Partida Rol por web

VALLE DEL POLVO, ESPINAZO.

AÑO: 2595.

MES: ENERO.

DÍA: 30.

HORA: EL SOL SE HA PUESTO.

Neftis había permanecido ausente. La Africana pareció concentrarse en algo propio, o interior y se mantuvo en un estado de meditación casi total, que casi todos los presentes identificaron como ese tipo de cosas extrañas que suelen realizar los de su religión.

Sin embargo, la llegaba del forastero le obligó a salir de su estado de comunión consigo misma. Tras explicarle los sucesos acontecidos e intercambiar unas breves palabras, se vio obligada a centrarse en el debate y las decisiones que se estaban tomando en ese momento. 

- Es cierto que estos individuos ya no son solo civiles, pero en mis costumbres no arriesgamos vidas salvo que sea necesario, solo los individuos preparados se embarcan en expediciones de este tipo, la gente del pueblo pertenece al pueblo. La decisión no es solo del individuo, sino del grupo y para el grupo. Estoy con Volker en que podrían poner en peligro a toda la comitiva. Aunque yo no os conozco, no soy de aquí, y acepto que la decisión es vuestra. 

Miró a Volker un segundo como si meditara sobre la explicación que había dado, y luego se volvió para hablar de nuevo con Joukahainen. No le conocía desde hacía mucho, pero comprendía que sus caminos ahora eran comunes. 

- Joukahainen, no sé si has hablado con estos hombres de la posibilidad de que los acompañemos. Dijisteis que vinisteis aquí con una misión, y yo también. Siento que el destino nos empuja a descubrir cómo se ha controlado ha estas criaturas, ¿Sentís lo mismo?

VALLE DEL POLVO, ESPINAZO.

AÑO: 2595.

MES: ENERO.

DÍA: 30.

HORA: TRAS EL OCASO.

Phi contempló cómo un numeroso grupo de aldeanos de Espinazo parecía congregarse dispuestos a marchar directos a sus tumbas. Si permitían que ese grupo de hombres les acompañara, de seguro que sería una masacre. Los Devoradores se iban a dar un festín. Además de que, en opinión del Maestro, un grupo numeroso siempre llamaría más la atención.

Además, todavía estaban debatiendo acerca del rastro. Phi no era un experto, pero tras lo que habían dicho y conociendo como conocía a Volker... prefería decantarse por la opinión de este último.

- Opino como él. - Dijo señalando a Volker. - Es más fácil ocultar a un grupo grande de esas criaturas en unas ruinas. - Señaló. Aunque claro, quién le iba a hacer caso. Cada día que pasaba le costaba más encontrar a gente que pensara que aprender y estudiar era algo con lo que se podía prosperar en el futuro. El mundo se había ido a la mierda y cada vez contaba más únicamente la fuerza bruta y los medios para conseguir alimentos y agua potable.

No, la humanidad se había ido al garete, y Phi echaba de menos otras épocas. Pero quizá, con un poco de suerte, todavía podría transmitir algunos conocimientos a ese grupo de cabezotas spitalianos.

Se encogió de hombros y añadió. - Pero yo no soy rastreador. Así que lo que usted diga. - Finalizó mirando hacia el juez. Después de todo, parecía que era el que había llevado la voz cantante desde que se conocieron. E incluso los spitalianos le habían hecho caso - que no obedecido - cuando había abierto la boca.

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AÑO: 2595.

MES: ENERO.

DÍA: 30.

HORA: EL SOL SE HA PUESTO.

Gerik se preparó para partir, agradeciendo las raciones de comida y agua que los habitantes de Espinazo le proporcionaron. En ese momento fue abordado por el chatarrero, Volker. Escuchó lo que este tenía que decir. El polen enarcó una ceja extrañado mirando a los lados y esperar ver en cualquier momento a Cyrek, su jefe. Pero no, se dirigía a él. Así que con estoicismo se cruzó de brazos y oyó todo lo que el tirador deseaba informar. Cuando terminó, el spitaliano suspiró y asintió con la cabeza, asimilando la nueva información.

Podría haberlo derivado a Cyrek con un lacónico "lo que me has contado, díselo a ese de ahí". Pero como fuere que mencionaba una pretérita opinión que Gerik tuvo con respecto a la intervención, o no, de los voluntarios de Espinazo, se sintió obligado a dirigirle alguna palabra clarificadora.

