IACOBUS RADOSLAV:
- Al entrar en las capillas, tus entrañas se llenan de metal fundido y te quemas por dentro.
- O eso es lo que sientes internamente, aunque haces uso de toda tu fuerza de voluntad para no exteriorizar tu dolor y malestar.
- En cualquier caso, dos horas será el tiempo máximo de exposición a este aura sagrada que serás capaz de soportar.
- No eras especialmente creyente, pero ahora te ves obligado a creer... Radu... Radu te hizo esto.
- Axion estin os alithos, makarizin se tin Theotokon... - Así rezaba el tierno cantar del cura Basarab, que había hincado su rodilla en el suelo y con su fino índice logró contener lisonjero una lágrima, cuando esta rodó, cual gota cristalina, sobre la blanca faz de la chiquilla afligida. Al morir las ultimas notas de su himno sagrado, un beso le dejó la frente, y luego volvió a ponerse de pie, para avanzar ya sin la sonrisa florecida hacia los novios, que aguardaban con indiferencia su solemne presencia.
Hago una reverencia a los dos caballeros que casi atropello buscando a alguien.
Murmuro un lo siento antes de dar un paso mas dentro, hago el signo de la cruz antes de acercarme a los primeros bancos donde estan los invitados.
Mi señora, siento importunaros pero me gustaria haceros una pequeña peticion. ¿Podrian vuestros hijos entrar antes que las novias echando los petalos de dos cestas que tenemos ya preparadas?
Motivo: Virtud
Tirada: 1d10
Dificultad: 7+
Resultado: 7 (Exito)
Flaviu se acercó a Blaatu, discretamente, para no importunar la ceremonia. Habló en voz baja, y sus palabras se elevaron como un murmullo en el silencio de la capilla.
Le pido disculpas, ilustre Boyardo. Lo que trataba de ser un elogio a la vitalidad y energía de la pequeña, ha sido malinterpretado. Tenga en cuenta que el único con poder para ordenar la muerte en este castillo es el Duque, y no yo, así que en ningún caso mis palabras fueron una amenaza, pues no soy nadie con autoridad para cumplirla. Deseo para la dulce Veronika Basarab que crezca fuerte y sana como su tía, pero sin cumplir su mismo destino. Y deseo que la casa Krevcheski y la casa Basarab puedan beber juntos y en paz en el banquete de esta boda, y en futuras bodas, a lo largo de centurias...
Son cosas que pasan... A veces un Krevcheski pronuncia unas palabras, la frase se tergiversa, y todo acaba con un baño de sangre. Y Flaviu se las veía y se las deseaba para que esta no fuera una de esas veces.
Blaatu Basarab miró con el ceño fruncido al joven Krevchesky, pero no hizo ni dijo nada. Sin embargo, el aura ominosa se dispersó, y parecía que los Basarab se habían relajado un poco. Quizá Flaviu había conseguido salvar su cabeza, al menos por el momento.
Algunos pudieron escuchar como el noble Kars Kadar, ante la actuación del petimetre, musitaba por lo bajo un:
-Transilvano lameculos... Su servilismo es repugnante...
Desde luego, había que reconocer que el hombre disponía de un amplio léxico en lo referido a ofender e insultar a todos aquellos que le desagradaban, que parecían ser la mayoría en ésa ceremonia.
Farkas se colocó intranquilo al fondo de la capilla y se pegó a la puerta como si aquello pudiera alejarlo de aquel lugar. No prestó demasiada atención ni a los niños ni a nadie, tan solo se fijó en el Maestro Maserrak que se encontraba muy cerca de él en las puertas.
Parece que no soy el único al que le incomoda tener que asistir a esta ceremonia.
Sus pensamientos se vieron interrumpidos de repente cuando se abrió la puerta y entró el ama de llaves de Radovina, casi dándose de bruces con ellos dos. Farkas intentó una sonrisa y aceptó las disculpas de la mujer.
-Señorita. Dijo bajando la cabeza y apartándose para que pudiera continuar su camino.
Seguramente las novias estarían a punto de llegar y la mujer las precedía para asegurar que todo estaba en su lugar, pero se decepcióno cuando vio que tan solo había venido a buscar a los niños.
¿Cuanto tiempo más nos van a tener aquí esperando?
Farkas comenzaba a impacientarse y se movía con nerviosismo. Echó un vistazo alrededor, todo tranquilo. Tan solo le extrañó ver a Flaviu Krevcheski susurrando algo al Boyardo. Aquí cada uno miraba por sus intereses y seguramente el escudero estaba intentando salvar el culo si había problemas con los Basarab. Negó con la cabeza y siguió mirando nervioso a Mariana y a los niños, cuanto antes se fueran antes vendrían las novias y antes podrían terminar con todo aquello.
