Partida Rol por web

Jatum ya casí no recordaba donde estaba al amanecer, le pasaba mucho. Se despertadaba y creia que estaba en casa. Pero su casa y sus gentes habían sido destruidas hace años por un ejerccito invasor, y todo paso mientras él estaba fuera haciendo su vida. 

Se estiro y fue a hacer las cosas que los barbaros hacen a primera hora, dejando al aire su blanco culo. Unos cuantos minutos mas tarde volvio hasta donde estaba el grupo. 

Sera mejor que nos movamos temprano hoy, no vaya a ser que estemos una semana en este dichoso pantano. 

De un salto subio al bote y vio al terco animal allí, hizo una mueca, y luego se acomodo en los remos. 

Salimos en un minuto. Arriba esos culos viejos o emplumados. 

En cuanto los compañeros se hubieron metido dentro empezo a remar, la zonas que les quedaban por recorrer no eran muchas, así que el sur este era tan buena opcción como la otra, y allí se dirigio. 

—Madre mía. Estamos con los nervios... —Reconoció el mago en cuanto divisó al micho— Definitivamente necesitamos un descanso... Aunque quiero pensar que hemos terminado con esto. Un cocodrilo gigante, un árbol agresivo... ¿Qué será lo siguiente? ¿Tendrán los champiñones algo que ver con esto?

Todas estas eran preguntas al aire que no obtendrían respuesta en aquel momento. Desechando sus pensamientos se arrebujó próximo a la fogata e intentó dormir.

El sueño fue reparador, se sentía a tope de energías y de los golpes tan sólo quedaba el recuerdo en forma de cardenales morados.

—Vamos Jatum. Marchemos a donde digáis.

Todos os subís al bote y observáis que Hlaupa ha tomado confianza con vosotros, pues está la mar de tranquilo en su rincón de la barca.

Una vez más, con Jatum a los remos y guiándoos con el tosco mapa de Katán, llegáis a buen ritmo hasta la zona Sureste. Esta forma parte del lado más oriental del pantano, y su proximidad al mar se ve reflejado en el terreno. Apenas hay zonas de tierra firme, la mayoría está inundado y los escasos islotes dan la impresión de ser un cúmulo de barrizales.

Después de un rato explorando el lugar, no encontráis nada que os llame la atención. Todo parece tranquilo y normal allí. Demasiado tranquilo, por supuesto, pero ese es el motivo de vuestra investigación. Decidís seguir adelante para aprovechar lo máximo posible las horas diurnas, poniendo rumbo hacia el norte, y así visitar la última zona que os queda por inspeccionar, el Noreste.

La geografía de esta parte es igual a la que habéis dejado atrás. Casi todo es agua, barro, cañaverales y otros arbustos que surgen de las profundidades.

De repente, mientras os mecéis lentamente en las pantanosas aguas, algo que en un primer momento habíais tomado por una masa de tierra, se alza dando forma a una monstruosa criatura. Mientras todavía gotea barro y agua de su enorme cuerpo, os clava la mirada con unos ojos sin vida y extiende su garra señalándoos.

-¡AAAAMIGOOOOS! ¡NUEVOS AMIGOS! 

Como si estas palabras hubiesen sido una orden, escucháis un rumor creciente, y por detrás de aquel ser aparece un enjambre de mosquitos gigantes que comienzan a sobrevolar su cabeza.

-JUGAD CON ELLOS. VAMOS.

El enjambre se abalanza sobre vosotros con gran velocidad. Nunca habíais visto mosquitos de este tamaño, similar al de una rata. Hay decenas de ellos. En un abrir y cerrar de ojos, mientras adoptáis una postura de ataque como podéis en el bote, ya los tenéis encima intentado sustraer vuestra jugosa sangre. Hlaupa se esconde debajo de los trastos.

Jatum nota que uno de ellos le da un buen aguijonazo, igual que Egror. Artemius y Nails, en cambio, son víctimas de dos mosquitos, llevándose el pátido  la peor parte.

Mientras tanto, el monstruo os observa desde la distancia, y comienza a dar torpes palmas con sus grandes manos.

