Partida Rol por web

El gran viaje había llegado.

Alexander y Marlen habían planeado el viaje de sus sueños: ¡toda una aventura romántica egipcia en el corazón del desierto!

La noche antes de la gran excursión, el matrimonio se citó con Howard y Naguib, los expertos que les acompañarían y asesorarían en el transcurso del tour.

El encuentro se produjo en un lujoso restaurante de la ciudad, todo a cargo de la cuenta bancaria del Sr. Sauke como era de esperar.

Aquella charla informal sirvió para que los integrantes de la expedición no resultasen ser simplemente cuatro personas totalmente desconocidas, además fue muy práctico saber cuál era la especialidad de cada uno de los profesionales.

Howard sería el egiptólogo, aquel que explicaría hasta el más mínimo detalle de las ruinas que iban a visitar; una pieza clave para gozar de una experiencia completa.

Naguib en cambio era el guía, el sabía moverse por el entorno, tenía los contactos necesarios para que aquella visita “extraoficial” contase con el respaldo de un buen fajo de billetes.

Tras la comida, tanto el recién estrenado matrimonio como los profesionales tuvieron que levantarse de sus asientos para ir a descansar.

Cada uno de los integrantes fue a su respectivo hotel…

La noche pasó rápida y silenciosa, casi inexistente puesto que la alarma despertó a aquellos que eran de sueño más profundo.

La hora de la excursión había llegado, se eligió una hora temprana porque era la más asequible en cuanto a presencia de otros turistas, el sobrecoste era fácil de asumir teniendo en cuenta las grandes ventajas.

En el punto de reunión estaba ya la furgoneta esperando; en ella Naguib y Howard se encargarían de recoger y llevar a los turistas al templo personalmente.

El viaje no sería demasiado largo, quizás unos 20-30 minutos con lo cual no había que relajarse demasiado.

30 de septiembre de 2018

Soy Naguib Mahfuz, natural de El Cairo, el último de una larga estirpe de guías en Egipto y así me gustaría ser recordado, como "El Guía", con mayúsculas. En mi familia hemos hecho de esta profesión todo un arte, mostrando este bello país. 

Mañana recibo a un nuevo grupo, y como cada noche previa al inicio me cuesta dormir. Siempre existe cierta incertidumbre por cómo serán, tenerlo todo atado y demás. El trato con el señor Sauke ha sido cordial desde el primer email. Se le nota que tiene el dinero por castigo, pero de momento no ha aflorado ningún tipo de soberbia o arrogancia, tan característica de la gente adinerada.

En Ruta Egipto nos caracterizamos por vender viajes únicos, diseñados a la carta para cada cliente, en el que nos adaptamos a su forma de ser, el ritmo que desean dar a la ruta, sus gustos, aficiones... mostramos a cada cliente el Egipto que quieren ver. Por desgracia, el 99% son meros turistas, que solo quieren ver la Gran Pirámide, la Esfinge o saber sobre la "maldita maldición" de la tumba de Tut-anh-Amon, hacerse una foto con el celular y subirla a sus redes sociales, obviando cualquier explicación que remedie su incultura.

No obstante, parece ser que el señor Sauke y la señora Márquez no son los clásicos turistas, sino viajeros, aventureros, con un verdadero interés en conocer la preciosa historia que estas tierras encierran y por tanto, nos enfrentamos al que parece ser una ruta de inmersión en el Egipto más antiguo.

Y esta sobremotivación me ha impedido conciliar el sueño aun más que en viaje "normal".

Mañana los recibiremos pero hasta entonces, intentaré conciliar el sueño en la suite del hotel Marriott Mena House, donde me alojo durante el viaje.

Menos mal que pude dormir algo en el avión de la empresa cuando nos dirigíamos a Egipto, porque una vez allí apenas pegué ojo. 

