Partida Rol por web

-La Mansión Basarab fue el infierno que esperábamos fuera. El primogénito y sus hijos habían volado sin duda confiando en que su huida salvaría a la familia de su extinción. Muchos murieron entre sus filas. El propio segundo caballero cayó ante sus filos, si bien su suerte final me es desconocida. Logré sacar a Maserrak de aquel lugar y hubimos de separarnos en un intento de mi parte por conseguir que él alcanzara Alba Iulia y os pusiera sobreaviso. Los segundones Basarab nos pisaban los talones y supe a mi llegada a la ciudad entre las sombras de la noche que la ciudad había sido atacada. Me faltan los detalles, obviamente, mas no dudo de que seré informado con premura -Durius hablaba mientras avanzaba hacia la mansión-. Mikail, recoge tu caballo si así lo deseas. Mi montura está en las cuadras de la mansión y mi armadura en el sótano. Hube de refugiarme allí, hasta encontrar el momento adecuado para volver a Castillo, momento que fue inesperadamente interrumpido por un encuentro un tanto exaltado -dijo en clara refrencia al ocurrido instantes antes-. Un detalle más. Entre los Barabab hay un nuevo vampyr. Nuestro bienamado sacerdote. Y no dudaría en afirmar que se halla entre nosotros, amparado en las sombras, quizá en el refugio que las catacumbas puedan proporcionarle.

Durius abrió las puertas de la verja y pasó al interior, invitando a los demás a hacer lo propio.

-Y decidme, ¿intentáis reclamar la atención de toda la villa mediante el arrastre de armaduras? ¿U obedece a alguna razón menos prosaica?

- Los cuatro acceden a la Mansión, donde Durius se pone su armadura con ayuda de Mikail.

- Tras esto, el lacayo corre en busca de su caballo de monta y regresa veloz a lomos del mismo.

- Tras esto, salen de nuevo a la plaza central de la ciudad.

- Cuando Durius empieza a ponerse su armadura de Caballero en el sótano de la Mansión con ayuda de su lacayo Mikail, Schaar Dvy hace ademán de desenvainar su espada y atacarle.

- Rápido hasta extremos irreales, el Capitán Zarak desenvaina su propio acero y se pone en guardia, listo para el combate.

- Mikail, terriblemente asustado por la furia inhumana que se percibe en Schaar, deja caer estruendosamente las piezas de la pesada armadura metálica, y trastabilla torpemente, retrocediendo como puede en un (tal vez futil) intento de salvar la vida.

- Durius da un imposible salto fantástico sobrenatural de lado, sorteando a todos y aterrizando al pie de la escalera, para seguidamente elevarse hacia arriba como si cayera verticalmente ascendiendo hacia la planta baja de la Mansión. Enseguida desaparece de la vista. Se ha movido a tal velocidad que en la retina permanece una especie de borrón de movimiento por donde ha pasado, durante unos cortos instantes.

- Al cabo de unos cuantos segundos, Schaar tira con fuerza de su espada, mientras sus venas se hinchan y sus ojos se quedan inyectados en sangre (con mirada de loco trastornado) y destroza la vaina de cuero, liberando de su presa su acero.

- Durius aprovecha la coyuntura para salir por completo de la Mansión y fundirse con la noche.

- Afuera está empezando a llover copiosamente, una lluvia gélida, mientras en la lejanía restallan los relámpagos y se escucha el retumbar de los truenos.

Solo la suerte hizo que la espada de Schaar Dvy no saliera de su vaina y Durius, o quienquiera que fuese, actuara con mayor celeridad, escapando de la mansión con velocidad sobrehumana que ninguno de los dos hombres podía igualar.

—¿No ha tenido suficiente sangre hoy? —ladró el capitán—. Bastaba con esperar. Si es un impostor, lo hubiéramos sabido en cuanto se hubiera encontrado con el chambelán. Si no lo es, acaba de dejar al Secretario con escasas opciones.

Mantuvo el escudo levantado y la espada en la mano. No pretendía luchar, pero Schaar Dvy apenas parecía humano en esos momentos. La fuerza que había demostrado al destrozar la vaina de su arma era la de un monstruo. Uno más de los que servían en la corte.

CAPITAN ZARAK:

- No sabes qué clase de criatura es Schaar Dvy. De lo único que estás bastante seguro es de que no es humano, o al menos no del todo, por lo menos.

- Sí estás convencido de que no comparte tu misma naturaleza. Quizá no sea físicamente tan fuerte como tú, no al menos cuando usas la Sangre de un vampir que corre por tus venas para inflar tu musculatura hasta los extremos de lo grotesco. Sin embargo, hay algo enervante en la facilidad con la que sujeta su espada, como una extensión viviente de su propio brazo, y esa furia hirviente y demencial que se asoma detrás de sus ojos.

- Hay algo en él que en cierto modo te recuerda al desaparecido Caballero de los Cárpatos. Es como un mal acechante, que aguarda agazapado y oculto la mayor parte del tiempo, y que tan sólo en momentos de pérdida de control como el presente alcanza a atisbarse.