El enano nunca había visto mosquitos, si es que se los podía llamar así, de ese tamaño. El enjambre, aunque dado el tamaño de sus integrantes estaba pensando en considerarlos más bien una bandada, se avalanzó sobre ellos, clavando sus aguijones con saña

- Ah no!. nadie le saca sangre a un enano sin pedirle permiso - exclamó mientras, a duras penas, intentaba ponerse de pie en el bote que no dejaba de moverse. Sin equilibrio, malhumorado y tratando de evitar las picaduras, movió su arma sin demasiada precisión, esperando que el filo del hacha acertara a alguno de los insectos super-desarrollados por de casualidad si no podía ser por pericia

- Creo que encontramos el problema del pantano! - no puedo menos que agregar mientras trataba de evitar nuevos ataques colocando el escudo sobre su cabeza.

¡Quack! Maldita sea -  dijo el pátido notando un daño agudo en sendas picadas de mosquito. Y para sumar dificultad el bote se mecía como si fuera una maldita mecedora. Así que reaccionó. Hacer algo antes de pensar le había servido tantas veces para escaquearse de problema es como para tenerlos. Pero seguía vivo. Así que sin pensarlo sujetó la ballesta, la cargó y disparó hacía uno de los mosquitos y cuando la balsa lo empujo hacía el agua se dejó caer. Había vivido toda su vida en un pantano y sabía que si saltaba aún colocaría con más problemas a sus compañeros, un par de patas menos en la embarcación les daría más espacio para mover las armas y la estabilidad sería mejor sin él. Así que por un momento pensó que había tomado la buena decisión. Él podía luchar des del agua tan fácilmente como des del bote, solo le molestaba que sus cosas que llevaba encima se mojarían.

La barca tambaleaba debido a los bruscos movimientos que la tripulación del bote hacía, el anciano mago se aferró al borde para evitar caer al agua. Probablemente estaría helada y sería terrible para su reúma así que no era una opción alentadora. Dos pinchazos revelaron que aquella decisión de aferrarse a la embarcacion con tanta fuerza no habría sido la mejor de las decisiones.

Aquellas criaturas estaban resultando molestas y difícil lo tendría para acabar con todas. Algo parecía comandarlas así que a ello decidió encararse.

—¡Aparta Egror! —. Le gritó al tiempo que invocaba una nueva bola de fuego, tan grande como la que había convocado hacía ya un día.

Jatum se puso en pie, y no fue el unico, tanto vaiven no le hacia las cosas faciles, y menos contra insectos con aquella capacidd de movimiento aero. Aun así su arma se movio varias veces por el aire, o bien conseguia herirlas, o al menos esperaba espantarlas. 

Pero era consciente de que aquel ser del pantano que las comandaba de manera infantil era su verdadero enemigo. Aunque no podia centrarse en mirarlo con aquellas sanguijuelas voladoras tan cerca de si mismo. 

Tanto Jatum como Egror tienen problemas para mantener el equilibro en el bote, y eso dificulta sus ataques que cruzan el aire sin conseguir golpear a los mosquitos.

Nails, en cambio, aguanta mejor sobre la barca, pero el disparo de su ballesta sale desviado. Seguidamente salta al agua, donde podrá desenvolverse mejor gracias a sus cualidades.

Por su parte, Artemius se incorpora manteniendo los pies firmes y gesticulando un hechizo de bola de fuego que impacta en uno de los mosquitos reduciéndolo instantáneamente a cenizas. El otro resulta chamuscando parcialmente, que huye con un ala todavía prendida.

Los mosquitos que tenían encima Jatum y Egror continúan atacándoles. Al primero consigue herirle uno de ellos, pero el enano hace buen uso de su escudo, impidiendo que le alcancen esta vez. Mientras tanto, a Nails le han seguido los mosquitos que le acosaban, y le atacan, hiriéndole levemente uno de ellos.

Hay muchos más mosquitos zumbando sobre vosotros, y pronto otros ocuparán el lugar de sus compañeros caídos.

