Partida Rol por web

El fin de la casa Basarab era inminente, pero los hermanos tenían la firme intención de dar cara su vida. Claro que la situación podía ser mejor: con aquellas armaduras ligeras, rodeados de enemigos y sin un plan claro no era el mejor de los escenarios. Pero no había tiempo para echarse atrás.

Barakta seguía a su hermano mayor, buscando a unos enemigos que no lograba discernir. Solo Molensk pudo localizarlos, sorprendiendo al cuarto hijo.

O tienes una vista de halcón o un sexto sentido hermanito- dijo ante el comentario de su hermano menor. Claro que si eso era cierto podía significar una importante ventaja para el ataque. 

Iador decidirá- al fin y al cabo, él propuso aquel plan. Y su plan era simple: luchar y contenerlos. Brillante plan.

Actuad con cabeza- fue el único y estúpido consejo que pudo darles- no tenemos nuestra armadura completa y el enemigo nos supera en número. No hagáis estupideces

Durante los primeros segundos, Barakta no se mueve de su posición, observando hacia el frente y sin saber exactamente si ese descabellado plan sería beneficioso para ellos. 

Y justo en ese instante divisó al enemigo. Antes de poder decir nada Iador cargó y disparó su arco, errando el tiro pero poniendo sobre aviso al enemigo.

Si ibas hacer eso podías haberte ahorrado la flecha- piensa. Pero no iba a ponerse a discutir por eso. Se colocó detrás de su hermano mayor y comenzó a seguirle, rumbo hacia el combate.

El grupo avanza: Iador dando un potente salto sube al techo de uno de los edificios, mientras Molensk y él cargan hacia el enemigo. El cuarto hijo queda algo rezagado y puede ver como su hermano menor acaba con la vida de dos soldados y hace huir a otros nueve. Sin embargo, aquella era la infantería débil. Detrás de ello había un grupo algo mas difícil de derrotar. Y hacía allí cargó Barakta. Lanzó un potente tajo con su espada, que fue bloqueada por el hacha del rival.

Ahora se encontraba en pleno combate, danzando contra el sargento enemigo y golpeando y parando golpes al mismo tiempo. Deja muy malherido a uno de ellos, pero aún así el enemigo muestra valentía y se mantiene firme.

Aquella situación no le agradaba a Barakta. Tarde o temprano, si el enemigo era listo les rodearían. Y por mucha fuerza que tuvieran rodeados y sin sus pesadas armaduras la cosa podría complicarse. 

Retiraos o morid- gritó a los hombres que tenía a su frente, mientras lanzaba un nuevo tajo que remataba al soldado herido.

Y mientras tanto mas enemigos se acercaban, y ellos eran solo tres... bueno, dos, teniendo en cuenta que su hermano estaba en uno de los edificios disparando flechas. En mala posición se encontraban, pero no quedaba otra que seguir luchando.

Y justo cuando acababa contra uno de aquellos sargentos en su frente, recibió un vil ataque por la eslpada que logró herirle.

Por la espalda ¿eh?- dice mientras se da la vuelta para enfrentarse a su nuevo rival. No parecía ser uno de aquellos soldados de paja a los que se había enfrentado anteriormente. Este tenía pinta de ser un rival más digno.

Mientras la herida recibida por la espalda comenzaba a cicatrizarse con rapidez, el cuarto hijo lanzó un tajo contra su enemigo, esperando poder acabar con él lo mas rápido posible. Lo que se oía a su espalda le preocupaba mucho más que aquel hombre. Sin embargo, a pesar de que su golpe logra darle no consigue hacerle daño. Mala suerte.

Y de pronto un nuevo enemigo a su frente que logra traspasar sus defensas. De nuevo sus heridas comienzan a recuperarse mientras él lanza un nuevo golpe que logra hacer daño a su rival inicial. Aún así se encontraba en una situación realmente comprometida.

La lucha continuaba pero se encontraba en una situación insostenible. Sus dos rivales logran golpearle de nuevo y el cuarto hijo cae al suelo. Sus heridas siguen regenerándose pero no con la rapidez y la eficacia de antes. Se encuentra débil y no puede luchar en condiciones. Un nuevo golpe y cae al suelo, rodeado de un charco de sangre.

Barakta sabía que ese era el fin. No había nada mas que hacer salvo dejarse llevar por esa oscuridad que comenzaba a envolverle. Allí terminaba su vida. Al menos había muerto luchando, una muerte digna para un guerrero como él.

Ni siquiera cuando el inconsciente y roto Molensk estuvo atado de pies y manos, se atrevió el capitán Zarak a reducir la presión sobre la espalda del caballero. Habían conseguido reducirlo con grandes dificultades; no iba a permitir que se liberara de algún modo y les forzara a acabar con su vida.

