Partida Rol por web

El plan parecía estar saliendo tal como habían esperado, pero en todo este tiempo, Randolph no perdió de vista en ningún momento a los mercenarios que parecían tan interesados en todos sus movimientos. Cuando “Tuercas” y el Capi levantaron las manos y el infierno se desató, la exclamación de uno de estos jugadores le hizo comprender que eran más de lo que aparentaban y tras haberse descubierto el pastel y descubrir que la tenencia de armas en aquel local parecía más una sugerencia que una norma, Randolph decidió dejar de hacer el tonto con el sufusil y lo sacó de debajo de la chaqueta. Por suerte, ya lo llevaba bien agarrado.

Viendo que el más expuesto era el mecánico, Randolph apuntó a la mesa de mercenarios.

- A la mierda ¡Corre! –

Y abriendo fuego, lanzó una descarga que sirviera como fuego de cobertura a Vincent para que este y él tuvieran tiempo de llegar hasta la puerta que daba a muelle.

El grupo echó a correr mientras todo a su alrededor se convertía en un maremágnum de confusión. El sistema antiincendios de la estación comenzó a vomitar espuma en todas direcciones desde varios sistemas extintores distribuidos por el bajo techo de la sala sin respetar a aquellos que huían, se escondían o intentaban matarse. Al fondo de la sala, incluso, un grupo seguía empecinado en acabar la ronda de póker en medio de aquel jaleo infernal.

Antes de echar a correr, Randolph había barrido la sala con fuego de cobertura, pero sus disparon erraron el blanco salvo uno, que impactó en el mercenario más cercano. Eso le dió cierto margen a la hora de salir corriendo y recorrió los primeros metros con rapidez. Sin embargo, tanto él como Theodore en seguida se vieron atascados por un grupo de gente confundida que trataba de salir de la sala por la puerta de la que ellos venían o bien refugiarse en las salas privadas. Huían de manera caótica y confusa, pero dado que casi todos alli se dedicaban a negocios medio limpios y no era la primera vez que presenciaban un tiroteo (aunque nunca uno con tanta espuma), aún no había cundido el pánico.

Al otro lado de la sala, Vincent había alcanzado a Zacharias sin mayor dificultad que unas balas silbando a su alrededor. El contrabandista, a pesar de las apariencias, parecía estar disparando contra los mercenarios, pero su puntería era tan mala que resultaba difícil estar seguro. Éstos, a su vez, le devolvían el fuego, reventando mesas, botellas, vasos y otros cachivaches. De vez en cuando se oía algún grito, pero costaba saber si era de dolor, sorpresa o angustia. Zach, que esperaba impertérrito en la entrada aunque uno de los mercenarios la había tomado con él, parecía de muy mal humor. Le había pedido fuego al guardia de la entrada, pero el guardia había desaparecido. Quizá estaba muerto o había salido de la cantina, y ahora le tocaba decidir si ir a buscarle para poder encender su cigarrillo o si cubrir a Theodore y Randolph en su desesperado intento de cruzar la sala. El otro guardia al que podía pedir fuego estaba cerca de la barra, junto a la computadora que controlaba los armarios con armas, pero estaba ocupado disparando a los mercenarios. Además, tampoco podía retrasarse mucho, Seguridad no tardaría en aparecer. O cosas peores.

Vincent llegó de milagro a la puerta sin resbalarse por la espuma, la bebida derramada y las cartas tiradas por el suelo, mientras las balas y los láseres abrían agujeros en las paredes y silbaban junto a sus orejas como furiosos tábanos de Myxlia.
Trastabilló y se apoyó por fin en la puerta, mientras una bala abría un agujero en el dintel a un centímetro de su mano.
El capitán parecía de mal humor, y estaba allí plantado en la puerta mirando a su cigarrillo apagado como si le debiera dinero.
Vincent desenfundó el revólver y se dio la vuelta, buscando a sus compañeros entre el absoluto caos de espuma, cristales, cartas de póker y disparos.
-¡Joder, capitán, olvida el cigarro y dispara!-gritó por encima del estruendo general.
Se apresuró a seguir su propio consejo y apretó el gatillo del revólver tan rápido como la pesada arma se lo permitía, sin fijarse demasiado en si su objetivo era un guardia, un mercenario o solo uno que pasaba por allí.

