Partida Rol por web

Hubo una semana de descanso antes de la siguiente batalla. Una semana en la que los sanadores se aplicaron a fondo para curar las heridas.

Y una semana después ¡vuelta a la acción!

En esta ocasión el equipo fue separado para entrar por fosos distintos. Por un momento se planteó en su cabeza la idea de que los hubieran separado así para que peleasen entre ellos pero cuando salieron al exterior vieron que no era así. Allí les estaba esperando un pequeño ejército de enemigos para acabar con ellos: tres caudillos orcos cada uno de los cuales comandaba a un trío de esqueletos vivientes.

Pero lo que llamaba sin duda la atención de aquella arena era el foso circular en el fondo del cual se escuchaba un ruido mecánico de algo dando vueltas: unas enormes cuchillas giratorias. Y sobre ellas, levitando en el aire a medio metro de la arena, unos enormes bloques con pinchos en sus paredes. ¿Qué utilidad tendrían? Nada bueno, sin duda.

Se habían juntado todos para volver a salir a hacer ejercicio. Su dolorido hombro ya había dejado de doler hacía un tiempo. El semitigre había sobrevivido y la amazona también. Gronk había visto como se sujetaba un montón de armas y cuchillas al cuerpo. Luego había meneado la cabeza. Demasiadas cuchillas. Como tropezara iba a perder una cacho carne. —Seguramente fue así como perdió la teta— pensó. 

En principio parecía que iban a luchar unos contra otros. Eso no le gustaba, todavía conservaba algo de honor. O prudencia, aunque el ir con el brujo era de tener buena suerte. 

Pero al salir vio que no era así, que ya había enemigos otra vez en la arena. Y al verlos comenzó a reirse. Tenía que contárselo a su colega. 

—Eh, Grendel el Magggnífico —se atrancaba a veces con las palabras humanas— esos son Krugul, Mork-ai y Brakk. Los echaron de la tribu por cagar fuera de las letrinas. Eran reincidentes. Y mira que les olía su caca. —ya miró a los tres orcos, los seguían esqueletos— ¡EH, CAGONES! Os han tenido que poner esqueletos porque no tienen nariz. 

Le caían lagrimones de la risa, y esperó a ver que hacían los ex-miembros de su tribu. 

La semana había sido un tanto aburrida. Aunque también le había dado tiempo a Grendel el Magnífico replantearse el combate que habían tenido y la casi muerte del hombre tigre. ¿
Qué habría hecho si los cabrones de los nobles hubiesen decidido que muriese su compañero de armas? Seguramente se habría negado, pero ya daba igual. Todo aquello le hizo reflexionar sobre su posible mortalidad. La de los demás, claro. No la suya. Faltaria más. Pero sirivió para centrarse un poco más en el futuro y las posibilidades.

Con esos pensamientos llegó a la nueva pelea. Había conseguido nuevas armaduras, lo cual seguro que le vendrían bien, pero no quiso más armas. Sus lanzas le habían servido hasta ahora. Lo harían de nuevo.

Cuando fue a la nueva arena temió que les obligasen a pelear entre ellos. Ya que no veía a su grupo habitual y les habían separado. Pero se relajó cuando salió afuera.

-Vaya, vaya, vaya. ¿Y eso? ¿Un montón de huesos y tres orcos? Después de la última me esperaba algo mejor.-

Aún así prefirió prepararse por lo que pudiera pasar. Agarró la lanza con las dos manos y se concentró. Una vez más la figura de Grendel el Magnífico se difuminó, desdibujada como estaba era más dificil de dar.

Sonrió cuando escuchó las chanzas del semiorco.

-Si no los respetas tú, como para hacerlo yo. Venga, acabemos rápido. A ver si sale el desafio de verdad. ¿Yo los de la derecha y tú los de la izquierda?-

Pasó una semana tendido en la cama, descansando y recuperándose de sus heridas. Apenas tuvo tiempo para prepararse para el siguiente combate, y esto le preocupaba. Pero estaba vivo, y eso, tras el encuentro con los cocodrilos, rozaba el milagro. Recordaba de manera borrosa la cara de la amazona y sabía que había sido Tenshia quien le había sacado de su precaria situación. La debía una.

Cuando por fin volvió a salir a la arena, sintió una sensación de alegría. La lucha le hacía sentirse vivo y, de tener que morir, prefería que fuera en un combate cuerpo a cuerpo, mirando con orgullo a la muerte, y no chapoteando en un charco.

