Partida Rol por web

—Ruego que me disculpen por no presentarme, soy Umatsu abad de este humilde lugar dedicado a honrar a los kamis de esta montaña —dijo realizando una leve reverencia sin despegar sus manos, al fijarse en éstas se fijaron en un rosario que las rodeaba en el que no habían reparado en la oscuridad del exterior. Sus ojos estaban cerrados en un rostro que emanaba bondad pura, sin embargo parecían estar estudiándoles.

—Numerosos peregrinos y refugiados se pasan por aquí. No debéis temer pues estáis en vuestro hogar. Ayudamos a los que lo necesitan.

En ese momento la figura de Ryonosuke se adivinó en el umbral portando un gran puchero con arroz colgado de su brazo, con sus manos sujetaba una bandeja con cinco boles.

—Pasa Ryonosuke, pasa. Nuestros invitados van a acomodarse. Prepara un brasero en la habitación para que no pasen frío en esta noche oscura.

Los temores de Takeshi no llegaron a concretarse; el camino, bajo la temblorosa luz de la antorcha, se rodeaba de sombras fantasmagóricas que, al principio, hacían que mirase nervioso a ambos lados de la senda, esperando siempre que irrumpiese una banda de ladrones dispuestos a todo por unas monedas. Por fortuna, nada de ello pasó, y no fue necesario que ni Kaishimi ni él hiciesen uso de sus kamas.

Avanzada ya la noche, llegaron al Santuario; tampoco es que pudiesen bajar la guardia, pero la acogida parecía ser sincera, y aparentemente, no habían sido reconocidos. El personal del templo se hizo cargo del burro, algo que preocupó a Takeshi, dado que las armas principales del grupo viajaban sobre él, pero decir algo al respecto habría alarmado a los monjes,y les habría hecho sospechar; así pues, actuó como cualquier viajero cansado tras una larga jornada: agradeció con pocas y sinceras palabras la acogida y la comida que se les ofrecía.

Es estómago pedía comida a gritos, pero no era menester abalanzarse sobre ella, ya que, si seguía el llamado de su naturaleza, podría abochornar con tal conducta al Señor Hideyoshi; procuró mantener una cierta disciplina en sus actos, siendo además consciente de que, en esos momentos, los dos ashigaru y sus kamas eran la guardia del Señor. Eso sí; antes de retirarse a acostar, pensó, tendría que ir a ver donde y como estaba el burro; incluso se planteó irse a dormir al establo con él.

... pero estas cosas, tendría que planteárselas al Señor cuando estuviese el grupo a solas, tras la cena. Estaban en terreno de un Santuario, pero no por ello podían considerar que estuviesen sanos y salvos de toda amenaza, por lo que tenían que tener acceso a sus armas.

Kaishimi se permitió el lujo de relajarse ligeramente. El cuerpo le pedía descanso por la tensión acumulada desde que se habían precipitado los acontecimientos. Encontrar amabilidad por primera vez en mucho tiempo, era una sensación...reconfortante.

En cuanto sirvieron los platos de arroz comió como cuando comía rodeado de su gente pero para ello tuvo que reunir todo el coraje que tenía pues su Señor estaba en la misma mesa. No hacerlo sería desvelar que había diferencias entre ellos.

Lentamente fue comiendo su ración y aprovechó para preguntar a su anfitrión como se encontraban las cosas por la zona: -Hemos realizado un largo camino pero nos han llegado rumores de un fuerte alzamiento el cual trairá graves consecuencias y enormes cambios, no sé si algún peregrino más los ha escuchado...

—Perdonad, ¿podéis indicarme donde están los establos?— preguntó Hideyoshi con delicadeza —. Nos gustaría además de comer asegurarme de que nuestro burro va a tener forraje y de retirarle la carga que porta.

—Está por donde habéis venido a la izquierda. Allí he llevado a vuestro asno— le indicó al que habían presentado como Ryonosuke. Lo he dejado atado para que podáis comer cuanto antes y luego os ayudo con vuestras tareas.

