Partida Rol por web

El combate se estaba resolviendo a su favor gracias al esfuerzo de sus subalternos. Debían acabar tan rápido como pudieran para no llamar la atención y salir de allí cuanto antes. Hideyoshi seguía centrado en los movimientos de su rival, tratando de parar cualquier ataque.

Yoshimitshu-san se movía como una cobra en un arrozal aunque no tenía tanta piedad.
Una vez le vió poner sus ojos en el samurái Mitsuke supo que aquel era asunto resuelto y busco al último enemigo.
No parecía muy poderoso pero el más torpe de los enemigos era capaz de matar así que dando totalmente la espalda al samurái se lanzó a por el Ashigaru.

Siempre era un placer visual ver el manejo de un samarai con su espada. La fluidez hacía parecer que era manejada por un ser de otro mundo. Sin perder la concentración Kaishimi lanzó otro ataque a su rival. Esta vez al fin conseguió un golpe contundente y seco.

Bien por Kaishimi!

Aún no se si su certero golpe ha terminado con la vida del servidor de los Oda, pero por si acaso, no renuncio a lanzar un ataque más por lo que pudiera pasar: tenemos que asegurarnos el silencio de estos guerreros para que no puedan darnos una mala sorpresa...

—¡Por favor, piedad!- clamó rápidamente el único superviviente del grupo tras arrojar sus armas rápidamente. Entonces se llevó ambas manos a la herida confiando en poder frenar la hemorragia, la herida que le había propinado Kaishimi manaba profusamente de su costado.

Tras mirar en derredor volvió su mirada al distinguir la mirada perdida del cadáver de uno de sus compañeros que hacía unos instantes eran sus compañeros de armas.

—Me amenazaron con matar a mi familia si no servía a mi señor. Prometo marcharme y no decir nada.

Mitsuke habia alzado el boken para un golpe seguro de no fallar ya, mas paro cuando vio qué el enemigo se rendia dejo el movimiento a medias. Opinaba que era una falta de honor pero no era asunto suyo.  No sabia  si Hideyoshi-sama optaría por interrogarle ejecutarle  o dejarle marchar,  no obstante tampoco eso era decisión  suya.
Se acercó a los cadáveres y cogió la katana que había dejado el samurái muerto. Era más larga que la suya pero la sensación familiar del peso era tranquilazadora. No se planteó si quiera tomar alguna pieza de la armadura,  sabía que le iría enorme.Miro su kimono y el boken.

Es lo que tienen los ataques sorpresa. No siempre te cogen bien equipado.

Se giró expectante hacia Hideyoshi-sama

Yoshimitshu no dudó lo más mínimo. Ni su semblante serio y estoico cambió. Tan sólo dejó hablar a su katana mientras cortaba la cabeza del soldado Oda.

—Habeis peleado y habéis perdido. No te deshonres suplicando y ves al más allá habiendo muerto en combate. Es más de lo que tú rastrero señor merece siquiera.

Con dos movimientos secos  y frutos de la práctica, el samurái sacudió la sangre de su katana mientras miraba a su señor.

—Hemos de continuar moviéndonos mi señor. Pueden haber más patrullas por los alrededores, y aunque rápida la escaramuza puede haber sido oída.

Su mirada furiosa se posó en el samurai enemigo, pero mientras decidía qué hacer o qué decir, Yoshimitshu se adelantó y acabó con la vida del leal a los Oda. Hideyoshi se giró entonces hacia él, mirándole a los ojos, con el ceño fruncido, pero finalmente asintió con la cabeza.

-Tenemos que seguir moviéndonos, sí, las patrullas Oda podrían descubrirnos, y en cuanto vean los cadáveres será más complicado pasar desapercibidos... vamos, deprisa -dijo, antes de ponerse en marcha tomando una bocanada de aire.

No había tiempo para más reflexiones... el samurai hizo lo que debía hacer; tal vez podría haber esperado la orden de Hideyoshi Sama, pero con total seguridad, habría ido en el mismo sentido: si hubiesen vencido ellos, nos habrían matado y cortado las cabezas como trofeos, consiguiendo una buena recompensa quien presentase la de nuestro Señor al sanguinario Nobunaga.