El enorme ser sigue observándoos desde la distancia, con una actitud ajena a lo que está sucediendo allí.

-¡MUCHO DIVERTIDO, MUCHO DIVERTIDO! AMIGOS PASARLO BIEN, SÍ? AMIGOS NO MARCHAR COMO LO HICIERON LOS OTROS, VERDAD?

El enano observó la cantidad de mosquitos y fue consciente, para su pesar, que no podrían acabar con todos ellos y después enfrentarse al inmenso ser que los guiaba.

Malhumorado comenzó a despotricar contra si mismo por haber aceptado un misión que no estaba resultando tan sencilla como creía que podía ser y contra toda la situación que lo había llevado estar en la situación en que estaba - Malditos mosquitos, maldito viejo que no sabe cantar, malditos hongos, maldit... - repentinamente se detuvo. Algo hizo click en su cabeza y mientras recordaba la escena de los hongos "pidiéndole" al anciano que prendiera su apestoso cigarro.

- Eso es! - murmuró mientras dejaba caer el hacha en el asiento de la barca y usaba su mano libre para aferrar los cigarros que les había dado su empleador - El humo, eso los espantará - avisó a sus compañeros poniéndose uno de los cilindros de papel en la boca y rogando no tener arcadas al encenderlo - Uds. también enciéndanlos - propuso dejando el resto de los cigarros en el medio del bote y encendiendo el que tenía en su boca lo más velozmente posible - Cof! Cof! Esto es... cof!... horrible - se lo escucho murmurar mientras intentaba lanzar el humo de su cigarro sobre la nube de mosquitos que lo rodeaba

¡Quack¡ - El pátido tenía que hacer un esfuerzo para no llorar. Le dolía todo, ahora en el agua había recibido menos daño, pero el primer ataque había sido demoledor y empezaba a ser consciente de su daño. Así que alzó la mirada hacía el monstruo y de repente se dio cuenta que les hablaba. Así que decidió hacer una jugada arriesgada. A fin de cuentas, su muerte parecía certera tal como estaban las cosas. Así que sin dudar un solo momento disparó su ballesta hacía uno de los mosquitos y se desplazó rápidamente hacía la mole de barro quedándose entre la mole y la barca. – Me llamo Nails Bourbon, de la buena quack rama de la quack familia de Vallealto, te saludo. – Dijo casi gritando – Me gustaría quack presentarme adecuadamente, pero estos quack mosquitos – dijo señalándolos – No nos quack permiten hacerlo, si quieres que seamos quack amigos tuyos y que nos quack vayamos, ¡apártalos quack de nosotros! O te quedarás solo de nuevo. - Nunca había estado orgulloso de sus habilidades bélicas, pero quizás su metafórico pico de oro le ayudaría una vez más. 

Aquellos mosquitos desgraciados se habían vuelto a interponerse en su camino. Debía acabar con aquella criatura de gran tamaño que entendía por diversión destrozar a todos cuanto intentaban pacificar aquel pantano. Aquella cosa que habitaba en aquel pantano no era cosa buena y parecía ajena a todo cuanto allí sucedía

—¡No es momento de negociar, no atiende a nada! ¡Empuja la barca, en tierra tendremos más posibilidades!— Gritó el anciano al pátido quién parecía haber escogido un momento inoportuno para entablar amistad con... eso.

Y sin esperar a tocar la orilla, volvió a convocar todo el calor de su cuerpo para invocar una nueva bola de fuego... Más grande que la anterior.

Jatum solto el arma al lado del hacha, cogio el puro apestoso e imito a su compañero enano. No estaba seguro de que aquel absurdo plan de ahumar a los mosquitos gigantes con humo fuera a dar resultados, pero no perdia dana intentandolo. 

Mientras expulsaba todo el humo que podia, se sento a los mandos de aquella triste barca y empeo a remar. El mago sugeria que fueran a tierra firme, pero no habia un maldito lugar donde apearse. Los pocos lugares eran barrizales que tenian peor estabilidad siquiera que la barca. 

