Partida Rol por web

- Durius no deja de sufrir extrañas transformaciones. Sus ojos se vuelven negros o rojos, sangran. Sus músculos se han hinchado y deformado hasta extremos grotescos. Su encorvada postura recuerda a un murciélago carente de peso. Sus ropas están empapadas en repulsivos fluidos negruzcos...

- Y ahora su piel se vuelve de un saludable color sonrosado, al tiempo que el aire llena sus pulmones y su corazón late con fuerza. Enrietta está lo bastante cerca para escucharlo latir.

- Pero inmediatamente comienza a supurar más horribles fluidos por nariz y oídos. Parece una negruzca pasta viscosa que recuerda a negras entrañas descompuestas y licuadas.

- El aire en las Mazmorras parece rielar y todo el lugar parece volverse extraordinariamente oscuro, como si las antorchas en las paredes estuvieran envueltas a su alrededor en un halo de negrura del alma.

- Todo el suelo alrededor de Durius y el cadáver del Koldun al cual está sólidamente unido a través de sus afilados colmillos parece manchado por una negra sangre descompuesta. El aliento parece espeso y sobre cada superficie flotan volutas de vapores sinuosos. Todo parece tomar un aspecto irreal, casi onírico.

- Toda la piel y la armadura de Durius parece bañada en una capa de sangre negruzca.

- El cadáver del Koldun se ha ido resecando hasta no ser más que una tensa capa de piel, casi cuero, pegada a los huesos antiguos. La armadura de planchas y planchas de viejo hierro del Koldun se agrieta y deteriora a ojos vista, parece a punto de desmoronarse y convertise en polvo.

- No cabe duda de que son dos seres antinaturales, y que lo que está ocurriendo ahora es aberrante y antinatural incluso entre seres como ellos.

- A oscuras, con la monstruosa hacha de batalla aún sujeta a la espalda, lastimado y portando un casco cónico de acero con protector nasal, y una pesada y densa túnica de mallas llevada sobre un grueso chaquetón acolchado, desciende la escalera desde la trampilla que da al Patio el guardia feudal Tomescu.

Se trata de uno de los protectores de Dama Radovina, al igual que Schaar Dvy.

- El hombre no mira siquiera por donde va y casi choca de bruces contra el Lacayo Mikail, que prestamente se interpone en su camino al pie de la escalera, llevándose las manos a las ropas, donde tal vez oculte un arma corta.

Aunque no veía lo que estaba pasando sólo escuchar a Durius y los demás, los extraños ruidos y gemidos, hacían que la imaginación de Mikail volara, produciéndole una desagradable sensación de vértigo. En ese momento apareció Tomescu, casi chocando con él.

- No...no puedes pasar. El Primer Caballero ha dado órdenes expresas de que nadie...le interrumpa.- El rostro de Mikail se había vuelto cetrino y su rostro se retorcía en una mueca de desagrado.- Si es algo importante dímelo y se lo transmitiré yo mismo.- Repitió como un loro pues ya le había dicho lo mismo al guardia ducal Istvan e incluso Durius había advertido al Capitán Ferenk Zarak de que necesitaba calma. ¿Es que ninguno de los dos se había apostado a la salida para impedir que nadie pasara? Mikail, siempre en guardia, entrecerró los ojos observando con detalle al guardia Tomescu. 

- Extrañas energías esotéricas brotan del cuerpo reseco y marchito del decapitado Koldun hacia el hinchado y encorvado Durius de ojos negros. Aunque toda la zona entorno a Durius y el Koldun está manchada de sangre negra y pútrida, no brota más sangre ni otros fluidos corporales del cuerpo de Durius, quien parece totalmente absorto y congelado, una enigmática sonrisa asomando a su rostro expectante.

El veterano guerrero se saco el yelmo y se lo puso debajo del brazo, allí hacia mucho calor en comparación. Asintió a lo dicho por Mikail. No tenía ningún interés en hablar con el primer caballero. El motivo de su mandado era otro.

-Vengo a ver al Caballero Schar, El capitán Fenrek ha atendido la petición de mi señora para cruzar unas palabras de primera mano y ver como se encuentra- sus ojerosos ojos miraban cansados por encima del hombro temiéndose lo peor- ¿podria ser posible echar un vistazo sin molestar a Durius? Después vendrá ella cuando todo esté más calmado, pero quisiera prevenirla de lo que verá.

Mientras hablo con él me apoyo en la pared, esperaba que Mikail me permitiera el paso, nunca he tenido problemas con él y siempre me ha parecido un hombre razonable. No estaría desobeciendo una orden siempre que no molestara a Darius.

- Imposible.- Contestó Mikail haciendo aspavientos con las manos. Conocía perfectamente las mazmorras y no sería posible pasar sin que Durius se percatara.- Vamos Tomescu, no me jodas. El Capitan sabe perfectamente qué órdenes ha dado El Primer Caballero. Ahora no puedes pasar.- El rostro de Mikail se torció en un gesto de amargura pues, aunque no lo había visto, había escuchado el aciago destino de Schaar.- A pesar de su traición Schaar está vivo...- Sólo pensar en una vida así le hacía aflojar el vientre.-...ahora Carcelero se ocupará de él. Si el guardia era listo no haría falta decir más.

