Partida Rol por web

Seguístes los pasos por las calles hacia la parte alta. No veías a los jinetes aunque el pueblecito acababa y el sonido de los cascos conducía sin duda al fortín del Señor de Monegros. Minutos después, tras continuar subiendo y estabando algo alejado aún, veías incluso en la noche como los dos caballos estaban ahora sin montar, como esperando en la muralla del fortín: sus dueños ahora no estaban allí (habríanse bajado).

No habías visitado aún esa parte del pueblo. El fortín era un lugar grande ¡muy grande! Poseía una muralla con ciertas almenas que encerraba todo el recinto del mismo, exceptuando una parte, la parte posterior, la cual no hacía falta la presencia de muros ya que la roca de la montaña hacía el paso imposible debido a la estructura natural. Estando delante de aquel fortín al mirar hacia arriba podía contemplarse un precipicio en lo alto que protegía la aldea, y si te dabas la vuelta podías ver el pueblecito completo, el Ebro al fondo e incluso la orilla sur del mismo más allá.

También te fijaste que había una entrada principal en forma de arco y sin puerta con una especie de valla que protegía la misma a un lado (la valla era la puerta, la cual era algo "simbólica", pues había alguna lanza allí apoyada, lo cual denotaba que era el lugar de la guardia de entrada del fortín). También había una especie de torreón con tejado de adobe que "partía" la muralla, aunque sus muros más bajos eran igual de resistentes que ésta. Se percibía en su interior (por lo que pudístes ver a través de la puerta principal y su arco) un bonito patio con suelo de césped bien cortado y un suelo enlosado que hacía las veces de camino. Al fondo del patio, la enorme casona, con almenas también en sus extremos. Poseía una planta, aunque en un lateral podías ver que habría alguna habitación en una segunda planta (por la diferencia de altura de la fachada).

No había rastro de los jinetes o de por dónde habian entrado.

Miguel, con bastante miedo en el cuerpo, decide optar por su plan inicial, robar los caballos para que aquellos hombres no tengan por donde escapar. Al fin y al cabo, su señor era dueño de esas tierras y sin duda comprendería sus acciones y las justificaría ante el señor de la villa, que no era mas que un sirviente del padre de su señor. Además, no los iba a robar, solo confiscar temporalmente.

Sin mas, cogió a los caballos por las riendas y se dirigió hacia la posada donde había dejado a su señor.

Al acercarte a los caballos, escuchas el tintineo de unas espadas en el interior del fortín. Al parecer son del interior de la vivienda.. No obstante, eso no denota ningún misterio, pues al parecer pueden haber entrado a robar, puede ser un ajuste de cuentas o simplemente el tal Arilla está practicando su esgrima con algún pelele de metal. Sin embargo, se oyen además quejidos de infantes en un lugar alejado (y también dentro de la casa) del lugar del tintineo de espadas.

Seguístes los pasos del lugar por dónde sólo el pastor podría haber marchado, y seguiste las huellas de cascos en la aldea por las calles hacia la parte alta. Subiendo en progresión, pasaste la casa del Padre Tordemoreno, desaparecido sin rastro, por cierto, el cual conducía sin duda al fortín del Señor de Monegros. Minutos después, tras continuar subiendo y estabando algo alejado aún, veías incluso en la noche como tres caballos permanecían al lado de la pequeña fortaleza, como esperando en la muralla del fortín. Entre ellos se encontraba Miguel Rivera, cogiendo las riendas de los dos otros dos caballos (el que tenía él atado era el de vuestro amo Marcial).

No habías visitado aún esa parte del pueblo. El fortín era un lugar grande ¡muy grande! Poseía una muralla con ciertas almenas que encerraba todo el recinto del mismo, exceptuando una parte, la parte posterior, la cual no hacía falta la presencia de muros ya que la roca de la montaña hacía el paso imposible debido a la estructura natural. Estando delante de aquel fortín al mirar hacia arriba podía contemplarse un precipicio en lo alto que protegía la aldea, y si te dabas la vuelta podías ver el pueblecito completo, el Ebro al fondo e incluso la orilla sur del mismo más allá.

