Partida Rol por web

- La Dama Dubieta entra en la Capilla del Castillo.

Estoy contando contra la pared cuando entra la señora.

-Ochenta y ocho. ochenta y nueve- hago un alto y me dirigo a ella- ¿Pasa algo mi señora? ¿han entrado?- señalo a la amplia capilla- no me gusta como se están tornando las cosas ahí fuera y estaba jugando con el pequeño señor a escondernos, creo que usted me entiende- bajo la mirada- me temo lo peor Lady Dubieta... será mejor tener un plan de emergencia.

Intentó serenarse al amparo de la noche, bajo el manto de estrellas que con sólo un vistazo a su inmensidad lograba algo de tranquilidad, pero a idea de que su hijo anduviera por un castillo estando sitiado... ¿En qué estaría pensando Tomescu?

Desde la entrada de la Capilla vio al guardián, y escuchó como estaba contando. Cuando percibió su presencia y se acercaba ordenó al guardia que la seguía que se alejara un poco. Cuando explicó que hacían allí suspiró.

- Ni siquiera creo que han dado un paso para atacar, y efectivamente no tenemos ventaja. No sé por qué aún no han atacado, pero supongo que buscan el momento más vulnerable -miró al interior e intentó buscar o intuir dónde se encontraba escondido el pequeño-. Mi hijo es demasiado joven. Si fuera mayor entendería que esconderse muy bien y hacerse pasar luego por un sirviente le daría oportunidad de escapar más adelante. Pero es un niño y luego, ¿qué? ¿Solo en este mundo cruel? Pero me has dado una idea, Tomescu. Hay que pensar en un plan alternativo.

La joven dama asintió. Estaban sitiados y parecía que tenían las de perder. Había dos, tal vez tres alternativas, y una era morir antes de caer en las depravadas manos de los Basarab.

- Tiberiu... -procuró no alzar la voz en aquel recinto sagrado- Sal, ven aquí. Tomescu cerrará los ojos para que no descubra cuál es tu escondite -habló ahora con el guardia en lo que llegaba su retoño-. En tus manos tienes lo más valioso que tengo, por encima de mi vida. 

El niño duda. El escondite es tan bueno...

Al principio le costó mover la gran caja de madera laminada con pan de oro. Estaba carcomida, pero no era culpa suya y nadie se enfadaría con él por ello. Y la piedra rota que cubría el ataúd también estaba así cuando Tiberu encontró el hueco.

Cubrirse con los huesos no había sido fácil; al niño no le daban miedo los muertos. Al menos, no los que estaban del todo muertos: sólo tenías que hacer como que no veías la piel coriácea, y pretender que todos los ruidos venían de fuera. Todos. Una vez lo conseguías era muy sencillo, sobre todo con un muerto como ése, envuelto en un sudario encorme y una túnica sacerdotal. 

Estaba seguro de que Tomescu no podía encontrarlo. Pero mamá...

-Vooooooy... -murmuró el niño, derrotado. Se apartó los restos de encima y salió sin dificultad a la luz.

"¿Pero dónde se ha metido este hijo mío?", negó con la cabeza rendida ante el aspecto del niño, pero también había un toque de diversión al imaginarse cómo había acabado así. Los sentimientos eran encontrados, deseaban inculcarle disciplina pero, a su vez, se maravillaba de lo jovial y noble que era su retoño.

- Me temo, Tomescu, que has topado con un maestro del escondite, porque yo no dejé a mi hijo así -Se acuclilló para recibir al niño ya más cerca-. Tienes polvo hasta en la nariz -Le limpió un poco la cara con su pañuelo y luego miró su ropa llena de suciedad-. Me pregunto si serías capaz de encontrar un buen escondite para nuestro gran guardián. Tú lo tienes más fácil, el reto es esconderlo a él, porque si van a jugar más personas al escondite necesitará de toda tu ayuda para que no os encuentren a ambos -Miró a Tomescu-. Cuando se juega en grupo el que primero llega se esconde. Así que, luz de mi vida, aprovecha la ventaja de haber llegado antes.

Tras darle un beso en la mejilla se levantó y se quedó mirando a Tomescu el tiempo justo para saber si había entendido.

- Como no sabes quién va a jugar -Ahora miró al pequeño-, la manera de que sepas que ya no estás jugando es que lo diga Tomescu, Schaar o yo -Sonrió-. Y ahora voy ha marcharme otra vez, pero antes...

Atrajo a su hijo más cerca, se agachó y con un susurro al oído le dijo:

- Mamá no sabe jugar al escondite, ¿me dices dónde estabas escondido para ir aprendiendo?

No veo claro que mi señora no acepte la idea del escondite como posible. No se plantea separarse de él, sin embargo mi intención no era esa, era tener una solución de emergencia.

