Partida Rol por web

No podía con aquel olor, improvisándose unas pinzas con dos horquillas unidas con una pequeña gomilla que aprisionaban su nariz. Era un remedio un poco doloroso, pero era mejor que andar vomitando cada esquina. Sólo necesitaba no abrir la boca para inhalar.

Caminó a la espalda de todos, aunque no regazada del resto sabiendo que, si los perdía de vista, posiblemente acabaría en un inhóspito lugar de cuyo nombre no quería acordarse, echando leves miradas hacia atrás por si les seguían.

Paró de andar ante la orden del enano, echando un leve vistazo al puente.- ¿Entonces por..? – Abrió la boca y respiró, notando ese nauseabundo olor entrar por su garganta y reprimiendo una arcada, con el cuerpo encorvado. Levantó la mano para pedir un minuto de pausa antes de volver a incorporarse con ojos llorosos.- ¿Por donde vamos?

Fue Ordubor quien vio primero como el apestoso cieno en medio de ambos caminos se movía de forma irregular. ¡Malditos bichos! ¡Eran capaces de aguantar la respiración bajo aquella inmundicia! Cuando el primer hombre rata saltó desde las profundidades con la aviesa intención de golpear al guardia todos estaban ya preparados¹.

El enano sabía también que estas taimadas criaturas siempre atacaban en manada pero eran normalmente cobardes. Aunque ahora mismo eran seis los licántropos que los atacaban si lograban matar a alguno no sería difícil hacerlos huir. Había que golpear, y golpear fuerte cuanto antes.

Sin embargo no todo iba a favor. Al parecer los guardias tampoco eran adalides de la valentía. Dos de ellos en lugar de atacar se posicionaron en defensa completa. Por fortuna Maurice y German parecían dispuestos a atacar.

- ¡Guardia 1 y Guardia 2! ¡Juro que os deshollaré si salimos de ésta! - gritó German a sus cobardes seguidores, de los que al parecer no sabía ni los nombres, mientras su espada dejaba un destello azulado al moverse.

Por desgracia el hombre rata se apartó a un lado dispuesto a devolverle el favor con una daga que movía ágilmente. Maurice por su lado lanzó una estocada a otro de los licántropos pero éste desvió el tajo con su propia daga mientras giraba sobre si mismo en una espiral de baile mortal. Otros dos licántropos se lanzaron cada uno a por los guardias a la defensiva, saboreando lo que seguramente consideraban una victoria prematuramente fácil. Los dos restantes se habían girado hacia el grupo de aventureros: uno de ellos fue a por el enano pero el otro se lo pensó unos segundos antes de abalanzarse sobre Garnet².

Orbudor estaba preparado cuando vio al hombre rata aparecer. No tenía pensado darles ni un poco de tregua. No obstante, pese a que su idea era aniquilarles, tenían que resistir.  Esta vez su escudo sería una parte fundamental de la batalla.

Cubriéndose con el escudo, lanzo un par de hachazos contra la criatura. Uno de ellos encontró la carne de la criatura, que empezó a sangrar. Cuando esto paso, gritó—. ¡Fuego, usad fuego o esto no acabará nunca!

Garnet, sorprendido de que los engendros aquellos le hubieran distinguido de la auténtica pared, que para algo era la pared, vio venir al bicho inmundo que parecía tener intenciones homicidas para con su persona y disparó dos veces. Las dos saetas se clavaron en el cuerpo de la horrenda y maloliente bestia... Bueno, no sabía si era horrenda o no, la verdad, que estaba llena de mierda... Y tampoco estaba muy seguro de si era maloliente, que estaba en una alcantarilla...

De lo que sí estaba razonablemente seguro era de que se trataba de una bestia.

Y de lo que estaba completamente seguro era de que los dos flechazos le habían alcanzado partes importantes de su anatomía.

Aunque Garnett pensaba que la criatura se abalanzaba sobre él resultó que en realidad estaba intentando atacar al enano. Pese a todo el ladrón decidió clavar esos dos flechazos en la espalda del licántropo, por el susto que le había metido.

Orbudor lanzó un tajo considerable a su enemigo, haciendo que salpicase sangre en todas direcciones. El licántropo alcanzado por Garnet también sufrió un daño considerable aunque ambos se mantenían beligerantes y en pie.

El licántropo que iba a atacar por la espalda a Orbudor no tuvo oportunidad alguna cuando las flechas de Garnett lo alcanzaron por la espalda. Una de ellas atravesó limpiamente su cuello haciendo que el monstruo se hundiese en la ciénaga de inmundicia antes de poder hacer nada.

