Partida Rol por web

Asakura era consciente de que la mejor técnica de infiltración era hacerse el torpe. Cuando era apenas un zagal curiosamente tuvo más posibilidades de estar cerca de los secretos de estado que en su adolescencia, cuando su difunto padre consideraba de que aún no estaba preparado.

Con la idea de encontrar su habitación empezó a deambular por los pasillos hasta que casi se encontró de bruces con el General Sanada.

—¿Qué hacéis aquí? —Inquirió rápidamente como único saludo.

Yoshimitshu no era ajeno al lujo. No al que quizás tuviese un señor importante, pero como Samurái de la familía Asakura disponía de vivienda y manutención en el castillo. O disponía. Así mismo cuando viajaba como emisario tenía un estipendio que solventaba todos sus gastos.
Así que no se dejaba embelesar tanto como sus compañeros por la opulencia del tratamiento. Aunque eso no quería decir que no lo disfrutase.

Por eso también entendía que les tratasen de detener al entrar al castill, más la explicación de Takeshi debería haber sido suficiente como para abrirles el camino. O por lo menos eso pensaba su mente paranóica.

-Efectivamente nos alojamos fuera del castillo. Pero en ningún momento se nos ha prohibido visitar a nuestro señor. Después de todo, tras el amable recibimiento y el aseo con comida que nos ha facilitado Takeda-Sama, ya estamos lo suficientemente refrescados como para volver a nuestro deber. Que es guardar a nuestro señor Asakura-Sama. Una custión que mi honor no me permite tomarme a la ligera. Sé de sobra que habréis hecho un magnífico trabajo mientras nos recuperabamos. Pero seguro que entendéis la relación entre un SAMURAI y su SEÑOR. Y dudo que queráis entrometerse en ella.-

Yoshimitshu había hablado de manera muy calmada, como acostumbraba. Pero se notó el hicapié que hizo en las palabras Samurai y Señor.

Takeshi asintió discretamente a las palabras de Yoshimitshu; esperaba que el guardia fuese consciente de la gravedad de la situación: estaba evitando que un alto Invitado tuviese comunicación con sus propio séquito; eso era aislarlo, eso, en definitiva, era un acto hostil. En cuanto Yoshimitshu se había presentado como Samurai del Clan Asakura, solicitando ver a su Señor, y Tanaka le había identificado y corroborado sus palabras, ¿que motivo habría para impedirle ver a su Señor?

No, algo no va bien, se decía Takeshi, y lanzó una mirada a Yoshimitshu; creía que el Samurai también era consciente de lo anómalo de la situación.

Hideyoshi trató de disimular abriendo bastante los ojos, como sorprendiéndose, e hizo una leve inclinación de cabeza a modo de saludo.

-Lo lamento, Sanada-san, lo cierto es que he debido perderme tanto en aquí como en mis pensamientos -dijo, a modo de disculpa-. La conversación con Katsuyori-san me ha dejado intranquilo, pero tal vez sea solamente una mera duda de un viajero cansado...

No era dado a mentir pero intrigado por lo que estaba sucediendo decidió dejarse llevar por el relato de los amigos del difunto para tratar de descubrir que es lo que había sucedido.

-Efectivamente es así. En mi caso. Soy Kaishimi. No puedo decir que hayamos coincidido demasiado en el combate pero si lo suficiente para ganarnos el respeto el uno del otro, por lo que no podía sino más que venir a presentar mis respetos, aunque debo decir que lo repentino del suceso me ha dejado un poco desconcertado.

Sabía que estaba pisando un terreno que no debería pero la naturaleza humana en ocasiones es extraña y decide seguir una intuición...

—Kaishimi-san... Mira que se lo dije. Si te reclaman para una misión especial con la que te prometen ascenderte a la clase samurái... Desconfía amigo mío. Eso se lo dije a Tonoma-san y lo mataron hace una semana. No trajeron su cuerpo los servidores del joven Takeda-dono hasta hace dos días.

Se aproximó a sus interlocutores y tras dedicar una mirada en derredor susurró unas últimas palabras:

—Este no está a la altura de su padre.

—¡Quieres que te prendan! —Le reprendieron con un buen golpe en la cabeza que provocó la sorpresa de un par de viandantes que pasaban cerca, al advertirlo empezó a disimular como si fuera una situación cómica entre dos viejos camaradas. Cuando parecía que la normalidad había vuelto concluyó el segundo de sus camaradas al que habían presentado como Heizo con unas últimas palabras no exentas de sabiduría:

—Deberíamos callar y servir.

Esa fue la última vez que hablaron de aquel tema, en su lugar la conversación avanzó por otros derroteros insustanciales anécdotas del caído que buscaban poner en valor la humanidad de aquel anónimo soldado fueron circulando hasta que las sombras empezaron a alargarse. Algunos de los visitantes que se encontraban en el interior se habían marchado ya y el resto estaba empezando a despedirse de la viuda.

