Partida Rol por web

Parte 3.

- ¡¡MALDITO BRAN!!- resuena la poderosa voz del Knezi Radu por la explanada al otro lado de las murallas. -¡¡¡QUÉ CREES HACER AQUÍ- Los arqueros, intimidados por su voz dejaron de disparar.

- VINE A POR TU CIUDAD Y A POR TU CABEZA RADU.- respondió el anciano Conde.

- ¿AUN A COSTA DE TU PROPIA VIDA?

- MI SOBRINO VINO AQUÍ, CON ANSIAS DE DIPLOMACIA Y EN TU MALDITA CIUDAD MURIÓ POR TU INEPTITUD Y LA DE TUS GUARDIAS.

- ERES VIEJO Y TU ÚNICO HEREDERO, UN SZANTOVICH, ESTÁ MUERTO.- respondió airado Radu. - ¿DICES DIPLOMACIA? LLAMAS DIPLOMACIA A ENTRAR EN FURIA AL ESCUCHAR LA VERDAD?

[B]- MI VIDA YA NO ES IMPORTANTE, LO QUE IMPORTA ES MI VENGANZA.- continuó Dumastru. - NO DEJARÉ ESTE MUNDO MIENTRAS TU SANGRE CAMINE POR ESTAS TIERRAS. ME LLEVARÉ CONMIGO A TODOS LOS SZANTOVICH. EL TIEMPO DE LA DIPLOMACIA ACABÓ, AHORA ES TIEMPO DE GUERRA Y DOLOR. ¡¡¡MUERE MALDITA ESCORIA!!!- gritó con mayor entusiasmo. -¡¡TU LINAJE ES UNA PESTE EN LAS TIERRAS TRANSILVANAS!!

El Knezi Radu al escuchar aquel discurso prorrumpió en una carcajada que se elevó por el campo de batalla. - ¡¡INTÉNTALO!!- retó a su enemigo.

El silencio pareció adueñarse de los alrededores. Solo se escuchaba el viento y el tintineo metálico de las armaduras de los soldados. - ¿POR QUÉ NO SALES Y PELEAS CONTRA MI, O ACASO ES QUE ERES TAN COBARDE?- intervino Dumastru intentando que Radu se mostrase.

En aquel momento una saeta cruzó el cielo y con enorme precisión golpeó el yelmo del Knezi. El disparo había sido tan certero y había sido lanzado con tanta potencia que atravesó sin dificultad el metal. Todos escucharon el potente golpe de la flecha en el acero y como este cedía ante el impacto. De nuevo el silencio provocado por la incertidumbre… - JAJAJAJA- se escuchó de nuevo la estridente risa del Knezi. - ¡¡Y ME LLAMAS COBARDE!! ¿CUÁL ES EL VALOR DE QUIEN SE ESCONDE TRAS UN EJÉRCITO?

- ESTOY DISPUESTO A COMBATIR EN UN DUELO SIN TRAMPAS CONTRA CUALQUIERA DE LOS HOMBRES QUE TE ACOMPAÑAN.

- MUY BIEN RADU, ¿ENTONCES POR QUÉ NO SALES Y PELEAS COMO UN HOMBRE? SI AUN TE QUEDA ALGO DE ESO EN TU INTERIOR… HOMBRÍA.

- NO SOY UN SUICIDA MALDITO VIEJO

- Y TAMPOCO VALIENTE, SEGÚN VEO.

- JAJAJA… SI QUIERES MI CABEZA VEN TÚ MISMO A BUSCARLA, NO TENGO MÁS QUE AÑADIR, VIEJO.

- MUY BIEN, BAJA EL PUENTE LEVADIZO Y DECIDIREMOS ESTO TÚ Y YO.

- ¿PUEDO CONFIAR EN TU PALABRA?-[B] preguntó con ironía.

[b]- COBARDE…

- NO, NO PUEDO CONFIAR.

