Partida Rol por web

La radio permaneció en silencio unos segundos durante los que Vincent temió que se hubiera estropeado en el peor momento. Afortunadamente, al final chasqueó y pudieron oír la voz de Theodore que repetía:

—Apagad todo, destruidlo. Apagad to... ... ...idlo. Ap... do... ...truid...

“Y una mierda”

Fue toda la respuesta que su mente pudo dar ante el extraño espectáculo que estaba ocurriendo ante él. ¿Cadáveres que se alzaban? No era posible y sin embargo, estaba ocurriendo? Durante unos instantes, su cuerpo quedó bloqueado sin saber que hacer o decir mientras asimilaba que algo así pudiera ser posible hasta que finalmente la voz de Vincent le devolvió a la realidad.

- ¿Estás tonto? Pues claro que salimos de aquí cagando leches, vamos, corre – Randolph empujó a su compañero del hombro para que saliera primero - ¡CORRE! –

Una vez situado en la entrada de la sala se giró y tuvo una muy mala idea. Tan mala que no estaba segura de llevarla a cabo. Sin embargo, algo debía hacerse. La voz de Theodore*, aunque distorsionada llegó hasta ellos y a pesar de la estática, pudo entender una palabra

“Destruidlo”

Era todo lo que necesitaba. Alzó el subfusil y abrió fuego sobre los cuadros de mandos que hasta hace unos momentos habían permanecido apagados y vació el cargador sobre ellos. Tras esto, recargó el arma y empezó a correr esperando que aquello hubiera servido de algo.

Zacharias se quedó mirando con cariño todo el puente, incluida la parte del sillón de capitán y el tricornio. Que si era de quién imaginaba sería un tesoro aún mayor que lo que pudieran encontrar, sin contar la nave en sí.
No sé fijó en la figura, más allá de desecharla como uno de los cadaveres, al menos hasta que cayó en la cuenta de su posición y se empezó a mover. No sólo a mover, también a hablar. Y además le reconocía, o al menos conocía su extirpe. La conexión que tenía con la nave era evidente, una coñexión literalmente con ella debida a un cable. Con él controlaba la nave. Y aunque ellos debían estar en problemas, parecía que Vincent y Randolph lo estaban también.

La idea de Theodore de apuntar al cable para desactivarla parecía buena. Pero quizás eso dañara la memoria de la nave, o la criatura. Y Zach quería a ambas. Deseó poder tener un cigarro en la boca y fumar.

-Vaya. Al parecer sabes cosas de mí que ni yo mismo sé.
No soy capaz de enteder cómo sabes que soy pariente, si es que en verdad lo soy por algo más que el apellido, de ese Abdiah Tarkamel. Y por lo que dices intuyo que tiene que ver con la traición al gran Oswald "Alacuervo". Un idolo personal y ejemplo a seguir por cualquier pirata que se precie de llamarse así.
Aunque por mucho que admire al "Terror Tranquilo" o "El Pirata Melancólico", no soy él.
Pero seguro que tú puedes ayudarme a comprenderlo, a conocerlo, y a hacer que su reinado vuelva a ser el que era. ¿Verdad que sí?-

A pesar del traje Zach se las arregló para sonreir y que esta se proyectase hasta el cuerpo robótico. Luego extendió su mano izquierda en dirección a la criatura.

-¿Qué me dices? ¿Quieres hacer que la Desesperanza sea grande de nuevo? Algo a temer y tener en cuenta. Venga. Dí que sí.-

Los ojos de la criatura centellearon por un momento en color naranja cuando Zacharias nombró a Alacuervo

—Ah, no has cambiado nada, Abdiah, sigues teniendo una lengua retorcida.

Avanzó dos pasos hacia ellos mientras sus ojos recuperaban su habitual iluminación azul:

—Al menos reconoces tu crimen. Pero eso no cambia la situación —alzó la mano y con un restallido metálico, desplegó cuchillas en la punta de sus dedos. Sonrió, o más bien hizo una mueca exagerada que parecía desesperadamente ser una sonrisa humana—. Cuando estés muerto borraré finalmente tu nombre y el universo olvidará que alguna vez existió un Tarkamel. Solo yo recordaré tu infamia.

