese gordo flatulento del cura no es el único que sabe leer, antes de prender fuego a los papeles, bien se pueden mirar a ver si arrojan luz, sin necesidad de darles fuego. -

   Me giro hacia Yosef, mientras destapo un pote del que sale un fragante olor a hierbas e ignorando sus protestas si las da le unto la nuca, pomelos y frente mientras pronuncio palabras en voz normal sin cortarme. Luego cojo polvos de canela y de otros tipos y los mezclo en la mano y los espolvoreo en la llama del candil o vela mientras pronuncio otras palabras.

   Un humo oloroso se eleva y acerco la vela con el humo a Yosef y le digo tajantemente.

   - Aspira el humo. -

   Después miro al resto.

   - Estoy lista para ir, pero vosotros cachorrillos, esta es vuestra aventura, iré con quien digáis, pero antes veré si encuentro un hocico que rastree al muerto Ticio, esperar aquí. -

   Me alejo unos pasos en la oscuridad.

   Al cabo de unos minutos un allido resuena en la oscuridad de la noche.

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   Me alejo y levanto la cabeza a la luna llena mientras conjuro la llamada y aullo con fuerza. Ignoro si el lobo estará en las cercanías, si lo está, lo encanto para que me siga y luego ya le ordenaré (comandaré) para que guíe al grupo a la tumba y después que se vaya en busca de alguna loba. Si no viene, pues no.

   No creo que hayan pasado tres horas desde el combate y el camino a caso de Ticio, pero si avanzara la noche, ungüento de bruja que te crio también en Yedra.

   Y para finalizar polvos de hechicería, mejor que sobre magia, que no que falte.

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   Antes de alejarme, me aseguro de que el mozo Yosef aspira el humo, mientras le susurro, - aspira y no preguntes, esto te aclarará la mente. -

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Evidentemente aspiro con curiosidad y gratitud.

Yo también preferiría no quemar los papeles y saber qué es lo que dicen, no creo que el mal esté en el conocimiento, sino en aquellos que lo usan para hacer el mal.

Supongo que me encamino a casa del cura con la Sra. Yedra.