- CLARO QUE SÍ, ESTÚPIDO COBARDE, MI PALABRA VALE MUCHO MÁS QUE LA BLASFEMIA A LA QUE TÚ CONSIDERAS HONOR.

- LA PALABRA DE UN HOMBRE CUYA ÚNICA META EN LA VIDA ES LA VENGANZA NO TIENE VALOR.- prosiguió Radu. - EN CUANTO ABRIESE EL PORTÓN TUS HOMBRES ENTRARÍAN…

- MI META EN LA VIDA LA DECIDISTEIS TÚ Y TU FAMILIA CUANDO CAUSASTEIS TANTO DAÑO A MI CIUDAD, A MI PUEBLO… A MÍ- gritó con rabia.

- POCO ME IMPORTA TU ESTÚPIDA Y DECADENTE ESTIRPE, PUES LOS BRAN MORIRÁN CONTIGO.

- MUY BIEN, ENTONCES ASÍ SERÁ, PERO NO ME IRÉ SOLO. ¡¡TE LLEVARÉ AL INFIERNO CONMIGO, SAL Y PELEA DE UNA VEZ!!- sus palabras obtenían fuerza de la convicción de aquel hombre, del dolor por la pérdida de su sobrino.

En aquellos momentos uno de los jinetes que acompañaban a Dumastru se adelantó a la multitud y respondió al reto que el Knezi había lanzado. - YO ME ENFRENTARÉ A VOS EN COMBATE SINGULAR… SI ES QUE SOIS LO SUFICIENTEMENTE VALIENTE.

De nuevo el Knezi Radu volvió a carcajearse ante la seguridad que mostraba aquel hombre en sus propias habilidades.- ¿Y VOS SOIS?

- EL FIN DE VUESTRA EXISTENCIA.

- ESPERO QUE SEÁIS CAPAZ DE REFRENDAR VUESTRAS PALABRAS CON VUESTROS ACTOS, CABALLERO…

- ¡¡SALID Y LUCHAD, O QUEDAOS SIN HONOR!!- continuó azuzando a la bestia que ya se revolvía inquieta en su interior.

- MUY BIEN, LUCHARÁS CONTRA MI CABALLERO BRAUL EL FÉRREO. SAL DE UNA VEZ Y ACABEMOS CON ESTO.

- DUMASTRU, ACEPTO EL DUELO PERO NO CONFÍO EN TI. HAZ QUE TU EJÉRCITO SE ALEJE

Dumastru, tal y como había pedido Radu, hizo retroceder a sus hombres dejando a Braul en un espacio libre de cualquier amenaza. - AHÍ TIENES COBARDE, MIS EJÉRCITOS SE ALEJAN. AHORA SAL A PELEAR.- el odio que profesaba a los Szantovich parecía condensarse en su discurso.

El Caballero Braul se adelantó al resto del ejército, acercándose al asediado castillo. - OS ESPERO ABERRACIÓN, DEMOSTRAD QUE AUN CONSERVÁIS ALGO DE HOMBRE.

- BAJARÉ EL PUENTE Y COMBATIREMOS SOBRE ÉL… ALEJADOS DE LAS CERTERAS FLECHAS DE VUESTROS HOMBRES Y LAS EFECTIVAS CARGAS DE VUESTROS JINETES.

- ASÍ SERÁ.- respondió Dumastru.

Braul bajó de su caballo Ferrus dedicándole unas palabras a su señor, palabras que no llegaron a los oídos de Radu. Se adelantó al comienzo del foso, donde el puente levadizo caería antes de comenzar el último duelo de uno de los dos. El Knezi había dado orden a sus dos guardias para que, a una orden suya, volviesen a elevar el puente pues desconfiaba de la palabra dada por Dumastru.

