Partida Rol por web

Cyrus observó por las ventanillas del carruaje la impresionante comitiva que se acercaba. Sin perder ni un segundo cerró los cortinajes y se mantuvo junto a la puerta del carromato sacando su daga y manteniéndola oculta en la manga. Si alguien osaba acercarse a su Ama o los niños... moriría sin remedio.

- No se preocupe, mi Ama. Cyrus no dejará que les pase nada. - Comentó en voz baja.

Flaviu inclinó el estandarte, de la vertical al oblícuo, y la comitiva del Duque se detuvo a la señal del Petimetre, en el centro del camino. Cuando Niktu pasó a su lado, el Krevcheski le devolvió la mirada e inclinó el mentón en una ínfima reverencia.

¡Gracias, viajeros! Es costumbre en Transilvania que cuando los carruajes se cruzan, sea el que viene del norte el que se aparte a la orilla del camino, pues es el que viene del sur el que tendrá que soportar las inclemencias del frío norteño.

Mentira. No existe tal costumbre en esta tierra. Cualquier transilvano, incluído Flaviu y los Basarab, lo sabrían. Quienes podrían dar por ciertas las palabras de Flaviu son los "jinetes salvajes" venidos de otra tierra y otras costumbres.

No habéis respetado el protocolo, y ha sido vuestro carro quién se ha apartado al linde del camino. Un gesto tan amable como este debería ser recordado.

Guiñó un ojo. Flaviu portaba el estandarte y encabezaba la marcha. Los jinetes Basarab no podían ver el guiño, tan solo la hermosa y nívea nuca del elegante noble.

¡Buen viaje!

Nono observa en silencio la comitiva, sabiendo en su fuero interno que, si todos esos guerreros se volvieran contra ellos, lo más probable que es la pura fuerza del número bastara para que les pasaran por encima. 

Uno de los temibles guerreros de sangre del Duque Kadar se queda mirando mientras avanzan al carruaje, con un gesto feroz, casi animal en el rostro. Algo que parecen compartir los otros jinetes. 

Los guardias se mantienen todo lo firmes que pueden, aunque es evidente que temen a la comitiva, pues son ampliamente superiores en número a ellos... Y además, hay algo más... Indefinible, que complementa ese temor, como una sensación de amenaza, de ser vigilado por un depredador. 

Los guerreros magyares marchan tras los jinetes, y no se molestan en mirar a los Basarab, sino que simplemente siguen la comitiva. 

Los sirvientes probablemente son los que mejor encajan todo aquello, pues se limitan a agachar la cabeza. Al fin y al cabo, están acostumbrados al brutal trato dispensado por sus señores, al sufrimiento, y muchas veces a la muerte. 

- Los Basarab, aunque menores en número, son dejados pasar primero por el camino por las tropas ducales encabezadas por Flaviu Krevcheski.

- Los guerreros magyares apenas miran a los transilvanos que cruzan las tierras de Hungría, si bien a algunos podría extrañarles que lo hagan.

Me había quedado asustado ante lo que pasaba, no porque fuera alguien que tenía miedo, eso se me había ido la misma noche que el Duque mató a mi tía.

Los horrores del viaje me habían forjado un carácter duro a pesar de mi corta edad y el convivir día a día con la posibilidad de morir era algo que sabía que jamás olvidaría.

Pero esta vez el miedo que tenía no era por mi, era el miedo que toda mi vida tendría: El miedo de que a mi hermana le pudiera pasar algo y el miedo a no vivir lo suficiente para cumplir mis metas, vengar a mi familia muerta y reconquistar mis tierras.

No entendía el porque el escudero nos dejo pasar a todos sin decir nada, dudaba que fuera temor, esos guardias ducales se podían transformar en seres tan grandes y fuertes que mataron a mi poderoso tío de un golpe, no sabía porque pero sabía que Flaviu nos había dejado vivir y sabía que entre nobles, las deudas no se olvidan nunca.

