Partida Rol por web

- Lamentablemente, esas son gracias que no se hacer, mi Señor. - dijo frunciendo un tanto el ceño. - Nunca las he precisado... - Dijo, dejando al descubierto parte de su historia en las calles.

-Lástima, pues son gracias que te beneficiarían, aunque no por ello son imprescindibles. Y en cualquier circunstancia, son subsanables mi buen Mikail -por un instante permaneció silencioso, meditando-. Mikail, tengo constancia de que eres un maestro en pasar desapercibido. Tu inadvertida presencia entre las sombras del salón durante mi conversación con el Duque, rodeado de sus Guardias de Sangre, fue altamente reveladora. Un don natural o una habilidad trabajada, extremo que desconozco, pero que ha determinado mi llamada. Mas necesito saber más. Háblame de tus orígenes y de tu vida antes de llegar a Castillo. Y no temas extenderte. No me aburrirás. Si de algo dispongo, es de tiempo.

El vasallo pareció un tanto extrañado por las ansias del noble por conocer su accidentada historia. Luego tomo aire sonoramente y soltó un largo suspiro. - Un prostíbulo en la ciudad de Bucarest. Allí se conocieron mis padres. Podrá usted deducir bajo que circunstancias. Sospecho que mi llegada al mundo no fue tenida a bien por mi madre o por la madame del lugar. El padre del hospital de la ciudad me relató la noche de mi llegada a su hogar. Llovía y un hombre del burdel traía en brazos a un Mikail con apenas unas horas en este mundo. - Dijo, como evocando unas palabras hace tiempo enterradas.

- Mis recuerdos más lejanos son un puñado de imagenes borrosas. Unos pequeños delincuentes atormentando el mercado de la ciudad para obtener algo con lo que llenar la barriga. Recuerdo también, encontrarme con ocho inviernos en las espaldas siendo expulsados del hospital con un grupo de chicos. Nos encontramos de repente en la puta calle. Ahí conocimos gente como nosotros, que no tomaron a bien que ejerciéramos el oficio. Recuerdo terribles palizas por parte de los mayores. Termine trabajando para ellos. - Hizo una pausa, en la que miro hacia arriba y pareció intentar recordar algo. - Habrá sido a la edad de quince que, en uno de esos caprichos del destino, que entré en el séquito del voivoda anterior. Van a ser ya trece años...- Termino en un tono melancólico.

La mano de Durius se cerró suavemente en un puño que alzó hasta su barbilla y se apoyó en él pensativo. Sobraban las palabras de piedad mal entendida o de compasión innecesaria. Cada uno de ellos poseía un origen, las más de las veces oculto a los demás y para el secretario ducal, los pecados de los padres no eran los pecados de los hijos.

-De modo que cuentas con 28 años ya. Lacayo en el Castillo del actual señor feudal de Transilvania y un pasado enterrado en años de servicio, años en los que tus señores han desaprovechado tus habilidades -dijo Durius-. Algo que estoy dispuesto a cambiar. Veo que sabes moverte sin llamar la atención, que las calles no tienen secretos para ti y te sabes desenvolver tanto en ambientes nobles como en otros no tan... falsamente correctos. Eres a quien buscaba, Mikail -afirmó sin asomo de duda-. Deseo que inicies una serie de discretas gestiones para mí. La primera de ella, localizar una casa. Amplia, en buen estado o que, cuando menos, no exija de grandes inversiones para su puesta en marcha. No la deseo en propiedad, sino en alquiler a un precio razonable. Deberá disponer de un muy amplio salón, varias habitaciones en las plantas superiores, cocina... Su ubicación es lo más importante. Deberá encontrarse en una especie de tierra de nadie. No en la zona noble, mas tampoco en las zonas más deprimidas de la villa. Un lugar al que se pueda acceder con facilidad. Y para que te hagas idea de qué deseo nada mejor que conozcas el uso que le tengo previsto. Deseo hacer de dicha casa un prostíbulo.

La mirada de Durius se prendió de la Mikail, a la espera de su reacción y de su respuesta.

