Partida Rol por web

Dominik observó los ojos de la mujer que le miraban, que parecían querer ahondar en su alma. Que parecían querer buscar que él dijera... ¿qué?

Pero el silencio se hacía incómodo y era evidente que ella deseaba tener una respuesta a la muda pregunta de sus ojos.

- Lo siento, Pavetta. Sólo soy lo que veis. Puedo prometeros defenderos a vos, y a vuestra familia. Puedo prometeros amar a los hijos que tengamos, y derramar mi sangre para protegelos, y protegerte, igual que la derramo en servicio de mi señor. Puedo prometerte guardarte la fidelidad y respeto que tú me guardes,  - el hombre guarda silencio- Ya no soy tan joven como hace unos años, Pavetta. He buscado en mi señor su autorización para buscar pareja, y él me ha señalado a vos. Sois hermosa, y mi señor sólo os ha dedicado palabras de elogio. Para mi eso es suficiente. Más de lo que muchos han tenido. Quizás entre nosotros pueda surgir... - se calla, buscando las palabras, y haciendo un evidente esfuerzo por tan largo parlamento. El sargento no parece estúpido en absoluto, pero sí parco- Soy un hombre de armas. Nada más, nada menos. Os responderé si tenéis preguntas.

Durius asistió imperturbable al silencio de Pavetta y a las palabras que dicho silencio provocaron en su hombre de armas. La viuda de Lisander era una mujer que cuando residía en su Slobozia natal se había caracterizado siempre por su practicidad, no exenta de un carácter firme que la había llevado a casarse con alguien a priori no bien visto por su difunto padre, Dagu. Esponsal que nadie, y ella menos que ninguna otra persona, negaría había obedecido a un único hecho. La dote en forma de tierras dada por el padre de Lisander, un soborno que había menguado en buena medida las reticencias del principal miembro del consejo de la ya muerta villa.

En el presente, como viuda, Pavetta gozaba de la protección de Durius, lo único que la había salvado de un presente poco digno cuando no ignominioso. Sin duda, la mujer no olvidaba que residía en una casa que no le pertenecía, cedida a Durius, y en la que había alojado a buena parte de su familia, familia que de un modo u otro veía asegurada su superviencia gracias a las diversas labores desempeñadas en el castillo, labores obtenidas por su relación con el Secretario del Duque Gyula Kadar. Y aun menos olvidaría que el actual y futuro estatus de Lindor era obra exclusiva de su protector. Y ahora le procuraba un matrimonio ventajoso que la dotaría de una respetabilidad social, un compañero, un valedor y un padre para su hijo.

  Al escuchar las palabras del sargento se relajó ligeramente. Había dicho lo que buscaba, con ello era suficiente. Dirigió su mirada a su hijo y luego a su señor Durius

-Es cierto lo que decís señor, y acepto de buen agrado adoptar esponsales con este hombre le dedicó una suave aunque muy ligera sonrisa a Dominik. El destino había sellado su suerte, solo esperaba que dios hubiese guiado bien sus pasos, y su hijo fuese protegido por el que sería su marido.

ACUERDO DE MATRIMONIO ENTRE EL SARGENTO DOMINIK Y PAVETTA:

- Aceptado el acuerdo de matrimonio por ambas partes, se decide que éste se celebre a final de año en la Iglesia de Alba Iulia.

- Pavetta regresa a la Mansión Basarab en Alba Iulia.

SITUACION:

- Bucur, Mikail, Vasilov, y Papadimos están durmiendo en la antesala de las habitaciones privadas de Durius.

- Gheorghe está afuera ante la puerta, de guardia.

- Valru llega muy agitado y nervioso y se mete a toda velocidad en su habitación.

- Enrietta espera a su señor Durius en el dormitorio de éste.

- Durius llega después y va directo a su dormitorio.

DORMITORIO PERSONAL DE DURIUS:

- Durius llega a su habitación, llevando a cuestas un bulto de tamaño y forma humanas que arroja dentro de un armario.

- Entonces repara en Enrietta, que le espera sentada en el suelo cerca de la cama sobre la que reposa el ataúd abierto con tierra dentro.

