Partida Rol por web

- Ha comenzado a llover, de momento con intensidad leve, y las gotas de lluvia repican cantarinas al caer sobre los charcos. Desde lejos resuena el sonido retumbante de un lejano trueno.

- "Hermano, Niktu, no podemos continuar así. El Sol se puso hace ya una hora y ni siquiera vemos el camino. Los caballos se pueden tropezar y romper una pata en cualquier momento. No es seguro avanzar a ciegas de este modo..." -
 

Tras todo lo que había pasado me había sentido muy mal, primero fue el abuelo y ahora sentía como de a poco mis tíos iban muriendo.

Me abracé a mi hermana mientras susurraba débilmente.

Que es este sentimiento? Por que puedo sentirlo?

Sabía con certeza lo que era pero no entendía el porque, desde que había pasado lo de mi tía que había comenzando a sentir más cerca de mi a los de mi sangre, recordé el lema de la familia y el dolor fue aún más intenso.

Sentía la necesidad de llorar, pero un hombre no debía de hacerlo y me había prometido a mi mismo que sería un hombre digno y fuerte como mis tíos, había sido un hombre desde esa charla a solas con Durius.

Fruncí los labios y acaricié los rizos de Veronika mientras mi respiración se agitaba un poco y hacía fuerza para no llorar

Tenían razón. Había estado metido en mis propios pensamientos sin darme cuenta de lo tarde que era, así que cuando me sacaron de mi ensimismamiento paré el trote del caballo.

- Acampamos. Igual que la última vez, quiero vigías por turnos. Nos detenemos lo suficiente para que los caballos descasen y nos volvemos a poner en camino.

Desmonté de mi caballo y fui directo al carruaje que llevaba a mis hijos y mi esposa. Abrí la puerta para observarles. Mi expresión era fría y dura como la piedra, pero en mis ojos se vislumbraba la furia Basarab con la claridad del fuego. Las expresiones de mis hijos no dejaban duda, ellos sabían también lo que había ocurrido. 

Nuestra casa había caído a manos del perro. Éramos la única esperanza. Y algún día la venganza sería terrible.

- "Así se hará." -

Los ojos del fiel sirviente observaron unos breves segundos a su Amo cuando abrió la puerta del carruaje para comprobar que sus hijos y la Ama Svitlana se encontraban bien. Cyrus se preguntó si el amo Niktu habría sentido algo parecido a él... Lo sentía mucho por el Amo. Pero debía mostrarle que a ellos no les iba a pasar nada. Que Cyrus no lo permitiría. 

Debía demostrarle que Cyrus era fuerte y valiente. Que Cyrus era lo que él quisiera... lo que el Amo necesitara. Él les protegería de los asesinos si venían tras ellos. Mientras Niktu miraba al interior del carruaje, Cyrus observaba con ojos y oídos las cercanías, recorriendo el perímetro en busca de señales de alarma.

Y mientras, su mano acariciaba inconscientemente el pomo de la daga que mantenía oculta bajo la manga de su túnica. No, Cyrus no dejaría que nada ni nadie se acercara a los amos.

NUEVE DE LA NOCHE. TERCERA HORA TRAS EL OCASO.

NOCHE DEL CINCO AL SEIS DE MAYO DEL AÑO DE NUESTRO SEÑOR DE NOVECIENTOS CINCUENTA Y OCHO.

El miedo era quizá el sentimiento más tangible en el rostro de Svitlana Basarab en el momento en que su marido, Niktu, acudió al carruaje en el que ella y Cyrus velaban por sus hujos. 

La noche caía, y con ella, la propia rama transilvana de la familia, que perecía poco a poco, dejando un sinsabor amargo en el sentir de Vikos y Veronika. Svitlana no era capaz de sentir aquello con la misma intensidad, pero comprendía que la confusión y el dolor en el rostro de sus pequeños tenía su origen en la lucha que de seguro los hermanos de Niktu estaban manteniendo para salvaguardar la poca esperanza que aún se atrevían a conservar frente a las hordas herejes del Duque. 

Svitlana observó el rostro de su esposo cuando asomó por la puerta del carruaje, y supo identificar la furia en su mirada. Tarde o temprano habría más sangre. Y sólo esperaba que la derramada no fuese la de los suyos.

