/Carcelero sigue como un perro al trozo de carne al carromato donde se encuentran los prisioneros, dispuesto a recibirlos como merecen en las mazmorras...
- Carcelero camina por las calles de la ciudad en pos del carruaje del Secretario Ducal, dejando a Tomescu solo con sus pensamientos.
// Sale de escena: Carcelero. - Sigue en: Patio del Castillo.
/ Voy al castillo.
- Tomescu vuelve en sí y se encamina hacia el Castillo de Balgrad, hacia el Este.
// Sale de escena: Tomescu. - Sigue en: Patio del Castillo.
MEDIA HORA TRAS EL OCASO.
- La plaza central adoquinada de Alba Iulia está casi completamente a oscuras. El aire de la noche es frío, aunque el lugar está tranquilo, y casi silencioso a excepción del canturreo del agua de la fuente y del liviano viento.
- Mikail ha llegado, sigiloso, hasta la fuente, espiando como Tomescu y Carcelero ya se han alejado demasiado hacia el Este, de vuelta al largo puente de piedra y al Castillo de Balgrad, asentado sobre su islote en mitad del río.
- Un instinto hace entonces que Mikail se gire bruscamente, el cuchillo en la mano como si siempre hubiera estado allí, y no oculto como estaba realmente en sus ropas. Ve saltar con gracilidad preternatural a su señor Durius Tremere de Slobozia, que aterriza sobre los adoquines de piedra de la plaza casi sin hacer ruido, y mira a su lacayo con sus penetrantes ojos verdes.
- El frío de la calle parece afectar también a Durius, a juzgar por el vaho que sale de su boca, con su cálido aliento.
// Entra en escena: Durius. - Procede de: Mansión en la Ciudad.
// Entra en escena: Mikail. - Procede de: Séquito de Durius.
El corazón del lacayo se paró por completo. No podía creer lo que veían sus ojos. No podía ser cierto a pesar de que todo lo que había encontrado así lo indicaba. Hubiera podido llorar de alegría pero necesitaba ver con claridad.
- Se-señor...¿sois vos?- Balbuceó cual niño pequeño atormentado por los nervios. Sin pensar demasiado en las consecuencias se lanzó hacia su señor por si necesitara ayuda para caminar.- ¿Estáis bien? ¿Dónde os habíais metido? Llevo buscándoos un buen rato.- El lacayo había salido de la ciudad, encontrado las huellas del caballo de su señor, y vuelto a la misma siguiendo su rastro que se perdía en el adoquinado de la ciudad.- Ha habido una batalla aquí mismo contra los Basarab.¡Han caído!- ¿Dónde estaba la montura de su señor?¿La habría dejado para buscar refugio en la mansión antes del amanecer?- Todo el mundo estaba pendiente de su regreso.
-Sin duda soy yo, mi querido Mikail y no otro. Necesitaba descansar tras nuestro encuentro con los Basarab en su finca familiar. Hube de dejar que Maserrak huyera y tratar de despistar a nuestros persecutores para así conceder una oportunidad a nuestra ciudad. Confiaba en que esa inmunda familia no llegara a poner los pies en la misma, mas por tus palabras aprecio que no ha sido así si bien parece ser que habéis salido bien parados. Pero me sorprenden tus palabras. ¿Me buscabas? He observado tus movimientos y no parecía ser mi persona aquella a la que ansiabas encontrar sino que otras sombras eran las que reclamaban tu atención. No te azores ante mis palabras, querido Mikail -la sedosa voz de Durius acariciaba el aire y el vaho cálido que asomaba entre sus labios bailaba con su cadencia-. No es algo que me inquiete aunque sí me interese. Hazme una breve y rápida exposición de lo acaecido en mi ausencia, así como el porqué de tus andanzas nocturnas. No deseo interrumpirlas si obedecen a una mejor causa que el entretenerme.
- Mi Señor...- ¿Le había estado observando mientras espiaba a Carcelero y al guardia Tomescu? Todo tenía una sencilla explicación.-...claro que os buscaba. El Capitán nos ordenó a mí y a Vasilov ir en su busca. Llevo muchas horas buscadoos. No nos dio medios, ni información, ni nada. Parecía que quería enviarnos a una misión suicida, no atendía a razones. Los guardias a sus órdenes nos seguían a todas partes y no nos dejaban hacer nada. Cuando salimos, vimos que los soldados luchaban contra los Basarab en la calle principal, junto a la plaza. Vasilov se quedó atascado en medio de la calle con el carro a pesar de que le dije que no podría pasar. - Era un testarudo ese lacayo.- Enrietta iba oculta detrás. Yo cogí un caballo y esquivé la batalla yendo por las callejuelas. Las conozco bien. Al ver que los Basarab habían caído, al menos Molensk, Baratka e Iador, salí fuera de la ciudad, dejando atrás a Vasilov y Enrietta, y encontré las huellas de vuestro caballo en dirección a la ciudad. Por eso volví lo antes posible.- Ahora llegaba el momento de explicar el por qué se ocultaba de Carcelero.- El Capitán Zarak...- Se pensó bien cómo explicar su encontronazo con el Capitán de manera adecuada.-...traté de explicarle las órdenes que vos nos dejó antes de partir, pero no quiso escucharme. Intenté llevarme a Enrietta y Vasilov conmigo en su busca, desobedeciendo sus órdenes directas. Al final ellos no lo consiguieron al quedarse el carro estancado en medio de la calle. Por eso me ocultaba de Carcelero, pues no sé qué órdenes les habrá dado el Capitán con respecto a mí, así que tomaba precauciones. Me disponía a preguntar al Guardia Tomescu cuando os vi. Me alegro mucho de que estéis bien.- No le importaba reconocer delante de Durius su desobediencia. Lo había encontrado y eso es lo que importaba.
