Partida Rol por web

Garnet apuntó con cuidado al cuello del Krank con la intención de atravesárselo y dejar a la elfa sin montura. Respiró hondo, alineó la flecha volvió a respirar... Y chilló a Langorín mientras disparaba. -¡ATENTO! ¡un orco enorme y feo con una ballesta está cubriendo tu posición!- Recargó y disparó otra flecha.

Incomprensiblemente, parecía que si no apuntaba disparaba mejor... La flecha atravesó la garganta del bicho -¿Qué te parece cariño?- le dijo a la elfa -Soy guapo, sigiloso y meto unos flechazos de alucine. Y con el arco también soy bueno, si sabes a lo que me refiero...

—¡Malditos humanos y malditos orcos! —grito el enano al ver que uno de los orcos escapaba y alcanzaba a la maga, que seguía tendida en el suelo—. ¡Vamos a tener que dejar esto para luego por tu culpa!

Ignorando el machete que seguía clavado en su hombro, Orbudor se lanzó a por el orco que había alcanzado a Elbarïa. Su objetivo ahora no era matarle. Era golpear en los tobillos del orco con su escudo, para que perdiese el equilibrio el tiempo suficiente para que pudiesen escapar.

Y si eso no funcionaba, embestirle directamente para que la maga pudiese huir. Él lo tendría más fácil. Bueno, o no, que era un enano. Y para estos no hay nada fácil.

Por supuesto, Orbudor era demasiado letal como para solo derribar. Y su escudo demasiado duro. Así que el golpe al orco hizo que el escudo se clavase en su sien. Que se hubiese estado quieto y solo tendría un tobillo roto.

Apartando el cuerpo del orco, dijo a la maga—. ¡Niña, huye de una vez! —y tras esto, se dió la vuelta, para aprovechar la confusión y lanzar otro hachazo de gratis a otro de los orcos.

Langorin trató de apoyarse en la pared de la iglesia para darse impulso tras el traspiés y alcanzar el tejado de la casa más cercana. Su agilidad sería conocida en el mundo entero, pues logró agarrarse al saliente de una ventana e impulsarse hasta a duras penas llegar a un punto seguro en el tejadillo de la misma. Un punto seguro contra la gravedad claro, pues aquel orco parecía ser el noviete de la morena y no parecía haberle gustado que le lanzara mis flechas de amor. 

Pudo ver como Garnet disparaba al Krank, y por la precisión y fiereza del ataque quedaba claro que no quería dejar escapar a su presa... la elfa. Por su parte, el elfo trató de parapetarse con la pequeña chimenea, tratando de averiguar las intenciones de la elfa. Puede que eso le dejara algo descubierto de su cobertura, pero algo le decía que no tramaba nada bueno, y el riesgo podía merecer la pena.

Intentó arrastrarse como pudo, arañando la superficie para aferrarse al suelo antes de sentir que retrocedía. Pataleaba al aire para deshacerse del agarre, viendo cómo poco a poco el suelo se separaba de ella y, posteriormente, volvía a abrazarlo.

Sentía frío por un lado. Su mejilla estaba apoyada en el gélido suelo, al igual que sus manos, ahora intentando levantarse aunque sus brazos temblaran por el dolor y miedo al ver la muerte tan cerca. Por otro había calor, la sangre que emanaba de algún punto de su cuerpo que no podía localizar, aunque el olor metálico era más fuerte que el del aliento del orco.

Pestañeó varias veces tras apretar los ojos y frotárselos para recobrar su visión, aunque al mirarse la mano no sabía si tenía 5 dedos o 24, teniendo que tirar de memoria matemática básica para responderse mentalmente. Por suerte tuvo la fuerza suficiente como para lanzar el hechizo de fuego antes de que la remataran, aprovechando esos momentos para retroceder a gatas lo máximo que pudiera.

Escuchar a Orbudor le hizo entender que necesitaban huir, y no solo ella. Desde el suelo, volvió a conjurar sacando sus últimas energías mientras miraba fijamente a la horda.

- ¡Hielo!