El caos no tardó en desatarse y enseguida los blasters empezaron a silbar a su alrededor. Algo que le sorprendió gratamente fue ver que no todos los disparos iban dirigidos a ellos, lo cual era una agradable sorpresa, pero no podía obviar que se encontraba aun en medio de la sala y frente a él, un tumulto de gente entre asustada y curiosa le impedía el paso. Cerca suya, Theodore parecía haberse encontrado con la misma barrera viva. El tiempo no era algo con lo que ahora mismo sintiera que podían jugar. No podía ver al capitán ni a Vincent por lo que esperó que ya estuvieran cerca de la salida.

- Doc, no tenemos tiempo para gilipolleces. ¡Sígueme! –

Y aprovechando su entrenamiento y corpulencia, empezó a golpear y empujar a la gente para intentar abrirse huevo entre el gentío. Se giró para asegurarse de que el matasanos el siguiera y empezó a avanzar hacia la salida. Mientras golpeaba, tosía esporádicamente.

“Odio la dichosa espuma”

Theodore se había quedado el último del grupo, cubriendo la retaguardia. Corrió todo lo que pudo hacia la salida mientras oía disparos a su alrededor.

No recibió ningún impacto. "Deben estar peleando entre ellos", pero se encontró con un muro impenetrable de cuerpos que le impedían continuar su camino.

En ese instante escuchó a Randolph llamándole, su corpulento compañero se abría paso a fuerza viva a través del tumulto. Se situó detrás de él.

- ¡ Aquí estoy, te sigo ! - comentó el médico procurando no separarse de su compañero, aunque era muy difícil entre tanta gente.

El caos y el tumulto creado era algo incluso agradable. Siempre y cuando uno no se llevara un disparo, o algo peor. No obstante no tenía mucho sentido disparar si no veías a quién. Así que Zach no lo hizo. Aunque escuchó a Vincent quejarse de que lo hiciera.

-Tranquilo muchacho. No pasa nada. Si lo mejor es estarse quieto. Así no pueden devolver el fuego al lugar donde no han disparado. De todas formas lo mejor será abrir la puerta y marcharse de aquí, Randolf y Theodore deben estar al caer.-

El capitán del Gavilan fue a la puerta y la abrió. Después de todo la idea era marcharse de allí, no liarse a tiros con la gente del bar. Puede ser divertido, pero no es lo que habían venido a hacer.

Theodore y Randolph trataban avanzar entre la gente que trataba de ponerse a cubierto. Abrirse paso en dirección contraria resultaba complicado, y cada metro costaba varios empujones, patadas y puñetazos lanzados casi a ciegas debido a la espuma. Theodore estaba a punto de verse arrastrado por la multitud cuando se encontró de nuevo al lado de Randolph, que puso de manifiesto su entrenamiento militar y empezó a apartar a la gente con violencia a los lados, a veces lanzándolos a varios metros de distancia y volcando mesas en el proceso. A veces, tener a alguien rudo y maleducado a mano era una suerte.

Mientras tanto, Vincent abrió fuego con su revólver sin prestar demasiada atención adónde. Total, con el folclore que había montado, tampoco es que importase. Y quedó de manifiesto que guardar dicha arma y cuidarla durante años había merecido la pena: la bala atravesó limpiamente el cráneo de uno de los mercenarios transformándolo en un festival de sesos y esquirlas de hueso proyectadas en todas direcciones, impactando a un segundo mercenario que se encontraba detrás de él. Ahora que lo pensaba, quizá debería plantearse cambiar de oficio. Miró a su alrededor buscando nuevos objetivos y pudo ver a Theodore y Randolph de la multitud. A quien no pudo ver fue a Zacharias, que ya había atravesado la puerta de la salida, internándose en otro laberinto de pasillos que debían llevarlos a los muelles. Pero estos ya los conocían: si apuraban, en 5 minutos podían plantarse en su nave y largarse de la maldita estación.

