Partida Rol por web

Iacobus sacudió la espada Basarab, se sacudió, y salió al patio de armas.

- ¡¡Decidlo con todas las letras, maldito sea!! – gritó – ¡¡Que Durius de Slobozia intentó matar a Iacobus Radoslav para silenciar su propia deshonra!!

El caballero de los Cárpatos, cubierto de sangre y con una espada Basarab, ¿Qué es lo que esta pasando? Como podía ser que el primer caballero de la corte intentara matar a otro caballero, ¿cual era la deshonra de la que hablaba  Iacobus? El petimetre no daba crédito a lo que estaba ocurriendo. Primero un grito, luego una petición de ayuda, y finalmente su amo cubierto de sangre. Mi caballero, soy  Flaviu, vuestro escudero. ¿Os puedo servir de alguna ayuda? Tenía demasiadas preguntas y demasiadas conjeturas de lo que podía haber pasado,  pero espero la respuesta de su amo si es que este quería contarle algo, espero junto a  la puerta por la que iba a entrar, siguiendo a Zort y al mayordomo.

Se había olvidado de la petición de ayuda de Zort, lo primero era ayudara a su señor.

PATIO DEL CASTILLO:

- Hace bastante frío en esta noche de invierno transilvana.

- El patio está iluminado por la luna, las estrellas y alguna antorcha sujeta a los muros.

- Innya sale de las cocinas y ve al Mayordomo (ahora Chambelán) Otto, sujetando por las riendas al caballo de monta en el que ha llegado hace poco de la ciudad. Cerca suyo está el anciano Zort Dravescu el Emisario.

- A medio camino hacia los aposentos privados de Durius de Slobozia está el Escudero Flaviu Krevcheski, que acaba de decir algo que Innya no ha alcanzado a escuchar bien.

- Y entonces Innya le ve, al Caballero de los Cárpatos. Su pesada armadura de caballero totalmente cubierta de sangre y entrañas, su espada en la mano, roja de sangre de la punta a la empuñadura.

Innya iba corriendo con la respiración agitada por la carrera cruzando el patio en dirección a los aposentos de Durius de  Slobozia para encontrar a alguien que le dijera sin miramientos donde se encontraba el dormitorio del dichoso Maserrak. Por el camino se encontraba Flaviu diciendo algo que ella no llegó a entender.

Quizás él sepa dónde está... dioses van a castigarme por ser una inútil. Eso o me echan, una de dos.

Iba hacia Flaviu cuando reparó en la ensangrentada figura del caballero Iacobus, dejando un leve reguero sanguinolento en torno a su figura sobre el suelo.

Innya, presa de un pánico quiso alejarse, teniendo como consecuencia un resbalón sobre el helado terreno cayendo al suelo temblando de pies a cabeza. Su mente le gritaba que echara a correr, su deber le exigía cumplir con su trabajo y alejarse del caballero, mas su cuerpo no respondía sacudido por temblores de un terror absoluto.

Zort giró un segundo antes con continuar hacia la habitación de Zuyla. Allí estaba el caballero de los Cárpato. Bañado en sangre? Entrañas? Ya era algo común al parecer. Pero en aquel momento no importaba nada, solo volver al lado de su hijo.

- Zort Dravescu vuelve a su habitación.

- Dagu el Joven sale corriendo de las cocinas y llega al Patio del Castillo.

DAGU EL JOVEN:

DE MADRUGADA.

PATIO DEL CASTILLO:

- Tres Guerreros de Sangre salen al Patio del Castillo en esta gélida noche transilvana de invierno.

- El Patio está iluminado tenuemente por la luna en cuarto creciente, las estrellas y algunas antorchas sujetas a los muros.

- El Guerrero de Sangre del Duque que va en cabeza es el jefe de todos ellos, Farkas Deli. Porta una espada ancha desenvainada en la mano derecha y viste pieles de oso negro y una pesada túnica de mallas con capucha y mangas largas que le llega hasta los pies. Sus dos acompañantes gruñen como fieras, no portan armaduras y llevan al cinturón sendas mazas con púas. Ambos hacen gestos raros con las manos.

- Los guerreros ven en el lado Oeste al nuevo Chambelán, Otto de Sajonia, que sostiene a un caballo de monta de las riendas. El caballo se pone nervioso. El Chambelán va vestido con ropas de abrigo y lleva una daga envainada colgada al cinto.

- En el lado Sur del patio están la criada Innya y el peón Dagu. Ambos van vestidos con ropas ligeras de poco abrigo.

- En el lado Norte está el Caballero de los Cárpatos, con su pesada armadura de caballero de placas y mallas embadurnada por completo de sangre y entrañas. Porta en la mano una espada ancha recubierta de sangre fresca desde la punta a la empuñadura. Al cinturón, envainadas, porta una espada ancha y una daga.

- En mitad del patio, entre el Caballero Iacobus y el Chambelán, está el Escudero Krevcheski, vestido apresuradamente con ropas de poco abrigo y botas, y portando una daga envainada al cinto.

FARKAS DELI:

- Buena parte de la sangre que recubre al Caballero de los Cárpatos es humana, pero también hay una buena cantidad de la deliciosa sangre de los vampiri...

- El aroma es embriagador, y enloquecedor...