Langorin liberó la flecha que tenía cargada. Pudo visualizar perfectamente la oreja de aquella bestia. La flecha fue directa, precisa y esperaba que mortal. 

El elfo se agachó mientras sacaba de su carcaj otra flecha y la cargaba. Desde esa posición más baja tendría mejor visión para lanzar un flechazo a otros de los licántropos. La flecha viajó por encima de la pestilente agua casi tomando una parábola para clavarse directamente en la ingle de otro de los enemigos... 

Casi. Pensó el elfo triste por el fallo, pero contento por el acierto.

Estaban atacándolos por sorpresa, ¿quién lo diría viendo el lugar donde se encontraban? – Tened cuidado, puede que vengan más.- Se quedó en la retaguardia, dando vueltas a su honda mientras miraba a quien darle y, sobre todo, en qué parte que pudiera ayudar al equipo. Su amante bandido luchaba por un lado y sus compañeros por otro, yendo por el enano.- No malgastes la vida, Orbudor.- Apuntó a los pies del otro licántropo con la intención de enredar la honda y hacerle caer.

Uno de los hombres rata cayó fulminado por las flechas de Garnet. Otro de ellos, que iba a por Ordubor, se alzaba por la repisa cuando el enano le propinó un buen tajo con su hacha en el hombro. El bicho no tuvo tiempo de completar su gemido de dolor porque otras dos flechas de Langorin atravesaron el aire para asaetarle la espalda¹ mientras la piedra lanzada por Elbarïa con su honda² remataba la faena. La criatura, al igual que su compañera derribada por Garnett, se hundió en las inmundas aguas fecales.

Por su lado los guardias tenían una suerte variada.

El primer guardia se defendía habilmente del hombre rata que, desde la poza, intentaba alcanzarle³. Claro que tampoco intentaba devolverle los golpes.

El segundo guardia también intentaba una maniobra desesperada de defensa completa pero en este caso el licántropo se coló entre sus movimientos para clavarle la daga en las costillas con saña. El rostro del soldado se contrajo por un dolor que parecía excesivo pese a la gravedad de la puñalada y de pronto todo su cuerpo se contrajo, quedando rígido. Satisfecho por ello el hombre rata tiró al guardia paralizado por el veneno de su daga al agua fecal, sin duda con intención de que el líquido lo ahogase y rematase el trabajo⁴.

German parecía a punto de recibir el tajo de otra daga cuando en su dedo izquiedo uno de los anillos que llevaba brilló levemente. Esto confundió de alguna manera al licántropo que erró su golpe, dándole una oportunidad al guardia de recuperar su posición en la estrecha pasarela de piedra⁵.

Maurice no parecía contar con ayuda mágica y sintió como la daga del último oponente sajaba su cota de malla y le alcanzaba en el estómago. Reprimió un grito de dolor y por un momento pareció que la rigidez se iba a apoderar de él pero logro reponerse para seguir luchando⁶.

La suerte, para los aventureros, era que Orbudor no erraba en su criterio y los hombres rata eran unas criaturas mezquinas y cobardes. Pese a que probablemente llevaran ventaja sobre aquel maltrecho grupo el que hubieran acabado con dos de los suyos en un primer ataque hizo que las criaturas se acobardaran y, pese a estar en una posición ventajosa, iniciasen la retirada saltando a la profundidad de las aguas para intentar huir agachados bajo ellas⁷.
 

—¡Eso es, huid como las ratas que sois! —gritó el enano mientras los hombre rata huían. No tenía intención de perseguir a aquellos seres.

No obstante, lo que no quería era tener que volver a luchar contra las que habían caído, así que con todo el cuidado que un enano con un hacha podía tener, procedió a separar la cabeza de cuello de los caídos. Toda precaución era poca contra estos seres.

—¡Traed una de esas lámparas! ¡No quiero que se levanten dentro de un rato!

Orbudor se lanzó a la marea de suciedad, que le cubría por el pecho, para rematar a los heridos. Maurice le tendió su lámpara y mientras el enano cauterizaba a los hombres rata para evitar su regeneración¹ sacó de su mochila otro vial con un líquido azul y le dio un trago. Por su parte German se aproximó a la puerta circular y teniendo cuidado con el puente de metal introdujo su llave en la cerradura. El guardia 2 descendió a la poza inmunda para levantar el cuerpo paralizado de su compañero, evitando así que se ahogase.