Viendo los apuros en los que se encontraba la maga Orbudor se abalanzó sobre el orco que la amenazaba. Su intención puede que fuera derribarlo pero el golpe fue tan brutal que el escudo se clavó en la cabeza del orco, hundiéndole la frente hacia dentro¹. Si no estaba muerto entraría en coma para el resto de sus días. Pero el enano no tenía tiempo para preocuparse por ese tema. Los demás orcos no se iban a estar quietos para llorar la pérdida de su compañero. Nuevamente una lluvia letal de machetazos cayó sobre el enano, que a duras penas se estaba girando para encararse con aquellos malnacidos. Intentó aprovechar la inercia para que su hacha arrancase la cabeza de alguno de ellos pero por desgracia se había girado demasiado pronto. Los orcos no perdieron la oportunidad de contraatacar².

Rechazó uno de los machetes con su propia hacha mientras levantaba el escudo para evitar el segundo. Giró sobre si mismo para que el tercer orco acabase atravesando el aire donde segundos antes había un enano y con una diestra patada apartó al último de sus enemigos antes de que le alcanzase el filo del arma. Cuando un enano entra en combate es algo digno de ver. Aún ni siquiera estaba calentando³.

Libre de su atacante Elbarïa a duras penas logró levantarse para lanzar su conjuro. Una capa de hielo apareció bajo los orcos que se enfrentaban al enano. Los orcos resbalaron aparatosamente mientras Orbudor se apartaba de un salto hacia atrás⁴.

En el callejón las cosas se desarollaban de manera distinta. La flecha lanzada por Garnet había alcanzado el cuello del krank, haciendo que el animal batiese sus alas enfurecido. Sin embargo la elfa lo controlaba con maestría. Antes de que el monstruo volador alzase el vuelo con su jinete a horcajadas la mujer miró enfurecida hacia el ladrón gritando algo en su idioma. Algo que no parecía muy cariñoso.

- Ifashal!⁵

Langorin estaba en pleno salto cuando el orco de alta gama disparó su ballesta. Fuera por su rapidez de movimientos o por puro azar la flecha pasó por encima de su cabeza mientras el elfo se parapetaba tras una chimenea. Aún así echó un vistazo rápido para ver hacia donde se dirigía el krank con su nuevo jinete. No había duda: iban hacia una torre que había en la zona este de la ciudad y sobre la cual parecía concentrarse el ataque de las hordas del mal. Langorín recordaba que al llegar a la ciudad le habían dicho que en aquella torre vivía Farfarius, un poderoso mago blanco que mantenía las defensas mágicas de cauceseco activas para evitar el paso de las hordas malignas. Calculó que estaba aproximadamente a cuatro calles de donde ahora se encontraban. Cuatro calles sumidas en el caos y llenas de enemigos.

Cuando se volvió para ver que hacía el orco de alta gama se dio cuenta de que ya no estaba en el tejado. Garnet, desde abajo, había visto como el bruto saltaba del tejado hacia la calle por la zona que quedaba resguardada de ellos, sin duda para preparar algún contraataque.

Garnet no lo pensó, porque estaba claro que cuando lo pensaba la cagaba, volvió a apuntar contra el krank -¿Ese es tu nombre? ¿Ifashal? Vale, el nombre de los niños lo escojo yo, espero que no te importe.- y disparó una flecha, la cual falló por mucho.

Miró hacia arriba y, tal vez hablándole a los dioses, masculló -¿Os lo estáis pasando bien eh?- mientras cargaba otra flecha, luego volvió a disparar contra el krank. La flecha se le clavó en el lomo, pero el ladrón se dio cuenta de que le tocaría correr. Se giró al elfo y le chilló -La sigo, cuando acabes con el orco vente que será divertido.

... Y echó a correr intentando no dejarse ver y sin meter ruido. A los dos pasos, sin embargo pateó algo blandito que resultó ser un perro que intentaba esconderse de la carnicería que se había desatado en la fortaleza. El perro se cabreó, lógicamente, y echó a correr tras el ladrón ladrando a todo volumen. El escándalo se debía oír hasta en la muralla. Garnet logró suspirar mientras corría -Si no sé ni para qué me molesto, la verdad. Menos mal que no me ve ningún conocido del gremio porque... Con lo que yo he sido.

