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Del Amor Verdugo

Cuarto Día: Viaje de vuelta a Madrid (Epílogo)

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12/07/2010, 18:20
Director

Camináis de vuelta a Madrid casi en silencio, hablando de cuando en cuando entre vosotros, el calor es asfixiante y los caminos están llenos de polvo, el polvo se os mete en la garganta y os hace toser. Sobretodo cuando pasa algún jinete o carromato y levanta una nube de polvo que os va a los ojos y garganta. Camen camina como puede resignándose a su destino entre llamas, pero a la vez atisbáis un halo de orgullo a su aldedor, es una de esas personas a las que ya nada importay sabéis a ciencia cierta que no pedirá clemencia ni hablará para no morir quemada.

Al llegar a Madrid, la Villa y Corte está en plena ebullición la mañana en la que llegáis, es día de mercado y todo tipo de puestos venden sus mercancías. Llegáis a sol , a todo el centro de Madrid y de allí unas pocas calles hasta la calle Postas donde se encuentra el tribunal del Santo Oficio.

Tras explicar todo lo sucedido y al tercer día, tras un breve juicio en el que nada nuevo se aporta, Carmen arde en la hoguera. Fray Eugenio observa la escena sin ninguna piedad, sabiendo que ha hecho lo correcto.

En cuanto a Aitor y Henry, cada uno de ellos intenta buscarse la vida cometiendo pequeños hurtos y estafando al prójimo. Varias veces vuelven a encontrarse en tabernas y burdeles madrileños, pero eso ya es otra historia...

FIN

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12/07/2010, 18:36
Director

Puntos de Aprendizaje (A.P):

Aitor

- Por haber sobrevivido 5 A.P

- Por haber descubierto la trama 5 A.P

- Por haber llevado a Carmen hasta el Tribunal 5 A.P

Henry

- Por haber sobrevivido 5 A.P

- Por haber descubierto la trama 5 A.P

- Por haber llevado a Carmen hasta el Tribunal 5 A.P

Fray Eugenio

- Por haber sobrevivido 5 A.P

- Por haber descubierto la trama 5 A.P

- Por haber llevado a Carmen hasta el Tribunal 5 A.P

- Por interpretación 5 A.P

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12/07/2010, 19:25
Fray Eugenio de Rivadesella

La mujer apenas se resistía. Incluso mis hábitos suplicaban algo menos de asfixia al astro Rey. ¡Qué calor! ¡Qué ebullición!.

Varios la tomaron por los brazos, uno de ellos no hizo el menor esfuerzo al no hacer falta. Esta vez no había maderos mal apilados e irregulares, sino una plataforma perfectamente dispuesta que haría purificar hasta al más herético profanador. Carmen ardía.

Tras tomarnos declaración y testimonio, la autoridades eclesiásticas, me pidieron que asistiera al ajusticiamiento. Incluso me invitaron a otorgar el honor de hacerlo factible. Lo rechacé. Ya había hecho mucho, ya había pasado mucho, y ya había vislumbrado demasiado...

Que el fuego purificador te alivie. Ve paz, hija mia. En el nombre del padre...

En esos momentos hice la señal de la cruz, justo antes de oir sus gritos de dolor insufrible, justo antes de que desvaneciera por la presión y los gases humeantes procedentes de su propio cuerpo...

Cuando finalizó todo quedó en paz. Una vez la verdad restaurada y el proceso concluido, me acerqué a mis dos "pupilos", que ya no lo eran.

Henry, Aitor, tomad. -les entregué algo.

40 Maravedís de plata. Os servirá para comprar una daga que os defienda de maleantes o quizá la uséis para hacer impolutos robos, quien sabe... Os digo aún más. Habéis luchado por la verdad, mas que vuestra alma no se vuelva apóstata; no abjuréis contra Dios, pues su más fiel siervo, el fuego, acecha la maldad que se os incruste en vuestro cuerpo.

Id ahora, sois libres. Hasta pronto.

Me alejé por las calles, entre la gente. El olor a las manzanas frescas me calmó. Mi labor como inquisidor en el Año de Gracia de 1553 había concluido.