Partida Rol por web

Miguel se sobrecogió. Ya era miedoso por naturaleza, y ahora encima con un muñón por mano...poco podía hacer. Por si las moscas, con su única mano, tiró la honda al suelo, luego puso una piedra en ella y volvió a recogerla con la única mano que le quedaba (que por lo menos era la buena). No podría cargarla aprisa, pero por lo menos tenía un tiro, lo suficiente como para retrasar a un posible enemigo antes de salir huyendo.

- Que el señor nos pille confesados... - dijo por todo comentario al oír aquel bramido -

Anduvo todo el camino con cautela pero con el convencimiento propio de un castellano viejo, de un tipo que se las ha visto y se las ha deseado para sobrevivir, para salir adelante, de pendencia en pendencia... esta vez era diferente, pero no tanto como a priori podría parecer. Quitando las criaturas sobrehumanas y las visiones, no era más que una gran pendencia que afectaba a personas de más alta alcurnia ... sólo eso.

Al oir el gruñido - o lo que fuese - Rodrigo sintió como un eslofrío que le recorría de punta a punta del cuerpo, la cara de sus dos compañeros eran un poema y Marcial tampoco es que anduviese muy fino, así que Rodrigo se limitó a aparentar ser más entero que el resto y aún con tembleque en el brazo izquierdo, asió su espada con fuerza con el derecho y se encaminó al final del corredor, hacia la estancia de donde provenía el sonido.

- Matemos a ese engrendro del infierno.

Ricardo asintió al escuchar las palabras de Rodrigo. Fuese lo que fuese la criatura de la que provenían aquellos sonidos, no le quedaba demasiado tiempo de vida. Acabarían con ella, y con el resto de abominaciones que parecían poblar aquel pequeño pueblo. Preparó su arco con una de las flechas que llevaba a la espalda, y continuó avanzando con cautela, junto a Rodrigo, atento a cualquier cosa que pudiese moverse a su alrededor. 

¿Dónde diantres estará ese de Arilla? -pensaba yo mientras una abominación en forma de ruidos nos invadía.

Asintiendo a las palabras de Rodrigo, me adelanté al resto. No era menester hacerlo, pues eran mis siervos en aquellos momentos y en tal caso ellos habrían de ser los andantes en vanguardia. Sin embargo, la incertidumbre que me invadía y decidi avanzar yo mismo.

Entonces miré cómo Miguel intentaba recoger objetos con su honda por lo que pudiera suceder. Fue cuando le susurré:

Pastor, aquí no puedes hacer mucho, no puedes luchar, ¿no lo ves? -le decia señalando con los ojos a su brazo. Nos ocuparemos nosotros tres, sea lo que sea lo que hay ahí... Es preciso encontrar a ese tal Fabio, llevarlo con sus hijos y que nos cuente lo ocurrido... ¿De acuerdo? Registra la casa.

Dicho lo cual, seguimos avanzando. Dejamos atrás 4 puertas de habitaciones, (dos a cada lado) y unas escaleras al principio del pasillo, las del piso de arriba. Tan sólo quedaba una quinta habitación, cuya puerta debía estar en la siguiente curva del pasillo, lugar de donde procedía dicho ruido...

Fue entonces cuando os topásteis con la puerta de la última sala. Don Marcial se colocó delante de ella, con la espada en alto y la miraba fijamente. Soltó una mano de la empuñadura y se preparó para empujar la puerta de metal...  Las visagras resonaron sin discreción alguna y la abertura dejó ver en el interior:

Aquella sala era una habitación. Lo primero que se apreciaba era una cama grande, un par de mesitas y un par de sillas. Había también un armario y una alfombra en el lado entre la cama y la entrada. Además, había una bonita chimenea, muy grande, a través de la cual había una abertura como para que entrase un buen par de hombres henchidos en carnes... Pues bien, en dicha cama había una mujer... ¡estaba completamente ensangrentada! ¡Mostraba numerosos cortes y hendiduras...!

¡¡Y a su lado... también encima de la cama...oh!!... ¡¡Sobre ella y devorando sus brazos y piernas...!! Había... ¡Había...!

En esos momentos abrí los ojos de par en par y la espada osciló por momentos entre mis manos, aún estando en alto. Tan sólo acerté a decir:

Mi, Miguel... -tragando saliva- ssss... sal de aquí; bú, búscale...

El monstruo, que había dejado de devorar a la mujer para girar su cabeza hacia la entrada (cabeza con un solo ojo, por cierto), hizo rechinar sus dientes, mostrándolos manchados en rojo sangre; dió un brinco bastante ágil y se colocó delante de vosotros. Don Marcial se adelantó unos pasos entrando en la habitación no sin comprender que su futuro en aquellos momentos era incierto.

Te diste cuenta de que... ¡¡esa cosa era lo que te arrancó la mano de un palazo!!