Rápidamente, Takeshi hizo lo que ahora procedía... rápidamente arrastrar los cuerpos a la maleza más cercana, para que unos cuerpos muertos no delatasen la presencia de la salida oculta del Castillo, al menos a excepción de que hubiese batidas de caza de supervivientes. Echó un vistazo rápido a lo que los muertos dejaron atrás: sus armas, pero no consideró oportuno adueñarse de ninguna de ellas como botón de guerra; simplemente, el uso de la katana no le era familiar, así que sería inútil.

Tras recoger y comprobar rápidamente el Tanegashima, obedeció en silencio la orden del Señor; hay que moverse rápido, en silencio, y poner tierra de por medio con el Castillo perdido cuanto antes; afortunadamente, nadie del grupo parece que vaya a ralentizar la marcha

No hubo lugar para la piedad, fuese por la vergüenza que mostraba aquel miserable o por una cuestión estratégica, pues dejarlo vivir sería dejar un cabo suelto que en algún momento podría enrollárseles en su cuello. Con suerte los que vienesen detrás estarían más interesados en la pregunta de, qué demonios hacían algunas de las tropas en aquel lugar en lugar de en la vanguardia, que acerca de quién los había matado…

Los autores de aquella matanza enseguida se pusieron en marcha sin mediar palabra. Debían intentar salvar la mayor distancia posible mientras el enemigo daba cuenta de lo que quedaba del Ichjodani-jo. Probablemente registrarían cada una de las dependencias del difunto Daimyo intentando reconocer a cada uno de los caídos que se encontraban en aquel lugar.

Los que iban en vanguardia eran Takeshi y Kaishimi llevando al sufrido grupo por senderos que sólo sus pies y su memoria conocían, caminos invisibles y que no estaban marcados, sitios por los que sólo el campesinado, etas y himins irían pero que en aquellos momentos estarían resguardados esperando a que todo terminase. Bajaron la colina sorteando piedras, ramas y sin parar mientras los getas golpeaban la tierra húmeda.

El camino ascendía repentinamente y de improviso la vegetación desapareció abriéndose un claro. Aquel claro se trataba en realidad de un saliente que gozaba unas espléndidas vistas del castillo lamido por las llamas. A sus pies se encontraba el conjunto de edificaciones de madera que daban servicio al castillo y que se habían constituido en el asentamiento más importante de Echizen.

Desde ahí pudieron tener una panorámica de cómo había sido el ataque: accedieron allí por donde la villa se estrechaba y cuyo espacio estaban compuestos en su mayoría por campos de arroz. Por allí había un acceso y conscientes de ello era precisamente el más escarpado. Allí en la lejanía se divisaban los últimos miembros de los Oda que no había asaltado aquel castillo. Eran la escolta de los generales, más de uno había allí y todos portaban sashimono a excepción de unos pocos.

Curiosamente la figura de aquel general era familiar…

Desde allí podrían descender atravesando el poblado para no encontrarse de bruces con el ejército enemigo o llegando prácticamente al borde de este para salir cuanto antes de aquel lugar. El tercer camino era del que venían y no era una opción.

Desplazarse por aquellos senderos no hizo sino que el heredero de los Asakura pensara en como había cambiado todo en apenas unas horas: recorrer aquellos caminos llenos de barro, por los que jamás antes había tenido la necesidad de deambular, indicaban como serías sus próximos meses. Atrás quedaba su hogar, su familia, sus vasallos...

Cuando llegaron a aquella posición y Hideyoshi por fin pudo ver al general enemigo, aquel rostro le resultó, cuanto poco, familiar (1). Aquello ni hizo sino sembrarle dudas, pero aclaraba muchas cosas.

Su rostro se ensombreció antes de seguir su camino, pasando sobre el pueblo para poder desaparecer de allí sin encontrarse con el enemigo. En ese momento se detuvo y observó a los dos ashigaru.

-Takeshi, Kaishimi, ¿cuál de los dos caminos deberíamos tomar? -preguntó directamente- ¿Creéis que si tomamos este otro camino correríamos peligro? ¿Y el que pensaba tomar? ¿Cuan rápidas pueden ser las patrullas de reconocimiento? -insistió, dejando la ruta a los dos campesinos.

