Partida Rol por web

El humo negro los estaba envolviendo por momentos. No se veía demasiado bien, pero en unos momentos, Schaar parecía transportar el cuerpo de Dubieta. Debía salir de ahí, lo más rápido posible y llevar a Dubieta a sus aposentos para que pudiese descansar.

Schaar ignoró a todo el mundo. Y fue con el paso más ligero que pudo hacia las estancias de Dubieta.

Una pareja se había marchado rápidamente, provocando una situación cuanto menos incómoda en los invitados, y justo ahora Dubieta se desmayaba. 

Es un mal presagio... -piensa Jensi. Desde luego, una celebración que finalmente fue bien terminaba de aquella forma. No sabía si reír o llorar. Ahora solo quedaba sobreponerse y hacer como que no ocurría nada. Visto que no estaba Otto, hizo un gesto a Maserrak.

Es la hora de ir al salón a celebrar el banquete. El señor Maserrak de Flambeau tendrá el honor de acompañar a nuestros ilustres invitados al mismo- mira a Maserrak, esperando que se encargarse de ellos en su ausencia. Quería ir primero a ver como se encontraba su esposa y luego se uniría. También aprovecharía para enviar a un soldado a buscar a Iacobus y Radovina. No podían perderse su banquete.

Divina providencia... Flaviu, que se quejaba de haber perdido su sitio en el banco por culpa de las desconfianzas de Iacobus y los desmanes de los Dravescu, estaba ahora en una posición inmejorable. Sí, había tenido que contentarse con seguir la boda de pie al fondo de la iglesia. Pero los Krevcheski deben de tener un duende de la suerte atado al culo. Cuando el humo y el olor empezaron a ser molestos, Flaviu estaba a un paso de la puerta.

Optó por lo más seguro. No quierendo quedarse más de lo necesario, Flaviu salió con paso apurado de la capilla. ¿El humo era una torpeza del monaguillo a la hora de cargarle al incienso? Puede. ¿Era una maniobra de los Basarab para matar al Senescal? Que le den a ese viejo. Ya nombrará el Duque a otro Senescal al que Flaviu pueda hacer la rosca. ¡De ninguna manera se iba a quedar el escudero para averiguar qué estaba pasando!

La pequeña Veronika se quedó con ganas de más respuestas, pero de pronto algo empezó a ir mal, y se distrajo. La Dama Svitlana la cogió de la mano, al igual que a Vikos. Miró al muchacho, arrugando la nariz.

-¿Qué es este humo? ¡Huele mal!

Tironeó de nuevo de su madre, pero ésta estaba pendiente de su esposo. Quería su permiso para salir de la Capilla, y ni siquiera se dio cuenta de los tirones de la chiquilla. Mientras, la otra novia se había caído desmayada, y el Caballero que siempre la acompañaba a todas partes la tomó en sus brazos y se la llevaba también de allí. Volvió a buscar a su hermano con la mirada, intentando comprender.

-¿Vikos, a dónde llevan a la Dama Dubieta ahora? ¡y por qué se la lleva el Caballero joven? ¿No se ha casado con ese otro Señor, el Senescal? ¿Por qué no se la lleva él...? ¿Es por que es viejo, Vikos?

El caballero Niktu se asegura de atraer hacia sí a su mujer y sus hijos, ante aquel extraño espectáculo de la capilla. Tras estar seguro de que están allí, dice:

-Padre, voy a sacarles de ésta maldita capilla, no se de dónde sale ése humo, pero no me gusta nada. 

-Todos vamos a salir de la capilla-bramó el boyardo con su poderosa voz, mientras enganchaba a Adelmus y le arrastraba también fuera de aquel lugar. 

Kars Kadar, en cuanto aquel humo empezó a ser extraño, fue de los primeros en escabullirse de allí, de forma bastante cobarde, seguido de cerca por su escudero Rodrik.

Una vez terminada la boda y tras el retiro de la segunda pareja fue que todo comenzó a tornarse raro.

La Dama Dubieta parecía sentirse mal y además un extraño humo oscuro comenzó a invadirlo todo, parecía el humo de algo quemándose, pero no olía a quemado ni se veía fuego.

Mi padrino fue invadido por  el humo y comenzó a actuar extraño, se movía raro y sus ojos brillaron amenazadores, su rostro se torno cruel, como si algo quisiera salir.