-Enrietta -murmuró Durius al ser consciente de la presencia de su sirvienta-. ¿Qué haces aquí, pequeña mía? Deberías estar durmiendo. Es tarde y no voy a necesitar de ti -la voz suave del Secretario del Duque acarició a la joven-. Ha sido una noche larga y terrible, y no dudo que mañana circularán muchos rumores y maledicencias. La llegada de los Basarab ha supuesto un verdadero reto para los cortesanos que hoy han acudido al salón del Castillo para asistir a su presentación y juramento. Una velada marcada por la sangre que allí se ha derramado. Giorgina Basarab ha sido ejecutada en presencia de todos por la propia mano del Duque. Debes saberlo, para que nada te sorprenda al alba. Simplemente escucha cuanto unos y otros digan, pero mantente en silencio, salvo para formular las preguntas oportunas y de forma casual. Y en la noche que aún queda, son muchos los asuntos que debo tratar y culminar.

Durius tendió su mano hacia Enrietta.

-Ven, pequeña, y acompáñame hasta la salida. Descansa y duerme sin pesadillas y que el dolor y el sufrimiento que empapan estas paredes de piedra no te alcancen.

Cada noche, cuando mi señor amanecía, mi cuerpo buscaba su voz. Era algo más fuerte que mi voluntad, algo que hacía que me levantase y arrastrase mis pies a través de las habitaciones hasta encontrar un lugar donde poder observar a mi señor, o simplemente entraba en su propia habitación, con sigilo y precaución. Quizás mi querido amo Durius me mataría por ello, o quizás ya lo sabía y no le importaba que mi corazón muriese por él, que inconscientemente mis pies me llevasen a su lugar de reposo a permitirme gozar del aroma de sus vestimentas... Me pregunté en aquel momento si mi señor sabría que mis lágrimas acariciaban mi rostro cuando temía por su ausencia.

Esa noche era una más en las que temía, en las que mi corazón se estremecía. Caí al suelo, indefensa y con la mirada perdida, esperando su llegada, así me matase o me diese una reprimenda por estar en sus aposentos. Por el simple hecho de escuchar su voz, mi voluntad acababa reducida a una simple lágrima de añoranza, débil y fría, perdida ante la esperanza de una pequeña muestra de afecto más allá del servicio.

Finalmente llegó, con un bulto en la espalda, dejándolo caer dentro de un armario. No sabía qué era aquello, pero tampoco iba a indagar, mi señor era lo que más me preocupaba en el mundo y si tuviese que protegerlo de cualquier rumor o ataque, lo haría. Así tuviese que morir para ello, pues mi alma era suya, al igual que mi corazón, que poco a poco se marchitaba como todas las rosas rojas.

Y al fin me miró, me hablo y morí por dentro. Realmente deseaba que necesitase de mí más que únicamente mis venas, que necesitase escuchar el latir de mi corazón cerca de él, que necesitase acariciar mis rosadas mejillas antes de descansar... Pero eso nunca iba a ocurrir y otra lágrima acarició mi rostro.

- Disculpadme... mi señor - dije en un leve susurro - no quería importunarle. - realmente no me sorprendía la muerte de Giorgina Basarab, cualquier intención mal interpretada podía ser castigada severamente por el duque, pero era de mi interés, no quería parecer débil e inexperta - Siempre me mantengo en silencio, mis labios están sellados para vos, mi amo - hice una leve reverencia - si desea que intente averiguar algo más, solo debe decírmelo, estoy a su entera disposición.

Me mantuve quieta, en silencio, con la respiración entrecortada. Un simple roce de sus manos era suficiente para hacerme soñar por horas y allí estaba, agarrada de su mano, con el corazón latiendo de manera irrefrenable. Y cualquier orden sería llevada a cabo, con el más experto sigilo y la más exquisita discreción, para lograr tener de nuevo su mano agarrando con suavidad la mía.

ALCOBA PRIVADA DE DURIUS DE SLOBOZIA:

- Normalmente, Enrietta duerme en la misma Alcoba donde reposa el ataúd de Durius sobre la cama. El ataúd que contiene tierra.

- Ella duerme en un lado de la cama, habitualmente abrazada en actitud protectora al frío ataúd de madera.

- Es la única autorizada a entrar en esta habitación en concreto, y es la encargada de limpiarla y adecentarla, así como de lavar y coser la ropa de Durius.

Valru pasó a gran velocidad por los pasillos, hasta entrar en su habitación. Casi podríamos decir que demasiado rápido para alguien de su edad. Una vez allí, apoyó su espalda en la puerta, con la mirada desencajada y mirando para todos lados.