Permanecí inmóvil contemplando la grotesca escena que sucedía ante mis ojos. Se trataba del momento culminante de todo el horror que había presenciado en mi vida. Confirmaba la verdadera naturaleza de mi amigo Durius y reafirmaba tanto mis hipótesis sobre la sangre de los seres sobrenaturales de Transilvania como la realidad de la búsqueda de poder. Crueldad, ansias de sangre, violencia extrema... Transilvania era eso, un lugar dominado por los más bajos instintos del ser humano. No dejaba de preguntarme si de verdad merecía la pena tanto sufrimiento por una tierra maldita y un poder emponzoñado, pero igualmente no podía dejar de mirar, motivado a la vez por la curiosidad y el horror.

El ritual parecía ser eterno, y cada transformación resultaba más inesperada que la anterior. Sentía que podía estar perfectamente ante mis últimos momentos de vida, que aquella bestia podría dominar la voluntad de Durius y después matarnos a todos. Sin embargo, mi corazón albergaba aún la esperanza de poder volver a conversar con Durius, que todo volviera a ser cómo antes... bueno, quizás no exactamente igual, pero al menos parecido.

Lo peor, no obstante, no era la sensación de una muerte inminente, sino la certeza de que jamás abandonaría ya Transilvania. Mi destino se estaba sellando de forma definitiva, mis anhelos de regresar a mi Baviera natal se desvanecían y un grillete imaginario se iba cerrando sobre mi cuello...

Carcelero contempla impertérrito la escena. Sus ojos se mueven inteligentes en sus cuencas, desde Durius hasta Masserak, desde Masserak hacia Durius. El cuello no bascula acompañando los movimientos de los ojos. El tronco no se mueve. Los brazos, inmóviles. La mano derecha sujetando la maza.

Esperar.

Siempre ha hecho una virtud de esperar.

Arrodillada cerca de él contemplo horrorizada sus cambios, buscando en cada momento a mi señor, a mi amor. Confiando en mis instintos, impelida por una voluntad que está por encima de todo. Mis ropas se empapan en los fétidos fluidos, pero no me importa. Sólo tengo ojos para él... los instantes se alargan en medio de una irrealidad que me envuelve, que hace que mi corazón lata al unísono con el latido que, estoy convencida, oigo palpitar brevemente en él.

- No te rindas, amor mío, no te rindas...-repito en voz baja una y otra vez.

Asiento esta vez más lentamente como queriendo digerir un trago demasiado amargo par ser verdad. No me puedo creer que Shcar sea un traidor, simplemente no me lo puedo creer. Sin embargo insistir en el tema es un riesgo que no puedo tomar ahora mismo, no tanto por mí, sino porque represento a mi señora. Los traidores siempre dependen del lado vencedor en el que se cuente la historia.

Dejo escapar un largo suspiro antes de hablar.

-Lo se Mikail, por favor, no me lo tengas en cuenta por intentarlo, ha sido todo tan confuso...- me masejeo las sienes intentando pensar, lo bueno es que el carcelero lo mantendría con vida lo máximo posible, lo malo, que el carcelero lo mantendría con vida lo máximo posible...-  no se que hacer.

Eso último lo digo más para mí que para nadie, me despido con la mano y una cansada sonrisa, mientras me coloco el casco de nuevo y enfilo las escaleras hacia arriba.

- Durius aparta la boca de la ruina esquelética que es el cuerpo decapitado del Koldun y se incorpora. Todo su cuerpo está manchado en sangre negra.

- La armadura del Koldun parece desintegrarse, convertida en limaduras de hierro y polvo de óxido.

- El cuerpo esquelético aguanta apenas un segundo más, antes de convertirse definitivamente en cenizas, destruido para siempre. La cabeza que Enrietta sostiene en una tela deja de repente de tener peso, convertida también en sólo cenizas.

- ¿El Koldun ha dejado de existir?

- Durius está imposiblemente inflado, con una musculatura grotesca, aunque su piel es saludable y sonrosada, y parece incluso respirar con normalidad. Es la misma imagen de la vida. Excepto por sus ojos completamente negros y antinaturales. Ojos capaces de penetrar en la oscuridad y de ver con la misma claridad con la que unos ojos humanos ven a la luz del día.

- Sobrecogido, Tomescu se apresura a abandonar las Mazmorras.

Durius se separó lentamente del cuerpo del Koldun. Su sangre, algo jamás probado y que nunca volvería a repetirse, un placer inigualable. Se alzó en toda su altura. Allí permanecían todos los suyos. Una sombra presurosa, la de Tomescu, se escabullía. Una fuente de rumores y medias verdades cuando no mentiras alejándose para informar al Castillo.

Sonrió.

La lucha había sido una confrontación de voluntades y la suya había prevalecido, pese a su aparente debilidad frente al ancestral ser del cual no quedaban sino cenizas. Se sentía fuerte, vivo, incluso más que cuando fue humano en un pasado no tan lejano. Pasó sus manos por el rostro, retirando la suciedad de aquel perverso líquido amniótico en el que nacía como un vampyr distinto y su mirada recorrió suavemente los rostros de todos y cada uno de los presentes.  De un modo u otro, todos serían premiados.

-Soy yo -murmuró con la voz sedosa que lo caracterizaba-. Soy yo. Durius. Traed cubos para que pueda lavarme. Aún resta mucho por hacer en esta noche hasta que el alba despunte. Mikail, Vasilov, Enrietta, apresuraos -una nueva sonrisa floreció entre la suciedad, una dentadura blanca como al nieve en medio del negro icor.

Mikail al escuchar su nombre asomó la cabeza temeroso de lo que pudiera ver.

- Sí, Señor.- Miró a sus dos compañeros y se apresuró hacia las escaleras para salir al patio a por agua para que Durius se lavara.