Partida Rol por web

Me acerqué a la arrodillada mujer y me mantuve a una distancia respetuosa.

-Vengo a acompañaros en vuestros deberes por ordenes de la Dama Radovina. Procuraré no molestaros.- Dije mientras miraba al frente. Mis manos reposaban cómodas en mi cinto.

Aparto la mirada del ataud y le miro extrañada. Tengo a los soldados y ahora a Boru, parece que cree que me ire por la puerta del castillo. La verdad es que lo haria, no hay nada que me retenga aqui.

Asiento Si sabeis rezar, podeis acompañarme, seguro que a Mariana le hubiera gustado que lo hicierais.
Vuelvo a mirar al frente y a seguir rezando.

Asiento lentamente y en silencio entono mis plegarias por el alma de la difunta.

La Dama Radovina entra en la capilla con paso rápido, aún en camisón. 

Allí se encuentran el guardia Boru y la sirvienta Elena, arrodillados y rezando, velando el cuerpo de Mariana. Un poco más allá, se encuentran los sargentos feudales. Sospechas que alguno estaba echando una cabezadita mientras rezaba, pero al oír la puerta, todos recuperan la consciencia. 

Con un temblor evidente, aferrándose el cuerpo con ambos brazos, Radovina entró en la Capilla vestida sólo con un camisón de dormir. Echó una mirada circular, situándose, y anduvo hasta donde se encontraban Elena y Boru, junto al cuerpo de Mariana.

Se dirigió a su doncella, con un hilo de voz.

-Ve a mi cuarto, y tráeme mi capa de terciopelo para que pueda cubrirme. ¡Rápido!

Se volvió hacia Boru. Le miró con confianza, y añadió.

-Acompáñala, Boru, por favor. Ha amenazado con cortarse la lengua, está trastornada, no quisiera que perdiera la razón por el cansancio, o la tristeza... -Señaló a sus sargentos con un suave gesto de su cabza. -No sufras por mi, quedo protegida, y mi esposo está al llegar.

Al ver el estado de mi señora me asusté un poco pero pronto vi que tenía la situación bajo control, como era costumbre ya. Hice una inclinación respetuosa de cabeza aunque aun estaba intranquilo.

-Se hará como ordenéis mi señora.- Dije con confianza. No consideré necesario decir que cualquier cosa que precisara solo tendría que decirlo y lo cumpliría fuera lo que fuese.

Me dirigí a la entrada de la sala y aguardé a que la joven fuera en dirección a la salida para acompañarla.

Aparto la mirada del ataud, me levanto y sacudo mi ropa para que no quede un apice de polvo.

Hago una reverencia y me giro para irme por la puerta. Parece que a su marido no le ha gustado lo que ha visto por eso esta aqui molestando a los demas. Pero claro son nobles y pueden hacer lo que deseen. Si señora no tardare 

Camino hacia la puerta para atravesar el patio hasta las estancias de los invitados y buscar su capa.

- La sirvienta Elena y el guardia Boru abandonan la estancia, cruzan el patio viendo a los guardias ducales Hakir e Itsvan ante las puertas del Salón Principal. Acuden a las estancias de invitados, donde parece haber cierta agitación en el pasillo.

Entran en la estancia de Dama Radovina y Elena toma un manto para su señora.

- Al rato, ambos regresan a la Capilla. El Alba ya está muy cercana.

Radovina tomó la capa y se envolvió con ella, mostrando alivio. Era primavera, pero el frío nocturno había calado en sus huesos. Tras unos segundos, lo que tardó en rehacerse, se volvió de nuevo hacia Elena.

-Regresa a mi habitación. Mi vestido de novia y los lienzos con los que me he lavado la sangre de mi infeliz Mariana están allí, en el suelo. Recógelos, y limpia todo lo sucio o manchado. Me esperarás allí, cuando termines.

Después se giró a Boru.

-Ve y descansa, está amaneciendo, y la noche ha sido agotadora. Dispón que dos sargentos se queden aquí, conmigo, será suficiente hasta que llegue mi esposo. Los demás que se retiren también...

Si señora replico mirandola. Mas que endemoniada esta loca, quedate a velar hasta el alba a Mariana ahora vete a limpiar.