Nails intentaba salir de aquello hablando. El pajaro siempre era capaz de sorprenderle en los momentos mas complicados. 
Pero el tambien habia trazado un plan, tosco, pero esperaba que efetivo. 

Fue remando hacia la cabeza pantanosa, y en cuanto estuviera a su alcance iba a golpearlo con todo lo que tuviera mano. Espada, remo, el enano. Lo que hicera falta para que dejara de comandar aquellas alimañas infernales que no paraban de aguijonearlo. 

Jatum escuchó la sugerencia de Egror, que fue raudo a por los cigarros de Katán, e hizo lo propio. Ambos sacaron un par de la mochila y comenzaron a encenderlos chasqueando un pedernal.

Mientras tanto, Nails disparó su ballesta derribando a uno de los mosquitos que le acosaban. A continuación, se acercó valientemente a la criatura y trató de parlamentar con ella. Al principio, la enorme mole lo miró con extrañeza, pero las últimas palabras del pátido terminaron por encajar las piezas en su pueril mente.

-¿APARTARLOS? ¿A LOS BICHITOS? O SI NO QUEDAR SOLO DE NUEVO...

Entonces Artemius lanzó una nueva bola de fuego que alcanzó al monstruo y le hizo encogerse ligeramente, como cuando recibes un pellizco molesto. En ese movimiento desveló que en una parte de su costado también había impactado parte del otro proyectil del mago, aunque ni siquiera se inmutó. Sin lugar a dudas este era un ser de una extraordinaria resistencia.

El humo de los cigarros prendidos por Jatum y Egror empezó a surgir en todo su desagradable olor e intensidad. Aquello sabía a rayos, pero el plan del enano surtió efecto, y los mosquitos comenzaron a dispersarse tratando de escapar del humo.

Sin dejar de fumar, Jatum tomó los remos y se aproximó a la criatura, colocando el bote al lado de Nails. Su idea era atacar al monstruo en cuanto lo tuviese al alcance, pero sucedió algo que frenó esas intenciones.

-AHORA MÍ ENTENDER. TODOS SE FUERON POR CULPA DE LOS BICHITOS. ELLOS HACER DAÑO. ELLOS ESPANTAR. ¡NO, NO, NOOOO!

El ser extendió sus brazos atrapando y aplastando a cada mosquito que intentaba alejarse del humo. Hacía gala de una destreza sorprendente teniendo en cuenta su envergadura. Sus manos eran tan grandes que podía agarrar hasta casi media docena de una vez, y no paró hasta acabar con todos ellos. Algunos cayeron sobre la barca y otros al pantano.

Seguidamente se acercó a vosotros.

-COMETÍ ERROR. CUANDO LLEGARON LOS BICHITOS, MÍ CREER QUE ERAN AMIGOS Y JUGAR CON LOS DEMÁS, PERO NO SER ASÍ.

Hizo una pausa, y dio la impresión de lanzar un suspiro.

-YA NO HABER MÁS BICHITOS. AHORA PODRÁN VOLVER TODOS A GLITCHEGUMEE.

Alzó la cabeza y miró hacia arriba. Entonces os percatáis de que hay una mariposa que comienza a revolotear a su lado. El monstruo alza un brazo y extiende un dedo sobre el que se posa el insecto. Tras unos segundos, la mariposa emprende el vuelo de nuevo.

-SÍ. PRONTO TODO SERÁ COMO ANTES...

Estas son las últimas palabras de la criatura, la cual se gira y comienza sumergirse en las profundidades oscuras del pantano. Tras de sí quedan unas burbujas que cesan en un momento. A vuestro alrededor ya sólo hay silencio de nuevo, y Hlaupa asoma la cabeza desde debajo del equipo.

El pátido vio la reacción del monstruo a sus palabras, sino que contemplo con placer como de uno en uno o de cinco en cinco, los mosquitos eran exterminados. Y en ese momento fue consciente que una batalla directa con esa entidad hubiera sido la muerte, la muerte para todo el grupo. Aunque el alivio llegó cuando el monstruo o quizás dios del pantano “cuando intentara vender la historia a un trovador, diría dios, sin duda” se dio la vuelta sin reclamar su amistad. Cuando había tomado la delantera para intentar parlamentar con el ente tenía miedo que tuviera que quedarse a ser el amigo de esté por el resto de su vida. Pero por suerte parecía que este no era su destino. Así que, dado que Jatum se había acercado tanto, tiró la ballesta dentro del bote y seguidamente subió.