Llegamos a Egipto y, en cuanto bajamos del avión, noté un calor que me estremeció, un nuevo clima, una nueva cultura y unos paisajes totalmente nuevos, muy diferentes a los de la ciudad donde vivía, estaba emocionado por ver que nos depararía el viaje. 

Al salir del terminal, nos recogió un taxi que nos llevó al hotel, donde tuvimos tiempo de deshacer las maletas y descansar un poco antes de la reunión con los que serían nuestro guía y el experto que nos acompañaría. No sabía prácticamente nada de ellos, sólo por los emails que intercambiaba con el guía podía intuir que era alguien que no sólo sabía de lo que hablaba, sino que además disfrutaba hablando de Egipto y todas las opciones de rutas que podíamos disfrutar Marlen y yo.

Finalmente, la reunión fue muy bien, el restaurante era muy lujoso y amplio con lo que pudimos charlar tranquilamente sin tener que levantar la voz, y la comida espectacular. Fue muy interesante escuchar a Howard, nos hizo un pequeño resumen de lo que veríamos al día siguiente, dando nombres de dioses y faraones egipcios que, la verdad sea dicha, no me sonaban de nada.

Al terminar la cena y llegar al hotel, no pude dejar de pensar en el viaje que nos esperaba en unas pocas horas, tan nervioso estaba que me pasé toda la noche mirando el techo deseando que el tiempo pasara de golpe y sonara ya el despertador.

Podía ser esta vez. Si, así lo presentía Howard. Después de una década de trabajo incansable siempre en la sombra, preguntando, resolviendo puzzles, escudriñando desde los bajos fondos hasta en la alta sociedad, Howard había dedicado gran parte de su vida a resolver aquel misterio que ahora podía estar más cerca que nunca de ver la luz.

Debía admitir que, dados sus conocimientos y preparación, no era muy de su agrado ser "historiador de alquiler", pero era la única manara "invisible" a los ojos de las autoridades locales -siempre tan proteccionistas para con las investigaciones no deseadas- para poder seguir con sus indagaciones.

A pesar de todo, y de lo repetitivo que generalmente era el trayecto que iban a realizar, reconocía internamente que aquel matrimonio le había caido especialmente bien pues no se veían los típicos turistas ricos y engreidos si no, realmente, una pareja encantadora entregada a la aventura y, a la vez, al aprendizaje de todo aquello que les pudiera mostrar Naguib y explicar él. Además Howard estaba especialmente relajado en este viaje al contar precisamente con Naguib como guía, atento siempre de todos los detalles y conocedor de toda la zona a visitar como si de la palma de su mano se tratase.

El aire de la mañana era fresco y se notaba cierto nerviosismo como era habitual entre todos los presentes antes de empezar una ruta. Saludos cordiales y algun intercambio de palabras comentando el buen tiempo reinante hasta que todos se introdujeron en el coche. Viaje corto el que les esperaba. Pocos minutos hasta llegar a su destino. La señora Márquez ocupó el asiento de delante junto al conductor y detras, observando también cada detalle por la ventanilla, el señor Sauke, Naguib a la izquierda y Howard en el centro comentando de vez en cuando algun detalle de las calles que recorrian.

- Señores... -dijo Howard con voz firme mientras sujetaba con fuerza su pequeño diario repleto de anotaciones, dibujos y jeroglíficos en casi todas sus hojas- estoy convencido que esta va a ser una gran aventura llena de descubrimientos especiales. Tal como comentamos ayer en la estupenda cena a la que nos invitaron, pueden preguntar todo aquello que deseen. Les ruego que no sean tímidos. Y no se preocupen, si no sé la respuesta, trataré de averiguarla de algun modo. Tanto Naguib como un yo, estamos aqui para atenderles y presentarles... a la bella Egipto.... -Howard hizo coincidir estas últimas palabras con la salida del vehículo de la ciudad, mostrando la majestuosidad del paisaje que les rodeaba - Prepárense.... Retrocedamos en el tiempo.....El misterio nos espera...