"No, no, no... Ésto no puede estar pasando... Maldita sea esta maldición y sus consecuencias... Y ahora, ellos lo saben. Vendrán a por mí, y me matarán. Seguro que el encargado de darme muerte es Zuyla Dravescu. O peor aún, ése bastardo de Iacobus. Dios, ten piedad de éste humilde siervo..."

Siguió gimoteando, quedando sentado en el suelo contra la puerta. Su oído le permitía detectar que había otras personas fuera, pero todos parecían ser del séquito de Durius, e incluso su propio amo y maestro. Estuvo largo tiempo aterrado y meditando sobre qué hacer. Y finalmente, sólo se le ocurrió una opción de salvar su vida. Debía hablar con Durius. 

Intentó arreglar su aspecto lo mejor que pudo, y se dirigió hacia las estancias de su señor, llamando a la puerta y esperando permiso para entrar. 

DURIUS:

- Escuchas el sonido de la puerta de la habitación de al lado, la de Valru, al cerrarse con fuerza.

- Sientes la presencia de tu Chiquillo y también sientes su inquietud y nerviosismo. Posiblemente acaba de recuperarse de su primera Ansia de Sangre incontrolada.

VALRU:

- Una vez entras en tu habitación, luchas por calmarte y tranquilizarte.

- ¡Pero si incluso estás respirando agitadamente como si te faltara el aire! Cuando lo cierto es que no necesitas respirar, pero al perder del todo los nervios, tu cuerpo lo olvida.

- En parte te hace gracia, sigues teniendo instintos de humano. Aunque tus otros instintos... esos no tienen nada de malo. Es como si hubiera una Bestia agazapada en tu interior. Una bestia sujeta por tenues cadenas, esperando ser liberada para sembrar la muerte y la destrucción...

- Tras un rato logras sosegarte lo bastante como para sentir la presencia de tu Sire en la habitación de al lado, su habitación.

IACOBUS:

- Normalmente, siempre hay un guardia apostado a la entrada de los aposentos privados del secretario del Duque.

- Esta noche no hay guardia alguno, y la puerta no está cerrada por dentro, por lo que consigues acceder al sancta-santorum de Durius con absoluta facilidad.

- Llegas a una antesala que huele a humanidad. Escuchas los ronquidos de cuatro hombres.

TIRADA OPCIONAL:

- Percepción + Consciencia + posibles bonus de audición (el que los tenga).

- Dados de 10 Desglosados, dificultad 7. Tirada oculta.

BUCUR, MIKAIL, VASILOV, PAPADIMOS:

- Vosotros estáis durmiendo y roncando plácidamente en la antesala de las habitaciones de Durius, que siempre huele a cerrado y a humanidad (vuestro olor corporal, al que ya estáis más que acosumbrados).

- Confiáis en que afuera está de guardia el lacayo Gheorghe. Si pasase algo, él avisaría.

No era noche para sigilo. Aunque sus pasos de por sí eran silenciosos, producto de una larga vida de sobrevivir primero en las montañas y luego en el mundo, Iacobus no tenía intención alguna de escabullirse en ningún lugar. Lo único que faltaba. Olió a la humanidad que aguardaba en algún sitio, amontonada por allí, y movió la cabeza. Le recordaba a tantas cosas. Tantas cosas de ese presente le recordaban a tantas otras. Pero, como siempre, sus ojos estaban puestos en el frente. El tenue aroma a sangre lo seguía, pero no era suficiente para tapar el de testosterona, sudor y ronquidos.

La mano en el pomo de la espada, Iacobus miró a su alrededor y siguió adelante. Sin importarle del todo ser sigiloso, ni tampoco anunciarse. No aún. En fin.

VALRU:

- Te concentras un momento en tus sentidos vampíricos: ¡Sangre!

- Lo primero que azota tu olfato es el olor de la sangre, la deliciosa sangre Basarab de Giorgina Basarab. También el olor de sangre humana corriente.

- Agudizas el oído y entonces captas a la perfección el sonido característico de las piezas de la armadura del Caballero de los Cárpatos. Además del sonido de su respiración e incluso el de su corazón tranquilo, como el de un asesino.

- En la antesala duermen cuatro lacayos (Bucur, Mikail, Vasilov y Papadimos). Escuchas con claridad sus sonoros ronquidos. Están profundamente dormidos y parece que de momento no han oído la entrada del Caballero.

- Gheorghe debería de estar de guardia en la puerta... ¡Pero no está!

- En la habitación contigua escuchas la voz de Enrietta, sin duda está hablando con Durius.