Partida Rol por web

VALLE DEL POLVO, COMEDERO.

AÑO: 2595.

MES: ENERO.

DÍA: 31.

HORA: DESPUÉS DEL ALBA.

El caos a nuestro alrededor es como una gran cortina que impide que recibamos todos los estímulos a nuestro alrededor como corresponde. No sé realmente en donde están todos en este momento y no me queda claro, en lo más mínimo, si el resto del equipo está haciendo lo que acordamos hacer.

Solo sé que debo llegar a la guarida del Químico. No sé si lo conseguiré, no sé siquiera si estará él adentro, pero sé que es nuestra mejor opción.

Corro, corro como nunca he corrido. El paisaje que veo y dejo rápidamente atrás me dice claramente que los Devoradores se han revelado ante sus dueños y, aunque parece un factor sumamente relevante a considerar en nuestro plan actual, no tengo tiempo para detenerme a analizarlo.

"O el Químico está muerto o su sistema de control falló. Debemos aprovechar la batalla para que se maten entre ellos y buscar objetivos valiosos."

No alcanzo a pensar más cuando veo como aquel tipo enorme y acorazado, armado con un lanzallamas y combatiendo con varios Devoradores, se interpone en la entrada que queremos alcanzar.

Veo que Radek corre rápidamente y consigue evitarlo, por lo que intento hacer lo mismo. Es por poco que consigo colarme a sus espaldas, aunque casi siento como que las llamas me alcanzarán en cualquier momento. Suspiro aliviado cuando veo que no tengo daño alguno y que he conseguido entrar.

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AÑO: 2595.

MES: ENERO.

DÍA: 31.

HORA: DESPUÉS DEL ALBA.

Solo con Radek conseguimos llegar a la guarida del Químico, pero son muchos los enemigos que nos rodean y el peligro de ser muertos, heridos y infectados es sumamente alto. Lo mejor es que no ignoremos a los peligros potenciales que nos rodean y nos enfoquemos un poco en limpiar nuestros caminos antes de continuar.

Uno de los devoradores está muy cerca de mí, por lo que suelto mi mochila y avanzo raudo hacia él. Con un movimiento fuerte de mi desplegador, la garganta del devorador se abre en canal, derramando una gran cantidad de sangre en el suelo, lo que acaba con su vida rápidamente.

Un enemigo muerto es una amenaza menos. De pronto, siento una explosión tremenda cuando los devoradores a mi espalda matan al campeón de los Comensales que estalla con violencia, derribándonos a todos en las cercanías. Un fuerte pitido suena constantemente en mi oído pero no puedo permitir que eso me detenga. No es nuestra manera.

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DÍA: 31.
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Finalmente el Famulante Cyrek llega a mi lado. Con un gesto rápido, le señalo el cuerpo muerto de uno de los Comensales, no muy lejos de nuestra posición.

- Están completamente drogados... - le digo en voz baja, - aunque no tengo muy claro con qué.

Mientras hablo, veo cómo varios grupos de devoradores se acercan a uno de los cabecillas de los comensales, armado con un lanzallamas. Empiezo a tensar mi arco, listo para disparar, pero en seguida decido no hacerlo y me agacho para cubrirme.

- ¡Cuidado! - le digo a mi compañero. Pero el aviso llega demasiado tarde. Los devoradores consiguen alcanzar al pobre diablo y uno de sus golpes perfora el tanque de combustible de su pesada arma. La onda expansiva de la deflagración nos derriba al suelo, pero afortunadamente, salimos bastante mejor parados que todas las criaturas que estaban a su alrededor.

Con esfuerzo, me levanto y recojo mi arma y la mochila que había dejado junto a mí.

- ¿ESTÁS BIEN? - Pregunto, alzando demasiado la voz. El cambio de presión causado por la explosión ha afectado ligeramente a mi oido, aunque no tardará en recuperarse. - Deberíamos ir dentro - le digo, moderando el tono hasta un volumen que prácticamente no puedo escuchar mientras le tiendo la mano para ayudarle a levantarse. - Aunque ahí dentro se escuchaba algo, así que será mejor no dejar nada aquí de lo que tengamos que cubrirnos, por si acaso - comento, haciendo algo de presión con la mano sobre la oreja para terminar de destaponar mis oídos.

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DÍA: 31.

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Phi tembló de nuevo levemente al observar cómo aquel Devorador dejaba de centrarse en Volker y giraba su rostro para mirar al maestro. Era como en su primer encuentro con uno de esos seres. Una sensación horrible comenzó a apoderarse de él, y el desasosiego le recorrió de los pies a la cabeza. Seguramente no saldría con vida de esa incursión. Lo sabía, y esa certeza fue lo que le hizo reaccionar.