Los engranajes empezaron a girar, las cadenas hicieron bajar la pasarela levemente cuando esta de nuevo se quedó inmóvil. - SI TÚ GANAS DUMASTRU, TENDRÁS MI CABEZA, LA DE UN SZANTOVICH, PERO, ¿Y YO QUE OBTENDRÉ SI VENZO A TU VASALLO?

- MIS EJÉRCITOS SE MARCHARÁN DE VUESTRAS TIERRAS.

- ¿LO JURAS POR TU?... POR EL ALMA DE TU DIFUNTO SOBRINO.- puntualizó con malicia.

Se hizo el silencio tras aquella pregunta, el Knezi Dumastru parecía dudar en su respuesta - SÍ- se limitó a añadir.

- ESPERO QUE HAGAS HONOR A ANDRU.

- SI TÚ GANAS TENDRÁS TU CIUDAD, ESA ES MI PROMESA.- añadió con tristeza aun apenado por el recuerdo de su sobrino.

- ASÍ SEA.- la puerta continuó su descenso. La pesada madera, reforzada por el hierro golpeó levantando una pequeña polvareda que no tardó en disiparse. La entrada al interior de las murallas estaba abierta.

En un lado el Caballero Braul con una mirada de desprecio y odio, al otro el Knezi Radu que permanece quieto, impasible. Braul dio un paso tras otro hasta que se dispuso en el centro del puente. - BESTIA, ¡¡VENID A SUCUMBIR ANTE VUESTRO VERDUGO!!

El Szantovich hizo caso omiso de aquellas palabras dedicando una mirada altiva al caballero que se acercaba a él. Radu se encontraba enfundado en una larga y pesada capa negra que ondeaba levemente con el batir del viento. Una rica armadura de perfecto plateado cubre su torso y extremidades, en su mano izquierda sostiene un escudo con el emblema de los Szantovich y en su derecha una afilada espada. Su cabeza cubierta por un yelmo, en el que parece haber un pequeño agujero de flecha por encima de la visera. Se acercó a su oponente, con el mismo porte arrogante, dispuesto a comenzar el duelo.

Los contendientes se saludaron dando comienzo a la pelea. El Knezi pareció ser más rápido que su rival, alzó la espada por encima de Braul y la dejó caer directa a su pecho. Braul con gran habilidad consiguió esquivar el golpe y aprovechando la poco ventajosa posición de su enemigo trazó un arco con su arma directo al cuello de su oponente. La armadura no pudo contener la fuerza de aquella embestida y el metal cedió ante la potencia del golpe. En aquel momento Radu parecía recuperado de su anterior fallo, y sin aquejar ninguna herida levantó de nuevo su espada y la dirigió al costado de su enemigo para partirlo en dos. El golpe fue un poco lento, pero certero, y con la potencia suficiente como para atravesar la armadura… la espada se hundió en las entrañas del Caballero de Dumastru y empezó a sangrar profusamente. Cayó de rodillas, moribundo, pero la confianza en su Señor y la importancia de su tarea le proporcionaron la fuerza como para sobreponerse al dolor. Con un grito de impotencia asió fuertemente su espada y golpeó de nuevo al Knezi. La armadura volvió a hundirse, la carne de aquel hombre parecía poner una anormal resistencia, como si golpease una montaña. Sacó la espada, pero esta estaba limpia de sangre. Braul miró asombrado a su contrincante que parecía indolente e invulnerable a sus golpes, mientras Radu disfrutaba con la situación. La sangre salpicaba su armadura, su espada cubierta del color carmesí parecía palpitar con el entusiasmo de quien la empuñaba. Parte de la sangre que goteaba del caballero herido era absorbida por la madera de la pasarela, el resto se deslizaba por las juntas de los tablones cayendo al foso bajo ellas.

- ¡¡DÓNDE ESTÁ VUESTRA SANGRE ABERRACIÓN!!- gritó Braul con impotencia recibiendo como única respuesta del Kenzi una carcajada.