- Por mí podrías dejarlo ahí abajo. Y hundir también la cabeza ¡cobarde! - dijo German mientras la puerta circular giraba sobre si misma revelando un túnel de piedra, mucho más antiguo que las alcantarillas en las que estaban, cubierto de gruesas telarañas.

El guardia 1 recuperó su movilidad y tosió agobiado. Maurice, por su parte, guardó el vial de curación con el líquido que quedaba sin ofrecérselo a nadie más.

¡Martin! – La maga miraba cómo el guardia que le había tendido la poción sufría una fuerte herida, aprovechando el momento en el que parecía que la lucha estaba acabando para acercarse a él y comprobar la gravedad de la misma.- ¿Estás bien? Aparte de estar desangrándote y muriéndote en una cloaca, claro.- Había visto cómo se tomaba la poción, pero desconocía si sería suficiente para caminar.- Apóyate en mí, te ayudo.- Miró atrás, a lo que quedaba, una mezcla entre cabezas cortadas y fuego que, tenía claro, le impediría volver por el mismo camino si lo necesitaban.

Ahora chicos, ¡tenemos que irnos!

El ladrón hizo ademán de ir hacia el caído para echarle una mano, a su bolsa en realidad pero eso no lo dejó entrever, pero al ver que su compañero le ayudaba intentó volver a fundirse con las sombras. En su cabeza seguía pensando que alguien les había traicionado sino, ¿como es que sabían los hombres rata que ahí había una salida de la ciudad? ¿Eh? Y poner una trampa en una puerta no requería mucha ciencia, así que consideró que lo más sano era volver a esconderse, arco en ristre, y esperar acontecimientos.

Además, si el enemigo sabía que había una puerta y había puesto infiltradores a este lado, quizás al otro también hubiera alguien de manera que, ser el que abriera la puerta, no le parecía la opción más saludable en estos momentos.

Tras revisar la zona escrutó la puerta, por si acaso...

Una vez tratados los cuerpos para que no volvieran a ser un problema, Langorin dió un vistazo al interior del tunel, esperando quizá ver algo que sus compañeros no pudieran ver, aunque no parecía que hubiera ningún peligro acechando. 

Esperó a que Germán y el resto de sus peculiares guías entraran para seguirlos al interior del túnel. 

- Cerremos la puerta tras nosotros, con llave. No me gustaría que nos empezaran a perseguir esas ratas de cloaca - 

Entonces vio como Garnet se ocultaba... o quizá no lo vio, sus habilidades en este arte habían mejorado desde que empezara la noche, de eso no había duda. Por su parte el elfo se colocó a su lado y sonrió... sin duda eso sería suficiente para estar igual de oculto que el ladrón.

¿Cómo había acabado ahí el enano abajo? No lo sabía, pero en cualquier caso, debía volver a subir. Tras cortar las cabezas, registró un poco los cuerpos de las ratas, por si acaso.

Mirando hacia arriba, y con toda su delicadeza berreó—. ¡Eh, los de arriba, ayudadme a subir! —. Mientras esperaba, paseó su hacha por el lecho mierdino. A los humanos les gustaba tirar cosas muy raras, igual había algo interesante ahí...

El Guardia 2, quizás algo avergonzado por su anterior actuación en combate, ayudó también al enano a auparse hasta el túnel. Garnet ya se había fundido entre las sombras y lo revisaba todo por si se encontraban alguna sorpresa más. Mientras tanto Elbarïa ayudaba a Maurice a alcanzar también el túnel. El pobre hombre parecía tan encantado del contacto con la maga que ni siquiera protestó al continuo cambio de identidades al que lo sometía. De hecho la maga tuvo la sensación de que igual se cargaba un poco de más en ella acercando, además, partes que no habían recibido ningún daño en el combate¹.

El caso es que todos estaban en aquel túnel de aspecto antiguo, muy antiguo, que al parecer pocos conocían pero del que los hombres rata estaban al tanto. Claro que viendo a aquellos guardias de la ciudad uno podía suponer que la mayoría de los secretos tendrían un precio y que éste no sería demasiado alto. Claro que una cosa es vender un secreto y otra distinta traicionar a todos los Pueblos Libres. Garnet tenía claro que allí alguien se había pasado al bando de los malos... ¿o siempre había estado en él? Sin embargo los guardias que los acompañaban parecían tan preocupados como ellos mismos por salir cuanto antes.

