Partida Rol por web

La huída es un contínuo movimiento de empujones tratando de no salirnos del debil camino luminoso. Los indios, o lo que el Diablo haya creado con ellos, atacan con fiereza animal. Nuestras armas no descansan ni un instante. Con la velocidad de los sucesos no consigo averiguar si los proyectiles acaban con la vida de esos seres, pero al menos detiene su ataque y salvamos la vida. Al menos por ahora. Mi viejo revólver empieza volverse incandescente por la incesante actividad que proyecta restos de pólvora sobre mis guates fundiéndose con ellos. Pronto tendré que recargar el tambor.

Cuando lo veo todo perdido, una voz, se aupa sobre los desgarradores aullidos. El el predicador, que haciendo uso de su profesión trata de alejar el mal. Mi religiosidad me obliga a acercarme a él y sentir mi alma a salvo. El combustible no tardará en ser consumido por las llamas y la oscuridad total regresará de nuevo. Debemos llegar a la carreta. – Apúrense amigos! - Y entonces tropiezo con algo. No sabría decir con qué, quizá alguna raiz o puede que con la extremidad de una de las bestias, pero mi cuerpo se precipita hacia adelante y "beso" el suelo levantando un polvo invisible con esta luz pero que inunda mis pulmones. Trato de levantar mi orondo cuerpo, pero soy consciente de que aunque me alce de nuevo no alcanzaré a mis compañeros y la noche se cebará conmigo. En cuanto note una de sus garras sobre mí me volaré los sesos. He visto lo que hacen con sus víctimas y no sufriré tal tortura.

 Cuando me doy cuenta que hay innumerables enemigos decido poner pies en polvorosa y disparar con el rifle a diestro y siniestro, sin ahorrar cartuchos, disparando sobre cualquier cosa que crea va a atacarme.

Mientras correis hacia lo que pretende ser la carreta y el resto del grupo, el caos que os rodea toma forma y os envuelve, atacandoos como verdaderas fieras rabiosas.

Antonio evita uno de los indios que cargaba sobre el y dispara, reventandole el pecho y arrojandolo varios metros a traves de la oscuridad pero, de pronto, tropieza, quiza con el cadaver de alguno de ellos, rodando por el suelo, lo que otro de estos seres aprovecha para saltar sobre el, hundiendo sus afiladas e irregulares uñas en el brazo y abalanzandose para morderlo. Con rapidez Antonio se ve tirado en el suelo, con su rifle alejado de sus manos y el indio sobre el dispuesto a arrancarle la yugular a mordiscos. Si solo pudiese liberar su mano y disparar su revolver...null

Por el contrario James sigue manteniendose alejado de los poseidos indios. Su rifle es certero y le abre paso, sin embargo, al escuchar el grito y combate de Antonio se detiene un momento, una fraccion de segundo tan solo, aunque suficiente para que uno de los asaltantes caiga contra el y le golpee, arañandole el rostro mientras sus manos aferran el rifle y ambos luchan por el, intentando el uno derribar al otro.

Con los dos detenidos, luchando por sus vidas, parece que Desmond sea el unico capaz de ayudarles... o quiza no...

El horror se muestra ante ellos totalmente desnudo y carente de sentido. Las imágenes golpean su retina como macabros reflejos de una pesadilla imposible. Perderán la vida, de eso no hay duda. Así es como Dios lo quiere.

Joe se arrodilla en medio del barullo y empuña con ambas manos el crucifijo de plomo frente a él y le grita a los otros dos supervivientes. -¡Arrodillaos conmigo y rezad! ¡Rezad conmigo! ¡Vuestra alma estará a salvo con el Señor! ¡No temáis, pues así ha de ser!

-"PADRE NUESTRO QUE ESTÁS EN LOS CIELOS, SANTIFICADO SEA TU NOMBRE...".