- ¡¡MALDITA BESTIA!! AUNQUE SEA LO ÚLTIMO QUE HAGA MORIRÁS BAJO MI ESPADA.- gritó cuando uno de sus golpes fue interceptado por la espada de Radu. Las chispas saltaron al entrechocar los aceros, las espadas se lamentaron de la embestida con un incómodo chirrido como si ambas armas, al igual que sus dueños, tuviesen una encarnizada batalla ente ellas. - ¿Cuándo os daréis por vendido? Vuestros esfuerzos son inútiles.

El combate estaba decidido, ya solo era cuestión de tiempo que terminase. Braul continuó luchando, sus tajos eran potentes, pero aunque pasasen las defensas y armadura de Radu parecían incapaces de herirle. Radu optó por defenderse hasta que aquel moribundo diese como inútiles todos sus esfuerzos por dañarle, cuando perdiese toda esperanza de vencer el combate...

- ¿No os rendís?... ¿Aun os creéis capaz de derrotarme?- preguntó Radu.

- ¡¡NO OS FALLARÉ MI KNEZI!!- gritó lleno de rabia y desesperación mientras hacía acopio de sus últimas fuerzas para intentar dar el golpe de gracia a su inhumano oponente. A duras penas se levantó del suelo, desechó su escudo y corriendo hacia su enemigo su espada describió un arco directo a su cabeza.

- ¡¡NECIO!!... ¿Así malgastáis vuestro último hálito de vida?- preguntó hastiado.

El golpe de Braul fue tan brutal que sobrepasó las defensas de Radu e hizo que su yelmo volase por los aires a causa del impacto. En ese momento pudo ver un corte en su rostro, del que emanaba un líquido rojizo… finalmente había conseguido herirle. Cayó de rodillas, sus ojos se cerraron… inconsciente se derrumbó en el suelo teñido por su propia sangre. - He fallado mi Knezi…- susurró en un último esfuerzo.

Radu dedicó una amarga mirada al cuerpo que yacía enfrente suya mientras aun respiraba. Estaba dispuesto a dar media vuelta cuando una saeta disparada por un hombre de asombrosa puntería golpeó su barbilla. La flecha no llegó a perforar la carne, pero tal fue la resistencia que encontró en aquel rostro que rebotó sin causar daño alguno al Szantovich, que viendo el intento infructuoso de su rival de matarle volvió a reirse. - ¡¡ Espero que mantengas tu palabra Knezi Dumastru Bran!!

En aquel momento los arqueros parecieron preparados para dispararle de nuevo. - ¡Subid el puente!- gritó sorprendido a sus guardias que obedecieron al instante, pero era demasiado tarde.

- ¡¡PROMETÍ QUE DEJARÍA TUS TIERRAS EN PAZ, PERO NO QUE TÚ VIVIRÍAS PARA GOBERNARLAS!!- gritó mientras sus arqueros tensaban la cuerda y disparaban las flechas directamente hacia su objetivo, pero estas golpearon contra la maltrecha armadura de Radu.

Le habían mentido, habían traicionado la palabra dada, le habían engañado, le habían usado. Ese estúpido mortal de nombre Dumastru había osado enfrentarse a él, ese decrépito anciano debía morir… La sangre empezó a bullir en el interior de su cabeza, su respiración se aceleró convirtiéndose prácticamente en un ronco jadeo, sus ojos se abrieron como platos; la rabía se apoderaba de él a pasos agigantados, la furia lo dominaba y el no quería hacer nada por impedirlo…

A su alrededor se originó un poderoso fuego que hizo arder el puente levadizo. Las nubes se arremolinaron ocultando totalmente el sol y sumiendo en la oscuridad toda aquella región. Rayos verdes cayeron desde los cielos devastando los campos sobre los que caían, una espesa niebla que hedía a azufre surgió del suelo. La gente empezó a huir espantada ante tan horrible visión. Los rasgos del Knezi se deformaron de forma grotesca, la armadura se combó ante la presión de su cuerpo, las correas de cuero que sujetaban las piezas metálicas restallaron como látigos al romperse. De la base de su espalda surgió una larga cola terminada en un aguijón similar al de un escorpión. De su extremo brotaba un icor verdoso que al gotear corroyó parte de la madera que ardía bajo él. Unos voluminosos músculos se enmarcaban en un enorme cuerpo de piel negra como la sangre seca. Sus ojos brillaban con el fuego de las mismísimas ascuas del infierno. Sus dedos se alargaron de forma anormal hasta adoptar el aspecto de unas afiladas garras capaces de cortar el diamante.