- En un lugar concreto y en un momento concreto, esas fueron mis palabras - recordó frunciendo el ceño -. Con eso quise decir que enviarlos al punto clave, sería como enviar a ovejas a la boca del lobo. Eso dije, sí - rememoró mientras se frotó su peluda barbilla -. Pero también admití que puedan ser de utilidad... empleados en el lugar y el momento más conveniente en función de sus capacidades. Apoyándonos en una hipotética retirada, por ejemplo. Apostados a varios kilómetros del meollo para no ser divisados, pero en reserva si necesitamos apoyo. O ya sea para acercarse y evacuar a más de cien personas cautivas ya que tal vez nosotros estemos ocupados en labores más letales. Desconozco cuantos de nosotros podemos conducir vehículos de motor de manera óptima. Conductores nos van a hacer falta para sacar a tanta gente, en vehículos, claro. Igual entre ellos hay gente indispensable para que la incursión tenga éxito - opinó encogiéndose de hombros, dando a entender que las posibilidades eran múltiples y las personas escasas -. Ya saben a lo que se enfrentan y si aun así insisten es su decisión, al igual que los presos son sus familiares y amigos - afirmó dando mayor peso a su intención de ir con ellos -. Mas si lo que quieres decir es que serán un estorbo, opino que entonces una de nuestras tareas sería aprovecharlos sin que lo fueran. De todos modos, como repito, yo opino. El que toma las decisiones es ese famulante de ahí, no el de aquí - dijo señalando a Cyrek con una sonrisa sardónica.

Cuand Volker habló de marcharse y pedir ayuda y buscar una fuerza mayor, el spitaliano contuvo una carcajada.

- NOSOTROS somos esa fuerza de combate y esos, los refuerzos - señaló hacia los diez voluntarios de Espinazo con armas de fuego -. Y no habrá más por el momento - aseveró -. Pero se agradece tu ofrecimiento de sobrevivir e informar al Spital de nuestro exterminio. Cierto Registrador estará satisfecho - comentó manteniendo la sonrisa, como si estuviera hablando sobre un tema gracioso pero solo él supiera donde reside oculto el chiste.

Atendió, finalmente, a la explicación y opinión del chatarrero sobre los rastros a seguir y acto seguido se dirigió a Cyrek.

- Famulante, ¿Las palabras "recuerden su entrenamiento, recluten ayuda local de ser necesario y recuérdeles a todos que están en deuda con el Spital" le dicen algo? - preguntó con sonrisa mordaz.

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AÑO: 2595.

MES: ENERO.

DÍA: 30.

HORA: EL SOL SE HA PUESTO.

Niego con la cabeza cuando Fedor me indica que en realidad aquellos tipos tan armados y bulliciosos en realidad son menos que una milicia. Sin ninguna clase de disciplina ni moral, no serán capaces de sostener batalla contra un enemigo como este, aunque muy probablemente frente a ninguna clase de enemigo que pueda responder a su número.

Escucho lo que dice Gerik y encuentro que es completamente cierto. Son un recurso, como todos nosotros, y sabiamente aprovechados pueden marcar la diferencia entre vida y muerte, entre éxito y fallo.

"Estos hombres pueden morir en su mayoría pero si así sucede, solamente será consecuencia de su deseo de luchar. Los prisioneros cautivos no eligieron nada. Rescatar a un cautivo por cada voluntario muerto ya puede considerarse un éxito parcial."

Pero tampoco tengo la capacidad de disuadirlos. Me ronda en la cabeza el hecho de que somos demasiado pocos como para vencer en aquel escenario. Nuestra misión es suicida y estos voluntarios son número. Eso siempre es valioso en una situación como esta.

Un hombre acaba de llegar y se pone a conversar con Radek y luego con Neftis, por lo que no presto mucha atención pues tengo muchas otras cosas de que encargarme. Volker se acerca y le habla a Gerik a mi lado, por lo que escucho lo que ambos dicen. Me giro hacia Volker y le respondo:

 - "Si bien es cierto que pueden comprometer el sigilo de la misión, pueden prestar apoyo en combate, además de otros factores."