Entraron por portones distintos y, en un principio, parecía que los iban a hacer enfrentarse entre ellos. Eso no era bueno. Tener a la amazona de su lado le daba seguridad -la mujer sabía manejarse con la lanza y era valiente-, pero el humano y -sobre todo- el semiorco eran peligrosos enemigos.
Pero no tardo en ero a quienes iban a ser sus contrincantes y se relajo algo. Los orcos iban a ser duros, de eso no había duda, pero, uniendo fuerzas con quienes se habían convertido en sus compañeros, tenían posibilidades de acabar también con ellos. Y eso suponía luchar en un solo frente y no separarse en grupos.

Vio al guerrero humano salir corriendo en una dirección y Rashid no se lo pensó dos veces. Dando grandes y agiles saltos, él mismo corrió en dirección al fondo sur de la arena, para flaquear al grupo de esqueletos y el orco que los esperaban allí.

La entrada a la Arena siempre estaba llena de tensión e incertidumbre. El corazón de la amazona palpitaba al ritmo de los timbales de guerra que arengaban a los plebeyos a pedir sangre y muerte.

Podía percibir esa energía opresiva que se acumulaba y descendía como cascadas de odió, chorreando hasta la Arena, como egregores sedientos de toda aquella maldad.

Los tambores cesaron para anunciarles a viva voz por sus nombres. La gente les aplaudía, eran ídolos para ellos, siempre y cuando les dieran su ración semanal de vísceras...

Se alegró al ver a Rashid a su lado y en plena forma. Bajo ese espeso pelaje, no podía ver si aún tenía en su cuerpo, las cicatrices que le habían dejado las dentelladas de los cocodrilos, una semana antes.

No le gusto tanto la idea de enfrentar a Gronk y Grendel al otro lado de la Arena. Por suerte sus enemigos no tardaron en hacer su aparición. 

- Orcos y esqueletos. Me alegra tenerte a mi lado en combates como estos. - le dijo mientras ambos corrían para tomar posiciones aun lado y otro de aquel muro de piedra ruinoso. 

Flanquearon a su objetivo y la amazona, preparada con un hacha arrojadiza por mano, tenía la iniciativa. La primera hacha voló cortando el aire, directamente al esternón expuesto de una de esas criaturas resucitadas. Lo siguiente fue un estallido de huesos.

Tenshia, viendo que ahora que era el cebo para atraerlos hacia la zona sur, obligándoles a dejar el foso a sus espaldas, soltó rápidamente el hacha de la mano izquierda y con la derecha saco su lanza, dispuesta a plantarles cara...

- Vamos, ven a por mí. - le dijo al orco, mientras de reojo veía a sus compañeros posicionarse en un círculo que en pocos segundos les tendría rodeados.

Los enemigos se pusieron en marcha. Los esqueletos parecían más lentos, cosa normal porque la magia que mantenía sus huesos unidos los hacía moverse de forma torpe. Aún así se las arreglaron para acortar distancias.

Por su parte en la zona norte uno de los caudillos orcos se lanzó a por Gronk, a quien parecía reconocer.

—¡Gronk el expulsado! ¡Las maldiciones de cien hijos de ciempiés caen sobre tu cabeza! ¡Yo Grotak voy a arrancar tu piel y hacerme una funda para mi hacha! ¡Poderoso mi golpe es!

Si quería impresionar al gladiador no parecía estar surtiendo mucho efecto. Gronk incluso parecía impaciente por liarse a hachazos cuanto antes¹.

Gronk rio de las payasadas de su oponente y se dedicó a hacerle picadillo. A él y a un esqueleto.

Los orcos recibieron las embestidas de sus enemigos como orcos que eran. Aunque sangraban abundantemente parecían ignorar los desgarros de su piel y músculos.

El que había sido atacado por Tenshia no pareció tomárselo a bien y lanzo un hachazo tan brutal que todos temieron que la amazona cayese de un solo golpe¹. Otro de los esqueletos aprovechó el momento para clavar sus garras huesudas en la carne de la muchacha²

El orco intentó golpear a Tenshia mientras ésta se movía fuera de su alcance. La amazona, que ya había esquivado antes a uno de los esqueletos, dio una grácil voltereta apoyándose sobre su lanza para esquivar el ataque del bruto¹. Ganó un momento de respiro que fue eso: un breve momento de respiro. ¡El orco no estaba dispuesto a dejar marchar a su presa! Arriesgándose a un ataque de la lanza de la amazona se lanzó hacia ella para seguir el combate. Lo que era peor ¡el otro orco también la había alcanzado sediento de sangre!²

En otra parte de la arena el orco que se enfrentaba a Gronk se lanzó al contraataque. El veterano gladiador vio venir el ataque y lo desvió con su hacha, pero ello hizo que el otro aprovechase el impulso para soltarle un brutal golpe con el codo en el cuello, desestabilizándolo³.

Gronk aguantó sin problemas el golpe del orco, mirándolo con desprecio, ahora se iba a enterar...