Se persigna y comienz a rezar en voz baja

- Te devolveremos al averno, aunque me cueste la vida, eso tenlo por seguro!

A otro cualquiera la visión de aquél ser le habría impactado, pero Rodrigo había visto mundo y aunque creía en Dios , en Jesucristo y en la Santa Iglesia Católica, no era un ingenuo y sabía que había dos clases de magia: la buena y la de goecia. Además de la existencia de la magia, también existían criaturas mágicas, que venían de otro mundo a este de cuando en cuando y ahora iban a luchar contra una de aquellas cosas...

Miguel, al ver aquel bicho, sintió como su muñón le dala punzadas de dolor, al mismo tiempo, el miedo invadió su cuerpo. Dejó caer la honda al suelo, y con un tremendo grito, corrió hacia la entrada de la fortaleza.

-MI MANOOOO, ESO ME ARRANCÖ MI MANO, AHHHHHHHHHHHHHHHHHHH!!!!

Cuando llego al exterior de la mansión-fortaleza, se calmó un poco, y volvió entrar en busca del tal Arilla, pero si dejaba de escuchar las voces de sus compañeros luchando...ya le podía dar por saco a Arilla, primero estaba su vida.

Miguel, procurando hacerlo rápido, va registrando las habitaciones una por una, empezando por las mas cercanas al monstruo, para ir iendo hacia la salida. Abre las puertas de par en par, y al hacerlo anda unos pasos hacia el interior gritando:

Arilla, donde está señor Arilla!!!

Luego registra visualmente sin adentrarse más en la habitación y si no lo encuentra, pasa a la siguiente habitación y así hasta que el monstruo vaya a por el, hasta que encuentre al señor Arilla, o hasta que no encuentre nada en ninguna de las habitaciones (por ese orden de prioridad)

Nada más ver a la criatura un escalofrío recorrió todo su cuerpo. ¿Que había ocurrido en aquel pueblo? ¿Que habían hecho para despertar tales abominaciones? Empezaba a dudar de que pudiesen salvar a alguien allí, si la batalla había acabado hace rato y estos eran los resultados ¿Que encontrarían en el resto de la casa? Seguramente más seres avernarios. Pero eso no era razón para marcharse, había que acabar con ellos, evitar que surgiesen más de donde quiera que estos viniesen, y evitar que pudiesen extender su mal a otros lugares. 

Haciéndose a un lado, para que sus compañeros no se cruzasen en su linea de disparo, tensó el arco mientras apuntaba a la cabeza de la criatura. 

-Hoy... vas a morir - susurró.

Vi como Miguel salía disparado en busca de Fabio. El cazador veía a su presa, aunque el juglar no le prestaría una canción de corte precisamente... Marcial agarraba con fuerza su espadón... ¡Que sea lo quiera el Señor! -pensaba.

Ente: ini: 11.

Órden:

• Rodrigo
• Marcial
• Ricardo
• Ente

Declarad acciones en este órden.

Saliste disparado del lado de tus compañeros. Te pusiste a registrar rápidamente.

La habitación de enfrente de donde encontrásteis al monstruo de un sólo ojo era la capilla personal de don Francisco. Poseía tres bancos, una mesita con un par de velas para encender, un pequeño altar y una imágen. En la entrada había una palangana a modo de agua bendita.

La habitación contigua a la del monstruo era una cocina. Tenía pocos enseres a la vista, aunque debían estar dentro del par de muebles de cocina seguramente.

Al lado de esa cocina había otra pequeña habitación. No había muebles, sino que parecía una especie de alacena con una estructura en alto (una especie de hórreo en miniatura) para conservar algunos productos en alto fuera de todo riesgo como ratas o insectos.

Enfrene de las dos últimas habitaciones mencionadas había una larga habitación. En ella había un gran estante que iba de pared a pared. Encima, se encontraban muchos enseres de guerra: cascos, celadas, alguna pica apoyada desde el suelo, muchas espadas..., sin duda sería el lugar donde Francisco de Aldana y Adebillos se vestía antes de cualquier batalla. Además, contaba con un par de peleles de metal para practicar la esgrima (pues se veían cortes de práctica).

En dichos rápidos vistazos no encontraste nada más. Claro que sólo era la planta baja... a tu lado había unas escaleras.

Miguel, no siendo diestro en el arte de la guerra, decidió coger una espada del suelo, por si las moscas, más valdría tener una que no tenerla. Acto seguido, subió por las escaleras y continuó su rápido registro, apurado por si sus compañeros tenían mala suerte y no daban parado al monstruo.

ARILLA, DONDE ESTÁ SEÑOR ARILLA!!!

Atacar y Atacar

Atacar y Esquiva

Atacar y atacar

Ente: atacar y esquivar

Turno de Rodrigo.