Aparto al grupo del resto de los aldeanos y digo lo que pienso:

 - "Creo que la mejor forma de aprovechar este recurso es considerando su debilidad como algo de potencial utilidad. Las mayores debilidades que tienen son el ruido que provocarán y la baja moral con que lucharán. La mejor forma que considero para aprovechar ambos factores es si ese grupo es utilizado para causar una distracción. Si somos capaces de posicionarnos alejados de ellos y esperar a que lleguen a atacar, el escándalo hará que los comensales se distraigan, permitiéndonos infiltrarnos, soltar prisioneros, asesinar a su líder, incendiar sus instalaciones, etc. El grupo de voluntarios huirá pronto y lo más probable es que los enemigos les persigan, lo que nos dará tiempo para limpiar su base. Cuando vayan regresando, les iremos asesinando a medida que aparezcan hasta que no quede ninguno."

Hago una pausa mientras le doy vuelta al plan para luego continuar:

 - "Creo que es la mejor forma de aprovechar todas las características de este grupo, sin ponernos a nosotros en peligro adicional sino restando riesgos para nosotros, acercándonos el éxito de la misión. ¿Alguien tiene algún reparo?

La verdad es que sin una distracción como esa, nuestra misión es casi imposible. A diferencia de Volker y otros de los presentes, los Spitalianos no somos sigilosos y dudo mucho de que seamos capaces de infiltrarnos en una base protegida y vigilada como la que esperamos.

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DÍA: 30.

HORA: EL SOL SE HA PUESTO.

Urraca había recorrido una y otra vez los senderos polvorientos de aquel poblado arrasado, en silencio, registrando cada esquina, cada piedra, cada escombro sin buscar nada en particular. Aquel era un viaje al pasado, embarcada en una nave que creía hundida y abandonada a su suerte en el fondo del piélago de su memoria y que ahora, como un buque fantasma había reflotado, sacando a la superficie viejos temores, antiguos odios, dolores que no habían sucumbido al paso del tiempo pero que parecían haber aumentado hasta adquirir las características de una herida fresca. El olor de la muerte, vieja conocida, del humo, de la carne ya en descomposición, los graznidos aquí y allá de los carroñeros alados, algún aullido de cánidos escondidos y deseosos de una oportunidad para rapiñar un trozo de carne... eran el escenario por el que Urraca deambulaba en silencio, sin dirigirse a nadie en busca de consejo u orden alguna, sin hablar para no tener que gritar y dejar que su desgarrada alma llorara, respirando para buscar la calma que la alejara del deseo de venganza.

La noche de la jornada en la que descubrieran los cadáveres y sus tenias, aquella conversación con Alejandro había resultado demasiado emocional. Su reencuentro había sido inesperado y era mucho lo que tenían que vomitar. Y ahora, mientras andaba levantando polvo a cada paso, el pasado y el presente se casaban para torturarla.

Destino o azar, sus pies se detuvieron junto a Cyrek. Voluntad o costumbre le escuchó.

-¿Pretendéis usarlos de cebo? -dijo parpadeando, consciente de que no debía haber escuchado toda la conversación y que no era aquello lo que querían decir-. ¿Una cortina de humo para infiltrarnos?

Negó con la cabeza. No, debía estar equivocada.

-Llevarlos con nosotros supondrá su muerte con casi total seguridad además de estar ofreciendo nueva carnaza para quien quiera más devoradores. Hay urgencia para seguir el rastro. Una avanzadilla puede seguirlo, un grupo reducido para de ese modo no dejar escapar la oportunidad de dar con su guarida. Que la localicen y se mantengan alerta y en su avance nos dejen pistas de la dirección a seguir. Es lo que necesitamos pero, sin embargo, no necesitamos atacar de forma inmediata. La precipitación conduce al fracaso. Ellos quieren luchar. Nosotros también. Y purgar ese foco de infección y maldad. Debemos conocer el lugar que vamos a atacar y organizar una estrategia adecuada. Ir ahora con un grupo de gentes que buscan venganza por sus hijos y ancianos muertos, sin saber luchar, a un emplazamiento cuya geografía ni siquiera imaginamos es correr hacia la muerte. Y son ellos los que deben morir -sentenció gélida. 

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Radek le había indicado al Jehammedano dónde podía encontrar a la mujer que buscaba. Después de observar los rastros durante un momento, volvió a la ciudad para hablar con el resto de los que iban a participar en la expedición. Cuando el chatarrero habló, negó ligeramente con la cabeza.

- Efectivamente el rastro del Nordeste es falso. Pero no se desviaron hacia el Este, sino al Oeste - comentó. - No sólo hay ruinas en esa dirección, también hacia el Oeste hay lugares en los que podría esconderse toda esa gente. - Seguía mascando algo mientras hablaba, pero finalmente se encogió de hombros. - Pero iremos en la dirección que os venga en gana. Lo único que perderemos será el tiempo.