Tras dicho espectáculo, pudo notarse un pequeño cambio en la actitud de los mercenarios: habían perdido la confianza en ganar el enfrentamiento, y disparaban dubitativos, planteándose recular o seguir a la mayoría en su huida. Sin embargo, en lo referente a su puntería no hubo cambio alguno, añadiendo un nuevo conjunto de vasos, mesas y paredes a su lista de víctimas. Casi parecía más seguro para sobrevivir convertirse en el blanco de sus disparos, porque en el caso de que no estuvieran disparándote a ti era probable que te dieran por accidente.

Lo cierto es que todo estaba saliendo magníficamente, pero aquellos que llevaban un tiempo en la tripulación de Zacharias Tarkamel sabían que lo habitual es que las cosas se torcieran. Por eso, ver a Kazimir y sus esbirros aparecer por la puerta por la que habían entrado pareció casi necesario. Demasiado habían tardado ya. El efecto que su presencia causó fue inmediata: los mercenarios volcaron las mesas de póker, refugiándose detrás y tratando de pasar lo más inadvertidos que fuera posible, mientras que el guardia y el contrabandista cambiaron inmediatamente de objetivo. Podíais ver que las armas les temblaban en las manos mientras intentaban sin éxito derribar a los matones que acompañaban al lunático miembro del Sindicaro

Ya casi estaba, Randolph casi podía distinguir el marco de la entrada que les sacaría de allí. Con “Doc” pegado a él, casi habían conseguido pasar hasta el otro lado cuando los pelos de la nuca se le erizaron. Sabiendo que no era buena idea desoír un aviso, arriesgó a mirar hacia atrás y lo que vio no hizo que se sintiera más calmado. Finalmente, Kazimir les había dado alcance.

Instintivamente se agachó, en un vano intento porque entre el humo, la espuma y el gentío, les dificultara el localizarlos.

- “Doc”, agacha el melón. Tenemos compañía –

Y con un gesto de cabeza señala hacia los recién llegados. En este punto ya era absurdo perder el tiempo disparando. Una huida a tiempo podía ser una victoria por lo que decidió centrar todos sus esfuerzos en llegar a la meta.

Randolph tensó los músculos y se dispuso a avanzar.

- Vamos “Doc”, ya casi estamos -

Su pequeña preciosidad demostró una vez más que valía dos veces su peso en oro, definitivamente hasta el último crédito que pagó por él. El arma atronó, y su buena bala de neoacero, sólida y contundente, no como las armas bláster, salió despedida del cañón. Iba con tanta fuerza que no sólo abrió una cabeza como si fuera un huevo, sino que conservó el impulso para matar al que había detrás. 

-Así me gusta, enséñales quién es la mejor arma de la sala-le susurró a su revólver, un murmullo que se perdió entre la algarabía que habían montado allí.

Vio que sus dos compañeros ya estaban llegando y que el capitán se iba corriendo, probablemente para ir poniendo en marcha la nave, y ya iba a felicitarse por lo bien que estaban saliendo las cosas cuando por la puerta opuesta apareció el ya desgraciadamente familiar Kazimir, con sus ojos muertos de serpiente marina kôriana. La sonrisa se le congeló en los labios e inmediatamente dio media vuelta hacia la puerta. 

-¡Hay que pirarse!-dijo mientras ya corría por el pasillo. 

Zach ya tenía la puerta abierta, tan sólo había que esperar a que los chicos la cruzaran y ya estarían a salvo. Pero claro, tuvo que llegar Kazimir para chafar las cosas.