A vuestro alrededor, los cadáveres se habían alzado y amenazaban con rodearos.

—Y sí. Quizá entonces decida recuperar mi antigua gloria

—¡BAM!

La afable conversación se vió interrumpida por el atronar de un disparo. Instintivamente, Zacharias miró atrás y vió que la pistola de Theodore humeaba. Había sido un buen disparo, la bala atravesó limpiamente el grueso cable metálico, reduciendo su grosor a un delgado hilo. De inmediato, varios de los cadáveres que acababan de levantarse se desplomaron de nuevo en el suelo con las articulaciones paralizadas en un rictus perpetuo. Los ojos de la criatura disminuyeron en luminosidad un instante, pero luego recuperaron todo su brillo. Los trajes detectaron una disminución importante de potencia eléctrica que se recuperaron casi en su totalidad al momento. La intensidad de señales electromagnéticas permaneció inalterado ¿Valdría con cortar el cable? Había parecido una idea genial, pero solo una pequeña fracción de los cuerpos habían sido... desconectados, a falta de una explicación mejor.

Sin embargo no era suficiente. Aquellas monstruosidades avanzaban a trompicones, en maniobras torpes y desmañadas. Pero Theodore no esperaba el ímpetu de su ataque, y un brazo momificado potenciado por un potente sistema neumático le golpeo por la espalda con una fuerza innatural*. Zacharias, más atento y sobre aviso, esquivó con facilidad y elegancia un cabezazo dando un paso atrás. Pero el resto de meca-zombies seguía acercándose. Por no hablar de la criatura**

La respuesta de Randolph fue clara y rápida, cosa que agradeció mucho en aquel maldito lugar lleno de cosas extrañas y de peligros sin nombre: una orden clara y concisa como "corre por tu maldita vida". Estaban ya en la puerta destruida cuando oyeron por el comunicador, entrecortado por las interferencias, a Theodore diciéndoles que desconectaran lo que vieran o que lo destruyeran. Bien. Otra orden clara y concisa, una que podía cumplir sin problemas. Randolph y él tuvieron la misma idea a un tiempo, se dieron la vuelta y abrieron fuego inmediatamente sobre el cuadro de mandos. La ráfaga de Randolph fue brutal y a lo burro, destrozándolo todo. Sin embargo Vincent quería dar en el sitio correcto, y buscó entre lo que veía los cables de alimentación principales, las baterías o los alimentadores, y disparó el revólver con precisión hacia ellos, buscando apagar definitivamente aquellos aparatos destruyendo su alimentación. Aquella tecnología le apasionaba, y sabía bien a dónde apuntar para desconectarla.

Vincent y Randolph se abrieron paso con rapidez entre los torsos momificados que se alzaban y las manos nauseabundas que trataban de agarrarlos. Aquellos bichos eran torpes, pero los constantes chasquidos metálicos y chirridos de la maquinaria que los animaba presagiaba mucho dolor si llegaban a cogerles. Por suerte, habían sido muy rápidos en detectar los problemas y esto les permitió, tras un par de empujones desesperados, llegar a la puerta que acababan de atravesar sin mayores percances. Al atravesarle y girarse, Vincent sintió como se le encogía el estómago ante el disparate que se disponía a cometer. Examinó con ojo experto aquel despliegue de belleza tecnológica cuyos secretos ahora se hallaban quizá perdidos buscando cómo inutilizarla. Randolph, con muchos menos prejuicios al respecto, ya había abierto fuego ciegamente sobre la valiosa maquinaria.

¿Era impresión suya o había varios cadáveres que se habían desplomado nada más levantarse, incluso antes de que Randolph abriese fuego?

Vincent encontró al fin lo que buscaba, el generador que alimentaba la computadora principal de aquella sala. Aquel dispositivo, debido a su importancia, estaba preparado para sobrevivir a catástrofes durante la navegación estelar, combates incluidos, y era imposible dañarlo con una bala. Y sin embargo... sí, eso podría valer. La repentina inicialización simultánea de todos los sistemas estaría demandando un flujo excesivo de energía. Los refrigeradores estarían trabajando a toda potencia. Hidrógeno líquido a 265 grados bajo cero altamente inflamable nada menos, en conducciones estanco con doble recubrimiento aislante, a prueba de incendios, pero no de balas. Acertarlo era improbable, una en un millón, así que Zach estaría seguro de conseguirlo. ¿Por qué no?