Estaba tan absorto mirando por la ventanilla que apenas escuchaba las indicaciones del señor Howard. Había tantas cosas que observar en aquella ciudad que mis ojos no paraban de ir de un sitio a otro, viendo a la gente pasear por la calle, sus ropas y su forma de hablar entre ellos. 

Reaccioné cuando estábamos a punto de salir de la ciudad, miré al señor Mahfuz, estaba callado observando el paisaje tan absorto como lo estaba yo. Moví la cabeza intentando ver la cara de Marlen, sin parar de preguntarme si le estaría gustando el viaje y las vistas, pero no conseguí ver su cara en ningún momento, solo podía ver el respaldo de su asiento.

De repente, el señor Howard dejó de hablar, giré la cabeza hacia él y en cuestión de segundos volví a mirar por la ventanilla. No me había dado cuenta de que habíamos salido de la ciudad y ante nosotros se encontraba un vasto horizonte de arena, algo que había visto en muchas fotos sobre Egipto pero esta vez era distinto, estar allí viéndolo en primera persona era algo increíble, una sensación completamente diferente.

Hubo un largo silencio, que finalmente rompí con lo primero que me vino a la cabeza. 

- Imagino que uno nunca se cansa de ver estos paisajes, ¿no? - dije mirando hacia mi izquierda esperando a que el señor Mahfuz o el señor Howard respondieran a mi pregunta.

- Por supuesto que no señor Sauke, por supuesto que no - dijo Howard volviedo la mirada hacia su interlocutor - Uno nunca utiliza tiempo suficiente de su vida para observar la belleza salvaje del desierto de Egipto - se detuvo un instante meditando que decir acontinuación - En una ocasión dijo el arqueólogo Yahib Mis Lundaf "Mirad con ojos maravillados toda esta arena que os rodea, pues millones de estrellas en forma de granos la forman y cada uno de ellos oculta un pasado y esconde un misterio" - sonrió para si, pues gustaba mucho de utilizar citas, en demasiadas ocasiones inventadas, pero que sonaban bastante bien dichas a los oidos correctos - Señora Márquez, señor Sauke, miles de años nos observan, la historia está a punto de alzarse majuestuosa frente a nosotros, humildes siervos de Amhunaptra. Esta carretera es como el tiempo, y este vehículo que nos transporta, como una máquina del futuro que retrocede por él. Faraones y siervos, dioses y esclavos, todos la transitaron siglos antes que nosotros...y si prestan atención aún se puede sentir su energia en cada pliegue del camino..... - Howard guardó de nuevo silencio y su mirada volvió a perderse entre las dunas a traves de la ventanilla, mientras su corazón embravecía sus latidos con cada sacudida del aquel coche que les acercaba mas y mas a su ansiado destino.

Me quedé totalmente en blanco tras la respuesta del señor Howard, estaba claro que sabía muchísimo sobre la historia de Egipto.

Dirigí mi mirada hacia él y con un hilo de voz dije - Parece que contraté a la persona adecuada para este viaje - nada más terminar la frase, y sin esperar una respuesta por su parte, volví a disfrutar con las maravillosas vistas a través de la ventanilla.

Sonreí mientras escuchaba al señor Castle, cuan ciertas eran sus palabras. Guardé silencio unos minutos más antes de añadir:

Señor Sauke, señora Márquez, nuestro experto tiene mucha razón. Uno nunca se cansa de contemplar la majestuosidad de las arenas que rodean a El Cairo, por eso guardé silencio. Normalmente suelo ir narrando conforme avanzamos, salvo que la ocasión requiera de un total calma, como la que nos ocupa. Abandonar la ciudad y entrar en "la nada" es un momento que no debe de ser distraído con ningún comentario, por interesante que éste pueda ser. Hay pocos lugares en el mundo que provoquen esta sensación, encontrarse frente a Petra viajando por el cañón o atravesar el Glen Coe en Escocia, por ejemplo. Permitan que les felicite por haber vivido este momento sin, si me lo permiten, estropearlo con charla intrascendente.