—Lo siento pero debo marcharme. Un placer Kaishimi-san, Mitsuke-san... Como llegue más tarde mi mujer va a convertirse en un oni y no querráis verla así. Espero veros pronto.

Era la hora del perro

—Descuidad Asakura-dono... Vuestros aposentos se encuentran volviendo atrás a mano izquierda. Es ya la hora del perro por lo que yo también me voy a retirar.

Hizo una reverencia y siguió su camino en dirección a sus aposentos.

La fiereza del samurái no le pasó inadvertida. Aunque se tratase de un servidor del Clan aquel desgraciado no parecía ser de la clase samurái por lo que aún con sus responsabilidades parte del temor ante la clase guerrera subyacía. Las dudas que creían abandonadas volvieron como un torrente para tras dos segundos de duda acabar cediéndoles el paso, de mala gana.

Ambos, tanto Yoshimitsu como Takeshi, repitieron la operación una vez más en la parte de arriba asegurándose de que esta vez el servidor del Clan Takeda les acompañaba pues aunque no era alguien con un historial glorioso serviría como salvoconducto y como prueba de que lo que decían era verdad.

Finalmente llegaron allí donde habían sido recibidos más esta vez llegaron más lejos. En lugar de esperar audiencia, fueron dirigidos por Tanaka-san hacia donde normalmente se preparaban los aposentos para los invitados más dignos. Por el camino se cruzaron con algunos servidores del castillo pero Takana-san se dispuso a justificarse con reverencias indicando que servía al señor al que le habían asignado.

Sanada no estuvo particularmente conversador, era un hombre recio y adusto y se limitó a responder de manera monosilábica hasta que se despidió de su invitado con una leve inclinación, no sin antes pedirle disculpas por tener que dejarle pero sus deberes con el Clan eran más importantes.

Se encontraba allí Hideyoshi decidiendo su próximo curso de acción cuando escuchó una voz a lo lejos del pasillo.

—Mis disculpas, estoy llevando a estos servidores con su señor—. Parecía estar diciendo la voz, era lo suficiente como para que algo de curiosidad asomase, pero la respuesta a aquellas palabras resultó un viento de esperanza. Un hombre menudo y simplón que vestía como los lacayos del castillo estaba dirigiendo a su encuentro a dos de subordinados: Yoshimitsu y Takeshi.

La situación había sido demasiado tensa, y eso hizo que aumentansen las dudas de Yoshimitshu. Y el samurai estaba seguro de que Takeshi las compartía también. Por lo que se le antojaba más urgente todavía poder ver a su señor. Aún así Yoshimitshu trataba de mantener la calma pues sabía que si la situación estallaba no sería de ayuda para el clan.
Finalmente lograron llegar hasta Hideyoshi.

Al ver a su señor a salvo el samurai respiró más tranquilo. Y tras hacer una gran reverencia a este se acercó a él.

-Mi señor. ¿Os encontráis bien? Seguro que os gustará saber que nos han atendido de manera exquisita. Pero tanto Takeshi como yo estabamos un poco preocupados por vuestra salud. No ha sido un camino fácil para llegar como ya sabéis.-

Cuando vio aparecer a sus vasallos hizo una inclinación de cabeza a modo de saludo respetuoso. Escuchó las palabras del bushi antes de hablar personalmente.

-Takeda-san es buen anfitrión. Tan bueno como lo fue Umatsu-san... -murmuró, mirando de reojo al sirviente de los Takeda. No podía fiarse de nadie en aquellos momentos- ¿Quién sois?

Takeshi respiró aliviado; sólo le quedaba este pequeño grupo de gente... los demás, lo demás, ya no estaba; ahora este era su pequeño Universo y verlo en orden le tranquilizaba.

Ahora, ante su Señor, quedaba a la espera de órdenes; el estado de incertidumbre respecto a ellos, se mantenía.

—Tanaka-san mi señor, su señoría me asignó para atender las necesidades de vuestros hombres. Si no necesita discúlpenme pero un humilde servidor debe marcharse.— Indicó el sirviente en un keigo¹ de lo más honorífico, acompañó sus palabras con un par de reverencias antes de marcharse dejando solos al grupo.

Tan pronto como estuvieron a solas, Hideyoshi tomó la palabra.

-No estoy tan seguro de que nuestro anfitrión quiera ayudarnos... -murmuró- He visto en sus aposentos la armadura que vimos al abandonar nuestro hogar, la del casco de libélula

Las palabras de su Señor le pillaron completamente por sorpresa...

-Como??  Señor, si es así, estaríamos en un nido de traidores!, sería extraño que se hubiesen plegado a los Oda, dado que su Clan y el de ellos son enemigos desde hace generaciones, pero... entonces, como es que no nos han matado nada más vernos?