-Mierda. El pesado ese ya está aquí. Es que no sabe cuando rendirse o qué.-

Podía ver a Randolf y Theodore ya llegando a donde estaban, así que no tenía ningún sentido quedarse más tiempo.

-Venga muchachos, ya estamos. Olvidaos de ese tipejo y a la nave.-

Era un camino un poco sinuoso, pero al menos sabían que les llevaba hasta el Gavilan. Y una vez en el a la libertad.
 

De no ser por Randolph hubiera sido del todo imposible abrirse paso hasta la puerta. Theodore se veía arrastrado por la multitud y solo gracias a que su compañero se abría paso abriendo brecha a través del muro podía avanzar.

Aún así procuraba estar atento a la retaguardia y no ser sorprendió al ver aparecer a Kazimir y sus matones

- Problemas - consiguió decirle a Randolph - hay que largarse y además hacerlo ya.

No veía a sus otros dos compañeros, mejor, cuanto antes llegasen a la nave y pudieran salir de allí antes de acabaría el problema. Una vez alcanzada la puerta todo se limitaría a correr y tener suerte de no recibir un disparo.

Notaba el peso del arma en su bolsillo, pero decidió dejarla ahí. Un corredor más entre la multitud destacaría menos si no llevaba un arma en la mano.

Ya solo quedaba el esfuerzo final. Una carrerita de nada por terreno conocido bajo oleadas de fuego bláster, subir al Gavilán a todo correr y ponerlo en marcha a toda prisa. Su especialidad, podría decirse.

El grupo salió de la cantina sin demorarse más, atravesó un pequeño vestíbulo que actuaba como recepción para la cantina y donde solían esperar los recien llegados para ser revisados en busca de armas y empezó a recorrer un sinfín de pasillos metálicos forrados por placas de neoacero en diferentes estados de oxidación. Zacharias iba en cabeza, eligiendo con seguridad en cada bifurcación: siempre a la izquierda, siempre hacia abajo, hasta llegar a las grandes compuertas que daban al muelle. Vincent le seguía muy de cerca, echando de vez en cuando un vistazo para ver como iban sus compañeros, Randolph y Theodore, los más rezagados. Siempre que miraba para atrás podía verlos corriendo y mirando atrás a su vez, preocupados, pero no podía ver qué los seguía.

Theodore, sin embargo, sí podía verlo. Kazimir les seguía muy de cerca, corriendo con larguísimas zancadas mientras su gabardina negra ondeaba con violencia. Corría como un gato, había alguna clase de nobleza en su movimiento, pero el médico bien sabía que aquella era toda la nobleza que aquel ser vil poseía. Kazimir iba delante de un nutrido grupo de matones que, quizá debido a su corpulencia o a su número, iban algo más atrás al haber perdido unos preciosos segundos en cruzar la cantina. Delante de él, pudo escuchar la exclamación queda de Zach al ver las compuertas del muelle, pero todo lo que veían sus ojos de momento eran corredores metálicos.

Theodore corría... al final siempre acababan corriendo, al menos tenía fondo para llegar hasta la nave. No se preocupaba por el camino que tenía delante, seguía a Randolph casi a ciegas mientras se movía procurando no quedar a tiro de sus perseguidores.

Una vez salieron de la cantina, Theodore sacó su revolver. Por un instante tuvo a Kamizir a tiro, disparó, pero no era gran tirador y hubiera sido realmente extraño que le hubiera dado.

Pero era una advertencia, no se rendirían sin luchar.

- No debe quedar mucho para la nave - gritó a la espalda de Randolph - ¿ves a Zach y Vincent? Kamizir está demasiado cerca para mi gusto...

El disparo de Theodore rebotó por los corredores con un sonido metálico que sonaba a fracaso. Ese tipo estaba verdaderamente loco, pensó el médico, ni siquiera había hecho un amago de ponerse a cubierto cuando le vió sacar el arma.