La discusión continúa sobre qué hacer con la gente del pueblo. Las distintas opiniones no le sorprendían, al menos hasta que habló el famulante Cyrek. Al escuchar al líder de los spitalianos le dió más la impresión de estar junto a algunos de los miembros de su gente que frente al líder de estos curiosos enmascarados.

- No somos quién para negarles a esta gente su deseo de venganza - dijo al final, tras escuchar la réplica de Urraca - pero lanzarlos como cebo hacia un enemigo que tal vez pueda volverlos en contra nuestra después de masacrarlos sería estúpido. - Otros podrían haber dicho que era inmoral, pero a Radek no le preocupaba demasiado eso. Si la gente del pueblo era lo suficientemente idiota como para aceptar una orden de carga que pretendiera utilizarlos como cortina de humo, se merecerían lo que les pasase. Pero si esa estupidez le daba al Químico un cuerpo más para infectar y lanzar luego en su contra, el apocalíptico no podía mostrarse de acuerdo con su plan. Por otro lado, él prefería utilizar sus recursos de forma más eficiente. - Si les preocupa que puedan comprometer el sigilo de la misión, cuando estemos cerca del campamento podremos pedirles que se queden atrás como grupo de refuerzo y ataquen sólo cuando una avanzadilla esté preparada para golpear al Químico o contrarrestar el control que pueda tener sobre los devoradores. - Eso debería satisfacer tanto las ansias de venganza de la gente de Espinazo como la necesidad de mandar un pequeño grupo de infiltración. Además, no se podía descartar que ninguno de esos voluntarios no tuviera tanta o más habilidad para colarse en el campamento enemigo que alguno de los spitalianos cargados con esos trajes.

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Neftis había decidido no intervenir mucho más, no la menos hasta que su protector se pronunciara sobre ir, no hasta que su integración en el grupo estuviera clara. Sin embargo, la respuesta de Radek la pilló desprevenida, su explicación la sorprendió.  

- ¿Sí? ¿Vuestras gentes son así de dóciles? - Neftis abrió mucho los ojos. - En mi experiencia, las gente no entrenadas tienen problemas para acatar órdenes, especialmente cuando son conducidas a su destino por una fuerza emocional o pasional. Si esos campesinos buscan venganza, ¿De veras creéis que serán disciplinados para escucharos y esperar como refuerzo o incluso avanzar más tarde por su cuenta?

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Tras reencontrarse con la mujer gracias a las indicaciones, se acercó a un grupo de personas que parecía estar debatiendo acerca de lo que había que hacer en ese momento y las tareas que pensaban en llevar acabo. Escuchó a los que allí hablaban mientras mantenía su mutismo habitual. Las palabras de la morena Neftis significaban para él más que las del resto por el camino que habían compartido pero tampoco le bastaron para decidirse a hablar de forma inmediata. Esperó a que el resto terminaran de hablar para pronunciarse él.

—Yo iré, es mi camino Dios ha puesto esto en mis pasos para que intervenga no tengo la menor duda. Mi sable damasceno estará al servicio de la causa para investigar el motivo de que esos seres actúen así.

Con esas palabras se presentaba al resto para afirmarles que les acompañaría en aquella tarea y además respondía a la pregunta que la mujer africana le había hecho.

—Pero es un error ir acompañados de gente que no tiene instrucción o talento para el combate salvo que se planee un uso claro de ellos. Salvo que alguien sea capaz de llevarlos bien como a un rebaño de animales, causarán más peligro que apoyo. Si quieren vengarse están en su derecho y yo no se lo negaré, pero creo que sus deseos pueden ir en un camino contrario al de su salud. Es mejor que deleguen esa capacidad en un grupo más preparado y cualificado para una tarea así.

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Entonces habló Cyrek. Inicialmente Gerik asentía levemente con la cabeza, de acuerdo con buena parte de los motivos que esgrimía... hasta que afirmó el uso y manipulación de los voluntarios como cebos para sacrificar. Gerik enarcó la ceja, incrédulo de lo que hablaba su superior. Una cosa era darles un provecho y otro muy distinta enviarlos a la muerte para sustentar la hipótesis de que ellos así tendrían alguna posibilidad. Con voz grave tomó la palabra y se dirigió a su superior.