Una vez eleminada la resistencia imprevista solo quedaba continuar. Afortunadamente Takeshi y Kaishimi sabían por donde ir. Eso ayudaba a aumentar la distancia que los separaba de su enemigo. Que era lo imprescindible en esos momentos.
Aún así, cuando llegaron al claro y pudieron echar un buen vistazo a lo que quedaba de lo que había sido su hogar esos últimos años hizo que se le encogiera un poco el corazón.

-Pagaran por esto.-Pensó Yoshimitshu, aunque no lo esteriorizó porque imaginaba que el resto sentiría algo similar.

El general Oda parecía conocido. No obstante el samurai no tenía tiempo ahora para fijarse en él. Pues aquella posición les permitía ver bien el ejercito enemigo y su disposición. Lo cual tal vez pudiera ayudarles a saber si tenían más soldados de patrulla por otras zonas o no. E incluso si ha sido previsor y ha decidido tomar también los poblados adyacentes.

La pregunta de Hideyoshi era pertinente. Aunque él tenía su propia teoría.

-Mi señor. Esto ha sido un golpe para acabar con todo el clan Asakura. Si Oda quiere lograrlo sin tener represalias tiene que acabar con todo, subditos incluidos. Eso implica los poblados adyacentes. Hay muchas posibilidades de que hayan soldados Oda en el pueblo, ya sea acabando con los campesinos o descansando después de haberlo hecho.-

Mientras hablaban Mitsuke se agachó y cerró los ojos. Aún despues de cerrarlos las llamas danzaban contra la oscuridad por el daño causado en sus retinas.
Takeshi y Kaishimi conocían mejor esos caminos pero buscaba la manera de detectar lo que fuera, (el olor de una mecha, el ruido de unos mosquetes al apoyarse, el ritmo de una marcha en formación)  que pudiera indicarle la posición del enemigo.

Pero la noche no le devolvió nada.

Aunque los dos iban en vanguardia, realmente era Takeshi el verdadero conocedor de esos caminos secretos, y como siempre que los habían recorridos juntos en el pasado, la maestría de su compañero no dejaba de sorprenderle. Una vez pudieron contemplar la estampa, Kaishimi sintió una profunda sensación de tristeza. Seguramente los muertos se podían contar por cientos. Musitó una pequeña oración por ellos.

-Buen trabajo en guiarnos Takeshi.-susurró.

Asukura se dirigió a ellos personalmente cuestionándolos sobre cual era la mejor ruta. Dando un pequeño paso adelante junto con una pequeña inclinación de respeto contestó lo que a su juicio era la opción que les daba mayores posibilidades de supervivencia.

-La ruta escarpada es nuestra mejor opción, gran parte de mi infancia la pasé recorriendo esas rutas, y a pesar del riesgo y la dificultad, creo que impedirán que el enemigo se aproveche de nuestra gran desventaja que es el número. Por supuesto esto solamente es una humilde opinión.

Ver en la lejanía la humareda que se levantaba sobre el castillo Asakura oprimía el corazón de Takeshi, pero no podía quedarse contemplando a la espera de que las lágrimas empezasen a surgir, pues era consciente de lo que esperaba a la provincia; los nuevos amos, los Oda, necesitarían siervos para trabajar las tierras, y les exprimirían hasta el punto de llevarles a la hambruna, además de ejecutar a mucha gente para que nadie osase levantar una mano siquiera contra ellos... es lo que ha pasado en tantos lugares y tantas veces. Perder el castillo, significa perder el control de la provincia, y al final, la gente del pueblo, como Takeshi, acabaría sufriéndolo tanto o más que las clases superiores.

