Partida Rol por web

Levantando los brazos - Mi señor no! esperad! vayamos todos juntos! - es inútil, Marcial ya se había internado en la oscuridad. Así que a Rodrigo no le quedaba más remedio que seguirle pero por supuesto, no sólo.

Hace un gesto a sus compañeros para que le sigan mientras desenvaina su espada y comenta - Vamos muchachos, prestas las armas- diciendo esto Rodrigo avanza despacio a la parte trasera de la ermita , por el mismo camino que acaba de atravesar su señor, mirando de un lado a otro con desconfianza y alerta ante cualquier amenaza.

De cuando en cuando mira de reojo, girando la cabeza para ver si sus dos compañeros le siguen.

Fue escuchar el filo y Ricardo avanzó hasta una posición desde donde pudiese ver que estaba sucediendo, más guardando cierta distancia. Su arte era el arco, no la espada, y pretendía evitar el cuerpo a cuerpo el mayor tiempo posible.

Con el arco tensado, apuntando hacia el lugar de donde venían los sonidos, bordeó la ermita y trató de ver contra quien había desenvainado la espada su señor.  

 El pastor ató el caballo a una viga que sobresalía de la ermita, y empezó a meterse piedras en los bolsillos, dejando una puesta en la honda. Bien cierto era que tenía que ayudar al señor, pero un palo (única arma cuerpo a cuerpo de la que disponía), no suponía rival contra el acero, así que optó por la honda, que al menos, no tendría que enfrentarse directamente contra el acero, y bien usada...podía hacer mucho daño. Girando en diagonal por encima de su cabeza, el pastor avanzó hacia el último punto por donde había visto a su señor.

En esos momentos, un soplo de viento helado volvió a azotar el ambiente, haciendo moverse algunas ramas que habían crecido entre los escombros de la ermita en el lateral. Mientras, el cazador y el pastor, siguiendo al juglar, avanzaban y doblaban la esquina. Allí vieron a su señor con los dos brazos en alto. Su escudo estaba en la montura, colgado..., miraba como a la oscuridad, pues ninguna antorcha había alumbrando dicha ermita, y la luna no aparecía para hacer más visible la escena.

Entrecerrábais los ojos para vislumbrar lo que había, pues parecía como si vuestro amo mirara al vacio. En seguida vísteis una pequeña figura delante de él, a unos pasos, muy pequeña y que sin duda era la fuente de aquellos ruidillos. Era tan de noche que apenas veíais bien cómo era, pero, al acercaros, vuestro rostro cambió y se tornó igual que el del noble al contemplar algo increíble.

¡¿Pero qué...?! -exclamó Marcial.

Delante de vosotros había un ser de reducidas dimensiones, pelo rizado y corto, orejas picudas y sombrero y ropas rasgadas y harapientas, de color parduzco, junto con unas botas negras y manchadas. Desde luego, no era un niño, ni un enano como los bufones de la corte de Don Marcial de Aguilera... ni nigún otro conde o Rey.

Por puro reflejo, Ricardo bajó el arco mientras levantaba la cabeza y observaba, quedandose sin habla, a la extraña criatura.

Por todos los santos ¿Que demonios es eso? -  Pensaba 

Rápidamente volvió a elevar el arco apuntando a aquella cosa, nervioso. No sabía lo que era, pero por el buen nombre de su madre, tristemente fallecida, podía jurar que no iba a dejar que se le acercase. 

-Glups .. qué bicho tan asqueroso!!

A Rodrigo la visión de aquel ser simplemente le sorprende, tampoco el causa mayor impacto. Rápidamente con la espada en la mano amenazante avanza hacia su señor siempre pendiente de la criatura, con una mueca burlona en el rostro grita:

- ¡Demonio del Averno!! - traga saliva - ¡ No os acerquéis a mi Señor!. Don Marcial venid aquí, cualquier cosa que sea eso seguro que no es bueno y puede que sea peligroso o venenoso o Dios sabe qué!.

Pues no, Rodrigo -susurró don Marcial sin levantar la vista de su objetivo-: ¡Ni Dios sabría qué! ¡Atentos!

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Tirad iniciativa: 1d10+AGIlidad.

Bien. Habéis declarado acciones. Continuaremos con los siguientes pasos de la batalla, tal y como se muestran en la escena "Combate. Resumen de reglas".

Órden de ataques:

1. Rodrigo
2. Ricardo
3. Miguel
4. Don Marcial
5. "Ente"

Rodrigo echa a correr en dirección a la criatura y ataca con su espada corta,impactando y tajando la pierna izquierda de la criatura.

- Engendro de Satán, vuelve a tu lugar de procedencia. ¡ Dios lo quiere !- grita sin estar muy convencido, de si suena amenazante o si se nota en su voz que está muerto de miedo.

su segundo ataque es un completo desastre y no logra que su espada pase cerca de la carne de la criatura.

Desplazándose lateralmente para asegurarse de que ninguno de sus compañeros estuviese en la trayectoria de su disparo,  Ricardo lanzó una flecha contra la criatura...

 Miguel observa al bicho con cierta mezcla de curiosidad y miedo. Era evidente que no era un ser "normal", si no algo poco común, mágico. Le recordaba a su padre, no obstante, por reflejo, le tiro una piedra con la onda, impactándole en una pierna.

-¿Qué o quien eres?- exigió el pastor.

¡No habléis con el! -ordenó don Marcial, ¡no es un bufón ni un cordero! ¡Podría hechizarnos con sucios ardides! Y acto seguido se lanzó contra la figura, que la tenían delante.

(Marcial ataca y parada)