Mientras te arrodillas Ferrer y Telpin siguen disparando sin cesar. Parece que los otros supervivientes se han retrasado o algo porque te parece ver como los indios caen sobre ellos en una maraña de oscuridad casi impenetrables. Quiza vuestra unica salvacion sea esa, el rezo.

La municion comienza a escasear pero parece que las oscuras siluetas os han dejado un poco en paz para centrarse en los otros que vienen...

- Padre, los caballos! no estan!! como vamos a salir de aqui??

Telpin logra apartarse de un garrazo y golpea con la parte de atras de su rifle contra el ser que cae hacia atras derribado. Sin municion coge ahora su arma como un bate.

- Vamos a morir todos!!

Parece que no estan mucho para rezos...

Mientras corres escuchas un ruido tras de ti, mas alla de los propios disparos; es Antonio mientras cae al suelo y un indio cae sobre el dispuesto a devorarle. Antes de que puedas reaccionar parece que os cierran el paso y tambien ves como James se enzarza en un cuerpo a cuerpo con otro de ellos.

De las sombras surge otro ser aullante y enloquecido que carga contra ti esgrimiendo un tomahawk. El primer tajo rasga tu ropa y hace brotar un hilo de sangre...

Aprieto los dientes y sacando fuerzas de flaqueza consigo desasir mi arma de sus manos y la uso para golpear violentamente a los que me tienen atrapado.

Malnacidos! ¡comed plomo, malditos salvajes! - Me levanto entre prisas y disparos de mi viejo y letal rifle. Y no pierdo el tiempo en alcanzar a los demás.

¡Disparad y dejad los rezos para cuando estemos en la iglesia!

La presa hace su papel y corre delante del carnívoro para salvar su vida. Pero cuando la presa está en inferioridad de condiciones su probabilidad de superviviencia se reduce drásticamente. Como en una partida de poker, al final toca enseñar las cartas y en esta apuesta tenemos las de perder. El orondo Antonio no tarda en recibir sobre su persona varios ataques que consiguen mermar su capacidad y tropezar hasta caer. La desgracias no vienen solas y el rifle, indispensable para evitar que los salvajes les corten la cabellera, sale despedido descansando finalmente en la fina arena, esperando que alguien haga uso de él. Pero ahí no ha acabado todo...

Intento recoger el rifle, pero debo desistir de tal acción ya que uno de esos seres se avalanza sobre mí. Su fuerza es superior a la de un humano normal y con su embestida me es imposible erguirme de nuevo. Con el fuego consumiéndose por momentos, las sombras son largas y bailan con el viento confiriéndole al indio unas facciones que no son humanas. O quizá no son las sombras y en vez de boca posee fauces. Fauces que babean sobre mi cuello al tiempo que emiten un jadeo propio de chacales o lobos. No tengo tiempo de averiguar la morfología de este ser y lucho por mi vida.

Aferro sus garras que intentan destriparme y que con seguridad lo conseguiría de una sóla acción. El sudor se hace patente en mi frente, signo del esfuerzo y el agotamiento. No aguantaré mucho más tiempo, pero no puedo quitármelo de encima. Si pudiera llegar a mi revólver... Sin embargo, la cartuchera parece estar tan lejos de mis manos... Una idea pasa fugazmente por mi estresada mente. Puede que la bestia que tengo encima aún conserve parte de la anatomía humana y en un momento adecuado, hago acopio de las fuerzas que tengo para impulsarme y después propinarle una patada en la entrepierna. Ello me daría el poco tiempo suficiente para poder desenfundar y volarle los sesos...

Mientras James logra deshacerse del indio que luchaba por su arma golpeandole y destrozandole la cabeza parece que Desmond esta siendo atacado por otro de ellos que sostiene un tomahawk en sus manos. Aunque el pobre negro no esta armado mas que con un grueso tronco putrefacto y reseco parece que puede defenderse por si solo... o eso rezais.