SEPTIMA CAMPANADA. UNA HORA TRAS EL OCASO.
NOCHE DEL CINCO AL SEIS DE MAYO DEL AÑO DE NUESTRO SEÑOR DE NOVECIENTOS CINCUENTA Y OCHO.
- Desde el Norte resuenan con fuerza las pisadas de dos poderosos hombres pesadamente acorazados con gruesas armaduras. Uno de ellos arrastra una manta con tres tremendas armaduras, haciendo un ruido infernal que resuena en toda la plaza central de la ciudad de Alba Iulia.
- En la plaza, no lejos de la fuente central están Mikail y una sombría figura ataviada con ropas de campesino y embozada en una tosca capa de lana basta. Mikail lleva en la mano un cuchillo, en cuyo filo se refleja la escasa luz de la luna.
// Entran en escena: Capitán Zarak, Schaar. - Proceden de: Alba Iulia (Cementerio romano en ruinas al Norte de la ciudad).
- Comienza a llover, primero tenuemente, y se escucha un trueno lejano.
Los dos hombres que llegaron a la plaza de Alba Iulia lo hicieron rodeados del estruendo. Los golpes de las botas blindadas contra el suelo adoquinado y el repiqueteo de las placas en el saco que arrastraba Schaar, en el silencio de la noche, hubieran sido capaces de despertar a buena parte de los ciudadanos que habían resistido el terror y habían permanecido encerrados tras sus muros.
Bajo la exigua luz de la Luna y las estrellas que se colaba por los agujeros en el raído manto de nubes, Ferenk distinguió dos figuras humanas junto cercanas a la fuente. Acercándose a ellas con la mano en el pomo de la espada, reconoció el único rostro visible. Se trataba de Mikail, el lacayo de Durius que no se encontraba en el carruaje. En su mano brillaba tenuemente el filo de un cuchillo.
—Muestras tan poco sentido común como tu compañero —increpó al lacayo, adelantándose.
A menos que…
Conforme se acercaba, reparó en la segunda figura. Su atavío era el de un campesino, y su abrigo una capa y capucha avejentadas. En esa compañía y disfrazado de tal modo, ¿podía tratarse de Durius, regresado por fin? O es el engaño de Adelmus, o alguno de esos otros que quedan libres.
—Retire la capucha y muestre el rostro —dijo, en tono imperioso, apretando los dedos alrededor de la empuñadura.
Schaar deja de arrastrar la lona en la que lleva la pila de armaduras basarab cubiertas de sangre y se lleva la mano a la espada mientras camina paso firme hasta donde se encuentran ambos, mirando al lacayo y a su cubierto acompañante.
- ¿Era Mikahil no? Bien, pues me alegra que estés aquí... ¿cómo ha actuado este en el combate capitán? - pregunta pero sin dejar de mirar a la extraña pareja- ¿Y cómo es que tu compañero va tan embozado?
Mikail no recibió bien las palabras del Capitán, pero ahora que había encontrado a Durius ya nada importaba. Había seguido sus huellas en dirección a la ciudad y, con el ocaso, su Señor había salido en su busca.
¿Embozado?- En la noche todos los gatos eran pardos, pero para Mikail era evidente, aunque sólo fuera por el porte y la compostura, quién era la persona que estaba a su lado. A Durius no le iba a gustar el tono con el que se dirigían a él. Callado como aconsejaba su posición, dejó que fuera su Señor el que explicara lo ocurrido.
Ya sabes la opinión de Schaar sobre Durius... no digamos sobre un basarab. Está atento, y actuará con la brutalidad que sea menester si percibe cualquier cosa como un movimiento agresivo.
SCHAAR DVY:
- Tiradas Ocultas de: Poder Infernal. Templanza.
Tirada oculta
Motivo: Tirada
Tirada: 4d10
Dificultad: 7+
Resultado: 3, 1, 3, 5
SCHAAR DVY:
- Sientes que te hierve la sangre por la perniciosa influencia de Azurbaal el Señor de la Furia sobre tu alma. Sientes un intensísimo deseo, largamente reprimido, de exterminar, destruir y aniquilar a todo el mundo.
- Respecto al embozado, sin duda es un campesino insignificante. Estás total y absolutamente seguro de ello.
- Malditos traidores hideputas- la voz de Schaar se ha convertido en una mueca de desprecio- ¿Creéis que vais a engañarme a mi?
Antes de terminar la frase, ya ha desenvainado su espada, y trata de usarla para golpear tanto a Mikahil como al embozado que camina junto a él, con los ojos llenos de rabia justiciera.
Narrador, tu dirás las tiradas oportunas. ¿Tiro iniciativa? ¿deben tirar los restantes para no verse sorprendidos? En fin, tu nos dirás.