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Dhaeva 2: El Caballero de las Tinieblas.

Transilvania: 1) Alba Iulia: Castillo de Balgrad. - Habitaciones privadas de Durius de Slobozia.

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06/10/2012, 15:13
Durius Tremere de Slobozia.

La mano de Durius acababa de ser tendida para recoger lo que había de ofrecérsele de manos de Iacobus Radoslav, Caballero de los Cárpatos.

-Mikail, Vasilov, Bucur, ¡DESPERTAD! -dijo con voz potente.

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06/10/2012, 18:14
Lacayo Papadimos.

Papadimos se despierta sobresaltado.

- "Lo siento mi señor, no me habéis ordenado despertar, pero lo he hecho de todos modos. Si lo deseáis, me puedo volver a dormir." -

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07/10/2012, 05:20
[RIP] Caballero Iacobus Radoslav de los Cárpatos.

Si las palabras fueran otra cosa más que palabras, posiblemente a Iacobus le hubiesen generado algo más que la curiosidad, o hastío, o aburrimiento que le generaron. Pero Durius continuaba adelante con su perorata dando vueltas y vueltas sobre cosas que no tenían sentido, en un monólogo interminable. Hablaba como si su vida dependiera de ello y, habida cuenta de su posición, era claro que lo hacía, que había llegado a su sitio a golpe de lengua. Y no dudaba que el secretario del Duque pudiera ser tan peligroso como sus palabras, vedadamente algunas, con meridiana claridad otras, sugerían. Eso no quería decir que soportase semejante pérdida de tiempo.

Iacobus miró la mano extendida de Durius, con la amenaza vedada de considerarlo enemigo si no obedecía, y movió la cabeza.

Si vuestra petición no es vuestra, sino que obedece a una superior que os la ha derivado, no os preocupéis. Yo me encargaré de verla satisfecha con quien la ha pedido. Es lo que corresponde. Si os sentís insultado por ello, cuando este escollo acabe, acompañadme a hacerlo - dijo, sin entregar la espada, tras lo cual continuó hablando - Por lo otro, habéis hecho uso de una retórica impecable, claramente digna de vuestra posición y títulos, mas han sido muchas palabras juntas que no han dicho nada. Mejor os habría venido haberme preguntado directamente, en vez de especular con palabras sobre palabras, a lo que yo hubiese contestado del mismo modo. Y así no sacar conclusiones, como esa de que he venido a hacer justicia o a verla hecha. Je.

Mejor terminarlo. Había demasiada gente, y tanto parlamento innecesario le había quitado todo el interés.

Ese alguien tomó esta dirección, y de hecho, está de pie en este momento aquí, a vuestro lado - señaló - Aunque ahora se encuentra sosegado, y aparentemente listo para cumplir un castigo o similar. ¿O no? - dijo, mirando a Valru - ¿O aún queréis seguir mordiendo soldados? Mas no te veo ahora con esa actitud, claramente.

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07/10/2012, 10:48
[RIP] Mayordomo Valru de Bistritz.

Valru permaneció en segundo plano mientras su señor soltaba aquel discurso, que verdaderamente esperaba que sirviera para algo. Sin embargo, el caballero de los cárpatos no parecía darse por vencido. Respondió a la perorata de Durius, y además volvió a fijar el centro de atención en el mayordomo. 

"Lo que tenga que ser, será..."

-Entonces decid, caballero Iacobus, ya que todos esperamos una respuesta... ¿Qué habéis venido a hacer a las habitaciones de mi señor? ¿Qué propósito os trae aquí, cubierto de sangre y con una espada en la mano?

"¿Y qué habéis hecho con el lacayo que había de guardia?" pensó Valru, y estuvo a punto de preguntarlo, pero no lo juzgo conveniente. 

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07/10/2012, 14:14
Durius Tremere de Slobozia.

La mirada dirigida a Papadimos fue glacial, al igual que lo fue la dirigida después a Iacobus Radoslav. La mano tendida fue retirada, sin una sola palabra mediante y, de igual modo, retrocedió varios pasos sin dar la espalda al Caballero de los Cárpatos.

La acusación vertida en el último vómito dialéctico de Iacobus era de suma gravedad y sin duda tendría consecuencias. No se giró hacia Valru cuando este formuló su pregunta.

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07/10/2012, 14:48
[RIP] Caballero Iacobus Radoslav de los Cárpatos.