El lacayo titibeó un segundo, como mofandose de lo perverso de su suerte, una media sonrisa se escapó en su rostro. - No creo que sea problematico. Creo que ha sido lo suficientemente claro con sus espectativas, me pondré de inmediato en ello, mi señor. - Concluyo con una reverencia.

Durius asintió con la cabeza, un gesto acompañado por otro de la mano con el que invitaba a Mikail a irse, tal y como había anunciado.

-Y no olvides que la discreción ha de ser tu máxima. Mikail, cumple bien y tu premio será más que satisfactorio.

LACAYO MIKAIL:

- La tarea que te ha encargado tu señor no es cosa fácil, y posiblemente te consuma todo el resto del año como poco.

- Tiradas ocultas y secretas:

* Percepción + Investigación.

* Astucia + Fullerías.

* Manipulación + Socializar.

* Manipulación + Burocracia.

ESTANCIAS DE DURIUS:

- Es el momento de la boda en la Capilla del Castillo.

- La sirvienta Enrietta está durmiendo en la antesala de las estancias de Durius, aguardando la llegada de la noche para servir a su amo.

- Durius Tremere duerme en su ataúd en su alcoba. El sueño de los strajeri ai noptii, los Guardianes de la Noche.

- El mismo sueño duerme en la habitación contigua, algo más pequeña, el Chambelán Otto de Sajonia. También en un ataúd que contiene tierra...

- Hoy es lunes, treinta de abril de novecientos cincuenta y ocho. La luna estará esta noche en cuarto creciente. Son las tres de la tarde y luce el sol todavía en el cielo. Hoy se pondrá el sol a las cinco horas y treinta y nueve minutos de la tarde. A esa hora, tal vez sigan los invitados en el Salón Principal.

- Los dos Guardianes de la Noche podrían aparecer allí aproximadamente a las seis de la tarde, tal vez algo antes.

LAS CUATRO Y MEDIA.

- Se oyen golpes en la puerta de la atesala que conduce al Patio del Castillo. Alguien está llamando a la puerta.

- La puerta está cerrada con llave. Mikail tiene una llave, Enrietta tiene otra.

- Enrietta estaba dormida en la antesala y se despierta sobresaltada.

Soñar era la mejor parte del día, cuando me sumergía en mis propios pensamientos, el lugar donde más protegida y segura estaba y donde, normalmente, lograba hacer mis sueños realidad... aunque aquella noche los sueños parecían placenteros cuando menos me lo esperaba unos golpes me despertaron. 

Al escuchar los golpes en la puerta me sobresalté.

- Oh, dioses - me levanté, me arreglé el pelo levemente y me dirigí a la puerta - ¿Quién llama? - dije mientras buscaba las llaves en mi bolsillo - Disculpad mi tardanza, voy a coger las llaves de la puerta.

Recordé que había dejado las llaves encima de la mesa antes de irme a dormir, así que me dirigí a cogerlas mientras esperaba la respuesta.

No hay respuesta. 

Dejan de llamar a la puerta, y te parece escuchar al otro lado las voces de dos niños, seguramente Lindor y Tiberiu, poco después del fin de los golpes. Y después, nada más. 

¿Dos niños? Oh, dios ¿Qué hacen aquí dos niños? Llamo a la puerta de mi señor lo más deprisa que puedo. Después de la noche que pasé cuando apareció el Caballero de los Cárpatos no me fiaba de nada.

- Mi señor, le informo que alguien llamó a la puerta - suspiré - si no me escucháis en unos minutos, huid, no creo que sea nada bueno si es así.

Cojo un pequeño cuchillo que tenía debajo de la almohada y corriendo abro la puerta, teniendo escondido el cuchillo en el bolsillo. Tenía en mente salir de la puerta en busca de esos pequeños si no estaban... tenía un mal presentimiento... si fuese algo normal responderían... pero si solo llamaron y no dijeron nada... eso no debía ser bueno.

Abres una rendija la puerta de la antesala, y puedes observar el patio del castillo. Todo parece normal. Ves lo que parecen las espaldas de los dos niños, que se dirigen corriendo a las cocinas. Sin embargo los guardias están parados y actúan con normalidad. 

Se ve pasar también a los sirvientes con bandejas de comida para el banquete. 