- Espero que mi señora no esté disgustada, sólo pensaba en que si todo- hago una pausa buscando las palabras- si todo salía mal Tiberiu... tenía que tener un salida, con que recuerde este escondite que acaba de buscar, ya es algo, en ningún momento pensaba separarlo de usted mi señora.

Se que hay cosas que se dan por sentado, pero se que la guerra y los momentos de tensión te llevan a pensar otras cosas. Y cuanto todo esté más claro mejor. Por lo menos ella también ha llegado a mi conclusión, esta batalla la podemos perder y estamos atrapados. Me doy la vuelta en cuanto llega Tiberiu hasta nuestra posición.

Me quedo mirando a mi señora y asiento lentamente mientras sigo pensando. No tengo ni idea que ha querido decirme. ¿Tengo que esconderme o tenemos que escondernos los dos? La Dama a veces habla tan inteligentemente que me pierdo. Tras unos momentos de duda le susurro.

- Lo he entendido, pero por asegurarme, ¿Que hago?- le pregunto mientras alzo las cejas.

En lo que llegaba Tiberiu respondió la duda de Tomescu.

- Si el castillo es tomado, y hay que ser realistas, una de las opciones es la de esconderlo. Pero un niño como Tiberiu, solo, me temo que tiene pocas posibilidades. Por eso te necesito a su lado, y hacer frente a lo que nos asedia con acero me temo que está por encima de tus habilidades -Su mirada se posó brevemente en el altar y se permitió una media sonrisa-. Hay un par de opciones más, pero ahora quiero que eches un vistazo mientras realizo algunas diligencias. Volveré lo antes posible.

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Una sombra de pena se adivina en mi rostro, mi intención nunca había sido esconderme yo también, me quedaría con mi señora para protegerla hasta el final, pero su prioridad es que su hijo se salve, me duele mucho, pero a regañadientes acepto sus instrucciones, como siempre he hecho.

- Así lo haré mi señora- asiento con la cabeza y me vuelvo hacia Tiberiu- despídete de tu madre que va a estar un poco ocupada.

Me alejo unos pasos y empiezo a mirar la capilla con interés.

GUARDIA TOMESCU:

- Observas atentamente la Capilla...

TERCERA HORA DE LA MADRUGADA, CINCO DE MAYO DEL AÑO DE NUESTRO SEÑOR DE NOVECIENTOS CINCUENTA Y OCHO.

GUARDIA TOMESCU:

- Aunque la Capilla ha sido limpiada, aprecias algunas motas de sangre seca en los muros de piedra. Salpicaduras en lugares donde ha muerto gente.

- No eres un experto en temas religiosos, pero crees que la Capilla ha sido habilidosamente desacralizada. Posiblemente por un hombre de Fe.

- Al observar algunos arañazos en el suelo junto al altar, deduces que recientemente puede haber sido movido de sitio.

-Ahí detrás, dentro de una de las tumbas -murmura el niño, fastidiado por tener que revelar su estupendo escondrijo-. Pero él no debería haberlo escuchado.

En cualquier otra ocasión reprendería al pequeño, pero esconderse tras las tumbas era una buena idea. Pocos osarían hacer tal cosa, pero pocos eran tan imaginativos y carentes de prejuicios como su retoño. Acarició el su rostro.

- Id pues.

Alentó al niño para que siguiera con el juego con una sonrisa, mientras que a Tomescu la firme mirada decía otra cosa. Se empapó de la vista de su pequeño yendo a retomar el juego, adentrándose inocente en la Iglesia. Ahora tenía cosas que resolver, y el tiempo se consumía rápidamente. 

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- La Dama Dubieta sale de la Capilla.

Despido a la señora con una bajada de cabeza militar. Tengo una misión y no poco importante. Miro al joven señor y me pongo a caminar por la capilla con otras cosas en la cabeza, que tengo que resolver. Mientras hablo despreocupado.

- ¿Cree el señor que yo también cabría en ese escondite?- le pregunto al pequeño Tiberiu- para cuando juguemos más gente.

Me encamino hacia el altar para mirar más de cerca el suelo cerca del mismo.

Tiberiu frunció el ceño.

-¿Qué clase de escondite sería si sirve para ocultar a dos personas? -refunfuñó-. Es una tumba grande, pero el agujero es pequeño. ¿Cómo ibas a caber?

Como si quisiera dar fuerza a sus palabras con una demostración práctica, el niño se deslizó a gatas por el suelo, agachando la cabeza y desapareciendo tras el resquicio.

-Pasa la cabeza, pasa todo lo demás -dijo desde el interior-. Me lo enseñó mi Maestro.

En mi caso es un poco más difícil, que entre mis acorazados hombros. Supongo que eso vale si vas con ropa ligera o poca ropa. Aun así, antes de entrar en la catacumbas, que es donde supongo está el escondite me detengo junto al altar para inspeccionarlo.

-A ver si sois capaz de encontrar uno, donde los dos entremos, mi señor- aliento al joven muchacho, mientras yo me dedico a lo mío.