Como si las palabras de Theodore hubieran sido una premonición, el criminal empuñó su pistola bláster y abrió fuego nada más girar una esquina. Theodore se encogió involuntariamente al oír el sonido del percutor a su espalda, y apenas un instante después sintió las balas pasar a su lado. Respiró aliviado apenas un momento, hasta que vió cómo dichas balas impactaban a Randolph en la espalda. Randolph sintió dolor sordo en la espalda, como el de una contusión, y se desequilibró ligeramente mientras corría. Comprendió que le habían dado*, pero que el chaleco que llevaba puesto había absorbido la peor parte.

—¡He pagado muy caro por esa información! —exclamó—. Y voy a asegurarme de que vosotros la paguéis al menos tan cara como le salió al funcionario su incompetencia.

Zach seguía corriendo como alma que persigue el diablo. Que siendo perseguidos como están por Kazimir tampoco estaba tan lejos de la realidad. Afortunadamente tenía una ligera ventaja sobre los matones que les seguían, así que probó a disparar a alguno de ellos. Más que nada para que no pensasen que huían por miedo. No señor. Era una simple retirada estratégica.

No obstante disparar y acertar eran dos cosas diferentes, sobretodo en el caso de Zacharias. Aunque no por ello iba a dejar de intentarlo.

El disparo, obviamente, falló por mucho.

Se acababa de quitar a un tipo enorme de encima para abrirse paso cuando un fuerte impacto en la espalda le hizo trastabillar, arrancándole el aire de los pulmones. Por un momento temió lo peor al sentir el fuerte impacto de aquel proyectil y su vista se nubló por el dolor.

“No.… puedo... caer... aquí”

Sacando fuerzas de todo su ser, se incorpora y comprueba que su chaleco ha recibido todo el impacto. De nuevo la suerte había obrado su magia y se había salvado por poco. Arriesga a mirar por el rabillo, observando el arma humeante en las manos de Kazimir.

“Grandísimo hijo de puta”

La suerte le había salvado una vez, no creía que fuera a hacerlo una segunda vez, no cuando tu perseguidor era ese cabrón. Decidió entonces que la discreción era ya absurda por lo que con un movimiento rápido saca el arma que llevaba camuflada bajo la chaqueta y la apuntó hacia el mercenario. Este les increpó por el dinero gastado y lo que les haría pagar.

- ¿Te gusta contar, Gilipollas? – Soltó el seguro del subfusil – Pues cuenta las balas –

Y apretó el gatillo mientras corría hacia la salida seguido de cerca por Theodore.

Al disparar a Kazimir, Theodore se resbaló casi perdiendo el equilibro, pero pudo apoyarse en un mamparo en el último instante y no llegó a caer, de hecho ni siquiera perdió velocidad.

"Ha estado cerca..." - pensó, una caída significaría su muerte o ser capturado como rehen. Se concentró en moverse para ser un blanco más difícil de acertar.

Vincent corría todo lo que le daban las piernas, sin arriesgar más que alguna mirada hacia atrás. No veía a Kazimir, solo a sus matones, pero podía imaginárselo perfectamente corriendo tras ellos como una lobopantera de Myxlia con las fauces llenas de espuma. No tenía muchas ganas de que aquel pirado les alcanzase, por mucho que estuvieran armados. 

Zacharias disparó y falló, por desgracia, al igual que Randolph, y las balas rebotaron por los pasillos metálicos con estruendo. Uno acertó a Randolph en la espalda, aunque pareció que su armadura se llevaba lo peor, sin duda debió de doler. Randolph se quedó un momento desorientado, y en una situación como aquella podía ser fatal. Vincent observó temiendo lo peor, demasiado tiempo. Olvidó la primera regla de correr: mirar hacia delante. Y le salió caro. No vio un reborde de uno de los pasillos, y tropezó, casi perdiendo el equilibrio. No llegó a caer, pero casi, y le costó unos segundos que necesitaba con desesperación. 