Como pueden comprobar, hemos salido hacia el norte, y nuestro destino se encuentra a algo más de 70 kilómetros, el templo de Bastet en Zaqaziq. Mañana podrán rememorar este momento cuando salgamos hacia la visita obligada a las grandes pirámides y la escalonada de Zoser. Pero no me adelantaré. Disfrutemos del momento.

Todo esto dije con voz afable, lo cierto es que me cayeron muy bien tanto los clientes como el señor Castle. Me resultaba extraño no conocerlo, pues prácticamente había entablado conversación con todos y cada uno de los estudiosos del antiguo Egipto, pero supongo que ese detalle carece de importancia.

Finalmente, tras un buen rato de trayecto en coche con una música de fondo interpretada por explicaciones detalladas sobre lo que ibais a contemplar de manera exclusiva el viaje llegó a su fin.

El motor se detuvo y las puertas se abrieron, el sol estaba comenzando a salir y todo aquel que no hubiese ido preparado con ropajes cómodos y frescos iba a empezar a lamentar no haberlo hecho.

Los alrededores estaban tranquilos, no había nadie: ni otros turistas, ni guardias de seguridad ¡era todo un lujo!

Se podía observar que a menos de 300 metros estaba ya el acceso, sin lugar a dudas comenzaba ya lo bueno.

El resto del trayecto se tuvo que hacer a pie, no era cómodo pero si práctico teniendo en cuenta que no se debía llamar demasiado la atención: el lugar donde estabais ahora caminando estaba restringido a todo aquel no perteneciente a un grupo de arqueólogos de la nación.

Con mucho sudor en vuestra espalda, llegasteis a la entrada del templo; un lugar en ruinas cuyo atractivo era alto pero os dejaba una sensación de “no es lo suficientemente bueno por todo lo que he pagado”, lo cual incitó a que la expedición entrase en las ruinas a pesar de las advertencias del guía, quien sabía de sobra que aquel lugar era inestable para pies inexpertos.

Una vez dentro del templo se pudo observar que había mucha infraestructura que indicaba que era un foco muy activo de arqueólogos, algo que dejó intrigado al egiptólogo debido a que este templo no tenía tanto interés “histórico” como otros más cercanos a las principales pirámides.

Tras unos minutos de investigación, polvo y telarañas, el grupo descubrió un lugar que no parecía estar habilitado para su exploración, no había cuerdas de seguridad y mucho menos regularidad en el suelo, pero sí que había algo llamativo: un gran número de colgantes y baratijas de corte egipcia que estaban tiradas en el suelo como si alguien hubiese querido huir de allí con las manos llenas y se había dejado parte del botín.

De repente, Marlen se abalanzó a coger uno de esos colgantes ¡las joyas eran su perdición! Pero nunca aquella frase iba a cobrar tanto sentido, pues tras tocarla todo comenzó a temblar. Un escalofrío recorrió todo vuestro cuerpo mientras intentabais entender qué era lo que estaba pasando ¿un derrumbe? ¿El lugar no era seguro?

Apenas pasaron unos segundos cuando todo el suelo que había a vuestros pies se desmoronó como si fuese azúcar, provocando que vuestros cuerpos cayesen al vacío de una manera que jamás habíais sentido antes.

Todo estaba oscuro y la incertidumbre sobre lo que iba a pasar después era totalmente desconcertante.

La caída terminó en un golpe seco, un doloroso golpe que os recordó que algo iba mal, exageradamente mal.

¿Qué demonios había pasado? ¿Dónde estabais? ¿Formaba parte de la excursión turística?

Muchas preguntas se formaban dentro de vuestras cabezas, pero el aire espeso os hizo daros cuenta de que esta situación no parecía planeada. Un ambiente asfixiante os rodeaba...