Así que el grupo no se detuvo y avanzó nuevamente por el nuevo túnel. Ordubor observaba con ojo crítico las paredes. Estaba claro que no era una construcción natural y manera en que estaban excavadas en una zona tan rocosa, sumada a su evidente antigüedad, hacían evidente que aquello no podía ser de origen humano. Los humanos carecían del talento y la maquinaria para hacer algo así. Pero lo que más sorprendía al enano era que, probablemente, aquella ingeniería tampoco era de su raza. Nunca había visto una obra enana que dejase algo tan grande sin trabajar, con la roca en vivo. No podía ser una mina porque nadie tallaría unos techos tan altos para seguir una veta de metal. Aquello era una construcción de paso pero ¿para quién? ¿era casualidad que Cauceseco se hubiera establecido encima o habían aprovechado algo creado antes que ellos? El guardia llamado German había mencionado que esto, en su tiempo, había sido el cauce de un río subterráneo pero eso sería tan absurdo como decir que una casa era un árbol que había tomado una forma habitable. Esto no tenía nada de natural.

Avanzaron por el enorme túnel sin encontrar ramales que se desviasen hasta que, tras casi diez minutos de marcha cautelosa, llegaron a un lugar donde éste se abría en tres direcciones. De frente ascendía de forma pronunciada, mientras que dos ramales igual de grandes se desviaban hacia derecha e izquierda.

- Por aquí ascenderemos a la Guardia de la Montaña Norte.- informó el German claramente dispuesto a subir - Los otros ramales rodean, según nos han dicho, otras zonas de la ciudad. Pero nos han aconsejado fervientemente que nunca se nos ocurra desviarnos porque hay peligros mortales que acechan en esas zonas de los túneles, entre los que hay arañas gigantes.

Dicho lo cual comenzó a ascender seguido por sus compinches, excepto Maurice, que seguía agarrado a Elbarïa aunque nadie le notaba especialmente dañado tras beber la poción.

Cuando llegaron a la encrucijada, el enano se detuvo un momento. Los humanos podían decir lo que quisiese. Sobre donde iba ese camino, pero él era un enano. Igual ese camino no llevaba a la superficie. O igual sí, pero el resto también. Mejor sería asegurarse...

Garnet avanzó sigilosamente por el túnel. Iba atento no fuera que saliese un ser del inframundo, pero seguía demasiado ocupado pensando en quién sería el traidor. Le empezaba a doler la cabeza, lo cual con los golpes que llevaba encima tenía su mérito. Mejor no pensar en cosas profundas que luego pasaba esto.

También iba calculando la cantidad de oro que se le escapaba de entre los dedos a cada paso que daban los guardias aquellos hacia la salida, los muy malditos habían rapiñado a media guarnic... De repente se detuvo un instante y miró a su propio grupo. Así a ojo en total llevarían unas 400 monedas de oro entre todos entre equipo y dinero contante y sonante. Un escalofrío le recorrió.

¿Como de avariciosos serían los tipejos estos?

En ese momento el grupo se detuvo y el cabecilla indicó que la salida estaba en el túnel del centro. Aún en las sombras, levantó el arco... Por si acaso... 

Cada vez le costaba más caminar, no por el cansancio ni tensión acumulada de lo vivido, sino porque sentía que el saco de patatas que llevaba a cuesta iba pesando más y más. Tuvo que pararse un par de veces para aupar el cuerpo del fingido herido, pasando una mano por su cintura para tener un soporte más sólido y animándole con sonrisas que parecían cada vez más fingidas, sobre todo cuando notaba que se acercaba cada vez un poquito más, haciendo dificultoso el andar.

Observaba los túneles, pasadizos que se abrían paso y a sus compañeros, guardias incluidos, para ver cuál sería la dirección a seguir sin preguntar a donde iban, aunque de vez en cuando echara un leve vistazo hacia atrás.- ¿Creéis que nos siguen? – Todavía no sabía si había sido buena idea dejar el baluarte a su nefasto destino a pesar de que había pocas posibilidades de salir con vida, suspirando resignada varias veces.

Paró ante la intersección, mirando a uno y otro camino esperando a que alguien se decantara. Al informarles que el ascenso era la salida dio un par de pasos hasta que comprobó que estaba sola, girándose hacia el resto.- ¿Ocurre algo? ¿No es por aquí? – Alzó una ceja esperando saber sus impresiones antes de mirar a Maurice.- ¿Puedes subir solo?