- Llevo viniendo a este lugar, durante mis rastreos rutinarios de plagas, algo más de tres años. He tenido que quemar numerosos cultivos de esta gente que, de lo contrario, hubiera supuesto intoxicaciones e infecciones graves para ellos. Les hago pasar hambre, sí, pero en aras no solo de que las plagas no se extiendan, sino para salvar sus vidas. El Spital está en guerra contra la Plaga que asola nuestro mundo. Pero no por el mero hecho de tener un odio o aversión personal hacia ella, sino porque representa la muerte de toda vida y nuestro deber es preservar esa vida, especialmente la humana - afirmó seriamente -. En efecto, protegemos y salvamos vidas. Ese es nuestro deber. Por ello, a no ser que tenga la certeza de que el sacrificio de unos pocos garantizará sin duda alguna la salvación de la mayoría, jamás apoyaré la idea que propones y menos en esos términos. Si no somos capaces de pensar en cómo mantener a salvo a diez voluntarios mientras nos ayudan, ¿Cómo vamos siquiera a pensar en salvar a un centenar que no van a hacerlo? - preguntó contrariado.

En ese punto estaba en sintonía con Urraca. No estaban para manipular a la gente y conducirla a una muerte segura.

También estaba de acuerdo con Radek de darles un uso racional y específico, tal y como él mismo insistiera antes. Si es que se los llevaban. Respecto al comentario de la mujer de ébano y de su compañera, no pudo negar su afirmación respecto a la disciplina. Pero había algo que ambas mujeres ignoraban, al igual que la mayoría del grupo que debatía las opciones: las gentes de Espinazo eran obedientes. Mucho, al menos con el spital. Gerik les había ordenado no inmiscuirse en su acción mientras quemaba la mitad de las cosechas en diversas ocasiones. Doscientos cincuenta contra uno y nadie había movido un dedo para impedírselo. Eran gente pragmática que sabía, por lo general, comportarse pese a situaciones durísimas. Quien quemaba sus cultivos no era un tipo carismático ni diplomático, con capacidad de convicción. Sencillamente la buena gente del lugar sabían que debían obedecer a todo lo que les decía un spitaliano. Sencillamente confiaban en él.

- Creo que pueden hacerlo - contestó a Neftis con convicción, asintiendo con la cabeza -. Dependiendo quien les de las instrucciones - afirmó mirando a sus dos compañeros spitalianos y finalmente al jefe caravanero.

Después miró unos instantes al desconocido invocador de Dios montado a caballo hasta hace unos instantes y que daba su opinión al respecto. Lo miró detenidamente durante unos instantes.

Tiene la barba bien cuidada, como debe ser, asintió el polen conforme.

- Venganza o justicia, que busquen lo que quieran. Pero si vienen sencillamente obedecerán órdenes. Y respecto a un grupo más cualificado... ni lo hay ni creo que lo va a haber - afirmó con cierto conocimiento de causa al jehammedano. Finalmente volvió con Cyrek.

- Además... llegada la hora del sacrificio, supongo que algunos debemos dar el paso antes que otros. Incluso para hacer de cebo hace falta estar preparado - dijo dibujando una sonrisa sardónica, ladeando su cuello a los lados y haciendo sonar sus cervicales.

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Radek se encogió de hombros ante la pregunta de la Anubiana. - Bueno, contaba con que alguno de estos mantuviera el orden, ya sea por la fuerza o la razón - dijo, mostrándose de acuerdo con Gerik esta vez, mientras hacía un gesto hacia el líder de los spitalianos y el juez. - Pero seguramente tengas razón, porque ya se están alejando... Directamente al Nordeste, hacia el campamento de los mercenarios... - añadió negando con la cabeza al ver la estupidez de los lugareños. Pero la única que se había ofrecido a ayudarle era la niña a la que la mujer del alcalde había impedido ir con el resto, así que no sentía ningún apego por ninguno de ellos como para molestarse en correr a sacarles de su error. - Los muy idiotas.

Tras su categórica conclusión, se acercó al chatarrero y observó el mapa.

- Sigo creyendo que fueron hacia el Oeste y se preocuparon por cubrir las huellas para que pareciese un rastro más antiguo - dijo pensativo. - Pero esas ruinas no están demasiado lejos, así que podemos perder algo de tiempo explorándolas, por si acaso - aceptó finalmente. - Sea como sea, deberíamos salir ya. No tiene sentido quedarse aquí discutiendo eternamente sobre qué dirección seguir o qué hacer con unos pirados que se lanzan al desierto sin tener claro qué dirección deben seguir.