Naguib estaba intentando encender una de las antorchas que siempre se llevan encima para iluminar las excursiones y adentrar a los visitantes en el ambiente místico, pero algo les decía que esta vez todo iba a ser distinto.

La luz del fuego mostró una imagen aterradora: cerca de vuestra posición encontrasteis lo que serían los restos del cadáver de una persona que a saber cuánto tiempo llevaría ahí muerta ¿falleció por la caída? ¿O por otro motivo? 

Poco tiempo pasó antes de que uno de ustedes registrase los restos para comprobar si había algo útil, obteniendo una respuesta que os dejó más intrigados: un mapa.

Se podía comprobar que el mapa estaba hecho a mano, con anotaciones misteriosas que intentaban “organizar” lo que allí se veía ¿significa que existía la posibilidad de encontrar una salida?

Acababa de comenzar la aventura de sus vidas; una carrera por la supervivencia mientras el miedo a lo desconocido envuelve al grupo.

¿Resolverán el gran misterio?

¡¡¡Ough!!! - exclamé tras caer de mala manera en el duro suelo. Afortunadamente, lo hice sobre un pequeño montículo de arena que amortiguó en parte la caída. Tras hacerme un rápido y seguro diagnóstico, comprobé que solo tenía una contusión en el brazo izquierdo. No era la primera vez que me despeñaba explorando, pero nunca fue tan grave ni tan repentina como ésta.

Al aire esta enrarecido, aun así, lo primero que hice fue tratar de encender una antorcha para poder hacerme una idea de donde habíamos caído, y sobre todo para tranquilizar al resto, pues tan solo escuchaba respirar de manera agitada y algunos gemidos y yo era el responsable de su seguridad, por mucho que la señora Márquez se hubiese lanzado a coger algo que no se tenía que haber planteado ni tocar. La calma era brutal, casi se podía tocar, como si el silencio fuese más denso que el propio aire.

Tras encender una antorcha, mis ojos expertos se pararon en un cadáver que había a muy pocos metros... a pesar de haberme arrastrado por oscuros y claustrofóbicos corredores, saber controlar los nervios en lugares cerrados y opresivos, acostumbrado a ambientes enrarecidos y demás, no pude contener un estremecimiento y sufrir una leve parálisis...

Cuando volví en mí estaba en el suelo tirado, con los brazos y piernas llenas de arañazos y un fuerte pitido en los oídos, pero no parecía que fuera nada especialmente grave.

Incorporé la cabeza para ver dónde estábamos, pero no vi nada más que una sala oscura. No recordaba lo que había ocurrido, estábamos andando por un pasillo y de repente me había despertado en el suelo de aquella sala.

Cuando recuperé un poco las fuerzas, respiré hondo (todo lo que pude con un aire tan enrarecido), y me levanté del suelo. Empecé a dar pequeños pasos con lo brazos extendidos para evitar chocar con cualquier cosa que hubiera en la sala. El pitido en los oídos empezó a disminuir y pude escuchar respiraciones y gemidos, traté de ir hacia ellos con la esperanza de llegar hasta Marlen, o hasta alguno de los expertos que estaban con nosotros, pero no tuve éxito.

De pronto, una luz me cegó, mis ojos se habían acostumbrado a la oscuridad después de estar un periodo de tiempo tan largo en aquella sala. Era el señor Mahfuz, había encendido una antorcha, lo que nos permitió ver donde estábamos y tener una mínima esperanza de poder encontrar la forma de salir.

- ¿Qué... qué a pasado? - pregunté mientras avanzaba lentamente hacia el señor Mahfuz. - ¿Dónde estamos? - dije esperando una respuesta que no llegó.

Me di cuenta de que ni siquiera estaba escuchándome, estaba mirando fijamente algo que estaba tendido en el suelo delante de nosotros, me acerqué un poco más para saber que era aquella cosa y de golpe entendí porque el señor Mahfuz estaba paralizado, era una persona, o mejor dicho los restos de una persona.

