Partida Rol por web

Durius se alzó. La conversación con su siervo había sido interrumpida inopinadamente si bien sabía cuanto tenía que saber. Ante la orden de Ferenk, una sonrisa sardónica se dibujó bajo las sombras de la capucha y unas manos finas y de elegantes movimientos comenzaron a alzarse para retirar la misma. Pero el movimiento se detuvo ante el amenazante giro de los hechos propiciados por el inconsciente Schar Dvy.

Con un gesto fluido desenvainó su propia espada buscando detener aquel golpe. Su voz, susurrada y suave como la seda, alcanzó los oídos de los presentes.

-¿Así se recibe al secretario ducal?

- Pero...¡insensatos!- Es lo único que le dio tiempo a decir ante los improperios de Schaar Dvy. ¿Qué hacían aquellos dos patanes? Los ojos del lacayo casi se le salen de las órbitas cuando las palabras pasaron a los hechos.

Mikail detuvo su carrera y se dio la vuelta. Apoyado en la empalizada del cuatel de la milicia se acercó a la escuna para ver qué pasaba. Su Señor Durius había llegado a uno de los tejados de las mansiones sin saber cómo.

- Esos dos idiotas.- ¿De qué hablaba el loco que les había atacado? Osar levantar la mano al Primer Caballero y era a él, a Mikail, al que llamaban insensato.- ¿Impostores?- Se quedó observando, con miedo de ver una reacción de su Señor que se le quedara marcada en su débil mente de por vida.

Con Durius fuera de su alcance y Schaar Dvy adoptando una pose neutral, Ferenk se permitió relajar la mano que rodeaba la empuñadura de la espada.

—¿De qué está hablando? —preguntó, sin apartar la mirada del hombre que decía ser el Secretario—. ¿No es ese el rostro de Durius Trémere? ¿Qué le lleva a pensar así?

Aquel día había contemplado, por dos veces, de qué era capaz de la brujería. Mas en esa ocasión carecía de verdaderas razones para considerar a Durius como algo diferente a lo que mostraba. Y sin embargo, su forma de proceder no contribuía a despejar la sospecha que le había asaltado en el instante de verlo por primera vez junto al lacayo, envuelto en bastos ropajes que ocultaban su identidad.

- Lo... percibí- explica Schaar que no ha envainado la espada pero tampoco la esgrime ya ofensivamente. Es del todo evidente que el caballero está haciendo un esfuerzo por mantener la calma- Percibí en él el engaño y la traición.- la mirada hacia el hombre (Schaar se niega a creer a pesar de las evidencias que puede ser Durius) que está en el tejado, no es precisamente una mirada de aprecio- No es quien dice ser, o lo que dice ser. 

- Al mirar a Durius, se hace evidente que está tiritando de frío. Cada vez que respira le rodea una nube de vaho, igual queos ocurre a vosotros o a Mikail.

- Se ven relámpagos en lontananza y se escuchan seguidamente los truenos.

- Lo que antes era una fina llovizna ahora es claramente una lluvia de verdad.

Durius se dio media vuelta y retrocedió por el tejado para descender por la zona oculta a los ojos de los dos hombres. Una vez en el suelo avanzó con paso ligero hasta su posición. Su rostro, fino y elegante, estaba vestido por una mirada severa. 

-Caballeros, un placer de reencuentro. Ferenk, entiendo que habrá mucho que contar. Caballero Dvy, vería con buenos ojos que envainarais vuestra espada y os mostrarais menos reticente a aceptar mi presencia en Alba Iulia. ¿Dudáis de mi identidad o es que conviene más verme muerto a vuestros intereses? Mikail, debo cambiarme. Mis pertenencias se hallan en mi mansión. Acompáñame y ayúdame a vestirme para ir a castillo. Ferenk, Dvy, es mi deseo que vengáis con nos. Necesito saber de lo ocurrido en mi ausencia. 

Mikail se detuvo y se dio la vuelta con la seguridad que le confería la distancia de por medio. En cuanto vio que las aguas volvían a su cauce se apoyó en la empalizada del cuartel de la milicia y fue acercándose poco a poco, aún con el cuchillo en su mano.

Entonces Durius bajó del tejado y se acercó a los dos hombres. Cuando nombró a Mikail, éste se acercó solícito, confiado en que su Señor lo arreglaría todo en caso de otro nuevo ataque por parte del caballero.

- Sí, mi señor. ¿He de encargarme de vuestra montura también?- Las huellas que había encontrado al salir de la ciudad eran del caballo de batalla del Primer Caballero, las que le habían devuelto de nuevo a las calles donde su rastro se perdía.- Yo he dejado mi caballo atrás, atado a un poste.

SCHAAR:

- No, sería una nueva acción de ataque.

Aunque con enorme tensión Schaar asiente, acompañando a Durius y a Mikahil hacia donde estos se dirijan. 

Antes de que Durius descendiera del tejado en el que se había encaramado como una gárgola de carne y hueso, Ferenk intercambió una breve mirada con el antiguo caballero. Por primera vez, Schaar Dvy pudo ver la duda reflejada en los ojos del capitán.

Cuando el Caballero se acercó a ellos, Ferenk relajó por completo los dedos y soltó la empuñadura de su espada. El filo se deslizó brevemente y la cruz golpeó el borde de la funda. Ni siquiera se había dado cuenta de que no solo la había sujetado con fuerza, sino que había empezado a desenvainarla.

—Iremos.

No soltó el escudo, sin embargo, ni cesó en su vigilancia de los alrededores. La Luna presidía el cielo de la ciudad, y algunas criaturas que cazaban durante la noche seguían libres.

—¿Se encuentra en buena… salud? —preguntó al Secretario—. Supimos que había sobrevivido al combate en la mansión, pero su ausencia la pasada noche me hizo pensar que había ocurrido lo peor.

Y sin embargo, no solo la reacción de Schaar Dvy, sino lo que había visto en Durius. El prodigioso brinco había sido el de un monstruo, ¿pero había mostrado alguna vez semejantes señales de mortalidad? Su Señor no las necesitaba, pero era más antiguo y poderoso que el Secretario.

Incluso empezaba a dudar de su forma de hablar. Era su voz pero, eran sus palabras?

De cualquier modo, no iba a alzar su espada contra quien podía ser Durius Trémere solo por una sospecha que bien podía deberse a la sugestión. Por el momento, seguiría sus instrucciones, pero no pensaba bajar la guardia.

CAPITAN ZARAK:

- Ciertamente, todo ésto da que pensar.

- Según los testigos supervivientes, el Padre Adelmus Basarab logró que la milicia abriera las puertas al Sur de la ciudad de Alba Iulia tan sólo con el poder sobrenatural de su voz. Su canto sonaba como un coro de ángeles celestiales.

- Hasta donde sospechas, los vampiri no están vivos en el sentido tradicional de la palabra, pero si el antiguo párroco de Alba Iulia fue transfomado hace poco, puede que todavía mostrara en su cuerpo los signos de debilidad propios de un cuerpo mortal.

Schaar envaina su arma, y recoje nuevamente la lona, eso sí, con su mano izquierda, para seguir arrastrando las armaduras mientras acompaña a Durius y al capitán a la mansión de la que Durius habló.