He venido, por supuesto, a confirmar que a quien expulsé de los barrancones antes que continuase a lo suyo no se le ocurriese continuar su tarea en otros aposentos - dijo Iacobus, como una aseveración simple. Joder, la gente tenía tan poco sentido común - Y si lo que os preocupa es la espada en mi mano, tal como no la descargué sobre vos cuando estabais fuera de control y poniendo en peligro a todo cuanto os lo rodeaba, incluso vuestra propia vida, ¿por qué pensáis que lo haría ahora?

Iacobus miró a Valru, y a Durius, a sus reacciones, y entendió. Durius sabía. Durius entendía perfectamente. Y él no era estúpido. Eso era lo que realmente había entrado a buscar, además de lo otro, y ya tenía la respuesta que quería. Luego tendría las otras.

Esto he venido a hacer, y esto he encontrado hecho. Lo que habréis de acordar entre vosotros respecto de lo que haya sucedido o pueda suceder, sobre eso no tengo nada que decir. Pero también he venido a advertiros - esta vez miró a Durius - que no poca gente ha visto lo que ha sucedido. Y os lo he venido a decir personalmente para que podáis tomar las medidas que estiméis necesarias antes de que se divulgue.

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07/10/2012, 22:16
Lacayo Mikail.

Estoy despierto, Milord. - Contestó el lacayo que a oscuras tanteaba el respaldo de su lecho en busca de la bandolera donde guardaba sus puñales. Hacia un tiempo que escuchaba la conversación y no le gustaba a donde derivaba. Se incorporó y a continuación se ubicó detrás de la figura del Caballero de Slobozia.

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08/10/2012, 03:53
[RIP] Sargento Dominik.

El sargento suspiró. Dominik no dijo ni una sola palabra. Desde que había entrado al servicio de Durius había sabido que algo asi podia ocurrir. También había sabido que era necesario actuar cuando su señor se lo mandara, sin dudas, sin vacilación. 

No miró a los lacayos. Los conocía a todos, perfectamente. Sabía como eran, quienes eran. Desde el primer momento los había tratado como soldados, como había tratado a todos los que estaban a su cargo. Como sabía tratar. 

Que el Altísimo nos ampare , pensó para si, comprendiendo la rareza de aquella oración y, preguntándose, como podía haber mantenido la Fe con sus señores de entonces y de ahora. 

Era un guerrero, un seguidor. Y su señor era Durius. 

- Estamos a vuestras órdenes, mi señor Durius - dijo con sencillez espartana. No era preciso decir mucho más

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08/10/2012, 08:12
[RIP] Lacayo Papadimos.

Papadimos busca con disimulo un grueso puñal que esconde bajo el jergón.

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08/10/2012, 11:35
Durius Tremere de Slobozia.

Escuchó. Como siempre hacía, como se requería de un secretario ducal. Y se mostró sobrio en reacciones y palabras, como igualmente se le pedía cada día. Solo la mirada dirigida a Valru durante un segundo reveló el fuego helado que agitaba sus entrañas, la furia contenida por lo que había oído en relación a su mayordomo.

-Os agradezco el gesto, Caballero de los Cárpatos. Y no dudéis que tomaré las medidas pertinentes. Decís que ha habido más testigos. ¿Quiénes?

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08/10/2012, 11:40
Durius Tremere de Slobozia.

La suerte estaba echada. Iacobus Radoslav había revelado lo que en un momento dado solo sospechaba. El ansia había conducido a Valru a cometer un error fatal, un error del que el propio caballero había sido testigo junto a otros. De aquel modo su posición y naturaleza habían quedado expuestas y aquello era algo que no podían permitirse.

No solo no dudaba, sino que estaba seguro de que Iacobus había ido hasta allí para matar a Valru y no para hacer confidencias nocturnas y sugerir la toma de decisiones que veitaran males mayores. Pero en algo sí tenía razón, no podían quedar testigos o debían ser acallados. Y sería necesario un chivo expiatorio. Si todo salía bien, el cadáver de iacobus cumpliría dicha función. Si salía mal, no habría de qué preocuparse pues la muerte verdadera acabaría con todos sus problemas.

Ahora, tan solo quedaba saber quiénes habían sido testigos del pequeño inconveniente prepetrado por su chiquillo.

Y en aquel momento, Durius recordó a Uber Caprescu. Lo echaba de menos. Su cercanía, su contacto, su poder. Lo había abandonado a su suerte, con una misión a muy largo plazo, misión que posiblemente no podría llegar a cumplir.

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09/10/2012, 04:08
[RIP] Caballero Iacobus Radoslav de los Cárpatos.