El pasillo terminaba en una doble compuerta hidráulica de neoacero reforzado y especialmente desgastado. ¡Habían conseguido llegar al muelle K3, en el que habían dejado su nave! El Gavilán Errante se alzaba al fondo, estilizado, afilado y elegante como el ave que le daba nombre. Era una nave algo antigua pero orgullosa, que exhibía con dignidad las cicatrices de sus años de servicio. Había vivido años mejores, es cierto, pero se encontraba en esa etapa en el que la fiabilidad y la costumbre compensaban con creces su desgaste. Para Zacharias era como una amor duradero: quizá habían perdido ya el ardor amoroso de los primeros días, pero lo sustituían con experiencia, cariño y respeto mutuo. Y ahora, debía sacarle partido poniéndola en marcha lo más rápidamente posible*

Sin embargo, el plan amenazaba con irse por la borda. Podía ver que, al otro lado del muelle, sus compañeros se habían quedado algo rezagados y que Kazimir les estaba dado alcance. También pudo apreciar cómo aquel maniaco casi disfrutaba con la persecución, con la caza de la presa, como si este pequeño ejercicio le estimulase y le hiciera la vida más placentera. Corría expertamente, utilizando su entorno con eficiencia para atajar, al tiempo que permanecía a cubierto el mayor tiempo posible. Su pistola bláster rugió de nuevo y volvió a impactar, esta vez a Vincent, que físicamente no podía competir con aquel monstruo**

Por su parte, Theodore no lo estaba pasando mucho mejor. Para evitar los disparos de Kazimir había decidido seguir un camino alternativo a través de una zona de carga para llegar al Gavilán, pero no había sido una buena idea. Había cajas por doquier y debía de ser algo poco legal, pues se encontraban todas cubiertas por una lona impermeable. Además, se trataba de algo rígido y pesado, como había aprendido por las malas tras un par de impactos leves. Para dificultar aún más las cosas, la mercancía  estaba a medio descargar y se veía continuamente obligado a esquivar las cajas y todo tipo de cachivaches para seguir corriendo***

Las cosas se estaban complicando mucho y muy rápido, tanto que ni siquiera la visión familiar del maravilloso Gavilán Errante, una maravilla de la ingeniería clásica, con líneas elegantes y duras, y lleno de cicatrices de batalla como un tigre viejo. A Vincent le encantaba, su motor y su ingeniería eran asombrosos, de una elegancia y eficiencia que era difícil encontrar en aquellos sistemas. Zach también estaba enamorado del aparato, se le notaba el mismo brillo en los ojos que a Vincent cada vez que miraba la nave. 

La tenían a tan solo unos pasos, pero podían no llegar siquiera. Tras ellos iba el hombre de hielo, con su mirada de loco mostrando que estaba disfrutando de la persecución tanto como los cazadores de caimanes de Última Remota. Theodore se había atascado entre unas cajas que llevaban algo duro y se había llevado unos cuantos golpes. Randolph estaba dispuesto, como siempre, a cubrirles en su retirada, pero Khan era imperturbable como un robot y no se agachaba ni se asustaba cuando le disparaban. Con fría precisión apunto y disparó contra Vincent, y su bláster le dio de lleno en un costado. Aunque el chaleco blindado hizo algo, no era precisamente la mejor protección contra láseres. Vincent notó inmediatamente el dolor, distinto al de un disparo de bala sólida, más como una especie de quemadura. No había sangre, pues la herida quedaba cauterizada por el láser, pero eso no lo hacía menos letal. Trastabilló y cayó sobre una rodilla, agarrándose la herida. 

-¡Me han dado!-gritó.

Como pudo volvió a ponerse en pie y siguió corriendo lo que sus mermadas fuerzas le permitían.