Me asuste y retrocedí un paso, aferrándome a mi madre, pero no quite la vista de encima de mi padrino, fue allí que sentí el olor.

-"Así debe de  oler el infierno..."- susurre en un tono demasiado lúgubre para un niño de 5 años, fue la dulce voz de mi hermana la que me saco de mi pensamiento.

-"No lo se...ese humo, seguro le hizo mal, la lleva ese caballero porque el viejo Stolnic no debe poder, además es un sirviente de la dama Dubieta desde hace mucho, como nos dijo el maestro"- 

El tiempo pasaba lentamente y cada minuto se le hacía eterno. Ya había perdido la noción de cuanto llevaba dentro de la capilla, ni siquiera pensaba ya en cuando terminaría de una vez todo aquello. Se había resignado a quedarse allí en el fondo apoyado en la puerta y sin moverse esperando que de una vez decidieran salir.
Sofocado y asfixiado por el oprimente ambiente que envolvía el lugar miraba de un lado a otro intentando mantenerse en guardia ante cualquier posible movimiento de los Basarab. Pero cada vez que su mirada se volvía hacia la cruz sentía como si aquella figura de madera que representaba el Dios de los Cristianos tuviera los ojos clavados en él. Eso no hizo nada más que incomodarlo aún más y que su deseo por salir fuera creciendo cada vez. Aquello le estaba dejando realmente agotado y un cúmulo de sensaciones se arremolinaban en su interior.
El desmayo de Dubieta y el posterior escándalo por la humareda hizo que reaccionara, ahora todos querían salir de la capilla a toda prisa y no sería él quien pusiera ninguna pega.
Ayudó a abrir las puertas de par en par y dejó que todos los invitados salieran, el se quedaría el último y cerraría la marcha.

Poco a poco la capilla se va vaciando, y el Senescal observa ahora por donde diablos sale ese extraño humo. Había intentado mantener la calma y omitir su presencia, como si fuera algo que no habría que tener en cuenta pero sin mucho éxito. Y no era para menos. El humo era cuanto menos desagradable. 

Busca con la mirada el lugar de donde proviene el humo. No tenía intención de irse de allí sin averiguar el porque de aquel extraño suceso. 

Poco después de que Maserrak abra las puertas, todos van saliendo de la Capilla.

El primero Schaar Dvy, con Dama Dubieta Stolnic en brazos.

Enseguida les sigue Tiberiu Radomir Szantovich. Así como todos los Basarab, el noble Kars Kadar con su escudero Rodrik Stolnic, y el Paje Lindor de Slobozia se demora un rato más.

El Padre Adelmus sigue a sus parientes al exterior, el aire del Patio del Castillo parece casi puro por comparación.

El Tercer Caballero, Zuyla Dravescu, saca a su anciano padre.

Farkas Deli, el Guerrero de Sangre, es el último en salir, junto con Maserrak de Flambeau.

SE APROXIMA LA CUARTA HORA DE LA TARDE.

- Sandu y el Reverendo Padre Adelmus Basarab regresan a la Capilla.

- El lugar está oscuro tras haber apagado el monaguillo la mayor parte de las velas. Huele todavía un poco a incienso, pese a que los incensarios están apagados, y apenas queda un leve olor a humo fétido de origen desconocido.

- Venid conmigo, y traed una vela...  - Ordenó con firmeza el clérigo, mientras hacía lo propio y se proveía de una luz con la que amedrentar un poco las tinieblas que acechaban en el corrupto santuario. El misterio y el terror de la ponzoñosa nube negra seguía patente en el aire, pero Adelmus simplemente no podía ignorar lo ocurrido y continuar con las celebraciones, tal como el resto de los desidiosos habitantes del castillo.

"El altar de Cristo exhala una humareda infernal, pero estos bárbaros tan sólo atinan a pensar en bacanales paganos y demás placeres de la plebe. Insultante... para el Duque. Para mi, toda una bendición."

- Quiero enseñaros con más detalle el interior de este lugar sagrado. No nos demandará demasiado tiempo. Pero aunque lo hiciera, es algo tan preciado y antiguo. La memoria de mi sangre... - Adelmus omitió ser más explícito al referirse a las catacumbas de sus ancestros, temiendo que a su pequeño criado pudieran traicionarle demasiado pronto los nervios. Su compañía era evidentemente necesaria en caso de que pudiera acceder a lo niveles inferiores, donde el silencio, la oscuridad y la muerte reinaban, como bestias de presa que contemplan con desdén la miseria y el dolor de los que van a morir en sus viles garras.