Todos los soldados de los barrancones. Cortesía del Dravescu que entró gritando como histérico cuando se le ocurrió que era momento - dijo Iacobus, aparentemente ignorando a los que se movían para coger armas o a los que ya las tenían y estaban dispuestos a utilizarlas - Ignoro si el Sargento aquí presente, que se encontraba parado fuera de los barrancones haciendo guardia - era difícil saber si estaba siendo irónico o era serio - llegó a verlo salir corriendo. Lo mismo el Capitán Zarak, que estoicamente le acompañaba. Y también mi escudero, del cual me encargaré personalmente.

Era una aseveración simple, la cual encerraba muchas más cosas.

Ah, también lo vieron los soldados Basarab. Sobre todo uno de ellos - agregó Iacobus, tras un momento - Todos ellos están ahora en las mazmorras.

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09/10/2012, 08:50
[RIP] Sargento Dominik.

- Fuera no se vió nada, mi señor Durius - interviene el sargento Dominik esperando la reacción de su señor

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09/10/2012, 23:14
[RIP] Lacayo Papadimos.

Guardo el puñal entre mis ropas, procurando que quede disimulado, pero que esté bien a mano. Tener tu puñal cerca de la mano es una buena medida para aquellos que quieren vivir para cenar una noche más, especialmente en estos tiempos y en el Castillo e Balgrad.

En realidad no entendía ni jota de lo que estaban diciendo. Parecía que alguien había hecho algo... algo que hacía que quienes lo habían visto fuesen merecedores de unos días de asueto en las poco acogedoras mazmorras. Bien, al menos me alegro de haber estado durmiendo para no ser testigo de lo que sea, aunque por otra parte reconozco que me muero de curiosidad. Continuaré escuchando a los señores, a ver si me entero de algo.

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09/10/2012, 23:46
[RIP] Bucur, criado de Durius.

Bucur abrió los ojos al instante, la voz de su señor fue todo el estímulo que necesitó, listo para cualquier eventualidad se puso en pie con la mano sobre el pomo de la daga.

Mi señor... maldita sea... un caballero ni más ni menos... esto sería un reto para nosotros... aunque no para Durius Tremere...

Miró a Dominik un instante realizando un leve movimiento de cabeza a fin de confirmar su disposición.

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09/10/2012, 23:54
Lacayo Vasilov.

Vasilov dormía plácido, había tenido un día duro y por un motivo u otro hoy le había pasado factura, necesitaba descansar.

Las palabras de Durius Tremere, no obstante, le fueron reveladas como un milagroso remedio a su sopor, abrió los ojos y tendido contempló la escena.

Pero que...

Un instante después estaba en pie con la daga medio desenvainada, había pasado demasiado tiempo en lugares poco recomendables, su vida no fue nunca fácil, para aprender una valiosa lección... una daga a mano era una vida conservada.

Maldición...

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10/10/2012, 18:53
Durius Tremere de Slobozia.

Durius ardía con un fuego frío. Su mayordomo, Valru, era responsable de una crisis cuyo alcance sería difícil de determinar. Acabar con su vida, allí y en aquel momento, parecía la respuesta lógica a todos los males acaecidos y por acaecer pero, sin embargo, sabía que no podía hacerlo. Valru tenía una misión ducal que ni siquiera había llegado a transmitirle por falta de oportunidad. Y además, estaban los lazos de sangre.

Alrededor, como una jauría de perros ratoneros, todos sus lacayos había despertado y a la débil luz de la antorcha, los filos de sus dagas relucían como colmillos prestos a desgajar carne, tendones y hueso. Y de igual modo, Iacobus Radoslav, acuciado por el aburrimiento y para quien todo aquello solo suponía un divertimento, mostraba una actitud casual aparentemente muy lejana del verdadero estado de alerta en el que se hallaba.

La antesala era ahora una jaula, presidida por el ser más peligroso que jamás hubiera conocido y rodeado por una manada presta a morder.

-Gracias por cuanto habéis hecho, Caballero de los Cárpatos -dijo al tiempo que desenvainaba su espada-. Y lamento esta indignidad. ¡ATACAD!

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15/10/2012, 10:44
Durius Tremere de Slobozia.