Vio como Flaviu se acercaba al Basarab y le susurraba algo. A pesar del ceño fruncido del Boyardo en un instante disminuía la tensión en el ambiente. El Krevcheski apaciguó con sus palabras al jefe de los Basarab, al menos por el momento. En cualquier caso no debiera de bajar la guardia y sobretodo, a partir de ahora debía controlar su lengua, por su propio bien.
Con un problema -mas o menos- solucionado, y con la chiquilla ya tranquila, el Senescal seguía esperando en el altar la entrada de su futura esposa. ¿Cuando empezaría la dichosa boda?
FLAVIU KREVCHESKI:
- Conservas la dignidad y la calma... por los pelos.
- Ves en la mirada del Boyardo como sopesa la conveniencia de matarte, llegando probablemente a la conclusión de que dada tu poca relevancia en la Corte podría hacerlo sin que la Casa Basarab afrontase graves consecuencias.
- Afortunadamente, el momento pasa y los Basarab se centran en el maravilloso canto del Reverendo Padre Adelmus. Cuando éste comienza a cantar, todos miran al sacerdote y olvidan al escudero.
La voz de su tío entonando el cántico calmó a Veronika mucho más que cualquier cosa que hubiera podido decirle. Y cuando éste recogió la lágrima que rodaba por su mejilla, sólo un ligero suspiro brotó de ella. Y luego, una pregunta, tan ingenua como sincera.
-¿Sóis un ángel tío Adelmus...?
Pero la entrada del Ama de Llaves de la Dama Radovina la distrajo, porque se había ido directa a hablar con su madre. Y, con la misma velocidad con que había pasado de la ilusión a la tristeza, la chiquilla pasó de ésta a la sonrisa radiante.
-¡Sí! Déjanos ir, Madre, ¡Echaremos flores!
Di gracias al Señor al comprobar que la tensión del momento se dispersaba y el Boyardo relajaba sus ánimos. Por ahora, no habría ningún derramamiento de sangre innecesario. Agradecí que el escudero Krevcheski se disculpase, pues bien sabía que la figura imponente de todos mis cuñados mirándole acusadoramente era un plato difícil de tragar.
Del mismo modo, agradecí que el Ama de llaves Mariana, sin saberlo, hubiera dado un aliciente a mis hijos para olvidar el incidente. Sonreí a mis retoños, y devolví mi mirada a la mujer, respondiendo con amabilidad-por supuesto, estoy segura de que a ellos les encantará realizar semejante tarea. Tenéis mi permiso.
Hago una reverencia sonriendo.
Prometo que no les pasara nada mi señora. Les tiendo las manos a ambos.
Vamos fuera, tengo los cestos en la puerta. Solo tendreis que entrar delante de las novias lanzandolos al suelo. Les digo mientras nos vamos marchando al exterior de la capilla
/me salimos al patio
- Los niños Basarab toman las cestas de flores que les da Mariana y salen con ella al exterior de la Capilla.
// Salen de escena: Ama Mariana, Vikos Basarab, Veronika Basarab.
// Siguen en: Patio del Castillo.
El caballero de los Cárpatos entró a la Iglesia con paso firme, aunque se detuvo un instante en el momento en que traspasó la puerta. Quizás porque le había sorprendido el estallido de la pequeña puta que no sabía mantener la boca cerrada ni por quienes debía velar, o quizás fuera porque vio a la distancia a su escudero hablando en voz baja con el Boyardo, o porque percibió una situación a la que era ajeno, pero que para quien supiera ver estaba más que clara. Fuera lo que fuese, no hubo modo de dilucidarlo, pues su rostro se mantenía tan insondable como las mismas sombras de la noche transilvana. Lo único que sí fue apreciable era que su ceño estaba fruncido y que cuando caminó hacia el altar, lo hizo de un modo que parecía estar pisando sobre el cadáver de un enemigo.
Hizo caso omiso de todo, y cuando llegó a donde debía estar, miró al Senescal, pero en vez de hablarle a él, habló hacia el Padre Adelmus.
- ¿Cuánto habrá de durar esta excelsa ceremonia? - preguntó - Por el bien de la celebración y lo que he visto, creo que cuanto más corta sea, mejor para la vida de todos los aquí presentes.
IAKOV:
- Tienes la sensación de que tu cuerpo ha comenzado a humear.
- Con el humo de las velas y del incienso, esperas que nadie se dé cuenta.
REVERENDO PADRE ADELMUS:
- Algo huele a quemado cerca, con una leve pestilencia, como de azufre.
FARKAS DELI:
- Algo huele a carne quemada. Salivarías, si no fuera porque hay en ese olor mezclado un tufo extraño, como de azufre.
SVITLANA BASARAB:
- Sientes la certeza de que el día en que el Caballero de los Cárpatos muera, su alma será condenada al Infierno. Eso en cierta medida te da algo de consuelo.