Partida Rol por web

Viajar en un jet privado suele ser la fantasía de muchas personas, y realmente era placentero, pero como todo con el correr del tiempo se volvió algo rutinario para Frank. Se acomodó en su asiento, observó el despegue sin darle mucha importancia, y abrió su ordenador para ver las noticias. En un rato una azafata le traería su cóctel, tal vez dormiría un rato, y pronto estaría disfrutando de las bondades de Bruselas. Pero aquel no sería un viaje más, no vería tierra, ni almorzaría con la realeza belga.

Cuando sintió que se abría la puerta, sus glándulas salivales se estimularon preparándose para su ginebra. Pero aquel gusto fué diferente. Fué mas bien la mezcla entre el extraño aroma de la pólvora en el ambiente, y una húmeda sensación metálica en la boca.

Pero no hubo mucho tiempo para pensar, ni para entender que ocurría. El abdomen de Frank fue perforado, con un duro golpe. El shock hidrostático de un calibre .50mm impactando contra un cuerpo es desastrozo. Frank sintió por un instante que todos sus fluidos se expandieron dentro suyo, como cuando arrojas un piedra al agua y esta se abre, provocando una cavidad, dañando los órganos no afectados. Luego el efecto hidrálico progresivo aumenta la presión intraarterial, causando hemorragias internas. Al fin y al cabo la hemorragia producida por la herida es completamente secundaria...

Todo se volvió negro. Pero mientras su corazón y su cerebro terminaban de fallar escucho por unos segundos lo que pasaba a su alrededor. Un par de disparos mas, gritos de dolor, gritos de miedo, mucho viento. Creyó sentir que el avión comenzó a descender y luego una sensación extraña, como falta de gravedad. Su ultimo pensamiento fue que tal vez su alma estaba flotando, pero en realidad era su cuerpo el que flotada... en agua del mar... Luego oscuridad total.

Frank abrío sus ojos lentamente. No sabía donde estaba pero se oía un claro sonido festivo. Estaba sentado en un sillón, en una extraña habitación. Recordaba haber visto el salón antes... pero ¿donde?

De repente detrás suyo sintió un sonido. Sonido que conocía muy bien. Un botella de champagne descorchada. Al tratar de incorporarse, sintió un fuerte dolor en el estómago que solo duró unos segundos. Al llevar la mirada hacia alli, su camisa estaba ensangrentada, y la herida abierta. Pero no sentía dolor, ni malestar. Un brazo se pareció por su derecha ofreciéndole una copa burbujeante.

Con un pequeño silbido de una cara conocida apareció con la botella en la mano.

- Fiuuuu... Lindo auguero! Que fue lo que te ha pasado hijo?! Toma, bebe una copa para celebrar!

Por un momento pareció olvidarse de lo que acababa de ver en su camisa. Casi instintivamente, agarró la copa de champagne y al instante alzó su mirada coincidiendo con la del hombre. Incrédulo, se dio cuenta de que estaba delante del mismísimo George Bush. Sus ojos parecían desorbitarse y su boca se había abierto por el asombro.

– Estaba en el avión y de repente tuve una extraña sensación... –dijo nervioso, casi titubeando.

¿Cómo he llegado hasta aquí? ¿Estoy en la Casablanca?

George pestaño sin entender las palabras de Frank. Luego subió sus hombros y bebió de su copa.

- Asi que dime muchacho... ¿contento con este triunfo? ese maldito de Al debe estar mordiendo el polvo! Ah, por cierto, gracias por tu voto!!!

Se estaba llevando la copa a los labios cuando de repente, al escuchar al hombre, el chico arqueó las cejas desconcertado. Hizo una risotada sacudiéndose de hombros y respondió:

– ¿Contento? ¿Acaso te crees que somos amigos? Yo no te votaría nunca.

Así pues empezó a enzarzarse. Definitivamente se había olvidado de otra cosa que no fuera recriminar su poco tacto humano.

- Si que eres un muchacho agresivo. Eso me gsuta. No hace falta que ocultes que en realidad apoyas a los Republicanos! Con este triunfo forjaremos una nueva América. Y Creéme que necesito hombres como tú! ¿Cómo opinas que te verías al frente de... digamos el Departamento de Defensa? Umm... no. Tal vez... ¿Educación? ¿Cancillería? Elije tú te tengo una fe ciega!

Debo de estar soñando.

– Sin lugar a dudas eres un auténtico egoísta, como el resto de los tuyos... Jamás formaré parte de vosotros bajo ninguna circunstancia.

George largo una gran carcajada, mientras se servía mas champagne mirando por la ventana del Salón.

- Oh vamos Frank, no puedes llamarme egoísta a mi! Te estoy ofreciendo lo que quieras. Eso no lo hace alquien egoísta. Tu y yo podemos cambiar a este gran pais, volverlo a lo que era. Frenaremos a los mexicanos ilegales en la frontera. Crearemos nuevas leyes penales. Aboliremos todo esta nueva cuestión de los homo... De hecho estoy pensando en sentencia de muerte para ellos. ¿No te parece? ¿No te dan asco dos hombres tocándose?

Cerró un puño sin darse cuenta. Estaba a nada de soltarle un puñetazo.

¿Pero quién se cree que es?

- ¿Qué confianza es esa que tiene conmigo, a quien no conoce? Y deje ya de soltar tonterías por la boca, todo Estados Unidos está harto de que aparezca en cualquier ámbito de nuestra vida: en muros, en la televisión, en la radio...

Apretó la mandíbula para evitar soltar lo que realmente estaba pensando de aquel energumeno. Luego cogió aire.

- Insisto, no voy a colaborar con usted -tenía la boca seca, así que por fin, tomó la copa de champagne-. Y ahora conteste, ¿cómo he llegado hasta aquí?

- ¿Qué no me conoces? JAA. Créeme hijo, nos conocemos muuuy bien mutuamente. Pero ya tendremos tiempo de charlar mas adelante. Por ahora el parecer has hecho enojar a alguien y te está buscando. Ten ciudado con lo que le dices.

La cara de George se fue desfigurando en una mueca de miedo. Caminó hasta un estantería y sacó un casco militar que se puso, quedando bastante ridículo. Acto seguido se escondió debajo de su escritorio.

Frank sintió un extraño temblor en todo el lugar, como si se tratara de un terremoto. Miró alrededor sin entender que ocurría, cuando de repente las paredes comenzaron a cerrarse rechinando en un gran estruendo.

- Ten cuidado hijo. Él es muy poderoso! Gritó Geoerge desde debajo del escritorio. Su mano tanteó la mesa en busca de la botella para darle un último trago.

No había mucho para hacer. Las paredes en menos de un segundo ya apretaban el pecho de Frank. Sintió un gran presión. Sus huesos comenzaron a romperse. Un agudo dolor fue seguido de oscuridad...