Dicen que la vida es un suspiro. De ser así, ¿qué es entonces la muerte? ¿Acaso un estertor? Posiblemente. Aunque no es algo que verdaderamente me preocupe. Hubo un tiempo en el que viví, libre de preocupaciones, sin más meta que dejarme acariciar por el sol de primavera, dormir junto a una mujer y tener el estómago lleno. No duró demasiado. Su testarudez, su negativa a aceptar su destino y el de otros, determinó su muerte y cuando me abandonó, toda mi existencia mudó. Atrás quedó el pasado, con su sol de primavera y sus mujeres, para vivir un presente de muertes y de servidumbre. Pasé de ser un hombre libre, responsable de mí mismo, a ser un esclavo sin cadenas, vestido de terciopelo y oro. Primero como mano ejecutora. Después como valedor de una paz que se demoraba en llegar, una demora que desangraba a mi amada Transilvania. Y finalmente, como la mano que empuña la pluma de Gyula Kadar. Uno tras otro, cada uno de mis señores me usó a su antojo y provecho, en pro de sus intereses políticos, eufemísticamente definidos como intereses del pueblo. No hubo agradecimientos, palabras amables, gestos de reconocimiento. Era mi deber y obligación obedecer y cumplir. El fracaso no formaba parte de mi contrato. Hacerlo hubiera supuesto mi fin.

Pero ahora, mientras la sangre huye de mi cuerpo como la rata que abandona el barco que naufraga, mientras el frío de la guadaña se apodera de mí y la oscuridad me envuelve presta a devorarme, sé que he fracasado en la que era mi principal tarea, la que yo mismo me impuse y que no llegaré a ver cumplida. Y al tiempo que mis ojos dejan de ver, las siluetas de sus cuerpos me rodean. Algunos ya han caído y muerto. Otros lo harán en breve bajo la furia homicida de ese monstruo encarnado que es Iacobus Radoslav. ¿Qué fuerza demoníaca lo posee? ¿Cuál es su naturaleza? Tal vez alguna vez fuera un hombre. Ahora no lo es. Su esencia se pervirtió hace tiempo, eliminando cualquier rastro de humanidad, transformándolo en lo que ahora es y que no llego a comprender. Tal vez por ello, porque lo intuía, porque de algún modo conocía su verdadera esencia, nunca entendí ni compartí el deseo del Duque Kadar de alojarlo en el castillo ni de mantenerlo a su servicio, por más que el refranero popular aconseje tener a tu enemigo cerca.

¿Cuánto tiempo ha transcurrido desde que este monstruo entrara en mis dependencias como un ladrón, escudándose en las sombras, silencioso como un gato callejero, el arma desenvainada? ¿Veinte latidos? ¿Y cuál era su propósito sino el de ofrendar a la muerte, su señora, nuestras vidas, erigiéndose para ello en juez, abrumado por su infinito aburrimiento y su desidia por una vida que desprecia? No me cabe duda de su propósito inicial. Matar a mi mayordomo, a Valru, quien fuera firme defensor de Bistritz ante el asedio de Gyula. Solo el verse sorprendido supuso una pausa en su ansia devoradora de lo que más desprecia. La vida. Más dicha pausa, aprovechada para intentar dialogar, tampoco supuso impedimento alguno a negarse a obedecer mis órdenes, a entregar la espada que en su mano era la segadora de vidas en la que finalmente se ha convertido.

Sus palabras, cínicas, cargadas de sutil irreverencia, dejaban claras sus intenciones. Y en dicho contexto, tenía claras mis prioridades. Proteger a los míos, a la corte, a Transilvania de quien solo podía considerarse como una amenaza. Habrá quien en un futuro, si la verdad llegara a saberse, que juzgue mi comportamiento como precipitado e irracional. Tal vez tenga razón. ¿Mas acaso el mundo se mueve con el motor de la tranquilidad y la racionalidad? Puede, pero no en Transilvania. Así que donde ya no había lugar para las palabras, solo los filos podían hablar. Y bajo la trémula luz de las antorchas, una tormenta se ha desencadenado, el acero ha sido desenvainado y ha refulgido como relámpagos en la noche. El choque de las espadas, los truenos que durante escasos latidos han puesto música a nuestra muerte.

He visto a alguno de mis lacayos luchar y morir, por su fidelidad hacia mi persona. He visto a otros intentar huir para solicitar socorro ante el ineludible y demostrado destino de quien se alojaba bajo el filo de la que fuera la espada de Giorgina de Basarab. He visto caer a mi valeroso Dominik y he visto cómo su futuro matrimonio y su deseo de formar una familia se desvanecían como el humo arrastrado por el viento. He sido testigo de cómo Valru era sajado como una fruta madura y como su savia corría por sus vestimentas. He olido el sudor rancio del miedo, el hedor de los fluidos escapando de intestinos que ya no estaban vivos, el aroma metálico y dulce de la sangre derramada. Y apenas he captado el fulgor acerado de la espada cercenando mi cuerpo, incapaz de detener su avance, incapaz de hacerle frente con un solo ataque siquiera. Ante Iacobus Radoslav, la misma esperanza ha muerto víctima de su horror. Nuestros ojos se han cruzado. En los suyos solo había locura, una furia homicida irrefrenable, indomable, imparable. Su espada se ha alzado nuevamente y la ha descargado en un molinete imposible. El hierro ha mordido mi cuerpo, atravesando piel, carne y nervios. He sentido su caricia sobre el hueso, el dolor chirriante de su roce, como el de los hélitros de una cigarra en verano. Y con la misma elegancia de la que ha hecho gala al ensartarme, sus movimientos han extraído acero y vida al retirar la espada.

