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Radovina, que estaba hablando con Boru junto al cuerpo de Mariana, calló al ver entrar a los Caballeros con los cuerpos. Se quedó en segundo término, dejando que los hombres decidieran cómo disponían los cadáveres, que ya empezaban a rebosar en la pequeña Capilla.

Silenciosa pero atenta observaba, y esperaba. Había cumplido las órdenes de su esposo, que le había mandado aguardarle allí.

Veremos cuales van a ser las siguientes...

El cansancio acentuaba las líneas de sus facciones, pero en nada atenuaba su belleza. 

Me volví con la mano en la empuñadura de mi arma al ver que la puerta de la capilla se abría pero me relajé al ver que eran conocidos. Moví los hombros en círculos para reavivar la circulación y alejar el cansancio.

-El problema será que nadie los saque de aquí. La gente dejará de venir cuando los cuerpos empiecen a oler mal.- Dije al ver que ambos buscaban donde apilar los cuerpos.

Schaar escucha las palabras del guardia Boru y, finalmente, asiente

- Estoy convencido que el chambelán, bajo la dirección del capitán, el primer y el segundo caballero, tomarán las decisiones oportunas - luego mira a Radovina un instante y su tono se relaja ligeramente, haciéndose más cortés- Dama Radovina, se os ve cansada. Tal vez algún criado del castillo esté cerca y podamos ordenarle que traiga algo para comer y beber. No es el lugar más adecuado... pero es evidente que ha sido una larga noche para todos  

Las cejas de Iacobus se fruncieron levemente, ya de pie en el interior de la Capilla y con las grandes puertas a sus espaldas. Luego adoptó una expresión inescrutable, que acompañó sus pasos hacia el altar y su inclinación, o más bien su movimiento, para dejar a Zuyla Dravescu en el suelo. Mantuvo el silencio mientras los otros hombres hablaban, y miró a Radovina. No se le escapaba lo que el amanecer traería consigo, y lo rechazaba. No, más bien, le daba igual. Su rostro no expresaba cansancio, sino hastío, el cual de tanto en tanto parecía ser un tatuaje indeleble en las facciones del caballero de los Cárpatos.

- Estoy seguro que quien tenga que ocuparse de ello, lo hará. Para variar, teniendo en cuenta esta jodida noche - respondió Iacobus, al cual la blasfemia no parecía resultarle más pecado que el perder tiempo con ello - Lo mejor ahora es dejar este sitio a su destino.

Giró, con la misma cara con la que había entrado, aún con la mano en un puño. Extendió una media sonrisa seca.

- Veo que no estáis cansado. Bueno, pues el amanecer ya ha llegado.

Lo cual significaba la mar de cosas, y sobre todo una, que Schaar sabía. Pero Iacobus giró hacia Radovina.

- Vos, sí, se ve. Venid conmigo, si ya habéis terminado con vuestra criada.

Giró para dirigirse hacia la salida.

-Sí, Caballero Dvy, estoy fatigada, pero...

Calló, pues Iacobus Radoslav la estaba mirando. Dio un paso hacia delante, cuando Iacobus le habló directamente, y asintió a su petición, orden, o lo que quisiera interpretarse que fuera.

Le siguió hacia la puerta, y justo antes de salir detrás de él, se giró hacia Boru.

-Ahora sí, Boru, id a descansar. Estoy con mi esposo, nada malo puede sucederme.

El tono era suave y neutro. Parecía sincero...

Veo como el segundo caballero y la dama Radovina se marchan, e igualmente salgo de la capilla

- Todos salen de la Capilla.

DOS DE LA MADRUGADA, DOS DE MAYO DEL AÑO DE NUESTRO SEÑOR DE NOVECIENTOS CINCUENTA Y OCHO.

- El Capitán Zarak llega a la Capilla y deposita el cuerpo de uno de sus guardias junto al cuerpo envuelto en una tela de Mariana, el cadáver descabezado de Farkas Deli, y los cuerpos de los dos Dravescu. Esa noche murió también el Senescal. La Parca tuvo su cosecha en el Castillo de Balgrad.

Ferenk emergió por la trampilla bajo el altar. La misma por la que Adelmus debía haber abandonado ese lugar, iniciando la cadena de acontecimientos que habían culminado en esas dos terribles noches.

El cuerpo de Farkas Delis, sin su cabeza, el de Jensi, los de Zort y Zuyla Dravescu, y el del Ama de Llaves de la Dama Radovina. Cinco víctimas de la tragedia. Y dos más, prácticamente anónimos. Janos, a quien llevaba en brazos, y Peter, cuyo cadáver permanecía en las catacumbas.

Ferenk depositó con cuidado el cadáver tóscamente amortajado junto al del Guerrero de Sangre. Apartó la vista rápidamente y volvió a desaparecer por la trampilla. Todavía tenía trabajo que hacer, y no estaba convencido de de su capacidad para permanecer allí solo, sin derrumbarse.

- El Capitán Zarak dedica un largo rato en regresar a por el segundo cadáver y depositarlo junto al primero.

Ambos cadáveres, envueltos en la mohosa lona de mortaja, reposaban sobre sendos bancos. Poco más de un día antes, en su lugar estaban sentados los invitados a la boda de las damas Szantovich con el Senescal y el Caballero de los Cárpatos. Ahora, eran un velatorio improvisado, y en el que nadie velaba.

Una de las parejas había sido rota antes de empezar, aunque la superviviente asegurara lo contrario. Era una intrigante, pero Ferenk no podía culparla. Hacía lo que era necesario para sobevivir y legitimar a su familia. Suponiendo que, además, no lleve en el vientre al hijo de Schaar Dvy. Y la otra, entre la mujer de ojos carmesíes y el hombre de sangre negra, parecía una pesadilla en lugar de un matrimonio.

Ferenk descendió su cuerpo hasta uno de los bancos, que crujió bajo su peso. Estaba cansado todavía. No físicamente, su cuerpo seguía siendo el de un hombre joven, más de lo que debía serlo alguien que había superado los treinta años, gracias al favor de Su Señor. Pero su espíritu estaba quebrantado. Su Señor lo había abandonado, sus amigos habían fallecido, y una parte de la responsabilidad caía sobre sus hombros. Y son ya tantas las que cargo...

Se quedó allí sentado, los codos contra las rodillas, la mirada fija en el suelo, en un silencio tan profundo, que su respiración y los latidos de su corazón eran la música de sus funestos pensamientos.

UNA HORA DESPUES DE MEDIANOCHE, CINCO DE MAYO DEL AÑO DE NUESTRO SEÑOR DE NOVECIENTOS CINCUENTA Y OCHO.

- Tomescu llega a la hermosa Capilla del Castillo.

- Tiberiu llega a la Capilla corriendo a cortos pasitos detrás de Tomescu.

Miro hacia todos lados, parece que está vacía. Miro las puertas y si se pueden cerrar desde dentro o desde fuera. Pero lo primero es encontrar un sitio donde esconderse por si todo saliese mal.

-Mi señor, antes de ir a ver a vuestra madre, pensé que le gustaría jugar a un juego- me pongo de espaldas a la capilla junto a la puerta- Voy a contar hasta 100 y tienes que buscar el mejor sitio que pueda para esconderse, luego yo, os buscaré ¿De acuerdo?- le pregunto esto último sonriendo.

-¡Bien! -grito, corriendo sin detenerme a comprobar si Tomescu está mirando y haciendo trampas. Es igual, aquí hay poca luz y muchas esquinas... Que mire, si quiere.