- Con quack vosotros, no hay forma que uno se quack aburra – dijo como si ellos fueran el origen de caos y problemas del grupo, aunque normalmente era el mismo quién les colocaba en las situaciones más delicadas posibles y su actitud solo hacía que empeorarlas – Ergor, ahora si quack aceptaría de buen grado el puro ese… - comentó mientras se quitaba la mojada ropa con el pudor típico de los pátidos, es decir, ninguno. Quedando a la vista sus impermeables plumas blancas.

Tratando de disfrutar el a todos luces desagradable aroma del cigarro, Egror respiró (o más bien boqueó desesperado por un poco de aire fresco) más aliviado al notar que los mosquitos empezaban a retirarse "Lo sabía" se planteó a si mismo, orgulloso de su idea, Mientras el bote se acercaba, observó al pato y tomó su hacha, dispuesto a vengarlo en cuanto el montón de barro se cansara de su cháchara.

Para su sorpresa, no tuvo necesidad de utilizar su arma, sino que el monstruoso ser escuchó a Nails y, contra todo pronóstico se sintió dispuesto en su favor "Esto es algo único, esperemos que ahora no le quiera vender nada" no pudo menos que preocuparse mientras bajaba su arma y, aunque mantenía el escudo alzado se interesaba en las palabras del que, aparentemente, había sido el origen del problema

Las palabras finales del barro viviente, y su desaparición entre las aguas malolientes del lugar le dejaron una sensación agridulce. Dulce por seguir vivo y haber cumplido su tarea, pero agria en cuanto que habían perdido la ocasión de enfrentarse a quien, a todas luces, los superaba en tamaño, fuerza y resistencia.

- Misión cumplida - terminó comentando, tras decidir que seguir vivo era más importante que vencer en un combate imposible

- Toma y disfrútalo - sonrió mientras le lanzaba un puro al pátido - Si es que puedes - Para su sorpresa luego de varias pitadas el aroma no le resultaba tan desagradable. Quizás estaba perdiendo el gusto y el olfato, O quizás solo se tratase de la reacción ante lo que habían pasado.

—Esto es, cuanto menos extraño— reconoció Artemius quién a pesar de su aspecto venerable no parecía ser capaz de entender nada.

—Creía que era este gigante el que movía todo esto. Sin embargo no entiendo la relación de los mosquitos con el tronco y el humo aquel. Sin embargo... No voy a ser quién se complique más de lo necesario —reconoció finalmente antes de cambiar de tema por uno más agradable y más simplón:

—Deberíamos volver a por la recompensa amigos.

Jatum soltó los remos en un ufano intento de buscar la confrontación y al instante la magia del pájaro loco hizo su aparición, y los filos de la espada y el hacha de Egror, y las bolas de fuego habían hecho reaccionar a aquella monstruosa criatura del pantano.

Y contra todo pronostico las palabras del patido surtieron efecto. Como era aquello posible. Los bichos busca sangre morían a decenas de manera rauda, y sin contemplaciones la criatura se deshizo de los que hasta hacia solo unos instantes eran sus aliados.

Y para mas inri, el ser se explico, y luego se marcho. Pero qué sarta de brujería les habían echado. Miro el puro, quizás estaba bajo los efectos de alguna potente droga.

Es que en aquel pantano no había nada que tuviera sentido.

Durante un rato el bárbaro solo pudo dejar su cara con una mueca estupida de perplejidad y asombro absoluto. Se le escucha murmurar cosas tales como:

Y los mato de doce en doce, y el pato se pone a hacer amigos, los puros espantaban a los bichos.

No consiguieron mucho de él durante bastantes horas, era capaz de remar de vuelta a la casa del viejo Katan, pero era imposible sacarlo de su estado mental. Aquella aventura de dos días había acabado con la poca cordura que le quedaba.