Levantó la mirada hacia Hakir e Istvan. Los dos habían luchado bien, enfrentados prácticamente en solitario a los dos hermanos más jóvenes. La cabeza cercenada de Barakta, que gracias a los dioses tenía los ojos cerrados, era un testimonio palpable de sus esfuerzos.

—Habéis luchado bien —felicitó a sus hombres—, pero todavía no ha terminado este día. ¿Estáis heridos?

No había terminado, pero tenía varios asuntos que atender antes de seguir a Schaar Dvy al Mausoleo.

—¿Y usted, Carcelero? —preguntó, esbozando una sonrisa—. ¿Será capaz de controlar su sed de sangre para hacerse cargo del nuevo inquilino de su feudo?

-No, Capitán. Estoy preparado - La batalla había sido intensa pero breve y afortunadamente los golpes los había absorbido la armadura o el escudo sin mayor problema.

Mientras esperaba órdenes bromeó con su compañero de armas.

-Buen trabajo, Hakir. Los Basarab son más guapos cambiando sus cuerpos por una estaca, jajaja.

Mikail continuó su camino hacia el sur, como le había sido ordenado, desapareciendo pronto por las enrevesadas calles de la ciudad.

Viendo la situación, que parecía controlada, pero con un enemigo tan formidable que uno no podía fiarse de sus ataduras, la guardia de Hakir continuaba alta y su lanza no dejó de apuntar al último Basarab.

- No, Capitán. Esta sangre no es mía. - Me referí al rojo negruzco que manchaba mi armadura. Miré un momento abajo, la cabeza del otro hermano yacía a mis pies. Itsvan dijo lo de la estaca. Yo sonreí, unos instantes. Luego se ensombreció nuevamente mi rostro. El ocaso estaba ya cerca.

A veces, los cuerpos de los nobles caídos en batalla son recogidos para ofrecerles un digno entierro, aunque se trate de enemigos. Otras, se pedía un rescate por ellos, para que la familia les diera la sepultura adecuada. Pero sería el Capitán quien decidiera qué hacer. - ¿Qué hacemos con los cuerpos de los Basarab, Capitán?

Ferenk asintió. No podía creer la fortuna que les había acompañado durante el combate.

—Los trasladaremos al castillo —dijo—. A los sargentos y a los Basarab. Pero esa no es la prioridad en estos momentos.

Se puso en pie, apoyando el pie con fuerza sobre el punto en el que la espalda de Molensk era visible. Levantó un brazo, haciendo gestos con la mano para convocar a los guardias y milicianos que se habían alejado de la reyerta con los hermanos Basarab.

Miró después a Hakir e Istvan y señaló al lacayo de Durius que observaba todo desde el pescante. Uno de los caballos de tiro había desaparecido, lo que parecía indicar que Mikail, mostrando una sabiduría que sin duda le faltaba a Vasilov, lo habría usado para escapar.

—Prended a ese estúpido —ordenó a sus dos hombres—. Acompañará al Caballero a las mazmorras. Comprobad también si oculta algo o alguien en el carruaje.

Antes de que cualquiera de la Guardia pueda acercarse más azuzo a los caballos para cumplir con la misión que se nos había encomendado.

- Lo siento Capitán. - digo mientras el carruaje se aleja. Tenemos órdenes que cumplir.

El tiempo que tardó Itsvan en procesar la orden del Capitán -el bajón de adrenalina tras la batalla había hecho mella en él- permitió al lacayo tomar la iniciativa. Itsvan no sabía los motivos tras esa orden, pero ya no podía perder más tiempo.

Dejó caer lanza y escudo e intentó alcanzar y subirse al carruaje antes de que se alejara más.

- Antes de que Vasilov consiga darle gran ímpetu al tiro de caballos que tiran del carruaje del Caballero Durius de Slobozia, Hakir reacciona como un relámpago y agarra los bocados de ambos caballos, inmovilizándolos con una envidiable habilidad para dominar a las bestias.

- Poco después, Itsvan salta al pescante junto a Vasilov, que es consciente de que ya nada puede hacer. También es consciente de que esos dos guardias acabaron, o contribuyeron a acabar, con dos poderosos Caballeros Basarab, por lo que resistirse es futil.

- Desde el Norte llegan los guardias feudales Boru y Tomescu, acompañando a un puñado de supervivientes milicianos, rotos y derrotados. Acaban llegando hasta las proximidades de la plaza central de la ciudad, donde ven al Capitán Zarak enfrentado al conductor del carruaje del Caballero Durius, el Lacayo Vasilov.