Levantó la mano del revólver y apuntó de nuevo... Pero antes de disparar se escuchó una violenta explosión y todo el suelo se sacudió, distrayendo a Phi, así como al resto de seres vivos presentes... fueran devoradores o no. Phi giró el rostro hacia la boca de la cueva, y comprobó con alivio que los miembros de su grupo seguían todos con vida. No así como muchos enemigos que ahora eran pasto de las llamas.

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HORA: AL ALBA.

Volker parecía dispuesto a aprovechar la ventaja que habíamos podido proporcionarle. Neftis notó la sangre en cuchillo y agarró su pomo con fuerza mientras observaba el campo de batalla. Una parte de ella deseaba introducirse en la guarida, deseosa de aprender algo más, y de salir de la lucha, a la que no estaba tan acostumbrada. El camino parecía despejado,  y por un segundo se lo planteó. Pero aún no habían llegado al final, y ella era rápida, aún tenía cosas que aportar. Siguió alerta por si tuviera que luchar de nuevo. Fijó su mirada en las jaulas y se lanzó hacia allí, intentando ayudar a Volker y a Phi a liberar a los prisioneros. 

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- "¡Malditos salvajes!" - Una voz electrónica extrañamente alterada procede del interior del edificio principal del complejo de ruinas.

La voz suena indignada pese a su distorsión electrónica. Puede que algunos planes hayan salido mal últimamente...

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Con rapidez letal Gerik acabó con dos devoradores que podían amenazar a aquellos que pretendiesen acercarse a las jaulas de los cautivos y liberarlos. Otros compañeros se vieron inmersos en la misma tarea. Cuando el spitaliano centró su atención en las aberraciones más cercanas potencialmente peligrosas tuvo que mirar hacia las jaurías que acosaban al comensal con lanzallamas. A penas lo observó tuvo que girar el rostro y cubrirse los ojos con el antebrazo ante la cegadora explosión que aconteció de inmediato. Después solo quedaban cuerpos quemados y carbonizados, volutas de llamas por doquier y abundante humo. Pedacitos metálicos por aquí y allá es todo lo que quedaba del comensal.

Pues sí que se han matado entre sí, admitió el polen con media sonrisa sardónica. Muchos devoradores habían muerto con la deflagración, pero aun escuchaba siseos y gruñidos quejosos de varios cuerpos quemados, caídos alrededor del lugar donde antes hubo un tipo enlatado con lanzallamas.

Gerik avanzó hacia la posición donde Cyrek aguardaba, pero pasando cerca de los devoradores caídos. Algunos estaban aun vivos y si resultaban una amenaza... su desplegador trabajaría para que no lo fueran.

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Corrió. Como si en ello le fuera la vida. Y le iba. Pero no era por la importancia o insustancialidad de la propia muerte. Urraca había muerto hacía tiempo, había hallado la redención por sobrevivir y desde hacía dos noches, su renacer a la verdadera existencia la obligaba a seguir viva. No por ella. Por él. Su mirada se desvió un solo instante hacia Alejandro, su marido. Qué les depararía el futuro, de existir este, era una incógnita. Solo existía el presente. Un presente exento del dolor de la pérdida gracias al reencuentro, lleno del temor al ahora y a sus impredecibles designios.

Cyrek corría ante ella como una furia desatada, saltando, esquivando, zigzagueando. El respeto hacia él creció en ella y entendió que pese a sus formas, existía un fondo que justificaba su elección de cara a aquella misión y su liderazgo. Ella se esforzó por seguirle, que no emularle. Saltó igualmente y esquivó. Rodó por el suelo, eludiendo mordiscos de aquellas teas ardientes cuyas cabezas y cuerpos veía caer de la mano de sus compañeros.

Un último salto tras una rodada la puso en pie. Enarboló su Desplegador, aunque la suerte no estuvo de su lado. No directamente. Solo el tiempo suficiente para descentrar a su adversario y que Neftis aprovechara con precisión la ocasión. Un gesto adusto de cabeza fue su señal de reconocimiento al buen hacer de ésta.

No perdió más tiempo. Las órdenes de Cyrek eran claras. Avanzó hacia la boca del dragón. Tras ella escuchaba la voz de su marido, dirigiendo a las vengativas hordas del campamento. Ante sí, una voz neumática se alzó proclamando su rabia y decepción.

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Me pongo de pie y veo que los devoradores que atacaban al acorazado enemigo están todos en el suelo, aturdidos y heridos al parecer. Sé que puede que sea el momento preciso para intentar acabar con ellos pero pero son demasiados y nosotros estamos contra el tiempo.