Si, es triste, es la vida del campesino en época de guerras

Parpadeó rápidamente para sacar de su mente las tétricas imágenes del futuro, porque aún queda una esperanza, ¡el joven Señor de los Asakura sigue vivo!, aún pueden cambiar las tornas

Miró a Kaishimi y asintió, y después se dirigió al resto del grupo:

--Si, estoy de acuerdo; he recorrido muchas veces esta zona, los senderos, y será más complicado que nos encuentren; meternos al pueblo sólo valdrá para que alguna patrulla nos encuentre, o nos demos de bruces con saqueadores de los Oda o gente de intendencia de su ejército, es un gran riesgo

Señaló con la mano la linde del claro

--Si bordeamos, evitando meternos demasiado en la espesura, avanzaremos rápido y a cubierto; es poco probable que esperen un movimiento como este, porque no saben de nosotros, así que no debería haber más peligro que rezagados o desertores, o incluso podríamos encontrar más gente de la nuestra; en el poblado, sólo encontraremos problemas

... se quedó un momento escudriñando, intentando reconocer los blasones de los generales Oda, o detectar movimiento en los alrededores de la ruta que iban a seguir...

El descenso fue calmado obviando el detalle del camino: un tanto sinuoso y traicionero en el que un paso en falso podría ser fatal. Tal y como confirmaba de cuando el sonido de alguna roca suelta que se deslizaba por acción de sus pisadas y rodaba hasta que impactaba contra un tronco u otra roca. Afortunadamente contaban con el respaldo de Tsukiyomi, la luna, que seguía alta y brillaba en lo alto del firmamento facilitando con su luz el descenso bajo la guía de Takeshi.

Los búhos ululaban y las cigarras no silenciaban su canto ante el paso de aquellos parias que de momento sólo se centraban en salir de aquel lugar.

Finalmente llegaron al borde de la ciudad. Silenciosa y muerta, todos los postigos se encontraban cerrados y sus habitantes parecían querer dar la espalda a todo cuanto sucedía... Entonces los recién llegados parecieron darse cuenta de algo... Desentonaban en aquel lugar, armados hasta los dientes y con armaduras que gritaban a los cuatro vientos que venían de la guerra... Apremiaba salir de allí pero, ¿qué verían los transeúntes? ¿Refugiados? ¿Desertores? ¿Una declaración de guerra al señor de las tierras que pisasen?

Una ciudad, en el silencio de la noche, apenas a la luz de la luna, es un lugar tétrico, hasta aterrador, donde cada sombra puede esconder quien sabe qué...
Takeshi recordó cómo asustaba a los niños del pueblo con cosas como esa, y ahora, él estaba en una situación de ese tipo, ante una ciudad que en nada se parece a cuando, de día, es invadida por el bullicio y los ruidos de la vida cotidiana; no, ahora la atmósfera, es opresiva; los callejones, oscuros y angostos; las puertas, sombrías; los ruidos... los ruidos,... si los hubiera, serían una pista de que algo viene, pero este silencio...

Se volvió hacia el Señor esperando órdenes; si deciden internarse por las calles sin un rumbo fijo, tarde o temprano se darán de bruces con una patrulla o algo parecido; si van a casa de alguien en concreo que les pueda dar cobijo... ese sería un buen motivo para arriesgarse, pero vagar sin fondo es obrecer el cuello a sus enemigos

Por fortuna, la ciudad no me es del todo desconocida, y conozco algunos callejones discretos, pero todo dependerá de la Orden que nos de Hideyoshi-sama. De todos modos, aguardo en silencio, con el oído presto y la vista penetrando en la oscuridad, mientras aferro mi arma de fuego.

A Yoshimitshu no le hacia gracia entrar en la ciudad. El hecho de que estuviera cerrada a cal y canto indicaba que algo sabía de lo que sucedía, y aquello no podía ser bueno. No obstante se quedó vigilante a la espera de que su señor dijera alguna cosa. Ya fuese entrar o seguir caminando.
Si bien era cierto que necesitaban un lugar donde cobijarse y replantearse su siguiente paso, tampoco era recomendable hacerlo en el primer lugar que viesen.

Era una decisión dificil. Por fortuna no era decisión suya.

En el caso de Kaishimi era sencillo pasar desapercibido, el problema es que eran un grupo demasiado numeroso para no destacar. El no era diestro en las ciudades, pues no había recorrido muchas a lo largo de su vida, excepto para vender en alguna ocasión el exceso de producción de la cosecha. Quizás su Señor tuviera más conocimientos que él sobre como moverse. Trato de colocarse en las sombras mientras el grupo decidía el siguiente movimiento.