Mientras esperaba a que todo el mundo recoja su equipo, pues él ya había guardado el yesquero en su ligera mochila, se acercó al jehammedano. - ¿Viste algo mientras te acercabas a la ciudad? ¿Tal vez alguna nube de polvo que pueda confirmar la dirección de los Comensales? - preguntó. Después de todo, se estaban moviendo con vehículos que, en este terreno, deberían dejar rastros visibles en la distancia.

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- ¿Pero qué demonios...? - dijo sorprendido el spitaliano al ver a medio centenar de personas, Fedor a la cabeza, en la lejanía del horizonte siguiendo la dirección de las huellas que dejaran los Comensales.

Por el Spital, ¡Si mueven más rápido que los Devoradores a la carrera!, pensó pasmado. Hace un minuto estaban aquí...¡Y ahora están en el quinto infierno!

- Mierda... - gruño entre dientes el polen mientras salió velozmente tras ellos. Le fastidiaba que durante años había estado protegiendo a esos tipos de numerosas plagas e infecciones para que ahora, estúpidamente, estos se dejaran matar. Gerik corrió hacia aquella dirección para volver a protegerles. En esta ocasión de ellos mismos.

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Neftis se plantó frente a Radek, asintió a Joukahainen y no dijo nada sobre la gente que ya se estaba marchando. 

- Partamos pues. Cuánto más sigamos discutiendo peor para todos.

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La mayoría de quienes están hablando no están de acuerdo con lo que propongo, diciéndome que ellos no deberían participar y quedarse aquí. No están considerando que yo no soy capaz ni tengo derecho alguno para disuadirlos de una acción para la que no me han pedido autorización alguna. Los habitantes de Espinazo son libres de hacer y deshacer lo que quieran y lo saben.

Niego con la cabeza y respondo:

 - "Malentienden ustedes mis capacidades con esa gente. Ellos lo harán, nos guste o no, solo intento maximizar nuestras probabilidades considerando la situación y los factores que sé que no puedo alterar. Las opciones son: No ir y dejarlos morir solos, ir y morir luchando junto con ellos o ir y utilizar su acción para obtener ventaja. Para mí, la elección es clara."

Entonces los aldeanos se van y Gerik corre detrás de ellos para disuadirlos. Si tiene esa capacidad y consigue que esa gente se quede, sería una situación ideal pero no confío en que una turba como esa sea apaciguada con palabras de personas como nosotros pues no somos ni líderes ni diplomáticos.

Pero debo apoyarlo en su intento, si es que cree que conseguirá algo. Tomo mi equipo y lo sigo junto al resto del grupo que parece movilizarse ya.

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Phi no entendía el por qué de tanta discusión. Lo quisieran o no, los aldeanos se iban a poner en marcha por su cuenta. No podían impedírselo... y seguramente no podrían convencerles. Tampoco podían matarlos ni dejarlos atados o incapacitados en modo alguno.

No. Sólo podían aceptarlo y amoldarse a la situación. Intentar sacar el mejor partido de todo aquello.

De hecho, así fue. Los aldeanos dispuestos a ayudarles ya habían comenzado a dirigirse hacia el campamento mercenario, y para cuando se quisieron dar cuenta los spitalianos, ya habían recorrido un gran trecho. Phi se limitó a mirar a Volker y encogerse de hombros.

- Sólo estamos perdiendo el tiempo. Hay que dar con la guarida de esos bichos. - Comentó. Lo sopesó unos segundos antes de mirar al Chatarrero y añadir: - Yo tampoco quiero suicidarme. -

Y así era. Pero también era cierto que por el bien del conocimiento Phi deseaba encontrar la clave del control que el Químico y los suyos ejercían sobre los Devoradores. Cómo era posible algo así era todavía un misterio. Sin duda el Químico contaba con un intelecto superior, o la ayuda de muchos cerebros pensantes. Phi sentía curiosidad por conocer a alguien así.