Una voz metálica resuena en todo el sitio y entiendo que el Químico está todavía con vida. Mientras ese maldito siga respirando, los Comensales son un peligro potencial que amenaza a todos los que viven en el Valle del Polvo y aun más allá. Debemos darle muerte rápidamente.

 - "¡Todos, entremos y acabemos con él! ¡Los prisioneros están seguros dentro de sus jaulas, fuera del alcance de los Devoradores! ¡Que la milicia se encargue de los que quedan!"

Radek me dice que son demasiados los que están atrás y que no quiere descuidarlos:

 - "Son demasiados para nosotros y no estarán aturdidos por mucho tiempo. Que Fedor y sus hombres los acaben. ¡Vamos a por el Químico!"

Comienzo a correr por el camino, sabiendo que es la mejor forma de acabar con este asunto de una vez por todas. Este es el centro del peligro más grande con el que nos hemos enfrentado y no es momento de dudar.

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Volker escucha las ordenes y se gira para ver la situación. No se había girado siquiera con la explosión concentrado como estaba en su tarea. Vio a parte de sus compañeros entrando en la cueva y por las cercanías de la explosión del lanzallamas. Sin duda se dirigían a por la voz que suponía seria del "Químico". Sin embargo Neftix y Phi que no los tenia por buenos combatientes se habían quedado con el para protegerle mientras trataba de abrir las cerraduras. Estaban arriesgando sus vidas y no iba a dejar que fuese en vano. Abriría la cerradura y les ayudaría lo mas rápido que pudiera. Ademas los presos liberados podrían unirse a la milicia y garantizar así la posterior salida a salvo de la cueva.

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Phi apenas podía creer su suerte. Seguía vivo. No sólo eso, además había alcanzado la posición de las jaulas a tiempo de ver cómo Volker abría la cerradura con sorprendente facilidad. La mujer de piel oscura, la anubiana, estaba junto al chatarrero y entre ambos acabaron de abrir la puerta del todo para facilitar la salida de los prisioneros.

Phi les fue sonriendo con amabilidad, uno a uno según salían, y trató de indicarles la dirección donde estaba apostada la milicia. Era mejor que se reunieran allí, con un grupo más fuerte, armados y preparados. Confiaba en que no surgieran más Devoradores del interior de la gruta pues no estaba seguro de si el grupo de aldeanos sabría mantener la compostura.

Aun así, el talante del Maestro transmitía serenidad y tranquilidad en medio de aquel caos, y confió en que esa sensación se transmitiera también a todos y cada uno de los prisioneros liberados.

- Vamos, deprisa. - Les fue urgiendo pero con  un tono calmo y pausado. - Allí. - Señaló al grupo del caravanero. - Detrás de ellos, os protegerán... - Continuó mientras tendía la mano a otra de las personas que se apresuraban por salir.

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Volker viendo que la milicia parece aproximarse para rematar a los Devoradores aturdidos y que parecen estar decididos y ser capaces de ayudar, insto a los Neftis y los demás a que sigan a los que han entrado en la guarida del químico con unas escuetas palabras que no me quiten tiempo de mi labor de abrir la segunda jaula.

Id. Enseguida os alcanzo. 

Procedo con la apertura de la segunda jaula, con la esperanza de escuchar mientras la desempeño, a la pareja de ancianos discutiendo como parece habitual en su convivencia diaria.

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Neftis podría haberse marchado. Estaba claro que Volker le estaba diciendo que siguiera a los demás, pero ella nunca dejaba algo a medio terminar, y no le gustaba la idea de dejar a nadie solo en este infierno, aunque todo pareciera controlado. Acompañó a Volker, si le ayudaba seguramente sacarían antes a la gente, y si encontraban algún problema, alguien estaba herido o hubiera que luchar, al menos habría alguien para cubrirle. 

- Ni hablar. No me voy hasta que acabemos con esto. - Dijo firmemente, y en sus ojos refulgía en una seguridad que dejaba claro que no valía la pena discutirlo.

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Varios de los compañeros que llegaron conmigo deciden no entrar en la guarida del Químico. Se han dedicado a abrir las jaulas y sacar de ahí a los prisioneros. No los culpo pues no están bajo mis órdenes y tienen sus prioridades. Puedo considerarlos poco estratégicos pero por lo menos son útiles a su manera.

Pero varios de los otros estamos listos y preparados para darle muerte al líder de esta sucia hermandad. Entramos en su guarida y de inmediato vemos que está infestado de devoradores, todos mucho más peligrosos que los que están en el exterior. Además está él, a quien debemos acabar.