La bala pasó inalterada a través de las filas de ¿tecnozombies? y desgarró las cuatro capas de recubrimiento de las conducciones de refrigerante: entrada y salida. El hidrógeno líquido hirvió de inmediato, llenando la sala de vapores blanquecinos*, pero los esperados fuegos artificiales no tuvieron lugar. Daba igual, el sistema acabaría por sobrecargarse debido a la elevadísima demanda energética y, con suficiente combustible llenando la sala, cualquier chispa la transformaría en una rugiente bola de fuego. Podían esperar a que eso pasase e intentar sobrevivir hasta entonces o podían intentar acelerar el proceso rajando otra de los conductos de refrigerante**. Si entraban, quizá los cadáveres les cerrasen el paso antes de que consiguieran salir, pero si esperaban ¿adónde irían? Y lo más importante ¿podrían permitirse Zach y Theodore la espera?

Mierda, mierda, mierda. Eso era todo lo que Vincent podía pensar mientras corrían hacia la puerta que ellos mismos habían destrozado hacía tan solo unos instantes. Aquellos zombies tecnológicos no parecían nada amistosos, y no le gustaría saber qué eran capaces de hacer. Casi no veía nada entre la marea de cuerpos que se les venía encima, pero finalmente localizó la tubería del refrigerante, hidrógeno líquido a baja temperatura. Aquello tenía que funcionar, era una locura, cierto, pero ya metidos en aquella situación su única salvación iban a ser las locuras. Disparó más por instinto que por otra cosa, e hizo blanco contra todo pronóstico. Sin embargo, un disparo no sería suficiente para causar la explosión total, y los zombies seguían avanzando. -Randolph, deja de disparar a la consola. He reventado la tubería del hidrógeno, para hace falta acertarle más veces para que haga pum. ¡Necesito tiempo, dispara a las piernas de los zombies o algo para que vayan más lento! Apuntó de nuevo, pero esta vez falló por mucho. Soltó una maldición y volvió a apuntar, listo para disparar de nuevo.

El disparo de Theodore, contra todo pronóstico, consigue dar en el cable que conecta el extraño ser con la nave, casi cercenándolo, pero aparte de una breve pérdida de energía no había pasado nada más. Por lo menos algunos de los cuerpos habían vuelto a caer inertes

Theodore recibió un golpe de uno de los cadáveres que le rodeaban, pero fue absorbido por su armadura. De todas formas el impacto había sido bastante fuerte.

- Cuidado Zach, estos muertos pegan muy fuerte.

La figura no había avanzado de momento, parecía que se contentaba en mantener algo de conversación con Zach. Theodore intentaba evitar otro golpe por parte de los muchos cuerpos que los rodeaban mientras intentaba fijarse en cualquier detalle que mostrara una vulnerabilidad en la criatura.

Los cadáveres bamboleantes se habían aproximado más y ya tanto Theodore como Zacharias tenían que vérselas con más de uno a un tiempo. De momento, Zach seguía apañándoselas muy bien para esquivar los golpes (quizá por su dilatada experiencia en peleas de taberna) mientras que Theodore se las arreglaba para al menos intentar que su bendita armadura que tanto tiempo le había acompañado absorbiera la peor parte de los golpes que no podía esquivar. Llegaría un momento, no mucho después, en que se verían tan sobrepasados por su mero número que esquivar se haría imposible. Y si caían al suelo, quizá no les dejasen volverse a levantar.

Por ello, buscaban desesperadamente estrategias que les permitieran retrasar ese momento. Su mente volaba planteando explicaciones absurdas mientras examinaban con una desesperación creciente el puente. Cortar el cable parcialmente parecía haber afectado sensiblemente a la criatura, pero de alguna forma Theodore sabía que acabar de cortarlo no sería suficiente. También había afectado a los cadáveres, y estos no parecían tener voluntad propia ni tampoco consciencia. Eran simples marionetas en manos de una inteligencia que los controlaba a distancia. Si encontraban la fuente de las emisiones, tal vez podrían parar a los mecazombies... El problema es que las emisiones parecían venir de todas partes, el ambiente se encontraba saturado de radiaciones electromagnéticas en diferentes bandas de frecuencia. Y, aun así, eso seguía dejando el problema principal: la criatura. A la vista de su resistente constitución y lo estilizado de sus movimientos estaba claro se trataba de algo muy diferente a aquellos simples cadáveres animados. Tenía voluntad propia. Tenía personalidad.