Quizás si estuviese solo el enano habría seguido luchando. Bueno, en realidad si estuviese él solo no se habría metido en este embrollo por defender a la humana y todos los orcos ya estarían muertos.

Pero era lo que había, tocaba apechugar y sacar a la maga de ahí. Aprovechando que los orcos estaban en el suelo reverenciando su valor como guerrero enano, Orbudor dijo a los orcos—. ¡No os mováis, que luego vengo a por vosotros!

Y tras esto, se dió media vuelta, agarró a la mujer del brazo y le gritó—. ¡Vamonos, que aquí hay poco que ver! ¡Corre! —por supuesto, poco podía hacer cualquier criatura cuando un enano tiraba de ella, excepto dejarse llevar. Porque cuando un enano tira de ti, da igual que seas un gnomo o una mula. Te tienes que dejar llevar.

Mientras corría, el guerrero añadió—. Humano, si eres listo ¡haz lo mismo! —Ojalá el capitán de pelotón le hiciese caso. O no, daba lo mismo. Era un extra sin nombre, nadie lloraría su pérdida.

Si llegaba a aquella torre las hordas de orcos entrarían sin control en Cauceseco. Su única oportunidad es abatir a aquella bestia. 

- ¡¡ Garnet !! - Era la primera vez que llamaba al humano por su nombre - ¡¡¡ Hay que derribar a tu novia antes de que llegue a la torre o caerán las defensas mágicas !!!- 

Incó la rodilla en el suelo y retiró su capucha, arriesgándose a que aquel orco lo tuviera enfilado y pudiera dispararle. Sacó dos flechas de su carcaj clavando una entre dos tejas para facilitar su disparo rápido y soltó la primera. Una sonrisa se dibujó en su rostro... sabía que impactaría, y antes de que lo hiciera ya había cargado y soltado la segunda.

Ambos proyectiles impactarían en la morena, no había duda. Solo esperaba que fueran suficientes para hacerla caer con los que ya le había dado antes... 

Las dos flechas de Langorin surcaron el cielo buscando a la elfa. Una de ellas rebotó contra la extraña armadura de cuero brillante que vestía, soltando incluso unos chispazos denotando su 'magicidad'. La otra le pasó por encima sin alcanzarla. Era una verdadera pena. Pero el elfo no tuvo tiempo de lamentar su mala suerte porque en ese momento vio por el rabillo del ojo un movimiento brusco. Tuvo el tiempo justo de agachar la cabeza en el mismo momento que un machetazo se clavaba en el punto donde anteriormente estaba su cuello.

- ¡Thorak trocear! - informó el orco recién llegado, que ahora había cambiado la ballesta por un machete de filo plateado. - ¡Thorak desmembrar! - insistió con cierto acento del sur.

Cualquier diría que estaba enfadado con Langorín por haber intentado coser a flechazos a la elfa oscura. O eso o que los orcos, por naturaleza, tienen bastante mala baba.

Por su parte Garnet se lanzó a la carrera para perseguir al krank, deshaciendo el camino que lo había llevado hasta allí. Era evidente que el monstruo volador, ahora lejos, llevaría a la elfa rápidamente a su destino.

En medio del callejón se encontró a Orbudor y Elbarïa que se alejaban de la batalla en la que se encontraban. Los orcos de la pista de hielo intentaban recuperarse y en ese momento el ladrón vio como el comandante era herido mortalmente por un orco¹.

El ladrón frunció el ceño al ver venir al enano arrastrando a la maga. Al cruzarse con ellos les chilló mientras apuntaba con el arco en dirección a la elfa -¡Vais mal! La elfa va volando hacia alli- entonces vio a los orcos -¡iiiiiiiiimierda!- Se frenó en seco y lanzó un flechazo al orco más cercano.