Me doy la vuelta y salgo hacia el patio y la cocina. Recogere un balde, agua y limpiare ese estropico. Deberia por un dia hacer ella las cosas.

Seguor que cuando vaya me dira que no esta como ella queria y que no he echo mi trabajo. 

Ante la orden de mi señora tuerzo el gesto y me froto el mentón.

-Con el debido respeto, mi señora, Preferiría estar a vuestro lado si no es molestia. Aun no soy tan viejo como para que debáis preocuparos por mi bienestar por un par de noches de desasosiego.- Dije irguiéndome en mi estatura y mirando fijamente a la dama Radovina Radoslav.- Al fin y al cabo no podría dormir bien.

Con un parpadeo la Dama Radovina mira a su hombre de confianza y, tras un instante brevísimo, asiente. Desde luego, Boru no quedará tranquilo si piensa que ella pueda estar corriendo algún riesgo. Sonríe.

-Está bien, amigo mío. Dispón entonces que los sargentos descansen, quizá pronto se les necesite como hombres de armas, no... puedo estar segura de ello. Y en ese caso deben estar en plenas facultades. Y quédate tú conmigo. No me parece justo para ti, pero te lo agradezco... Velaremos juntos a Mariana hasta que llegue mi esposo, y decida qué quiere que... yo haga...

El tono con el que acabó la frase fue de tristeza, y resignación. Pero no perdió su dulce sonrisa mientras hablaba al fiel protector.

Siguiendo las órdenes de la Dama Radovina Radoslav, los seis sargentos feudales y la sirvienta Elena salen de la capilla.

Los primeros se dirigen a los barracones de los guardias, la sirvienta a la habitación de Radovina.

Asentí en agradecimiento y esperé hasta quedarme a solas con mi señora para soltar un suspiro y mirarla. El dolor y el cansancio de su rostro me impulsaba a protegerla de forma natural, aumentando lo que mi lealtad ya me inclinaba a hacer.

-Si no es impertinente ¿Que os inquieta mi señora? ¿Por qué no se lo contáis a vuestro guardia como hacíais hace ya tiempo?

La joven desposada miró a Boru con tristeza.

-¿Qué me preocupa...? Demasiadas cosas. Hubo un tiempo en que yo era dueña de mis decisiones, pero ya no. Son estos días aciagos, amigo mío. Y peores vendrán. No sé qué ha ocurrido exactamente, pero todo lo que ha desencadenado los sucesos de esta noche no ha hecho más que empezar. Y no sólo en el Castillo, también fuera...

Radovina pensaba en su boda forzada, en las muertes que había presenciado. En el hombre-lobo, Farkas, y su aterradora transformación. Y en el vampir de los Basarab, muerto por aquel. Y, sobre todo, pensaba en los Basarab en peso. ¿Quién no tendría la guerra en la mente, después de todo lo ocurrido...?

Asentí lentamente mostrando el entendimiento de los problemas.

-Por muy insignificante que sea, mi señora siempre puede contar con su leal guardia.- Dije escuetamente. Mi vida hace tiempo que dejó de ser mía. Gustoso la daría por mi señora.- Un sabio de mi tierra dijo una vez... Si el problema al que os enfrentáis tiene solución, preocuparse carece de sentido. Pero si el problema no tiene solución, preocuparse es un gasto de tiempo y fuerzas... 

PRIMERO DE MAYO DEL AÑO DE NUESTRO SEÑOR DE NOVECIENTOS CINCUENTA Y OCHO.

POR LA MAÑANA.

- El Caballero de los Cárpatos y Schaar Dvy llegan a la Capilla portando los cuerpos de los dos Dravescu muertos por la espada.

- Los depositan en el interior de la Capilla, cerca del altar, donde reposa el cuerpo cubierto de Mariana.

- Aunque parezca extraño, la vida sigue en el castillo.

- Los sirvientes van de un lado para otro, atareados en sus quehaceres cotidianos y en las muchas tareas pendientes de limpieza.

- Los guardias descansan, rendidos, como también lo hacen antes o después los agotados nobles.

Acompañando al segundo caballero, entro en la capilla, con el cuerpo muerto del anciano Dravescu. Tras ver la situación en el interior de la capilla, dejo mi carga sobre el empedrado, sin aparentar cansancio

- Una noche dura - murmuro medio divertido, dando la espalda al sagrario.