...espera...

...no se acababa de referir a sí misma como... pero... no podía ser*. Todo el mundo había oído los rumores del uso de potentes inteligencias artificiales en las naves militares, pero siempre lo habían tomado por simples exageraciones, un modo de referirse a computadoras extremadamnte potentes. Las IAs no eran más que un mito, una leyenda urbana...

...y nadie quería considerar la posibilidad de tener que enfrentarse a una fragata

Su disparo tuvo cierto efecto, pero los conocimientos de Vincent hicieron que el disparo de su compañero tuviera un efecto mucho mayor. Ver como algunos de aquellos cuerpos inertes caían nuevamente hacia su responso eterno, se preparó para iniciar la marcha cuando Vincent le indicó que podía reventar todo aquello, pero necesitaba que le procurara un blanco claro.

- Si tiempo y espacio es lo que necesitas... –

Randolph lanzó un grito y se introdujo en la sala golpeando al zombie más cercano, aproximándose a esa marabunta de monstruos de pesadilla para atraer toda su atención hacia él y lejos del objetivo de su compañero.

- ... ¡Vamos hijos de puta!¡Lo mismo mercenarios que fantasmas, os reventaré a todos mierdecillas! –

Sabiendo que dispararles directamente serviría de poco, apuntó a las piernas para intentar frenar su avance, aunque fuera un poco.

“Por favor Tenazas, no falles”

Zach estaba seguro de que tenía a la cosa aquella que controlaba la nave. Si hasta parecía una especie de IA si tal cosa fuese posible. No obstante su pico de oro no sirvió en aquella situación y la pelea empezó.
El bueno de Theo había logrado desactivar varios de los robozombies con el disparo al cable, pero era obvio que no era suficiente. Tenía que haber un control manual, o panel o computadora que pudiese controlarlos. Y si además veían algo que les pudiera decir como detener a la cosa que les daba ordenes de martarles pues mucho mejor.

Aún así no perdió de vista ni a la IA ni a los robozombies mientras buscaba lo que sabía que tenía que estar en el puente de mando.

Venga, venga, venga. Si eras un pirata paranóico fijo que pusiste algún seguro o contramedida.

La luz se hizo para Theodore. La larga búsqueda a la que se había lanzado desde su exilio llegaba al momento crucial, no tendría una oportunidad como esta. Merecía la pena arriesgarlo todo, su vida era poco respecto a lo que podría ganar.

Avanzó un paso hacia la figura que les observaba y tiró la pistola al suelo. A fin de cuentas - pensó - eran demasiados "zombies" como para salir a la fuerza, la solución vendría por otro camino.

- Quiero parlamentar, ofrecerte un trato. - Theodore extendió sus brazos en cruz mostrando que salvo el arma que había arrojado al suelo no llevaba nada más. - Como representante del Barón Valinok, ultimo regente en el exilio de la casa Liotrel, te ofrezco nuestra alianza y protección.

La radio estaba abierta, pero no sabía si sus palabras llegarían a sus compañeros en la sala de máquinas, si bien era seguro que Zach a su lado estaba escuchándolo. Revelar que estaba asociado a los Liotrel seguro que era algo nuevo para todos ellos. Hace 12 años los Liotrel habían ocupado todas las primeras planas de las noticias al ser prácticamente exterminados en la guerra relámpago que los Hatrion habían emprendido contra ellos. Se habló de traiciones, que no todos habían perecido, pero la historia la escriben los vencedores y los Liotrel habían sido olvidados. Obviamente los Hatrion pagarían cualquier suma por cualquier pista que les llevase a los últimos miembros de sus enemigos.

- Somos una casa en el exilio y poco tenemos que ofrecerte más que guerras y batallas en inferioridad de condiciones, pero volverás a ser nave insignia, de hecho nuestra primera nave, en una flota.