Un escalofrío recorrió mi espalda, me giré lo más rápido que pude y empecé buscar Marlen, no sabía cómo habíamos llegado allí, ni lo que tendríamos que hacer para salir, pero en ese momento sólo quería encontrarla y comprobar que estaba bien.

No veía nada. No escuchaba nada. Casi no podía respirar. Sólo recordaba que iba a comentar a la señora Márquez que no era nada habitual que aquellos tesoros se encontraran tan a la mano de los visitantes, para luego añadir a que dinastía podian pertenecer, cuando todo tembló a su alrededor y ya no hizo pié. Aferró su pequeño diario con fuerza en un acto reflejo y empezó la caida no exenta de volteretas y revolcones, giros y golpes que acabaron con la cabeza de Howard metida en un montículo de arena y su trasero en una posición no muy decorosa para una persona de sus estudios y educación, mientras a cuatro patas forcejeaba para librarse de aquella improvisada prisión que limitaba todos sus sentidos. Apoyando las manos en el suelo y con un fuerte empujón finalmente lo logró, sacando de golpe la cabeza mientras resoplaba como un cerdo al que iban a deshollar, expulsando arena por todos los orificios de su cara. Trató de serenarse. Ni la mismísima Okhetra de la segunda dinastía habría pasado por tales suplicios, pensó Howard.

Es esas cábilas andaba su mente cuando una luz lo cegó. Era una antorcha que se encendía cerca de él y que, por fin, pondría algo de luz, nunca mejor dicho, a todo aquello que les estaba ocurriendo. Nada paga estos imprevistos - llegó a pensar Howard por un instante, justo antes que sus ojos se fueran aclimatando a la luz de la antorcha y, justo a su lado, viera lleno de tierra y con algún orificio antes inexistente, su viejo sombrero. Palpó tormenente con la mano derecha, lo cogió y se lo puso sin pensarlo. Pequeñas cataratas de tierra recorrieron su rostro, pero sus ojos, aún medio cegados por la arena de la caida y por la arena que vertía lentamente el sombrero, casi no parpadeaban. Su mirada se había cruzado con la del señor Sauke y tras seguir hacia adonde apuntaban sus ojos...... descubrió el cuerpo.

Se notaba magullado, dolorido, pero tenía que verlo de cerca. Aun jadeando por la fuerte caída y muy torpemente logró ponerse en pie. Le llovía arena por todo el cuerpo. Pese a todo, y haciendo caso omiso a este pequeño inconveniente, Howard se acercó a lo que quedaba de aquel pobre desdichado, mientras a su lado pasaba el señor Sauke que parecía buscar algo con desesperación. Se acercó al cuerpo, dejó caer su peso de rodillas y lo escudriño con detenimiento bajo aquella luz tan danzarina. Tosió varias veces, intentó aclarar su gargante y finalmente habló con voz trémula....

- Parece que no hemos tenido suerte - dijo alzando la vista hacia el guía - no es una momia.....

Poco a poco fui volviendo a la conciencia. Parecía que había dejado atras ese primer estado de shock y comenzaba a percatarme de ruidos alrededor.

¿Están todos bien? - dije sin volverme - ¿Señor Sauke? ¿Señora Márquez? ¿Howard?

¿Qué es eso? - pensé mientras veía semienterrado lo que parecía ser un mapa del yacimiento

Busqué desesperado por toda la sala cualquier pista sobre Marlen, escuchando de fondo al señor Howard hablar, hasta que al fin mis ojos se posaron en un montón de escombros. Me acerqué a el y empecé a levantar piedra tras piedra hasta descubrir el rostro de Marlen.