PADRE ADELMUS:

- Estimas que la trampilla que conduce a las catacumbas estará bajo el altar. Primero hay que moverlo.

- Tirada oculta de Fuerza + Atletismo.

- Recordáis... - Le inquirió pausadamente el sacerdote carmesí al pequeño Sandu, mientras todo su delgado ser intentaba con fervor mover el condenado altar, que por momentos parecía mirar con desdén su sagrado esfuerzo. Esfuerzo al que no estaba en absoluto acostumbrado, dada su relativamente cómoda vida en la austeridad de la iglesia erigida en la capital transilvana. - ... recordáis, mi querido Sandu, al sujeto que hace ya un año entrara a nuestro templo para robar arteramente el mejor cáliz de nuestro relicario... - La faz del delicado hombre de Dios se transformó casi de repente al recordar aquella nefasta escena, en un una mueca que, al mezclarse con el furor de su empeño físico, resultaba ciertamente siniestra, aún más viniendo de un alto religioso.

- Mikail... traedlo ante mi... Es hora de que redima su alma oscura. - Adelmus parecía empecinado en aprovechar la distracción de gran parte del castillo, que tras la ceremonia le había dado la espalda groseramente, despreciando su magistral actuación en una ceremonia que nunca hubiera merecido semejante honor. Su orgullo sangraba por dentro, evocando sentimientos de odio como no había experimentado desde épocas en que su pérfido maestro caminara entre los vivos. - Pude reconocerle hoy en el patio, buscadlo allí en primer lugar. Tal vez se encuentre en las caballerizas, o en las cocinas... Dondequiera que esté, traedlo aquí... ¡AHORA!

Si los ducales ignoraban su posición y virtudes, si su familia le negaba una voz con peso propio, y si el mismo Dios burlón se empecinaba en favorecer a los bárbaros tan vulgares de ambos bandos, Adelmus tendría que apuñalarlos a todos por las espaldas,  hacerlos beber de su copa de dolor. Solo así habría esperanzas de que su querida patria comenzara a resurgir de las cenizas. Purgando a los hombres brutales y honrando a los de temple más exquisito. Era sin dudas aquél un sueño demasiado ambicioso, y de medios para nada cristianos o piadosos...

Sandu se apresura a obedecer y sale corriendo de la Capilla.

PADRE ADELMUS BASARAB:

- Con un gran esfuerzo, mueves el altar, revelando la trampilla que hay debajo.

- Pasas minutos luchando denodadamente con la pesada trampilla de piedra hasta que finalmente, para tu propia sorpresa, consigues levantarla, revelando el lóbrego túnel de olor rancio que hay debajo.

- Al fin, por la virtud de la fuerza... - Exhaló Adelmus con cierto alivio, al echar un breve vistazo hacia la oscuridad que iba ganando terreno más allá de la abertura. El lugar de descanso de su primo Nikssa parecía ahora al alcance de sus manos, pero por desgracia no podía internarse en esas catacumbas sin asegurar antes que nadie fuera a perturbar sus esfuerzos subterráneos. Necesitaba a alguién que sellara nuevamente la entrada del túnel, y Sandu era por desgracia demasiado pequeño y frágil para hacerlo.

Sin perder tiempo, el sacerdote rojo se incorporó, sosteniendo una vela en su mano izquierda, y se encaminó hacia la entrada de la capilla. Allí, lejos del altar, recibiría al taimado ladrón de iglesias. Si Adelmus lograba contar con su colaboración otra vez, podría descender con tranquilidad a las tumbas de sus ancestros.

Caso contrario, aún podría echar al sujeto de aquél lugar santo, volver sobre sus pasos y deshacer sus esfuerzos previos, para regresar el altar a su posición original. Aquello sería la muerte de una oportunidad casi perfecta para Adelmus, y el regreso quizás al tan odiado ostracismo. Pero el clérigo cantor confiaba en el poder de sus palabras para doblegar al pícaro Mikail. Esa virtud, sumada a la más que evidente amoralidad del lacayo ducal, le daría la victoría con seguridad. El destino luego se encargaría de favorecer o perjudicar sus sombríos labores.

Finalmente, aparece por la puerta Sandu, llevando consigo al lacayo Mikail.

Rápidamente, son interceptados casi en la misma puerta por el reverendo Padre Adelmus Basarab.