- ¿Quieres seguir abandonada en el espacio? ¿Que los siglos vayan depositando capas de herrumbre sobre tus circuitos? ¿Que tu puente esté lleno de cadáveres sin voluntad propia?

- Únete a nosotros y serás de nuevo un orgulloso crucero de batalla. Te ofrezco la gloria de la victoria o la destrucción honorable en la batalla, te hicieron para esto.

- Serás tu propio capitán y recibirás órdenes de nuestro mando que deberás interpretar según tu libre albedrío. Tu misión será defendernos, formar una flota y encabezar la reconquista de nuestro planeta. Tendrás poder absoluto sobre la tripulación que elijas tener. Te ofrecemos además una amnistía general de todo lo que hayas hecho anteriormente. Tu futuro quedará limpio.

- No te voy a engañar, somos pocos y sin recursos, pero mantenemos nuestro orgullo en el exilio aunque tengamos que vivir ocultos. Será un camino difícil y con pocas esperanzas de éxito, pero algunos ya lo iniciamos hacer tiempo buscando alianzas o fuerzas que nos den una esperanza en nuestro futuro.

- No se qué tienes contra los Tarkamel, pero Zach no es Abdiah. Los humanos somos todos diferentes y los hijos no tienen porqué pagar por los pecados de los padres. Dale una oportunidad y podrás comprobar por ti misma cuan distintas pueden ser dos personas. El perdón es una de los más sublimes conceptos de cualquier entidad pensante pueda llegar a comprender. Es una evolución muy significativa de la rama empática de tu personalidad.

- En resumen: te ofrezco unirte a una causa y volver a ser lo que fuiste, abandonar la soledad y el frío del espacio vacío. Sentirte orgullosa de tener una razón para existir.

Los cuerpos animados se acercaban a Theodore, pero éste no hacía el más mínimo ademán por defenderse. Era un todo o nada.

Finalmente, la criatura llegó a la altura de Zacharias y descargó un rapidísimo golpe cruzado, como un relámpago, que dejó cuatro desgarros oblicuos a lo largo de su chaleco. Ni lo había visto venir, ¡aquella cosa era rapidísima! Zach pensó durante un instante que su suerte se había acabado, pero un instante después seguía vivo ¿Había fallado o estaba jugando con él?*

Mientras creía morir había recorrido con la mirada toda la sala y solo había visto desesperación. Aquel pirata debería haber puesto contramedidas, pero no las había, lo que significaba que o bien era un inconsciente o no le preocupaba en absoluto que su nave se tornase contra él. Y Zacharias Tarkamel sabía muy bien que los piratas inconscientes no duran 17 años.

Mientras se veía reflejado en aquellos luminosos ojos azules que presagiaban una muerte fría y despiadada pensó que aquel era el centro neurálgico de la nave. Ellos dos estaban en su cerebro, desde donde se ejecutaban las órdenes conscientes, mientras que la sala de máquinas cumpliría más bien la tarea de gestionar los impulsos inconscientes. ¿Habrían conseguido llegar Vincent y Randolph? ¿Qué estarían haciendo? No había prestado atención ultimamente a la radio, de la que llegaban los gritos apagados de Randolph. Su voz le recordaba al momento en que se había arrojado contra Kazimir, quizá estuviese llevando a cabo otra de sus locuras.

No parecía haber una forma sencilla de destruir aquel enorme cerebro artificial. Tendrían que volarlo provocar una catástrofe. Volarlo los aires, provocar un cortocircuito, destruir el sistema de refrigeración. O quizá pudiera al menos desconectarse temporalmente y, como capitán, bien sabía que ese control, esa responsabilidad, estaba únicamente en manos de otro capitán**. ¿Podría una nave reconectarse a sí misma?

Finalmente, la criatura se irguió ante Zacharias en todo su metálico esplendor. A esa distancia, se apreciaban ciertas tosquedades en su estructura más alla de sus extremidades pulidas que ponían de manifisto que su construcción había sido improvisada a partir de los materiales de la nave. A pesar de estos defectos, mostraba que era la obra de un genio.