Algo confundidos (tratando de asimilar todavía los acontecimientos), pero victoriosos, navegáis sin problemas de vuelta a la choza de Katán. Entre que conocéis el terreno y que os espera una jugosa recompensa al llegar, cruzáis el pantano con gran rapidez.

Encontráis a Katán reparando el embarcadero que destrozó el cocodrilo. Tan pronto os ve, se incorpora y os saluda con alegría. 

-Qué bien que hayáis vuelto. Esta mañana empecé a dudar si volveríais. No me entendáis mal, confiaba en vuestras habilidades, pero este dichoso pantano puede ser muy peligroso. En fin, ¿Qué me contáis? ¿Habéis averiguado algo?

Antes de que comencéis a explicaros el anciano se percata de que os acompaña Hlaupa. Con efusividad, se acerca a él y lo abraza como un niño a un muñeco de trapo. El gato, sin embargo, se muestra tan indiferente como siempre.

Exponéis con todo detalle vuestras aventuras estos dos días. Especialmente Nails toma la palabra con su retórica y grandilocuencia habituales. Además, acompañáis el relato mostrando los cuerpos de algunos mosquitos muertos que cayeron sobre la barca.

Katán no da crédito. La mayor parte del tiempo os escucha con la boca abierta, dejando ver su fea y escasa dentadura. No obstante cree cada palabra que decís. De alguna forma para él aquello es un relato verosímil, quizá por lo que está acostumbrado a vivir en el pantano.

-¡Viva! ¡Bravo! Sin duda sois unos héroes merecedores de una recompensa. Acompañadme.

Seguís al viejo hasta un ahumadero para secar pescado, carne y hojas de tabaco, que tiene a un lado de la choza. Katán se agacha y levanta un par de tablas del suelo y del fondo sustrae con esfuerzo un pesado cofre. Lo abre y observáis en su interior cuatro sacas de tela.

-Ahí lo tenéis. Cada saca tiene 100 monedas de oro. Podéis contarlas. Ah, y también tengo lo que me pedisteis.

Cerca del ahumadero tiene colgada la piel de cocodrilo. Katán la descuelga y hace una comprobación de su estado.

-Podéis llevárosla. Os recomiendo que la dejéis secar unos cuantos días más y quedará perfecta.

Os abraza uno a uno a modo de despedida.

-Gracias por todo amigos. Si alguna vez volvéis a pasar por aquí, no dudéis en hacerme una visita. Tendréis un lugar donde dormir y una comida caliente que degustar. Además, si todo va bien, habrá vuelto la vida al pantano y será mucho más bonito de ver. Bueno, todo lo bonito que se puede esperar de este fétido lugar, ya me entendéis, ¡JAJAJA!...

La estridente risa de Katán os acompañará en vuestra partida. Han quedado muchos enigmas por averiguar. ¿Cuál es el origen de ese monstruo del pantano? ¿Y de los mosquitos? ¿Y de los champiñones? ¿Y ese árbol embrujado? ¿Tendrán relación algunas cosas con otras?

De momento son misterios que podréis contar en vuestros relatos de taberna. Quizá algún día, si volvéis por estos lares, tengáis nuevas oportunidades para investigarlos. Lo que está claro es que vuestra hazaña también forma parte ya de la leyenda de Glitchegumee.

- Yo... - el enano permaneció callado un momento tratando de buscar las palabras adecuadas - Supongo que en algún momentos pasaremos de nuevo por aquí - terminó reconociendo.

- Espero que el lugar mejore sin esos mosquitos pero creo que, más allá del pico de oro de Nails - comenzó mientras señalaba a su compañero - lo que nos ayudó fueron esos cigarros -

- Será mucho pedir que nos... me... dejaras algunos más. Estoy dispuesto a dejaros algunas de estas monedas a cambio de ellos - se explicó mientras tocaba la bolsa que acababa de recibir - Una vez que uno se acostumbra no son tan fuertes como parecen -

Katán sonríe y le entrega a Egror cinco de sus cigarros antes de despedirse.