También te fijaste que había una entrada principal en forma de arco y sin puerta con una especie de valla que protegía la misma a un lado (la valla era la puerta, la cual era algo "simbólica", pues había alguna lanza allí apoyada, lo cual denotaba que era el lugar de la guardia de entrada del fortín). También había una especie de torreón con tejado de adobe que "partía" la muralla, aunque sus muros más bajos eran igual de resistentes que ésta. Se percibía en su interior (por lo que pudístes ver a través de la puerta principal y su arco) un bonito patio con suelo de césped bien cortado y un suelo enlosado que hacía las veces de camino. Al fondo del patio, la enorme casona, con almenas también en sus extremos. Poseía una planta, aunque en un lateral podías ver que habría alguna habitación en una segunda planta (por la diferencia de altura de la fachada).

No había rastro de los jinetes o de por dónde habian entrado. Además, al acercarte cerca de la posición del pastor, escuchas el tintineo de unas espadas en el interior del fortín. Al parecer son del interior de la vivienda... No obstante, eso no denota ningún misterio, pues al parecer pueden haber entrado a robar, puede ser un ajuste de cuentas o simplemente el tal Arilla está practicando su esgrima con algún pelele de metal. Sin embargo, se oyen además quejidos de infantes en un lugar alejado (y también dentro de la casa) del lugar del tintineo de espadas.

Se acerca a la carrera pero se detiene a observar el imponente fortín , - ... es impresionante. No encaja tan imponente fortaleza en un pueblucho de mala muerte como este - Piensa para sí Rodrigo. Una vez sacado de su estupor y al ver a su compañero solo junto a las monturas, se acerca despacio a él justo cuando comienza a oir el ruido de las espadas entrechocar - ¡ que me aspen si eso no es una lid! -se acerca a Miguel que no parece verle en un principio y no le queda más remedio que susurrar - ¡ Eh ! Miguel ¿ qué hacéis ahí parado ? ¿ Por qué tienes el caballo del Señor ? ¿ cómo le has dejado en la taberna ? ¿ has descubierto algo de esos jinetes ? - todo son preguntas en la cabeza del juglar, lo que parecía ser manutención y monedas fáciles se está conviertiendo en una verdidera odisea.

No hay mal que por bien no venga, quizás de todo esto salgan canciones a tutiplén. Rodrigo Gálvez, ¡el bardo más famoso de toda Castilla!

- ¿ quiénes pelean, los jinetes y el estirado ese ?

Miguel sobresaltado, se da la vuelta.

- Coño, vaya susto.- tras respirar profundamente un par de veces- veréis, han herido al señor en la taberna, el dueño de la misma se ha quedado a cuidarlo. Antes de caerse inconsciente me ha mandado a perseguir un par de jinetes que aquí han parado, y me ha dado su caballo para tal labor. Mi idea es tomar prestados estos caballos y volver a la taberna, para que los susodichos no puedan escapar y puedan quedar a disposición de nuestro buen señor cuando despierte.

Dice hablanco bajito pero lo suficientemente alto para que su voz se oiga por encima del clamor de las espadas -  Sí ya estoy al tanto de lo ocurrido en la taberna, vengo de allí, Ricardo cuida ahora de Don Marcial pero.. ¿ por qué no quería Don marial que esos hombres escaparan ? ¿ quiénes son? ¿son enemigos tal vez?

Miguel se encoge de hombros

-El señor me ha dicho "Miguel, suíguelos...nuestro misterio..." y luego sa´desmallao.

Se vuelve encoger de hombros, y se va acercando a los otros caballos para roba...cogerlos prestados.

Desesperado - ¡ Maldita sea cada vez entiendo menos desta mierda!! , mira- dice sacando la espada - yo voy a ver qué mierdas pasa. Tú me acompañas! - señalando a Miguel - ¿ vas armado ?

Miguel pone cara de asustado ante el repentino cambio de tono de su compañero, ante su pregunta de si va armado, Miguel se limita a señalar su honda, que ahora mismo lleva atada a la cintura, a modo de cinturón.

-Discúlpeme si no le acompaño, pero yo no estoy hecho para las batallas, yo bajo con los caballos y aviso a Ricardo, que el al menos es hábil con el arco.

Dice mientras empieza a caminar hacia la taberna con los caballos

- Maldito cobarde - masculla para sus adentros

Con la espada en la diestra y sin saber todavía el porqué quiere hacerse el héroe cruza el arco de la entrada sigilosamente, para echar un vistazo y descubrir qué es lo que está pasando. Quizás sea eso, el ánimo de saber qué ocurre lo que impulsa a Rodrigo a actuar de una manera tan valiente.