Veo que se aplica alguna clase de sustancia e imagino de inmediato que el control que ejerce sobre los devoradores es químico (habían motivos para sospecharlo). Quiero obtener una muestra de eso antes de que esto acabe.

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Volker agradece con un gesto a Neftis que se quede. Pues aunque ha instado a los que le acompañaban a ayudar en la mas que probable confrontación a la que se dirigen, no quería quedarse solo por si acaso. 

Se pone nuevamente manos a la obra con la cerradura intentando darse prisa para poder ayudar cuanto antes a sus compañeros que se han adentrado en la cueva un poco a ciegas y quien sabe lo que les espera dentro.

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Registro rápidamente a uno de los Comensales antes de ir hacia la guarida con el arco en la mano. Los spitalianos han bloqueado la entrada y no tengo muy claro si voy a poder disparar a los devoradores por encima de ellos. Pese a todo, doy una voz con lo que acabo de descubrir, por si la información les resulta más útil a alguno de ellos de lo que ahora me sirve a mí.

- Los Comensales estaban hasta arriba de drogas. Una mezcla de varios tipos de Quemazón, Discordia entre ellos, y otras hierbas... - No tengo ni puta idea de por qué alguien se metería toda esa mierda, la Discordia en particular, pero seguramente tenga algo que ver con los devoradores y, tal vez, con la forma de controlarlos. Según he escuchado, los spitalianos son capaces de generar algo que contrarresta algunos de los efectos del Quemazón, Ex, o algo así se llamaba, así que igual pueden idear algo que sea útil ahora... Al menos la mujer que va con ellos, que parece tener más en la cabeza que meras ansias de quemarlo todo y matar a estos bichos.

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El momento de desinfectar este asqueroso lugar ha llegado y no dudo en purgar a los enemigos que tenemos delante. Lanzo de inmediato un golpe con mi desplegador sobre el devorador más cercano. El primero de los cortes que le causo desgarra su carne con fuerza pero no lo mata en el acto. 

"¡Maldita criatura infecta! ¡No sobrevivirás a mi esfuerzo!"

Sin dudarlo, lanzo un corte reverso tan rápido como el primero, cercenando sus músculos y derramando sus tripas por el suelo en un acto de muerte. La criatura cae y sé que es un enemigo menos del cual preocuparse.

Doy un paso para dar espacio a más compañeros y así poder acabar con estos enemigos lo antes posible.

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Volker se da cuenta que esta tardando mas en abrir la cerradura de las jaulas no solo por el humo, sino porque esta preocupado. Las prisas por terminar cuanto antes tanto por el bien de la gente dentro de las jaulas, como por aquellos que se han quedado para evitar que fuese atacado mientras liberaba a la gente. Mira a Neftis y toma varias respiraciones profundas para relajarse. Si no se controla flaco favor hace a quienes están protegiendole.

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Phi apenas podía oír nada. El latir de su corazón sonaba tan fuerte en el interior de su cabeza, que le impedía estar al tanto de su entorno. Parpadeó. El fuego, el humo, el calor y los muertos lo cubrían todo. Pero al menos, sentía que estaba haciendo lo correcto.

Miró de reojo en dirección a la última jaula, y vio que las manos de Volker pugnaban por abrir el cerrojo. Le estaba llevando más tiempo que el primero, pero seguramente serían los nervios. La anubiana se mantenía cerca, con el cuchillo presto, y eso, extrañamente, otorgaba cierta tranquilidad a Phi.

Aun con todo eso, algo en el interior de Phi le impelía a darse prisa e introducirse en la gruta. Los secretos del llamado Químico eran algo demasiado jugoso para la mente del profesor. Pero debía reconocer que el instinto de supervivencia podía más que la curiosidad científica, así que por el momento estaba bien ahí, ayudando a los cautivos.

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Gerik, finalmente, se introdujo en la caverna junto a sus compañeros spitalianos, el juez, el apocalíptico y el jehammedano. Un grupo de devoradores rondaban aun por la zona, gruñendo, destrozando todo y amenazando al que parecía el responsable de su condición: El Químico.

Ojala lo descuarticen, pensó el polen con rabia. No obstante usaba un repelente para mantenerlos a raya y las aberraciones, al no poder acceder a él, se volvieron hacia los recién llegados.

Hora de desinfección, se dijo el spitaliano con pelo empleando su Desplegador, presto a destripar a los devoradores. Debían acabar con ellos cuanto antes para luego enfrentarse al comensal. Debía pagar por todo lo que había hecho y pagaría.