Como si quisiera invitarles a tranquilizarse les sirvió un nuevo cuenco de arroz a los que habían terminado.

Takeshi entiende que la pregunta del Señor, implica una orden hacia sus sirvientes.

En cuanto lessea permitido levantarnos de la mesa, bien por el fin de la cena, bien por un simple gesto suyo con la cabeza, irá a encargarse del burro;... esperemos que Ryonosuke no meta las narices donde no le importan al pasarse de servicial...

La subida fue sin incidentes, en realidad tampoco los esperaba. Si había algún peligro Yoshimitshu creía que estaría en el templo.

A pesar de todo la sensación allí fue de tranquilidad. Lo cuál era bueno si se mantenía así. Los.monjes serviciales como se esperaba de ellos. Lo que más le molestó al samurái es tener que dejar sus armas tan lejos. Pero decidió resolverlo cuando hubiesen terminado de comer. Sería lo mejor. Aún así no pudo evitar hacer algunas preguntas al igual que Takeshi y Kaishimi.

-¿Hay muchos viajeros alojados? No quisiéramos molestar en exceso.-

—Sólo un par de peregrinos que querían hacer una ruta de templos. Despreocuparos pues nadie más sabe de vosotros, sois los únicos refugiados del Clan Asakura —contestó el Abad con la misma sonrisa y los ojos entrecerrados.

Aquella afirmación pilló desprevenido a Ryonosuke se acercó a decirle algo pero Umatsu le detuvo.

—Todos los viajeros son bienvenidos, vengan de donde vengan.

El comentario, aunque dicho de manera casual, es un shock para Yoshimitshu, y supone que para alguno de sus compañeros también, pero trata de mantenerse calmado debido a la situación. Por lo que asiente con la cabeza.

-Ya veo. Agradecemos su... discreción abad. Nos iremos temprano por la mañana, no queremos causarle ningún problema.-

Su instinto le decía que podían confiar en el monje, pero su pragmatismo le recordaba que también habían confiado en los miembros del clan, y uno de ellos les había traicionado. El samurái iba a dormir más bien poco aquella noche, pues haría Guardia como si estuvieran acampados en la intemperie.

—Muchas gracias por vuestra discrección pero perdona... ¿Cómo lo has sabido Umatsu-san? —preguntó finalmente el daimio heredero a bocajarro.

—No todas vuestras manos son las alguien que trabaja la tierra —aseveró mostrando sus propias manos encallecidas e hinchadas, eran unos monjes que apenas salían de su santuario y labraban y producían sus propios alimentos—. Además, vuestro corte de pelo os ubica como un señor, el vuestro como un hermano aunque de otra orden—agregó dirigiéndose a Mitsuke—. Lo del clan Asakura es bien sabido pues la noche pasada el cielo era rojizo por las llamas que se divisaban desde vuestro castillo.

Tras esas palabaras se incorporó para dejar al grupo finalmente solos. Ryonosuke se adelantó para hacer los últimos mandados que tenía.

—Marchad a dormir en cuanto terminéis con todo, ya lo recogeremos con las primeras luces del día. Necesitaréis descansar —entonces el abad hizo una reverencia muy profunda a sus visitantes con una humildad exhacerbada les despidió con unas últimas palabras:

—Muchas gracias por honrarnos con vuestra visita.

Mitsuke se dejo la comida a mitad de camino a la boca. No se habría sorprendido más si Umatsu hubiese orinado sobre la mesa. No porque les hubierea descubierto. Eso era un riesgo calculado. En un camino caminando era posible pasar desapercibidos. Hideyoshi-sama no podría pasar por un granjero aunque su vida dependiera de ello (y literalmente lo hacia); Takeshi-san y Kashimi-san miraban al señor a cada palabra buscando aprobación; incluso le parecía que Yoshimitshu-san se movía como un Shinigami, aunque tal vez esto último ya fueran malas pasadas de una mente cansada. Seguro que él mismo tenía tics y señales de las que no era consciente.