-No se si pretenden ofrecernos como regalos a Nobunaga... Es posible que en la reunión con los generales se confirme la treta. De igual manera... deberíamos encontrar a los supuestos rivales de Takeda-san en su lucha por el control de la zona y tratar de averiguar más... Incluso... -bajó la mirada, como si no quisiera admitir lo que iba a decir- Incluso tratar de conseguir información de las castas más bajas. No pienso seguir siendo traicionado.

Lo que les dijo su señor hizo que Yoshimitshu aferrara con fuerza el pomo de su katana. Traicionados. Otra vez. ¿Es que no había nadie honorable en Japón salvo el clan Asakura?.
Otro samurai tal vez se hubiese dejado llevar por la furia y tratar de salir de allí con su señor a espadazo limpio. Pero sabía que sería inutil. Estaban en inferioridad númerica. Y más ahora que Hideyoshi sólo contaba con él y Takeshi para protegerlo. Habría que actuar con cabeza.

-Mi señor. Lo que contais son terribles noticias. Mitsuke y Kaishimi han sido llevados fuera del catillo con la excusa de visitar las zonas colindantes. A todas luces una maniobra para dejaros solo. Por fortuna Takeshi quiso quedarse aquí preocupado por vos. Al igual que yo.-

Miraba a su alrededor preocupado.

-Pero hemos de encontrar la forma de salir de aquí. No tiene sentido que se hayan aliado con los Oda dado su historia. Pero si habéis visto a esa persona aquí no puede ser coincidencia.-

Suspiró.

-Creo que tenemos pocas opciones. O tratamos de escabullirnos de aquí e ir con otro posible aliado, lo que es complicado, o nos enfrentamos a Sanada. Le preguntáis directamente por la armadura y vemos lo que tiene que decir. Y si en verdad es un traidor que lo demuestre ante sus subditos. Que vean cómo es en realidad. Seguramente habrá una pelea, pero prefiero morir luchando por mi clan y con honor que seguir huyendo.-

-He hablado con el general Sanada justo antes de encontrarme con vosotros -explicó-. Y sólo respondía con evasivas. En cuanto a Katsuyori... su espíritu es débil. Forzarle a admitir la verdad puede ser más peligroso que intentar convencerle de que traicione a Nobunaga -comentó, pensativo, al tiempo que se pasaba una mano por el mentón, sin saber bien qué hacer.

Su cabeza se giró en las dos direcciones del pasillo, como sopesando si sabría volver hasta Katsuyori sobre sus propios pasos; además, actuar de noche a buen seguro que levantaría sospechas.

-Confío en vosotros. ¿Creéis que deberíamos intentar hablar con Sanada o Katsuyori y... presionarles? -propuso- ¿O salir de aquí e intentar buscar apoyos entre el pueblo? Lo cierto es que no queda ningún aliado que pueda hacer frente a Nobunaga, salvo que encontráramos a los rivales que el propio Takeda dice tener.

Takeshi se atrevió a hablar abiertamente
-Mi señor, hasta donde yo se, las gentes de estas tierras, al igual que nosotros, hemos sido enemigos de los Oda durante muchos años; el sentimiento contra ellos es fuerte, de odio, miedo, ganas de venganza tras tantos años de incursiones. Ahora la gente sabe que se están expandiendo, que son más peligrosos que nunca, y que se pueden cernir sobre estas tierras. Puede que haya corrido la voz hasta aquí sobre lo que pasó en nuestro hogar, aunque han pasado pocos días. La gente debe saber que el clan Asakura fué traicionado, y que sólo de ese modo pudieron hacerse fácilemnte con el poder.
-No se si los nobles de aquí lo saben, o si se les ha mostrado una versión falsa. Si hubiese un traidor entre estos muros, y se que soy consciente de que estoy yendo más allá de mis posibilidades en cuanto a deducción, probablemente actuará de modo similar, y lo antes posible, si quiere que los Oda repitan aquí lo que sucedió allá, antes de que se tomen medidas para evitarlo. Todo depende de, si hay traición, hasta que nivel ha llegado.
-... es difícil leer el corazón de las gentes, sobre todo de los más preparados, porque saben ocultar sus planes de un modo que se me escapa, pero me niego a pensar que este Clan sea abiertamente aliado de los Oda: de ser así, estaríamos muertos ya.
-...Si lo deseáis, puedo intentar abordar a alguien, pero dudo que alguien de mi categoría esté, en el lado de este Clan, al corriente de estos asuntos; son demasiado serios para tratarlos con oídos plebeyos cercanos; ahora mismo, me preocupan nuestros compañeros; no se si sería buena idea, con el pretexto de dar una vuelta, ir en su búsqueda y saber si han averigüado algo extramuros