Mikail trastabilló hacia atrás dejando caer la pesada armadura con el consiguiente estruendo y a punto estuvo de dar con sus posaderas en el duro suelo. Se recompuso veloz, lo justo para ver desaparecer a Durius por la puerta.

- ¡Mi Señor!- Alcanzó a decir antes de ponerse en marcha hacia el exterior. Le parecía inconcebible que Schaar Dvy osara levantar su arma contra El Primer Caballero no ya una sino dos veces. Podía ver en el rostro del guarda, dibujada con claros trazos, la locura que lo invadía por lo que pensó que lo mejor sería poner también espacio de por medio.- ¡Qué demonios estáis haciendo!- Perdió el respeto que debía mantener ante la ofensa cometida contra su Señor. Inconcebible también era que Durius no le diera su merecido. Había visto luchar al Primer Caballero, desde la seguridad de un buen escondite eso sí, pero era cláramente capaz de acabar con aquellos dos. Sólo había una explicación para que huyera y era que aún estuviese débil debido al combate contra los Basarab. Tanto tiempo había esperado a que Durius volviera como para ahora perderlo de nuevo.

HA TRANSCURRIDO MEDIA HORA.

OCHO Y MEDIA, NOCHE DEL CINCO AL SEIS DE MAYO DEL AÑO DE NUESTRO SEÑOR DE NOVECIENTOS CINCUENTA Y OCHO.

La rabia deforma el gesto de Schaar cuando escucha al Capitán y, más aun, cuando el sucio idiota plebeyo se atreve a dirigirle siquiera la palabra. Sus ojos parecen, por un instante, alumbrarse con las llamas del infierno, y la mano que tiene aferrada a la espada parece hacer crujir, por un instante, la empuñadura de esta, mientras los nudillos adoptan un tono blanquecino.

- No mereces siquiera el esfuerzo de matarte, imbécil- la mirada al lacayo era similar a la que un hombre cruel dedicaría a una mascota que ha perdido su utilidad.- ¿Acaso tras tanto tiempo de servir a un vampyr eres incapaz de darte cuenta de cuando respira? ¿O es que también se alimentaba de ti y de tanto sorber tu sangre has terminado por perder cualquier resto de inteligencia que la puerca de tu madre hubiera podido dedicarte? Vamos, perro, sigue retrocediendo... quizás con suerte el traidor vestido de Durius al que has estado trayendo hasta nuestra puerta sea mejor amo para un pútrido esclavo como tú que tu anterior dueño- tras las palabras deja de mirar al lacayo y sus ojos, aun relampagueantes de rabia, se clavan en el Capitán. - ¿Cómo podéis ser tan necio? ¿Tan arrogante? Si no fuera porque ambos estamos en lo mismo... - guarda silencio mientras hace un obvio esfuerzo por calmarse.- No sabes contra quien te enfrentas, ¿acaso estás dispuesto a dejarle armarse, a dejar que pueda recuperar fuerzas o a apoderarse con sus viles trucos de mentes tan primarias como la de Mikail? Por dos veces, por dos veces, te has quedado rígido mientras veíais como las posesiones y autoridad del duque, nuestro señor, eran puestas en duda. La primera pude entenderla, puesto que tanto Iacobus como el hombre lobo, vuestro amigo, podían ser fieles. ¿Pero esta? Ambos sabíamos la verdad sobre Durius. Toda la verdad sobre él. Y sabíamos que ese no lo era. Solo me bastaba con que evitárais que huyera. De todos los que había en el castillo, sólo uno hubiera podido vencerme: Iacobus. Contra ese impostor... sin armadura además... Fuisteis más rápido que él... y lo habéis dejado escapar.

No se detiene, sin embargo, a esperar respuesta. Con evidente rabia parte nuevamente hacia el castillo, tirando con una mano de la lona en la que van aun las armaduras fruto de su matanza de Basarab de hace unos instantes, mientras que su mano derecha sigue llevando su espada desenvainada y sedienta de sangre.

Durius había comprobado que Schaar lo había traicionado por segunda vez. Posiblemente bajo el mandato y gobierno de su señora. Podía haber hecho frente a aquel estúpido mas, ¿qué sentido tenía un enfrentamiento en el que Ferenk podía haber resultado muerto o él mismo herido? Había optado por una prudente retirada, con la constancia de que los actos de Schaar se volverían en su contra. Era una cuestión de tiempo. Simplemente.

Mikail había hecho lo que se le había ordenado. Sin ser explorador había logrado encontrar el rastro de su Señor, a pesar de las dificultades, y finalmente lo había encontrado en persona en la plaza justo un poco antes de que el Capitán Ferenk y el necio de Schaar Dvy hubieran aparecido. Culpar a un pobre lacayo cuyo poder de decisión era nulo no indicaba más que las cortas miras del guardia. Mikail no daba crédito a la sarta de tonterías que soltaba el guardia por esa boca de cloaca. Pero así de dura era la vida de un lacayo que había que aguantar y tragárselo todo tratando de no morir envenenado. La comisura de sus labios se torció en una ligera sonrisa. Se reían de él pro haber salido atemorizado cuando el guardia ni siquiera había sido capaz de desenvainar su espada. ¿Qué esperaba? ¿Que un simple sirviente se lanzara contra su Señor al que después de tanta espera pro fin había encontrado?