- Descansad. Acampamos unas horas. Si alguien sale del carruaje, vuestro sirviente y dos soldados os deben acompañar. No os alejéis más de 30 pasos del campamento. - informé cuándo vi que tenía la atención de todos. Mi voz era fría y desprovista de emoción, pero estaba seguro de que Svitlana sabía leer más allá. Compartir el lecho tantos años le había dado un conocimiento sobre mi persona que otros no tenían.

Cerré la puerta del carruaje y me alejé. Di una vuelta sobre el improvisado campamento para asegurarme de que mis órdenes habían sido cumplidas al pie de la letras y, tras ellos, me acosté yo también para descansar algo. Era un Basarab puro, el primogénito, y no necesitaba tanto descanso como los simples soldados. Sin embargo, no descansar nada no era cauto y sobretodo cuando no había más que pudiese hacer. Odiaba no poder hacer nada, pero era una persona razonable. Descansaría unas horas hasta que el campamento volviese a levantarse. Era mi deber proteger a mi familia y lo mejor que podía hacer era tener mis fuerzas al máximo.

Cyrus escuchó el mensaje del Amo Niktu y cuando éste cerró la puerta del carruaje observó a la Ama Svitlana y los pequeños Amos. Se quedaría con ellos hasta que se durmieran. Sí, Cyrus velaría por sus sueños y no permitiría que nada malo les pasara.

No le importaba no dormir, no comer o pasar penurias. Estaba habituado a ello. Vivía por y para sus Amos, y haría lo que fuera porque ellos estuvieran frescos y descansados. Y a salvo de todo mal. Recostó su espalda en la pared interior del carromato y permaneció en silencio, como si se tratara de una estatua, vigilando. Observando y ante todo, escuchando fuera. Atento a la menor señal de peligro.

MEDIODIA DEL DOCE DE JUNIO DEL AÑO NOVECIENTOS CINCUENTA Y OCHO.

TRANSILVANIA:

- Aquella noche de mayo sentisteis finalmente la muerte del último de los Basarab que había quedado atrás para proteger vuestro exilio: Molensk Basarab.

- Sin duda sus captores habían decidido ejecutarlo. Por la prontitud con la que lo hicieron, estuvisteis seguros de que no habían logrado arrancarle la verdad sobre vuestro paradero, por lo que al menos estaríais a salvo de las persecuciones de los esbirros del Duque en Balgrad.

- Sin embargo, vuestras penalidades no habían hecho más que comenzar.

UNA SEMANA DESPUES DE VUESTRA HUIDA:

- Tras dar un astuto rodeo hacia el Sur de la Tirsa de Balgrad para confundir a posibles perseguidores, cambiasteis de ruta hacia el Este, atravesando tierras peligrosas y poco transitadas, por las que, sin embargo, transcurría una carretera en razonable buen estado.

- La antigua calzada comenzó a seguir el curso del río Deva, días más tarde, conduciéndoos finalmente al pueblecito del mismo nombre. Las extrañas iglesias negras en la distancia, a ambos lados del camino antes de llegar, le dieron el único toque siniestro a lo que por lo demás parecía un lugar casi idílico.

- El pueblo no parecía estar bajo el control magyar, y el Anciano Dirgusures os dio la bienvenida, aunque había en su mirada un deje de tristeza, como si esperara vuestra inmediata muerte. Accedió sin embargo a venderos provisiones sin engañaros con el precio.

Quizá esperaba poder recuperarlas después, desvalijando vuestros cadáveres destrozados y destripados en el camino.

- La noche después de que abandonarais Deva para seguir vuestro viaje sufristeis vuestra primera emboscada seria.

- Horribles y espantosas criaturas surgidas de las pesadillas de una mente perturbada os rodearon y atacaron desde todas direcciones a la vez.

- Los hombres mortales de la escolta enloquecían de pavor, los caballos aterrados derribaban a sus jinetes, pero los Caballeros de la sangre de los Basarab no se arredraron y lanzaron un feroz contraataque con el abandono salvaje de quienes saben que lo tienen todo perdido.

- Los monstruos retrocedieron, dejando a una docena de los suyos sangrando en el suelo. Entonces la oscuridad se abrió y una figura avanzó haci vosotros.

- "No sois meros mortales ni tampoco esbirros del invasor magyar. Ahora lo veo claro, sois hijos de la vieja sangre. Sois verdaderos hijos de Transilvania." -

- El Strajeri aii Nopti os dejó pasar sin más derramamiento de sangre, ni vuestra ni de sus monstruosas criaturas inhumanas y deformes. Además, os proporcionó un salvoconducto: os dijo que durante parte del territorio podríais usar su nombre para conseguir paso franco: El Metamorfosista Kabal, Señor de las Iglesias Negras.