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Miró a Cyrek. Estaba equivocado pero no lo sabía. Aquellas gentes podían y debían ser refrenadas. Era algo que ya había vivido. La muerte, el dolor, la sangre y las mutilaciones, las violaciones... Todos ellos eran un potente motor que nublaba el juicio conduciendo a la perdición, transformando a la víctima en verdugo de tener la ocasión, muriendo en el peor de los casos en pos de una venganza destructiva que acabaría definitivamente con su herencia y acervo. Tan solo hacia falta una sola persona, con la inteligencia y el temple necesarios para sofocar las primeras llamas, apelar a la tranquilidad, a la necesidad de restañar las heridas, de enterrar a los muertos, de reconstruir lo dañado. Sí, lo sabia muy bien. 

Pero no había tiempo para discutirlo o debatirlo. No allí y en aquel momento en el que la masa avanzaba ciega como un rebaño de borregos en pos de algo que ni siquiera lograban entender bien. Un velo de sangre y lágrimas empañaba su visión, nublaba su juicio y los conducía a la perdición. Cada nuevo muerto generaría una nueva viuda, una madre perdería a su hijo, una hija perdería a su madre y la comunidad perdería su futuro. 

-El sol se ha puesto. ¿A dónde creen que van a llegar cuando la noche lo cubra todo? La estupidez no es un buen estandarte para encabezar la lucha -dijo Urraca, caminando tras los que ya habían iniciado la marcha tras el rebaño. Impuso un paso constante, firme, sin intención de agotar sus reservas de energía y fatigarse sin sentido. 

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—Estoy casi seguro que no fueron hacia el oeste. Pero no podría asegurar si fueron al noreste o al este. No vi nada con tanta precisión.

Calmado y sosegado como parecía costumbre en él respondió a lo que le preguntó Radek. Una vez hizo eso, el Conciliador pasó a revisar su equipamiento y su arma pues era su posesión más preciada. Cuando comprobó que todos sus útiles de combate estaban en perfecto estado y listos para ser empleados se preparó para partir pues él tenía poco más que añadir a la discusión.

—No debemos demorarnos.

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Volker salió raudo tras Cyrek. Conocer a Fedor quizás le permitiría convencerlo de al menos someterse a la dirección del grupo que formaba con los Spitalianos y no lanzarse en dirección errónea. Probaría con el hecho de mostrarles el mapa y lo averiguado con sus dotes de rastreo.

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Volker consigue alcanzar a los hombres de Espinazo y junto con Gerik calmarles un poco.

Para intentar minimizar los problemas continua hablando.

La mejor manera de vengarse, es atacar por sorpresa cuando menos se lo esperen,quizás de noche y tratando de evitar un posible olfato desarrollado de los seres caníbales. La peor seria ir a lo loco contra un numero mayor de enemigos y no solo caer, sino acabar convertido en mas de esos seres y volver mas adelante para acabar con los supervivientes que aun quedan en el pueblo. ¿Creo que varios de los que hemos defendido el pueblo, podemos ayudaros a atacar de manera mas eficiente a los asaltantes?. No podemos asegurar que no haya muertos o que fallemos, pero las oportunidades serán mayores. Y si triunfamos nos aseguraremos que los caídos no regresen para atacar a nadie.

Entonces...mi pregunta es. ¿Vais a ser capaces de seguir ordenes y actuar de manera disciplinada para que podamos tener alguna posibilidad de derrotar al enemigo?.

VALLE DEL POLVO, ESPINAZO.

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HORA: EL SOL SE HA PUESTO.

Phi se acercó al grupo de hombres y dejó a Volker exponer sus argumentos. El chatarrero estaba haciéndolo lo mejor que sabía, y Phi veía la verdad en sus palabras. Ahora confiaba en que aquellos hombres lo vieran también.

Se limitó a permanecer en un segundo plano, asintiendo de tanto en tanto como si estuviera escuchando con atención. Quería que le vieran, que se fijaran en que prestaba atención al chatarrero... y que ellos hicieran lo mismo.

- Estoy de acuerdo. - Dijo una vez Volker acabó de hablar. - O actuamos de forma inteligente o esas bestias nos despedazaran. Nosotros somos más listos, y debemos actuar con cautela. No saben que les seguimos la pista. - Continuó. - Y debe ser así. Que no nos detecten es primordial para poder efectuar un ataque por sorpresa y acabar con todas esas criaturas y sus amos. -

Confiaba en que una explicación y unas palabras que apoyaran las de Volker fueran suficientes para hacerles entrar en razón.

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- "Bien... Os seguiremos. Siempre que veamos que eso nos lleva a alguna parte." - Repone el escolta del Caravanero, una vez lo habla con los suyos.