Con la esperanza de poder volver a su Señor salió de la mansión al abrigo del oscuro manto de la noche. Tomó su caballo y partió raudo por las callejuelas hacia el castillo.

- Schaar Dvy y el Lacayo Mikail regresan velozmente a la ciudad, el segundo por otro camino, dando un rodeo aprovechando la velocidad adicional que le da el ir a caballo y sin armadura.

Los vio marchar. Y regresó, a su mansión, al sótano donde aún podía estar Ferenk y donde permanecía su armadura. Sonreía, con una sonrisa exenta de humor. Schaar Dvy había alzado su espada contra él. Un invitado al castillo, un sirviente de cierta dama. El futuro inmediato era un enigma a resolver.

Ferenk se mantuvo en silencio mientras Schaar Dvy soltaba parte de su veneno. No todo, como demostró su marcha apresurada, robándole la posibilidad de darle una respuesta. El antiguo caballero erraba su camino; había dejado que su ira se apoderara de su juicio, perdiendo de vista lo que de verdad importaba.

Y yo lo veo, pero desconozco qué puedo hacer ahora al respecto.

Sol restaba seguir sus pasos hacia el castillo. La noche acababa de comenzar, y si esos primeros momentos suponían un indicio sobre lo que había de acontecer durante las próximas horas, sería sin duda portentosa.

Fue cuando se disponía a marchar cuando lo vio regresar. No había huido, como pensaba. Solo se había ocultado.

—Debo marchar al castillo —dijo—, asegurarme de que Schaar Dvy no haga nada drástico. Además, aún esperamos enemigos esta noche.

-Enemigos que circulan dentro y fuera de Castillo -dijo seriamente Durius de Slobozia-. Pude escuchar lo que decía Schaar acerca de mi naturaleza y vuestro silencio, al igual que fui testigo de vuestra inacción ante su ataque. Por dos veces. ¿Qué os ocurre, Ferenk? ¿Os sentís tentado por sus deseos de acabar con mi existencia? Pero permitidme un apunte. No poseo constancia alguna pero, ¿acaso creéis que Schaar Dvy es un humano normal? ¿Os suena Coslana? En cualquier caso, no importa en este momento. Decís bien en cuanto a la premura por regresar a Castillo. Ayudadme a ponerme mi armadura y regresemos ambos a nuestro hogar. Entrar acompañado de vos me placerá y si somos prontos, llegaremos antes que Schaar. Hay mucho que resolver y solcionar en la casa de nuestro Duque.

—No siento la menor tentación —dijo Ferenk—. La sentí en el momento que sin duda puede imaginar, pero la he vencido para siempre. Las responsabilidades que le ha otorgado Mi Señor, tanto en Su presencia como Su ausencia, —una mueca apenas perceptible de dolor se dibujó en las facciones del capitán por un instante—, hablan con claridad de Sus Deseos respecto al valor que concede a su persona. Pero la vehemencia de Schaar Dvy me ha sumido en la confusión. Si él hubiera deseado acabar con su vida, qué mejor oportunidad que en alianza con Farkas Deli, forzando además mi propia mano en la disputa. Creo que él está convencido de sus palabras.

Ferenk devolvió la espada a la funda y se agachó a recoger las piezas de la armadura de Durius que se habían desperdigado por los suelos tras la apresurada huida del Secretario y su lacayo.

—Cuando se marchó me dijo que reflexionara —dijo, con la mirada clavada en los ojos verdes—. No le cuestioné entonces, pero no he comprendido sus palabras.

- Con ayuda del Capitán Ferenk, Durius se pone su armadura pesada de caballero en el sótano de la mansión que antiguamente perteneció a la Casa Basarab.

- Al tocar el cuerpo de Durius, el Capitán lo nota cálido, nota que tiene pulso y que (aparentemente) respira.

Ferenk se quedó quieto con las piezas de la armadura en las manos, a la espera de la respuesta del Secretario.

-Farkas Deli -murmuró-. Está muerto y muchos habrán de pagar por eso cuando el Duque regrese. Schaar ha ido reforzando su posición en la corte de un modo rápido e incuestionable, pero no tanto como para llegar a aliarse con Farkas a tiempo. Y dudo siquiera que Farkas hubiera accedido. Pero solo son hipótesis que no conducen a nada. Regresemos al Castillo. Mi caballo está en los establos. Quizá pueda con ambos tras una noche de descanso y para el corto recorrido que hemos de hacer.

DURIUS:

- Si el Capitán accede a subirse en la grupa, entonces es una tirada sencilla de Destreza + Equitación. No oculta, dados de 10 Desglosados dificultad 7, un solo éxito es suficiente para conseguirlo, aunque más éxitos consiguen un viaje más estable y quizá más veloz.