- Entretanto, Mikail escapa a caballo por la puerta Sur de la ciudad.

La orden del Capitán era clara y nada de lo que pudiera decir el lacayo podría hacer que yo hiciera otra cosa que lo ordenado por Ferenk.

El carruaje estaba parado un instante antes y, además, contaba ahora con un caballo menos. Eso sin mencionar las embarradas calles de la ciudad. Por todo ello, creí que no me sería difícil agarrar las riendas a la altura de las bridas y hacer detener aquel carruaje que a penas comenzaba a avanzar.

Para conseguirlo, salté como un resorte y corrí todo lo rápido que pude en pos de la cabecera del tiro del carruaje. Si detenía los caballos daría tiempo a Itsvan para subir a pescante y hacer cambiar de opinión a Vasilov.

- Sooooooo - Exclamé.

- Capitán Ferenk. - digo. Tenemos órdenes de nuestro señor Durius. No creo que querais ser el centro de su ira cuando regrese, ¿verdad?

Luego miro a Istvan y a Hakir.

- Lo mismo es para vosotros.

- Pensaba que se refería a las nuestras. Ni loco me pondría una de esas armaduras Basarab. He... escuchado que están malditas. - Bajó el tono de voz para decir lo último, mirando a su alrededor con cierta desconfianza. Se llevó una de las manos al vientre, comprobando que no sangraba. Sentía el aire atravesar la armadura por el corte realizado por aquellas bestias, y no podía quitarse de la cabeza lo cerca que había estado de fallar a su señora.

- Mira, el capitán está allí. - Comentó, haciendo un gesto con la cabeza. - Parece que han ganado. - Y dicho esto, aceleró el paso ligeramente junto a Tomescu, y seguido de aquellos derrotados y enloquecidos milicianos.

Pero al acercarse, comprobó que estaban enfrentándose al conductor del carruaje. Lo reconoció del castillo, pero no sabía el porqué de la disputa, pero su opinión sobre el conductor era poco más que era un perro traidor dispuesto a traicionarlos en cualquier momento. Lo había escuchado farfullar en el castillo...

El cochero insistió en su afrenta, azuzando a los caballos para que pusieran el carruaje en marcha. No hizo falta que interviniera personalmente, pues Hakir e Istvan se encargaron de detener el vehículo y apresar a su conductor.

El ruido de numerosas botas golpeando los adoquines de la plaza llamó su atención hacia el norte, por donde llegaba un grupo de hombres armados.

—Cerradle la boca si no es capaz de hacerlo por sí solo. Y registrad el carruaje —ordenó, ignorando las palabras de Vasilov—. Nos ocupan menesteres más urgentes que sus protestas.

Levantó un brazo en señal de reconocimiento. Se trataba de los guardias Boru y Tomescu, acompañados por un grupo de milicianos. Los hombres de la Dama Radovina habían visto combate, a juzgar por el estado de sus armaduras. Los milicianos debían ser supervivientes de la muralla, o incluso de los capturados por los Basarab la noche anterior. En sus rostros se reflejaba una pérdida profunda, como si fuera su propia alma lo que les habían arrebatado.

—¡Acercaos! —llamó a los dos guardias—. ¿Qué noticias traéis del viejo cementerio? ¿Qué ha sido de Schaar Dvy?

- Será divertido ver como mi Señor Durius hace justicia en vosotros. - comento divertido. Lo de Dagu va a ser agradable en comparación.

Este hombrecillo aún no ha entendido la situación.

-Has oído al Capitán. Guarda silencio y baja. -ordenó secamente, mientras le quitaba de las manos las riendas del carruaje. -Y no pienses en salir corriendo. Hakir, ya puedes dejar los caballos pero vigila a este.

Después de haber intentado fugarse ya una vez no podían dejarlo sin vigilancia, y esperó a que Hakir se acercara para empezar a registrar el carruaje.

Me acerco al lugar que ocupa el lacayo y le apunto con mi lanza, amenazante. No dejo de acercarme, siendo cada vez menor su libertad de movimientos, hasta que lo arrincono contra un lateral del carro mismo.

- Si vuelves a hablar, no te aseguro que vayas a tener tiempo ni para arrepentirte de ello.

Estaba demasiado cansado como para hacer nada, de modo que mi mejor opción era volver al castillo y tratar de descansar mientras Durius regresaba. En cuanto volviera al castillo habría asuntos que tratar, asuntos de gran importancia para los que seguramente requeriría mi presencia.

- Capitán - dije, mientras recuperaba el aliento.- Si no me necesitáis más... debo descansar... - me apoyé con fuerza en el bastón.- Debo descansar...