Evidentemente Garnet estaba intentando darle al blanco, porque la flecha salió en una dirección aleatoria, así que el ladrón se puso a pensar en por qué demonios la elfa había entrado hacia un lado de la ciudad para luego dar media vuelta y regresar hacia el punto por el que había penetrado las defensas, vale estaba buena, pero o tenía un sentido de la orientación desastroso, o era una indecisa, o estaba más zumbada que una peonza.

En medio de esa diatriba mental, lanzó otro flechazo al orco más cercano...

Tampoco funcionó.

¿A ver si el truco estaba en no pensar en absolutamente nada?

La cosa se ponía interesante. Y todavía tenía que alcanzarle el perro...

Soltó un gritito de victoria al comprobar cómo los orcos intentaban mantenerse en pie sin éxito, dándose un breve aplauso a sí misma por la iniciativa.- ¿Ves? También soy útil, sé congelar cosas, aunque no sé muy bien cómo revertirlo luego.- Instigó al enano, quien se había encarado con ella antes aunque, debía reconocer, si no fuera por él ahora sería pastos de las hordas.

Iba a levantarse cuando notó el agarrón, tropezándose ante la ferocidad del enano mientras corría a su par, echando un último vistazo hacia atrás para comprobar que seguían haciendo patinaje sobre hielo.

No sabía a dónde la llevaba, pero le costaba respirar por el sobresfuerzo.- Espera Orbundor, que me da flato.- Los magos eran seres sedentarios que apenas se movían, como mucho coger el libro era un esfuerzo sobre humano aunque la mayoría usaran un hechizo de levitación por simple pereza. Ebarïa no era menos, apenas había hecho ejercicio a lo largo de su vida como para aguantar el trote que le estaba metiendo el enano.

Levantó la vista al escuchar a Garnet, buscándole con la mirada y saludándole con la mano ensangrentada y una amplia sonrisa.- ¡Hola Garnet, ayúdanos a subir! – Intentó buscar algún camino alternativo para ascender a donde estaba el resto de sus compañeros y permanecer en una posición más alejada, siempre que el método de ascenso fuera normal y no escalada.

Decidido a no dejar escapar a la elfa, Langorin salió a la carrera tras ella saltando de tejado en tejado de los edificios. Confiaba en que su agilidad y destreza  fueran suficientes para dejar atrás al orco que presumiblemente sería mucho más lento y torpe.

Cuando llegó a la altura de sus compañeros les grito.

- ¡¡ Ya os pondréis al día en otro momento carajo !! - Mientras sacaba un par de flechas de su carcaj - No podemos permitir que llegue a la torre. ¡¡ Vamos vagos !! -

Langorin trató de buscar entre toda la amalgama de verde orco a soldados de su bando para avisarles de que debían proteger la torre, pero tan solo adivinó a ver sangre y orcos por doquier...

Cuando Garnet les dijo que iban mal, Orbudor solo pudo añadir—. Ah, pero prefiero ser cortés. Los humanos primero —terminó mientras continuaba por el callejón, dejando en primera línea al bribón.

Cuando el elfo les espetó algo, solo pudo gritarle—. ¡Que te jodan, elfo! ¡Ojalá te despeñes para que sepas lo que es pelear!

- ¡THORAK MATAR!

Y lo decía en serio. Langorín sintió el machetazo en su espalda, lo cual no impidió que saltase a otro tejado intentando alejarse del orco¹. Por fortuna pudo alcanzar el siguiente tejado. Aún así que el orco no le siguiese no quería decir que se fuera a dar por vencido. Mientras el elfo llamaba a sus compañeros recordó que el otro tenía una ballesta y, por el rabillo del ojo, vio como ya la estaba cargando².

Quizás Garnet se sintió feliz durante un momento por reencontrarse con sus compañeros pero dicha felicidad duró poco cuando el enano y la maga pasaron por su lado sin detenerse. Estaba a punto de decir algo cuando vio a los orcos que corrían tras los dos fugitivos. Lanzó dos flechas con la esperanza de intimidar a los orcos pero, en lugar de ello, logró enfurecerlos más. Ahora dos de estos brutos ya estaban sobre él descargando machetazos mientras los otros cuatro seguían en pos del enano y la maga. El ladrón logró esquivar el primer golpe pero, por desgracia, no tuvo tanta suerte con el segundo que desgarró brutalmente su costado³.