Antonio lucha por su vida en el suelo, con el indio sobre su pecho intentando devorarle vivo como hiciera con Juares. Gracias a la experiencia, a sus reflejos y sus años luchando por sobrevivir, el mexicano golpea al indio, aunque parece no sentir dolor por el lugar del golpe elegido por Antonio (que a otro ser humano hubiese dejado doblado de dolor) el golpe es suficiente para lanzarle por encima de el sobre la arena un segundo, justo lo necesario para que Antonio pueda alcanzar su revolver y acabar el trabajo con varios disparos sobre el.

En la lejania el Predicador continua con sus dos fieles. Mientras el reza los otros dos supervivientes luchan por mantenerse en pie. Parece que la oscuridad antinatural se esta retirando y, con ella, las fuerzas que saltaron sobre vosotros... como repelidos por algo superior a las balas... o quiza sea una suma de las bajas causadas y los rezos del padre...

Antonio y James corren hacia la carreta aunque no hay ningun caballo que pueda tirar de ella... ni atado detras... los que no han logrado huir se encuentran devorados y destrozados en el suelo, con su sangre uniendose a la arena que os rodea.

Mi viejo revólver descarga una lluvia de balas sobre mi atacante.  - Traga plomo bestia del infierno! - Y le escupo. Agotado, me pongo en pié de nuevo sitiendo mis piernas temblar. En parte por el terror, en parte por el agotamiento extremo. Sin embargo, soy consciente que abatir a uno no les detiene al resto y corro de nuevo junto al Sheriff con la idea de alcanzar el carromato. No consigo ver a Desmond. Quizá le he superado en la carrera y no lo he advertido. Ruego a Dios que esté bien, pero pararme a localizarle supondría mi muerte.

La carreta está cada vez más cerca, y como si fuera el cielo, se plasma ante nosotros con el predicador gobernándola como si estuviera en su atril, emulando a San Pedro abriéndonos las puertas celestiales. Incluso la oscuridad perpétua parece no poder invadir dicho espacio. Al menos, no con tanta intensidad. Es más, juraría que el número de bestias no sólo ha disminuído por nuestros proyectiles. Se comportan como una manada de depredadores. Puede que alguien, quizá el Sheriff, que ha demostrado gran habilidad con su rifle, haya acabado con el jefe de la manada y eso los ha aplacado en gran medida. Debemos alcanzar el transporte. - No se rindan ahora compadres! -

Desmond hace acopio de fuerzas y agarra con fuerza su madero. Lo levanta y lo blande frente a él, para evitar que los enemigos ataquen directamente hacia el grupo ya sea diréctamente hacia Desmond o a los compañeros que tiene a ambos lados....

Desmond esgrime su palo contra el indio que se prepara para el combate con sus ojos rebosantes de locura y un gesto horrendo en su boca, como del animal que huele la sangre y entra en ese estado de furia.

Tu palo rompe el aire pero no encuentra a su rival; este se mueve velozmente y esquiva, alzando su tomahawk e impactandote en el costado con su filo. La herida es leve aunque profusa y la sangre comienza a manar a borbotones.

Mientras tanto Antonio acribilla a su enemigo y huye a la carrera hacia la carreta donde el Predicador y otros supervivientes tratan de mantener alejados a los indios y James corre tras el, utilizando su rifle como un palo para abrirse paso hacia alli.

Aun estas trabado con el indio y este parece que lleva ventaja sobre ti... es mas rapido... esta imbuido en esa locura... ademas notas como otros se acercan, acechandote... debes reaccionar rapido y de forma contundente si quieres sobrevivir.

Cuando James y Antonio estan llegando a la carreta parece que Desmond sigue en apuros. Esta enzarzado con un indio que ya parece haberle herido y, por si fuese poco, parece que las sombras que se retiran de la vera del Predicador, Ferrer y Telpin, ahora se concentran en sus cercanias... si no logra huir o le ayudais seguramente no sobreviva esta noche...