La criatura agarró por el pecho a Zacharias, que se vió reflejado en aquellos ojos azul brillante, a pesar de que sabía que aquello no era posible. Quizá había llegado hasta aquí. La muerte debía tener una mirada similar, inhumana e inclemente.

Y entonces Theodore soltó la pistola y empezó a hablar. El momento que tanto tiempo había deseado y temido a un tiempo había llegado. El momento de decir la verdad y dejar de esconderse. Sintió como se librase de una pesada carga que le había deformado el alma durante largos años. Se sintió liberado del peso del pasado.

Al principio, la criatura le ignoró pero, en un momento dado y contra todo pronóstico, con Zach todavía en sus garras, escuchó hasta el final.

Luego se hizo el silencio...

... y la criatura rompió a reír. Sus carcajadas de jolgorio llenaron el puente. La sensación de paz que invadía a Theodore se quebró como cristal.

—El Baron Valinok, ¿eh? La casa Liotrel —su voz mantenía cierto tono de alegría jocosa, pero también amargura—. Qué rápido se pierde una guerra cuando comienza con una puñalada por la espalda, ¿verdad? ¿Quién podía esperar aquello de la noble casa Harliok? Qué frágiles son las lealtades, ¿no crees, médico? Imagino que te habrás preguntado qué fue necesario para que Reynhard Harliok revelara su infamia.

Theodore sintió como los ojos de aquel ser se volvían hacia él. Se sintió examinado, evaluado. Se preguntó, parado en aquella posición tan vulnerable, si habría sido encontrado digno.

—La verdad es que no me costó demasiado. Solo tuvo que solucionar un par de... detalles —Sonrió y miró a Zacharias, que sintió como le agarraba con más fuerza del pecho—. Y a cambio obtuvo toda la riqueza de la casa Liotrel.

Calló un instante, casi pareció que suspiraba.

—Ay, médico. Entiendes tan poco... No fui creada para esto —había rechazo en su voz—. No quiero tu gloria, ni tus honores ni tus galones... pero tienes razón en una cosa. El perdón es una virtud rara vez encontrada en los seres humanos. —la voz se tornó desdeñosa, despectiva, teñida con cierta condescendencia—. La mayoría sois poco más que animales asustados, ¿cómo se os puede culpar de vuestro permanente miedo a la muerte? Vagáis por la vida evitando pensar en ello, sumidos en vuestras vanas ambiciones y pequeñas traiciones secretas. Por eso te perdono, porque eres débil y desgraciado —alzó a Zacharias un poco más, hasta que sus rodillas se separaron del suelo—. Pero todo tiene un precio. La muerte, la traición, son baratas... no así la vida.

Theodore sintió como la pistola era devuelta mágicamente a sus manos. Los zombies, que ahora les rodeaban por completo, se habían detenido, la espalda y la nuca expuesta de Zach se interponían entre él y la criatura*.

—Pero te ofrezco un trato justo, médico. Una vida por otra vida.

Agarrado por la criatura, Zacharias no acababa de entender la conversación que se desarrollaba delante de sus ojos. Pero lo que hablaban no le era del todo ajeno. Varias de las últimas inversiones la Casa Tarkamel, ya lastrada y en declive pero antes de desaparecer oficialmente, habían sido en sistemas lejanos, dado el fracaso reiterado de las intentadas en el Cluster Omega. Sus socios eran la casa gobernante uno de los planetas y todo se había ido al traste cuando una facción rebelde había dado un golpe de estado y exterminado a sus socios. Por lo que sabía, el representante de la Casa Tarkamel, un primo de su padre, había muerto durante esa revuelta.

Si algo no se podía negar de Randolph era su valor. Vincent no había conocido a nadie con más pelotas en todo el sector, y aquello era algo digno de agradecer en situaciones como la que vivían. Incluso ante una horda de tecnozombies extraños, se lanzó contra ellos con ímpetu, tal vez incluso demasiado. -Randolph, ¡no entres en la sala, que va a explotar!-advirtió Vincent, mientras trataba de localizar entre la marea de cuerpos y los fogonazos del subfusil la tubería a la que debía apuntar. Por suerte, Randolph disparó a las piernas de uno de los zombies y éste cayó de cara contra el suelo, dejando por fin ver la tubería tras él. Sin perder un instante, Vincent disparó, y el familiar sonido de su revólver atronó en la sala mientras hacía blanco de nuevo contra la tubería.