Había algún tipo de juego en la actitud de ese perro del duque y quería que yo cayese en él. Intentaba hacerme perder la calma, seguramente apelando a mi sangre Basarab, pero si creía que esos juegos funcionarían conmigo, se equivocaba.

Hice un gesto a Nono para que se acercase.

- Manda a un rastreador tras él. Que no lleve ningún tipo de ornamentación Basarab. Tiene que ser cauto y extremadamente silencioso pues no quiero que descubran su presencia. Que los observe desde la lejanía. Quiero a alguien que no abra la boca si le encuentran, incluso si le torturan. - pensé en el sirviente Cyrus, pero descarté la idea. Er el más leal de los sirvientes, y por eso lo necesitaba con mi señora y mis hijos. - Si no lo tenemos, le cortamos la lengua. A cambio le prometo riquezas y tierras. - no iba a arriesgar la seguridad de mi familia por nada. - Si hacen algo sospechoso, algo que ponga en peligro a mis hijos, tiene que llegar a nosotros antes que ellos. ¿Crees que tenemos a alguien capaz de cumplir esta misión para mí?

Los ojos de Cyrus revisaron con extrema cautela por una mínima rendija en las cortinas todo lo que sucedía. Observó a aquel pomposo noble y trató de memorizar su rostro por si se lo topaban en el futuro. Cyrus no entendía de política o subterfugios y por el momento aquel hombre parecía haber salvaguardado la identidad de sus Amos. Con eso estaba todo dicho.

La mirada del feo sirviente no se desvió de la comitiva que se alejaba hasta que estuvieron bien lejos. Sólo entonces se permitió apartar su rostro de la minúscula rendija y devolver su atención al interior del carromato, sólo para comprobar que el Amo Vikos parecía asustado.

- Ya se van Amo. Cyrus no dejará que esos salvajes se acerquen a los Amos. - Dijo asintiendo totalmente convencido. - No deben temer nada mientras Cyrus esté con ustedes, pequeños Dragones. - Añadió recordando el apodo que tanto había gustado a Vikos y Veronika.

La comitiva Basarab recorre más de treinta kilómetros hacia el Norte antes de que se haga de noche.

Poco antes del ocaso, Nono señala una oquedad entre dos colinas rocosas, a un lado del camino. Parece un lugar resguardado y relativamente defendible donde montar unas hogueras.

Los hombres están inquietos y nerviosos.

El rastreador enviado por Nono partió hace horas y no se ha vuelto a saber nada de él...

Uno de los soldados comenta:

- "¿Era el propio Duque Kadar quien viajaba en uno de esos carruajes cerrados? ¿Y nos han dejado ir así, sin más?" -

Svitlana había empalidecido al vislumbrar la comitiva, pensando que no saldría viva de aquel encuentro fortuito. Cerró los cortinajes del carro, deseando que no la reconociesen ni a ella ni a sus hijos, y agachó levemente la cabeza, en el grado en que su dignidad Basarab se lo permitía. 

Cuando los esbirros del Duque siguieron de largo, suspiró, en parte aliviada, pero extrañada. Ella tampoco creía que aquello fuese tan fácil, y le dedicó una mirada preocupada a Cyrus mientras escuchaba a su marido, Niktu, dar órdenes en consecuencia a las mismas preocupaciones que ella sentía. 

Volvió a mirar a sus hijos, y comenzó a hacerse la señal de la cruz- Debemos rezar, Verónika, Vikos- añadió, con solemnidad- Recemos a Dios, y pidámosle que nos deje llegar a Polonia sanos y a salvo.

SVITLANA:

- Tienes un funesto presentimiento. El peor posible.

Svitlana corrió de pronto el cortinaje de su carruaje, visiblemente asustada, y buscó a su esposo con la mirada- Niktu... Niktu, amado mio, por favor, debemos irnos. Creo que ese no es un lugar seguro. Tengo un horrible presentimiento- miró alrededor, en tensión- Ha ocurrido algo, o va a ocurrir, lo sé. Lo noto... No podemos... No, de seguro nos emboscarán mientras bajamos la guardia.  O algo peor- balbuceó, implorante, intentando mantener la compostura en el grado en que le era posible.