- No... no no no - susurré mientras quitaba el resto de piedras que cubrían su cuerpo. - No me dejes, no me hagas esto - dije alzando la voz, con la mirada fija en sus ojos iba notando como los míos se cargaban de lágrimas. Me encontraba arrodillado justo a su lado, intentando liberar su rostro de arena, limpiándola de sangre y retirando algunos de sus cabellos oscuros que, tras la caída, habían cubierto su cara.

No aparté la vista de Marlen con la esperanza de que abriera los ojos de golpe y todo quedara en un susto, una pesadilla pasajera, pero en el fondo una parte de mí tenía claro que ya no volvería a abrirlos. Mientras esperaba un milagro, me vinieron a la cabeza las palabras del señor Howard. - ¿Suerte? ¿Hablas de suerte? ¿Eres capaz de bromear sobre momias en un momento así? - dije mirando al experto, para a continuación guiar mi mirada hacia el señor Mahfuz, que estaba indagando en un trozo de papel que había encontrado por el suelo. - ¡Venid, rápido, ayudadme! - añadí casi gritando.

La desesperación en las palabras del señor Sauke me hicieron abandonar definitivamente el estado de estupor en que me encontraba y corrí hacia él.

¿Qué ocurre? ¿Se encuentra bien? - pregunté, aunque rápidamente me di cuenta de que sujetaba la fláccida mano de su esposa mientras las lágrimas corrían por sus mejillas - ¡Por díos! ¡No!

Howard se volvió y miró con estupor desde su posición arrodillada el rostro del señor Sauke. No podía ser cierto. No podía estar sucediendo aquello. Resolló una vez mas mientras se ponia en pie tambaleándose. Ràpidamente se acercó a aquel montón de piedras, guardó en un ràpido movimiento su pequeño bloc de notas en el bolsillo de la chaqueta y, sin pensarlo dos veces, empezó a retirar los escombros que semienterraban el cuerpo de la mujer.

- ¡No pude ser! ¡No puede ser! - dijo mientras jadeaba retirando piedras sin descanso - ¡Señora Márquez, señora Márquez , por Ramses II! ¿Me escucha? ¿Puede oirme? ¡Tranquila, estamos a su lado! ¡La vamos a sacar de ahi!

El señor Howard vino corriendo y se arrodilló frente a mí dejando, entre medias de ambos, el cuerpo de Marlen. Al momento, trató de reanimarla, pero sin éxito.

Mientras, el señor Mahfuz se acercó lentamente y se quedó mirándonos a Marlen y a mí, no entendía por qué se había quedado parado allí, y por qué no me ayudaba.

Giré el cuello hacia él para poder mirarle a la cara y tragué saliva. - Por favor señor Mahfuz, por favor ayúdenos. - dije con la voz entrecortada y con lágrimas resbalándose por mis mejillas. - Intente ayudarla, tendrá un botiquín o algo así, ¿no? - a pesar de que insistía en buscar ayuda, en el fondo sabía que ya era tarde y que no despertaría.

No obstante, me quedé mirando fijamente al señor Mahfuz, solo parpadeando cuando mis ojos se llenaban de lágrimas, esperando una respuesta por su parte.

¿Qué puedo hacer, señor Sauke? - Dije arrodillándome junto al señor Castle y apartando algunos cascotes que había sobre el cuerpo de la señora Márquez -

Observé un bulto antinatural que sobresalía de sus cabellos oscuros, el golpe tuvo que ser brutal. Comprobamos que no respiraba a lo que añadí:

Señor Sauke, por favor, ábrale la camisa e intentemos reanimarla, apenas si ha pasado un minuto - acto seguido abrí rápidamente mi mochila para hacer un rápido inventario, solía llevar encima siempre mi jeringa con insulina, que no creo que sirviera de mucho, algún paracetamol, esparadrapo y gasas... poco más - ¿alguno sabe si una dosis alta de insulina puede hacer efecto parecido a la adrelanina? 

Notaba como la desesperación se adueñaba de todos nosotros...