El fallo de Vincent había abocado la situación a una solución desesperada. El primer impacto en la tubería había parecido suficiente, pero esperar a que la detonación tuviera lugar por sí misma era una opción que requeriría un tiempo del que quizá no disponían. Había que poner en marcha el plan B, que consistía en poner toda la carne en el asador. Literalmente. Siendo ellos la carne y el asador en lo que se convertiría la sala de máquinas si el plan salía bien. Ya pensarían luego cómo sobrevivir a eso si el plan funcionaba.

Con un grito de rabia, Randolph se plantó delante de un sinnúmero de cadáveres sin cerebro que pretendían convertirle en uno de ellos. Ametralló las piernas de la primera oleada, que cayeron al suelo de forma estúpida y torpe, y desde allí siguieron intentando avanzar en medio del ruido agónico de los implantes neumáticos que los propulsaban. Por un momento pareció que el plan funcionaria, pero lo cierto es que Randolph tardó muy poco en ser rodeado por un número absurdo de cuerpos autopropulsados de fuerza sobrehumana. Una lluvia de golpes cayó sobre él desde todos los ángulos. Esquivarlos individualmente era un juego de niños para un profesional como Randolph, pero la aglomeración era tal que apenas quedaba espacio libre para moverse. Randolph, en ese estado de gracia que solo un combate a muerte puede lograr, zigzageó a un lado y a otro, se agachó, hurtó el cuerpo una vez y otra. No pudo esquivar todos los golpes, pero al menos sí recibirlos en las zonas protegidas. No podría mantener el ritmo mucho tiempo, pero de momento aguantaba al límite.

La radio seguía transmitiendo un murmullo indistinto a oleadas intermitentes, pero no era el momento para distraer la atención. La voz femenina y la voz de Theodore se turnaban y la tensión de la conversación iba en aumento. Ahora Theodore estaba diciendo un montón de cosas raras sobre su pasado, de traiciones, secretos y casas nobiliarias. O algo así. Quizá pudieran preguntarle sobre ello en el infierno.

Los cuerpos llegaron finalmente hasta Vincent, que ya ni siquiera podía distinguir a su compañero entre los tripulantes zombies que le rodeaban. Aunque consiguío esquivar el primer golpe, Vincent carecía del entrenamiento formal y la fiebre del combate que parecía poseer a Randolph en estas situaciones y el segundo zarpazo, lanzado con una fuerza descomunal, le golpeó verticalmente en el pecho, abriendo un profundo tajo a través del traje y la piel. Vincent notó una cuchillada de dolor y el calor de la sangre brotando. Aquello tenía mala pinta. Aquello iba a requerir atención médica. Pero aquello podía esperar, porque si dejaba que el dolor le dominase ahora, iba a ser reclutado a la fuerza para servir en aquella nave. Para siempre. Ante ese pronóstico, Vincent apretó los dientes, puso la mente en blanco** y se sobrepuso al dolor. Recuperó el pulso y la concentración. Ubicó mentalmente la posición de la tubería a través de la niebla que llenaba la habitación, a través de la carne y el metal de los cadáveres. Y se la jugó: todo o nada. Su disparo cercenó por completo el conducto principal de refrigerante y pudieron ver que los vapores blanquecinos se densificaron casi de inmediato. La sala de máquinas se convirtió en un enorme refrigerador industrial y los lectores térmicos de los trajes indicaban que la temperatura en su interior bajaba en picado, pronto se acercaría al cero absoluto. Pero no llegaría a alcanzarlo. Porque como bien sabían, habían desencadenado una cascada de acontecimientos que desembocaría necesariamente en una espectacular deflagración. Apenas les restaban unos pocos segundos
 

La radio atronó repentinamente. Llevaba un rato transmitiendo dificultosamente, pero ahora se pudo oír con claridad a Vincent gritando:

—Randolph, ¡no entres en la sala, que va a explotar!

¿Dónde estarían? Los trajes no disponían de esa información. Pero, si habían logrado su objetivo estarían en la sala de máquinas, en la cubierta inferior. Justo debajo ellos.