Ya en el carro el Predicador se encuentra aferrando con fuerza su cruz y alzando canticos al cielo mientras que Ferrer sangra profusamente por un corte del hombro y esgrime su rifle y Telpin esta usandolo como un arma cuerpo a cuerpo, aferrandose a ella por el cañon. Los dos parecen muy agotados y apenas se tienen en pie.

El principal problema ahora, suponiendo que los demas indios se retiren, es como volver a DeadTown, si teneis pensado hacerlo, dado que no hay caballos ni nada similar que pueda tirar de la carreta y, andando, tardareis bastantes horas; amen de que la municion escasea...

Mis botas pisan con fuerza y rapidez el suelo arenoso con dirección a la carreta. Allí, los dos parroquianos parecen vender cara su vida, aunque poco parece quedarles. El predicador mantiene a raya las sombras, quién sabe por cuánto tiempo el Señor se preocupará por nosotros. Por el momento, es el único lugar donde poder tomar un ligero respiro.

Sin embargo, alcanzar la carreta no va a ser la salvación. Mis ojos se desorbitan al observar ya de cerca, que el transporte carece de caballos. Es más, ni siquiera el animal herido de Juares da muestras de existencia. Las bestias son realmente voraces y su maldad no tiene límites. Atrapados...

Regresar a pié con la escasa munición que disponemos sería una locura y una muerte segura con todas esas cosas rondando. Sin disponer de antorchas, seríamos acechados y devorados uno a uno durante la travesía. Hay que encontrar un refugio. La voz casi no sale por mi garganta debido al sprint, pero digo para todo aquel que pueda oirme: - Ha... Hay alguna cueva o sima... en las cercanías? Ten...emos que atrincherarnos en un refugio.... hasta el alba. Puede que.... las bestias calmen su fiereza con... las primeras luces - Ruego a Dios que así sea o no duraremos lo suficiente como para saber qué ha ocurrido con estos indios.

 Detengo mi carrera antes de llegar a la seguridad de los supervivientes que rodean la carreta. ¿Desmond? ¿Morgan? ¿donde coño están todos? echo una rápida ojeada alrededor y aprovecho el momento para recargar mi rifle.

Allí está, rodeado por una miriada de indios salvajes, voraces y brutales que no han dudado en caer sobre nosotros como bestias y matar incluso a mordiscos a cada uno de los que les han enfrentado. A pesar del naciente miedo que recorre mi espina dorsal con un escalofrío no puedo dejar atrás a alguien, incluso a costa de volver a tener que enfrentarme a esas cosas que no parecen humanas en esta extraña oscuridad.

Me giro hacia Desmond y acercándome solo unos pasos comienzo a disparar por encima de su cabeza. ¡Desmond aguanta! - grito para animarlo y avisarle de que aún tiene alguien cerca. No me contengo ni apunto, hay demasiados de ellos para fallar, y aunque no los mate solo el impacto ya servirá para quitárselos de encima.

Desmond mira a su alrededor buscando al indio que le ha golpeado con su hacha de guerra mientras trata de aguantar, como le ha dicho el sheriff. Corer sería un error, porque de espaldas seguro que muere, así que lo primero será librarse de su enemigo....

Desmond logra apartar al idio que tiene trabado pero este no ceja en su empeño y, ademas, otros dos de ellos le flanquean, dispuestos a saltar sobre el y devorarlo cuando, de repente, un disparo alcanza a uno de ellos y lo derriba, reventandole la cabeza y esparciendo sus sesos por la arena. Des aprovecha para apartar nuevamente al indio armado con tomahawk cuando otro disparo vuela alcanzando en el pecho a otro de los indios.

Es entonces cuando, como aturdidos por un silbato inaudible, los indios y las sombras, comienzan a desaparecer, retirandose velozmente como si de un sueño se hubiese tratado y sin dejar nada tras de si mas que las marcas en la arena y rastros de sangre que mueren sin mas en ella... como si de una pesadilla se hubiese tratado.