Mis rodillas se han doblado bajo el implacable dominio de la parca que, ansiosa, aguardaba su siguiente ofrenda. La dura piedra, tapizada ya por la sangre de otros, ha recibido mi cuerpo. Mi cara ha sentido su frío y pétreo beso, tan desapasionado como lo ha sido todo en mis últimos años de existencia. Una última mirada, un postrer esfuerzo, y veo a Valru. Mis músculos se niegan a obedecer y ni siquiera puedo ofrecerle una sonrisa de despedida. Y más allá, desvalida, desarmada, el rostro pálido por el temor, Enrietta. Mi pequeña y dulce Enrietta.

Los párpados me pesan. Todo se detiene, incluso el tiempo. Es el fin y ante el mismo, una sola palabra inaudible es esbozada aunque no llega a ser pronunciada. Uber.

Oscuridad. Nada. Muerte.

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15/10/2012, 19:59
Director II.

ANTORCHA:

- El Sargento Dominik empuñaba una antorcha encendida en la mano izquierda.

- Al caer él, la antorcha cayó al suelo de baldosas sin prender nada, pero sin apagarse tampoco, y siguió iluminando tenuemente la estancia.

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16/10/2012, 05:45
Lacayo Mikail.

- La orden de atacar me tomó por sorpresa. Una vorágine de muerte y quejidos siguieron a esa orden, por desgracia del lado de mis compañeros. El caballero en armadura estaba rodeado pero parecía que esto sólo le ahorraba el esfuerzo de perseguirnos por toda la habitación. - Empezó el truhán su relato.

- Todos recién despertados, con poca o ninguna ropa encima, pequeños filos relucían a la luz de la antorcha. Del otro lado un filo rapaz terminaba con la vida del más fuerte de los nuestros y ponía de rodillas a la mujerzuela de Bucur. Intentamos una y otra vez hundir nuestros breves aceros entre las placas de la armadura del asesino. - Continuó.

- Retiré uno de mis cuchillos de mi bandolera y, buscando el rostro del caballero, lo solté. Su cabeza realizó un movimiento desinteresado para evitar el acero, sospecho que aún impactándolo se hubiera roto el puñal antes que su piel. - Reflexionó en voz alta.

- Por el rabillo del ojo vi al ladino de Papadimos emprendiendo la retirada. Entendí que lo único que me quedaba era correr a buscar ayuda. Los guardias, el Duque, Dios y todos sus santos, creo que aún así, la tendrían difícil contra el homicida de los Cárpatos. Sólo esperaba que mis compañeros aguantaran.

- Es cuando veo que nuestro Señor, el difunto Caballero de Slobozia, recibe un golpe brutal. Tenía que apresurarme e ir a pedir ayuda. - El sinvergüenza omite relatar que casi se hace en sus pantalones al presenciar el vicioso corte.

- Fue entonces cuando con todas mis fuerzas me deslicé por el suelo junto al monstruoso caballero y me puse a salvo, o por lo menos eso pensé. - Por no decir que se arrastró cobardemente. - Lo siguiente que recuerdo fue al pedófilo de Papadimos que me alcanzaba en la carrera. Escuché un restallido metálico a nuestras espaldas, detalle que se le debe haber escapado a Papadimos. El filo asesino voló en mi dirección, pero con un movimiento magistral salvé el pescuezo. Aparentemente mi compañero no tuvo la misma habilidad, pues vi su cabeza rodar frente mío con una mueca de dolor de esas que uno pone cuando le arrancan la cabeza. Dios lo tenga en la gloria. - Dijo haciendo un ademán con la mano mientras miraba al cielo y esbozaba una mueca solemne y retorcida.

- Lo siguiente fue una carrera por la vida de mis compañeros y mi señor. Corrí tan rápido que para cuando paré no tuve fuerzas para volver al lugar. De manera que me recosté en una columna a descansar. - Dijó para terminar aquel relato horrendo y fantasioso, que dificilmente alguien le creyera.