Entraste dentro. Recorrías ahora el bonito suelo enlosado y bien dispuesto, aunque no era digno de palacio, pues era de pizarras planas; y no porque esta bella piedra no lo mereciera, sino porque estaba colocada como quien deja soltar un harapo sobre la pradera (de cualquier manera) y el viento es quién dirige su caída. Apreciabas también el resto del suelo que no era pútrido barro mezclado con estiercol y barrizal (como en el resto de Monegros), sino que era de una hierba fina exquisita, césped más bien, cosa inusual y poco práctica para cualquier centinela que estuviera recorriendo dicho lugar en vigilancia.

A tu derecha el torreón de tejado inclinado. Por el aspecto y a pesar de ser de noche te percataste que lo habrían construido mucho despues que casa de la fortaleza y la muralla, pues aunque estaba incrustada en esta desde su diseño y la roca era la misma en todas sus partes, las piedras eran algo más limpias y nuevas.

A tu izquierda un pequeño pozo bien dispuesto; y justo delante de ti la casona. Algunas partes de esta se confundían con la piedra del precipio de la roca natural, solapándose de una manera magistral y haciendo un precioso retiro.

Se detiene un momento para "abrir bien las orejas" , no obstante es inútil del todo. Encogiéndose de hombros y sin saber bien a dónde ir Rodrigo mira de un lado a otro: de la casona a la torre y viceversa.

¿ Adónde ir ?

Da lo mismo que me da igual. Así que un poco a "zascarilla" como dicen a su pueblo elige ir a la torre a echar un vistazo rápido y si no hay nada de interés se dirigirá a la casona - con precaución eso sí - que se imagina Rodrigo que es de donde provienen los sonidos del combate.

No sé que hago yo en una de estas... no le debo nada a ese Marcial, tenía que haber hecho como esos dos cobardes y haberme quedado junto al fuego...

Subiste los escalones que conducían al pasillo elevado de la muralla, por donde los guardias suelen hacer la guardia entre las almenas, en cuya altura se encontraba la entrada de la torre. Notaste que su puerta estaba abierta. Al asomar la cabeza te percataste que estaba totalmente oscuro.

Saca el yesquero de su zurrón y con un poquito de paja empieza a hacer chispa, sin prisa pero sin pausa - vaya parece que hoy se me resiste - sigue intentándolo hasta que por fin, a la cuarta, una de las chispitas prenden, usando ese poquito de paja prende la antorcha y con un - Páter Nostrum... - entra en la torre, atento cual gato montés como siempre. Su intención es empezar a registrar la torre habitación por habitación (siempre que sea posible) desde la base.

En esos momentos, al iluminar la estancia te das cuenta que hay un montón de sacos y un par de barriles de pie a un lado y a otro. La habitación que tienes inmediatamente delante de ti es de unos 4 x 4 metros, llena en sus laterales de dichas provisiones, tales como semillas de labranza, algunas herramientas, numerosas patatas a un lado y otras hortalizas de buena conservacion. Todo está sobre gran cantidad de paja para evitar el contacto con el suelo. Las paredes interiores no eran de piedra, sino de madera, largos maderos verticales que no hacían sino perderse en las alturas. Al mirar para arriba te percataste de que el techo estaba muy muy alto, y podías ver el tejado doblemente inclinado por la parte interior.

Destacaba otra cosa. Había una especie de segundo piso con algunas aberturas (de ahí que fuera posible ver el techo) a gran altura de la torre, como una superficie horizontal bien dispuesta y construida a los maderos laterales en un buen trabajo artesanal (una especie de altillo). No se veía que había allí encima, pues era casi tan ancha de superficie como la propia planta de la torre, y estaba recubierta de paja, al igual que el suelo. Para llegar a ese lugar tan sólo había que subir las escaleras verticales apoyadas en una de las paredes, la cual era larga y estrecha, y conducía a dicho lugar.

Rodrigo intenta subir las escaleras haciendo el menor ruido posible, pero hace más ruido que un oso asturiano  y apunto está de caer escaleras abajo - ni aposta lo hago peor...- piensa mientras asciende la escalera espada en ristre.