En medio de la carrera Elbarïa vislumbró en una pared una escala de madera que ascendía hacia uno de los tejados.

—¡Rápido maga, por la escalera! —dijo el enano señalando hacia ésta—. ¡Tengo un plan para librarnos de todos los orcos de golpe! ¡Sube, que yo voy detrás!

El plan del guerrero era simple, pero podría funcionar. Subía la maga, sujetaba la escalera mientras él subía, los orcos iban detrás por ella, patada a la escalera y adiós orcos. ¡Un plan si fisuras!

¿Y el bribón? Bueno, ya había subido antes a los tejados. Seguro que no necesitaba escalera.

Garnet intentó retroceder pero uno de los machetazos le dio de lleno y, a juzgar por la cantidad de sangre, en algún sitio importante. La parte buena fue que el perro frenó en seco y salió en silencio en otra dirección, una cosa era morder al ladrón que le había pateado y otra meterse en una pelea con los orcos.

En esos momentos había que mantener la cabeza fría y pensar rápido, a pesar del dolor intenso que provenía de la herida, seguro que había una salida... Pero no se le ocurrió ninguna: 6 orcos, un enano en retirada y una maga visiblemente herida. Las matemáticas no eran lo suyo, pero intuía que las perspectivas eran muy negras así que, a la desesperada, sacó la canica que había levantado al muer... Que se había encontrado casualmente y la tiró al suelo frente a los orcos mientras retrocedía.

Instintivamente se encogió y entrecerró los ojos mientras agarraba su escudo y desenfundaba la espada, porque con el día que llevaba aquello a lo mejor no acababa bien tampoco pero ¡eh! Las cosas no podían ponerse peor ¿verdad?

Mientras se decía mentalmente que a lo mejor no debía haber pensado eso, la canica se rompió ante la atenta mirada de los orcos que estaban entre incrédulos y burlones al ver que la última defensa del ladrón era una canica de cristal...

- Nooooooo - El grito que profirió Langorin fue aterrador, sin duda provocaría algún escalofrío. Muchos lo catalogarían de terrible, apocalíptico. El elfo se detuvo y se quitó su capa, tirándola al tejadillo de la casa. El dolor del machetazo había quedado totalmente en segundo plano, aquello era una afrenta en toda regla a su honor.

- Maldito orco, hijo de una elfa oscura- Gritaba mientras sin pensarlo comenzó lleno de ira a disparar hacia su verde piel - Vas a pagarlo muy caro, ¡¡ esa capa era de capas Andrés !! - . La primera flecha se perdió quien sabe donde, la segundo pasó cerca, pero tan solo para distraer unos segundos al orco mientras terminaba de cargar su ballesta.

- Esto... - Dijo dando un paso para atrás - Era... Thorak ¿verdad?, bonito nombre. ¿Es celta? - 

No preguntó, simplemente obedeció al enano (para no hacerlo, se había enfrentado a una horda él solo y con un pestañeo podría mandarla al otro barrio), abrazando las escaleras como si fuera las últimas gotas de agua en un desierto.

Subió lo más rápido que pudo, aunque la pobre iba demasiado cargada con sus “armas. El libro de conjuros fuertemente cogido en el sobaco derecho, con cuidado de que no cayera en un mal movimiento al alzar el brazo, la honda que se estaba desprendiendo de su cinturón con tanto meneo, y el bastón entre los dientes, notando que le dolía la mandíbula de apretar fuerte. Seguro que dejo la marca de mis dientes. Les diré al resto del Gremio que fue de un poderoso Dragón que vencí con mis manos desnudas.

Al llegar arriba miró al enano subir tras suya durante unos segundos antes de concentrarse en el resto de sus compañeros. Había sentido una fuente de energía cerca, buscando el recipiente que lo contenía y encontrándolo en una pequeña esfera que se hacía trizas a sus ojos.

No sabía si iba a funcionar, mucho menos si serviría de algo teniendo en cuenta la distancia y el cansancio, pero sin dudarlo formuló un rápido hechizo para activarla.