La luna vuelve a alzarse en el cielo despejado y todos, cansados y heridos, apenas podeis manteneros en pie. del gran grupo que partio de DeadTown tan solo James (el sheriff), Antonio (el forastero mexicano), Desmond (el joven negro ayudante de Live), Denspec (el Predicador) y los dos pueblerinos Telpin y Ferrer, han logrado sobrevivir.

La carreta y sus cosas ahora se os antojan pesadas e inservibles y parece que todo ha desaparecido... aunque, por cuanto tiempo? Ademas os tranquiliza volver a escuchar el ruido de los animales, el viento o... esa columna de humo que se alza en el horizonte?!

Es facil comprender que proviene de la direccion donde se encuentra DeadTown.

Con el último disparo del Sheriff retumbando en las colinas cercanas, la quietud vuelve a la zona. Como despertando de un mal sueño, la sombra de la muerte se retira para desaparecer. Si no fuera por los restos que podemos encontrar por el suelo, nadie daría crédito a lo vivido esta noche. Ahora el silencio tan sólo es roto por las alimañas que han salido de sus madrigueras. Tanta calma súbita me hace sentir una soledad vulnerable.

Alcanzo la carreta. Primero apoyo mi espalda sobre ella para deslizarme y quedarme sentado exhausto. Me duele el brazo. Esa maldita bestia ha hundido sus garras en él. Recargo mi revólver con las escasa balas que me quedan y lo enfundo. Una vez el aire regresa a mis pulmones, me pongo en pié para arrancar un girón de mi camisa y atarlo sobre el brazo e impedir que sangre. Veo el rifle desde mi posición, pero antes de recogerlo me intereso por aquellos que tengo al lado.

- Padre, creo que hoy su sermón ha valido la pena. Cuente conmigo en la colecta del domingo -

Con pasos cansados, regreso a por el rifle que quedó tendido en el suelo en la trifulca con la bestia que tiene el pecho reventado. Sin embargo, tan sólo unas manchas de sangre siendo adsorvidas por la arena ocupan su lugar. Me dirijo al Sheriff y a Desmond mostrando mi sorpresa: - Dónde carajo están los cuerpos? No hay rastro ni de bestias ni de hombres - 

Una columna de humo se eleva hacia la noche. Si mi orientación no me falla, está en la misma dirección que el pueblo. Maldita sea... Menos mal que me he traído una botella. El viaje de vuelta va a ser largo

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Ayudo a Desmond a llegar a la carreta. - ¿Indios? nunca en mi vida había visto algo semejante. ¡Que me aspen si no eran bestias con forma humana! Me recuesto contra la carreta buscando descanso. Finalmente termino sentándome agotado por el combate. Mis manos tiemblan, crispadas y mis brazos me duelen del arduo combate contra esas bestias.

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Tratad vuestras heridas y descansad. - intento sonar lo más firme y confiable posible dadas las circunstancias.

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Pasan al menos veinte minutos antes de que vuelva a recuperar el aliento y sentirme lo suficientemente bien para ponerme nuevamente en pie. 

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Paso lista a los que han sobrevivido. Pocos, meneo la cabeza pesaroso. Soy consciente de que no podía hacer más con las cartas que teníamos en esta mano pero aún así no puedo evitar culparme... si hubiera esperado a mañana, quizás... Rezo una muda plegaria por las almas de los muertos, sus muertes se apilan sobre mis hombros como pesadas losas. Era responsabilidad mía protegerles.

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Vamos a tener que hacer un esfuerzo y volver cuanto antes al pueblo - observo con preocupación la creciente humareda que empaña el cielo. Revisad vuestras municiones - Me acerco a coger un farol del carro, lo enciendo y luego me encamino hacia donde nos emboscaron con la escopeta preparada en el regazo. - Vuelvo en un momento.

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No puedo evitar aprovechar el momento y revisar las huellas y rastros del combate. Quizás encuentre algún cadáver que arroje alguna luz sobre este ataque y los precedentes.