- Os advirtió también de los peligros que hallaríais al dejar atrás el territorio de la Tirsa de Deva: junto a los Montes del Agua Negra y al cruzar las Colinas de Oradea. Tierras dominadas por Noriz el Corruptor de Legiones, quien gobierna como un dios sobre todas las tribus de salvajes caníbales que pueblan esas dos incivilizadas regiones de Transilvania. Contra ellos no hay más protección que la fuerza de la espada y lograr amedrentarlos con un salvajismo y una brutalidad superiores al suyo propio.

- Así lo hicisteis, en las semanas siguientes al ser emboscados en varias ocasiones por los caníbales. Nono tuvo la idea de recopilar sus cabezas y colgarlas en un poste plantado en lo alto del carruaje. Al ver esos trofeos, finalmente en número de más de dos docenas, las siguientes tribus se retiraban tan sólo con unos pocos gruñidos y alaridos de amenaza.

- Finalmente, tras semanas de duro viaje sin ser perseguidos por los leales al Duque, llegasteis al temido Bosque Otoñal. Las leyendas de la región hablan del terrible Shigraat, el Portador del Odio. Un Troll que según los cuentos odio a los humanos y es capaz de convertirlos en árboles con un simple toque de sus nudosas manos.

- Sin embargo, nada os amenaza al pasar por la linde del enorme bosque. El lugar irradia un aura de tristeza y de melancólico abandono. Puede que en otro tiempo fuese el hogar de seres de otro mundo, pero actualmente sólo es un bosque solitario.

- Finalmente, abandonáis el Ducado de Transilvania, entrando así en las vastísimas llanuras de Hungría (que significa "Tierra de Hunos"), la vasta desolación de la salvaje nación magyar. Los magyares fueron bárbaros brutales, temidos en toda la Cristiandad por sus saqueos y matanza, hasta que hace menos de una década empezaron su proceso de cristianización y civilización. Muchos aún siguen la senda ancestral de las tribus, pero poco a poco los jóvenes adoptan como suya la senda del feudalismo y de una vida sedentaria más acomodada y dependiente de las cosechas de la tierra, más que de los saqueos y la recolección nómada.

MEDIODIA DEL DOCE DE JUNIO DEL AÑO NOVECIENTOS CINCUENTA Y OCHO.

COMITIVA BASARAB:

- Un día durante vuestro viaje a través de toda Hungría hacia el Norte, detenéis vuestro avance cuando veis en la distancia una nutrida comitiva que avanza en sentido opuesto a vosotros: de Norte hacia el Sur.

- En cabeza va un gallardo noble con brillante armadura pesada y el estandarte con las armas del Duque Gyula Kadar.

- Le acompañan cinco jinetes de aspecto extraordinariamente salvaje:

- Varios lujosos carruajes nobles y un grupo de grandes carros de suministros:

- Rodeados por un centenar de jinetes bárbaros armados con escudos y lanzas:

- Seguidos por un centenar de lanceros de infantería:

Al ver una comitiva en dirección contraria hice un gesto para que nuestro grupo aminorase y dejase parte del camino libre. Tras tanto tiempo de viaje y los sucesos acontecidos, no podíamos detenernos demasiado. Lo mejor era ser cortés y que cada uno siguiese su camino sin necesidad de pararnos.

Sin embargo, cuando nos acercamos más y vi sus colores, mis puños se cerraron con fuerza. Si eran siervos de el Duque Gyula Kadar, eran aliados de Durius Tremere. Luché contra la ira que me provocaba el solo pensamiento de ese... perro y miré a mis soldados de manera firme. No era sensato atacar a una comitiva de ese tamaño y menos con varios guerreros salvajes. Necesitábamos todas nuestras fuerzas para terminar este viaje. Sin embargo, nada nos aseguraba que ellos no nos reconociesen y supiesen sobre lo acontecido hacía unas semanas, decidiendo atacarnos. 

Con un par de gestos y palabras cortas, ordené que estuviesen preparados para cualquier emboscada, pero que mantuviesen la calma. No quería levantar sospechas innecesarias.

Colocándome al frente, esperé paciente el momento en que nuestros caminos se cruzasen y nuestro destino se decidiese, una vez más.