Aquella bestia profirió un potente gritó mezcla de rabia, furia y odio que se elevó por los aires provocando el pavor en los desventurados testigos de tan dantesco espectáculo. Los caballos se encabritaron y huyeron llevándose consigo a sus impotentes jinetes, el ejército que Dumastru había traído consigo se dispersó y escapó aterrado ante el demonio venido del mismísimo infierno, dispuesto a cobrarse los pecados que habían cometido, solo cuatro humanos, cuatro valerosos hombres permanecen inmóviles en aquella tierra devastada: el Kenzi Dumastru Bran y tres de sus adláteres, el Caballero Valdés, Crulu y Mihail.

- ¡¡A LA CARGA!!- gritó Dumastru a sus subordinados que sin dudarlo ni un momento se lanzaron a combatir a aquel monstruo dispuestos a dar la vida por su señor.

Mihail y Crulu tensaron sus arcos mientras el Caballero Valdés cargó con enorme ímpetu contra el furioso demonio al mismo tiempo que este se lanzaba contra él. Su caballo pareció dudar por un momento, pero con la sabia guía de su jinete se lanzaron al combate. - ¡¡BRAN, GLORIA Y HONOR!!- gritó. El demonio se giró, sus garras pasaron a escasos centímetros de la cabeza del aterrado animal que asustado tiró al Valdés de su silla de montar que cayó en el mullido barro.

El siguiente fue Dumastru que aprovechó la inercia de la carga a caballo para atravesar con su espada la irrompible defensa de aquel ser. La espada se resintió con aquel poderoso golpe y estuvo a punto de romperse, pero ni un rasguño apareció en el musculoso y negro torso del demonio. Los dos arqueros dispararon sus flechas, una de ellas rebotó en su cuerpo, la otra ardió al entrar en contacto con las llamas infernales que despedía su objetivo.

Había llegado el turno del monstruo que se giró hacia Dumastru, el causante de su cólera. La cola restalló a unos metros del Knezi y se dirigió certera a las entrañas de aquel hombre. El aguijón perforó el abdomen de aquel pobre desgraciado atravesándolo de lado a lado; entonces la corrosiva sustancia que brotaba del aquella protuberancia redujo a la nada al cabeza de los Bran; su caballo huyó aterrado.

Crulu y Mihail, asombrados emprendieron la huída viéndose incapaces de derrotar a tan poderoso ser. Mientras, Valdés se levantaba del suelo y recuperaba su arma. Había perdido su caballo y desechando toda posibilidad de escapar decidió continuar el combate, aunque este conllevase su muerte. En un golpe de desesperación balanceó su espada hasta toparse contra la mole que ante él bufaba. El filo del arma se melló con el impacto, pero de nuevo no había podido dañar a aquel monstruo que parecía indestructible. Mientras retiraba la espada para atacar de nuevo el demonio bajó enérgicamente las zarpas en las que se habían transformado sus manos desgarrando el cuerpo del Caballero y partiendo su cuerpo en dos para acto seguido terminar de destrozar los restos y devorar el cadáver.

Sin haber calmado aun su ira desechó la masa sanguinolenta de carne a la que había reducido a Valdés y se dirigió al cercano pueblo de Sfantu Gheoghe donde, durante horas, se dedicó a asesinar y torturar al pobre campesinado que allí vivía.