Las palabras de Lady Svitlana alertan sobremanera a Nono, que se las toma muy en serio y da órdenes a todos los hombres de volver a ponerse las armaduras, recoger las armas y montar, pese a que la mayoría ya están agotados por los rigores del duro viaje del exilio de los Basarab.

El carruaje queda resguardado en la hoquedad entre las rocas, con nada más que erizadas piedras a sus espaldas, y un muro de hombres, lanzas y caballos por delante.

Decimus, tal vez el Basarab más fiero que queda con vida después del propio Niktu, se ha adelantado sin pedir permiso para reconocer los alrededores del campamento para pasar la noche.

Regresa al galope portando atravesado en su lanza medio cuerpo de un explorador nómada magyar.

- "¡Nos estaban espiando, hermanos!" -

Parapetado tras un sólido escudo de acero con el emblema de la Casa Krevcheski en relieve, relumbrante bajo los rayos de la Luna reflejados en su pesada armadura, a lomos de un colosal garañán de caballo de guerra, llega al galope el Escudero Flaviu Krevcheski.

Los cascos de su cabalgadura despiden chispas contra el suelo rocoso de este escabroso terreno al llegar al galope tendido con la espada en alto en señal de orden de ataque a la carga.

Sale de entre las densas sombras de la noche por el Sur, primero oscurecido por ellas, que le mantienen en su abrigo protector, luego cada vez más relumbrante bajo la luz de la Luna que se refleja casi con flama sobre todo el metal que lleva encima.

Por unos instantes parece que salga solo de la negrura, lanzado en solitario a una carga salvaje y letal contra el campamento de los Basarab allí congregados.

Poco después se hace evidente que no está solo... ya que el suelo rocoso comienza a temblar y estremecerse por el retumbar de cientos de herraduras de las cabalgaduras de guerra lanzadas a la batalla en una carga monstruosamente salvaje...

Cyrus asomó el rostro desde detrás de Svitlana en el interior del carruaje. El retumbar de la tierra ante los cascos de tantos jinetes le hubiera hecho estremecerse de no ser por su imperante y acuciante necesidad de salvaguardar al Ama y los pequeños Amos.

Aquello no estaba bien. Aquel maldito y pomposo noble había sido una criatura ruin y rastrera. Vil y sibilina. Ni siquiera el Boyardo en sus peores tiempos cuando les propinaba palizas por el simple hecho de existir había sido tan… tan… La mente de Cyrus no encontraba palabras para describirlo.

Un odio infernal se apoderó del alma del sirviente, decidido a arrebatar como fuera la vida de aquel ser abyecto que ponía en peligro la vida de sus Amos. La mirada del siervo se dirigió alternativamente a Niktu y Svitlana, a la espera de órdenes. Dispuesto a dar su vida por ellos o hacer lo que fuera necesario. Si tenía que enfrentarse él sólo a semejante ejército lo haría, y saldría victorioso.

Sabía que no debía hablar si no era preguntado pero la necesidad pudo con él.

- Amo Niktu. – Dijo procurando que no le temblara la voz. – Cyrus necesita un arma más grande para aplastar la cabeza de ese hombre. – Comentó sin apartar los ojos de Flaviu con su daga en la mano. Si tuviera un martillo o algo similar le reventaría la cabeza como a un melón. Sí. Pero con esa daga a lo más que podía aspirar era a atravesar el corazón de aquel ser. Bueno, también le valía.

Dentro del carruaje poco podía decir o hacer, pero escuchaba los sonidos de los cascos y sabía lo que significaba: Emboscada.

Mi madre había tenido una revelación, quizás su sangre se la había conferido, o tal vez su fe, pero fuese como fuese había acertado y ese lugar era peligroso.

Me asomé a la ventana buscando a mi padre y mirando a Cyrus.

-Debemos irnos- susurré, a pesar de que me encantaría combatir sabía que no teníamos más posibilidad.