Al ver como abres la puerta, una moza se acerca a ti, colándose en las habitaciones. Parece muy asustada, y dice tener algo urgente que contar. 

Una moza del castillo se te acerca algo asustada y bastante ajetreada y te cuenta lo que ha pasado.

Las bodas empezaron una hora más tarde. Los Basarab invitados eran Blaatu y su hijo Nitku, que son el abuelo y el padre de los niños Basarab, pero el boyardo se ha tomado la libertad de traer a los otros 13 hijos, todos armados hasta los dientes y con las armaduras puestas. Hasta que se decidieron si dejan pasar a todo el mundo, tardaron bastante y el noble Basarab ya empezaba a ponerse muy nervioso. Al final su nuera y los dos niños salieron al patio y pasaron todos al salón para tomar algo de vino y hablar tranquilamente.

Desde el salón se fueron a la capilla y por alguna extraña razón, que solo los presentes saben, la boda tardó tres horas y no dos, como era previsto.

Zort, uno de los padrinos andaba muy despistado y llegó a entrar muy tarde en la capilla.

Nada más acabar, Iacobus y Radovina salieron corriendo. Una falta de respeto muy grave hacía los invitados. Mientras la otra pareja esperaba que los invitados salieran de la capilla, Dubieta empezó a sentirse muy mal, se desmayó y fue llevada a sus aposentos en los brazos de su fiel caballero y protector, Schaar.

Los nobles salen al patio y se dirigen al salón. Al entrar en el salón, los nobles esperaron ser llevados a sus plazas, pero Zort, estaba de nuevo ausente. Innya, que sabía cuál eran los asientos asignados a cada uno, no dijo nada. Se acercó para servirle vino al boyardo y, aunque el hombre acababa de sentarse, le dice que esos asientos estaban dispuestos para los novios, el Senescal en vez de calmar los ánimos, amenaza al noble, diciéndole que si no se levanta, no recibirá comida. El escudero del caballero Iacobus, se acerca para intentar arreglar las cosas, pero ya era demasiado tarde. En cuando otra sirvienta, el ama de llaves Mariana, intentó dar un buen consejo, de preparar otra mesa para los novios, el boyardo descarga su furia contra ella y de una bofetada la tira al suelo rompiéndole la mandíbula.

En ese momento entra en el salón Zarak y Farkas y después de que un lacayo los pone al día con todo lo ocurrido, Farkas arregla un poco la situación. Maserrak se lleva a Mariana fuera y ordena que los sirvientes le sigan. Dagu pasea con un cuchillo por el salón y mira mal a Farkas, por culpar al servicio de todo aquello. Al final deja el cuchillo en la mesa, pero algo tarde ya que tanto Farkas como los Basarab lo han visto.

Innya quiere salir del salón y además ignora por completo la orden de Maserrak, haciendo una clara señal a los otros sirvientes que se queden. Pavetta quiere salir, su hijo ya marchó antes, para avisar a Durius de lo que pasa. Los siervos Basarab se dan cuenta de que la comida está fría, igual que Farkas. Demasiado temprano, Innya, a quien Otto dejó encargada del banquete, sirvió la comida, aún sabiendo, que la boda se iba a alargar. Greta intentó decirle que se iba a enfriar todo, pero la mujer no le hizo ningún caso.

Por fin se retira la comida fría y se trae otra en condiciones. Pero ahora, Iacobus está en el salón. Parece que se ha enterado de lo que ha pasado y no se sabe si va a mejorar o empeorar las cosas.

La moza sale corriendo a seguir con sus tareas. No es un día para quedarse a chismorrear.

Mi rostro era una mezcla de sorpresa y pánico... temía que al final acabásemos todos muertos... Sin esperar más cerré la puerta con llave de nuevo y llamé a la puerta de mi señor. 

- Mi señor, mi señor, tengo noticias importantes que daros - digo algo alterada - por favor ábrame la puerta.

No era de buena educación entrar sin avisar, y menos aún para una sirvienta, pero la noticia era de tal preocupación que requería la atención inmediata de mi señor.

ES LA QUINTA HORA DE LA TARDE.