Pero no, su sorpresa venía de que se lo hubiera revelado con tanta franqueza. Esa información era valiosa para los Oda, y quien sabe para quien más.

Revelar con esa naturalidad fue para Mitsuke un claro indicio para confiar en él. Por un instante  miro suspicaz a Ryonosuke pero confiaba en la jerarquía imperante en el templo.

Decidió que dado que no había que disimular más,pediría al ashigaru que fuera al asno que le trajeran la katana. Aprovecharía para limpiar aceitar y afilar el arma. A buen seguro el samurai llevaría los útiles necesarios.

Las palabras del abad despertaron de su ilusión a Takeshi... ¡cuán iluso había sido al pensar que pasarían desapercibidos! . Bastaban unos ojos perspicaces, una inteligencia aguda, y era fácil adivinar que no seran viajeros cualesquiera los que iban en el grupo. por fortuna, no se habían cruzado más que con gente humilde por el camino, que no levantaban los ojos de la tierra del sendero para escrutar al resto de las gentes.

En fín... ha sido una suerte, o el Destino, quien nos ha permitido llegar sanos a este lugar, pensó.

Se inclinó ante el abad, en profunda reverencia, para señalar su alto respeto por el religioso; para un humilde, pocas formas hay mejores para mostrar sincero reconocimiento que esa.

—Mi Señor,-añadió- Iré a cuidar el burro; no es justo abusar de vuestra hospitalidad.

El señor se tomó a bien el comentario del abad. Tampoco había mucho más que pudieran hacer, por lo que más valía aprovecharse.
Aún así fue a por su katana y se mantuvo despierto la mayor parte de la noche tal y como había decidido. Durmió unas pocas horas antes del amanecer para poder tener algo de resistencia para la caminata que les aguardaba. Aún así iba a ser duro, pero su honor y su código se lo pedían.
 

Siendo finalmente cuatro los voluntarios para la guardia, Kaishimo preparó su equipo para el día siguiente y durmió rápidamente para estar disponible para realizar su guardia cuando lo avisara el anterior. Sus sueños fueron desde los campos de la niñez a los acontecimientos más recientes. Cuando fue despertado, sentía que mentalmente estaba exhausto. Parecía que el día iba a ser nuevamente eterno aunque esperaba que los planes de su señor estuvieran ya perfectamente perfilados.

La noche se antojaba tranquila y la comodidad de los futones invitaba a abrazar el sueño, el único ruido que escuchaban era el canto de las cigarras y los grillos que competían en la oscuridad por recitar los mejores versos. Con el tiempo sus ojos terminaron por cerrarse y se entregaron a un descanso reparador. A excepción de los de Yoshimitsu que encabezó la guardia.

Era la hora del conejo cuando unas suaves pisadas se escucharon, eran las de unos pies descalzos que tal vez buscaban ocultarse en el silencio sin conseguirlo. Aquello puso en alerta a Kaishimi quién rápidamente meneó a sus compañeros provocando que éstos se incorporarsen y se dirigieran prestos a las armas. Más quién apareció una vez el tabique se abrió no era otro que Umatsu, el abad.

—Debéis marcharos Hideyoshi-sama —les dijo de improviso—. Debéis perdonarme pues he revelado vuestra posición a los Oda. 

—¡Perro! Cómo has osado traicionarnos —. Le recriminó Hideyoshi llevándose la mano a su katana.

—Debía proteger a mis hermanos de la furia de Nobunaga —se justificó—. Vosotros sabéis lo que hizo con los monjes del monte Hiei por apoyaros... Si se entera de que os di cobijo podría hacer con nosotros lo mismo.

—Marchad cuanto antes, les he mandado el mensaje tarde para que pudiérais descansar.