Rashid vio como los orcos y esqueletos decidían lanzarse al unísono contra la amazona. Con ese reparto de fuerzas, Tenshia tendría problemas serios para salir de ese ataque múltiple sana y salva, y el Rakasha no dudo que tenía que acudir en su ayuda.

Dio dos grandes pasos, apoyó la pierna izquierda en unas rocas caídas en el suelo y dio un gran salto para colocarse frente a los dos esqueletos, que se sorprendieron al ver al tigre donde no hacia mucho solo había aire. Pero el guerrero se había desestabilizado algo al tocar suelo y sus ataques no fueron todo lo letales que esperaba hubiera querido.

El primer zarpazo siquiera golpeó al esqueleto y el segundo, aunque si le alcanzó, no tuvo apenas potencia para terminar con su sorprendido enemigo.

Tenshia esquivaba los machetes de los orcos sabiéndose en problemas. No se los quitaba de encima y aunque logró esquivar al primero de ellos¹ el otro aprovechó un momento de despiste de la amazona para propinarle un brutal rodillazo que la desestabilizó². Por un momento levantó el hacha y el público contuvo el aliento pero la amazona rodó hacia un lado en el último momento sacando un gruñido de rabia de su contrincante³.

—¿Grotak? ¡Pero qué dices! ¿Te has cambiado el nombre? Eres Krugul el cagón. ¡Y pronto el muerto!

Gronk volvió a mover su hacha en círculos como un poseído mientras reía. Mientras lloraba de risa. Un esqueleto explotó en un millar de fragmentos, el otro ignoró su golpe, pero al final, Gronk enterró el hacha en las tripas de Krugul.

—¡Qué mal hueles! ¡Cómo que expulsado! El jefe me mandó en mi rito de madurez. En cuanto gane cien combates podré volver a la tribu. ¡Y ya llevo ganados tres! 

¿O eran cuatro? A Gronk se le olvidaban los trofeos. Debía marcarse las bajas con cicatrices en el brazo. Sí, eso molaría, decidió hacerlo en cuanto exterminara a los enemigos actuales. Tiró del hacha clavada en las entrañas de Krugul. 

Gronk tenía que reconocer que Kurgul (o Grotak, como decía llamarse ahora) había progresado mucho. Allí estaba, con las tripas por fuera, manteniéndose en pie cuando cualquier otro humano (y bastantes orcos) habrían caído ya por culpa del dolor. Aquel combate era un buen ejemplo de como los orcos se ganaban la gloria incluso aunque perdiesen el combate¹.

El esqueleto que quedaba en pie intentó arañar al gladiador aprovechando que estaba desequilibrado por su movimiento anterior. Gronk ya contaba con esto y se giró para que las zarpas huesudas golpeasen sin pena ni gloria la cota de malla que tantas veces le había salvado ya la vida².

La atención de la arena bailaba de de una zona a otra. De pronto una horda de esqueletos salía a la carrera para rodear a Rashid e intentar acabar con él por el mero uso de la fuerza numérica³. Era impresionante ver al rakhasha esquivar en medio de aquellas garras huesudas, apartando golpes a patadas, agachándose, empujando... Por un momento parecía que iba a salir ileso del baile mortal hasta que uno de los no-muertos la alcanzó en un costado, haciendo manar sangre⁴.

El público aullaba ante el espectáculo.

Y se le echaron encima...

Pese a estar contra la pared para evitar que la rodearan, dos esqueletos y uno de esos enormes orcos se le echaron encima.

El primer esqueleto¹ intento abalanzarse contra la amazona, pero ella le interpuso la lanza entre sus costillas. Viendo que si no podía sacarla estaría indefensa, le dió una fuerte sacudida y se la arrancó del pecho. Los huesos cayeron al suelo y pronto el esqueleto desmoronó.

Entonces entraró en combate contra dos duros adversarios. La golpearon duramente una y otra vez, pero ella resistió². Por desgracia sus fuerzas flaqueaban y no podría aguantar mucho más tiempo así.

Para colmo, por el rabillo del ojo vio como otro de los orcos se le acercaba peligrosamente desde el lado izquierdo...

Tenía que salir de esa situación así que comenzó a rodear a sus enemigos, poniendo al orco entre el esqueleto y ella³. Eso le sirvió para ganar tiempo y viendo que Grendel no andaba muy lejos pensó en unir fuerzas. Ella sola no se veía capaz de enfrentarse a dos orcos y un esqueleto, todo a la vez...

Golpeó⁴ al orco, finto, rodó y consiguió posicionarse sin ningún enemigo a sus espaldas. Pronto llegarían los refuerzos, pero mientras debía seguir aguantando las envestidas de esas poderosas criaturas.

- Cuidado, son duros de roer... - advirtió al otro lancero.