Farkas salió al patio del Castillo con la espada en la mano esperando encontrarse una pelea o alguna fuerza invasora que estuviera intentando tomar el castillo, pero tan solo se encontró con unos pocos de los ocupantes del castillo y por lo que parecía la mayoría habían llegado allí por curiosidad, mal vestidos y recién levantados. Tan solo Otto de Sajonia y el Caballero de los Cárpatos parecen estar preparados para estar en el exterior en la noche y en ellos se centra la mirada de Farkas, intentando comprender que hacen allí, uno con un caballo y otro recubierto completamente de sangre. Sea lo que sea parece que el Caballero Iacobus Radoslav tenía las respuestas que Farkas estaba buscando.
Con paso decidido y sin dejar de mirar a todos los lados se acercó al caballero ignorando al resto de los que estaban reunidos en el patio y se detuvo a varios metros de él.

-¿Que pasa? ¿Que es todo este alboroto? ¿Alguien nos ataca?

Pasara lo que pasara parecía que el caballero había terminado con el peligro pues no parecía que hubiera más movimiento o él estuviera inquieto por un ataque. Además la cantidad de sangre y vísceras que chorreaba de la espada y su armadura era demasiado abundante para pertenecer a un solo individuo. Farkas esperó la respuesta sin perder detalle de todo lo que estaba sucediendo a su alrededor.

El olor de la sangre era tan fuerte y embriagador que Farkas tuvo que detenerse a varios metros para poder soportar aquello sin perder el control sobre si mismo. La sangre fresca de vampir le estaba haciendo enloquecer y por momentos su impulso primario era el deseo de saltar sobre Radoslav y lamer toda aquella sangre. Se preguntaba de donde había salido tal cantidad de vísceras y sangre.

Iacobus parecía incapaz de contestar a Flaviu. O es que no quería hacerlo, y había reservado sus palabras para otro momento. Sus ojos, dos puntos de oscuridad, ardían con una furia de pesadilla a la que difícilmente podían sostenérsele la mirada. Pero fue cuando apareció el Farkas que el caballero de los Cárpatos habló, por fin.

- Alguien me atacó a mí. Y ese alguien fue Durius de Slobozia.

No había ni una pizca de humor, ni de ironía, ni de nada que no fuera una seriedad que avasallaba todo cuando había a su alrededor.

- Ocho a uno, él y su séquito. Encerrándome en el interior de sus aposentos, a los que había ido para advertirle sobre su mayordomo y lo que fue visto en los barracones de soldados - las palabras de Iacobus destilaban furia, como si todavía no pudiera creerlo. Y es que no lo hacía - Ordenó matarme por ello. Como si no pudiera intentar otra cosa para cubrir su deshonra. ¡Joder!

Lo peor, él sabía, era que ahora le esperaba una guerra. Lo de Durius había sido una estupidez. Esto iba a ser un desastre.

El rostro de Farkas no cambio durante la exposición de los hechos de Iacobus como si no se sintiera ni impresionado ni sorprendido. Había presenciado y protagonizado matanzas y asesinatos y estaba acostumbrado a proteger al Duque de las conspiraciones de otros rivales o de ejecutarlas. Las muertes entre los mandatarios magyares no le eran desconocidas, aunque normalmente solían pertrecharse con más discreción. En este caso y si Iacobus no mentía parecía que la jugada contra el Caballero había salido bastante mal.

Demasiado tiempo de paz no es bueno para los guerreros, al final acaban pasando estas cosas.

Por eso el Duque siempre mantenía a su lado a sus Guerreros de Sangre y por eso ellos siempre permanecían en guardia. A Farkas tampoco le importaban mucho los motivos que tuvieran unos y otros para matarse entre ellos, pero ambos eran hombres del Duque y aquello debía resolverse cuanto antes y con la mayor discreción posible. Miró al Caballero Iacobus y sonrió para sus adentros. Aquel hombre era un depredador, como él y sus compañeros, y aunque nunca lo había visto luchar era obvio que habían subestimado sus fuerzas. Aunque fueran simples criados o gente sin preparación para la guerra ocho era un número considerable.

-¿Queda alguien vivo allí?

Preguntó señalando a la puerta de los aposentos de Durius y su séquito. La cantidad de sangre y vísceras no hacía prever que hubiesen quedado supervivientes.

¿Alguien más a parte de los presentes ha presenciado la lucha o sabe algo de todo esto?

Al decir la última frase no solo miró a Iacobus sino que su mirada fue pasando uno por uno por todos los que estaban presentes en el patio. Debía actuar con rapidez antes de que la noticia se propagara como un incendio por el castillo. No quería que un escándalo así salpicara a su Señor.

Ante la ensangrentada presencia del Caballero de los Cárpatos el mayordomo se quedó completamente inmóvil perdiendo así de vista a Zort que espoleado por la preocupación se internó de nuevo en el castillo. Los problemas se multiplicaban a una velocidad pasmosa y todos ellos acompañados de sangre. Sangre por todas partes.

- “Y vísceras…”- pensó al ver restos sólidos en la armadura de Iakobus. En su recuerdo aquella noche quedaría como una de las peores noches de su vida. Una noche en la que tal como iba la cosa no conseguiría ni un instante de descanso.

Palmeó el cuello del caballo que se mostraba incómodo ante lo que Otto parecía estar acostumbrándose. Y al ver al guerrero de sangre de su señor recordó y pensó en que la dantesca escena que tenía delante y la que debería haber en los aposentos de Durius seguramente no fuesen ni la mitad de repulsiva que alguna que otra que ya había presenciado…

Con templanza. Sin mostrar más emoción que algún autoritario tirón para que el caballo se estuviese quieto respondió a las cuestiones de Farkas.

- Sobre este asunto no sé nada más que lo que acabo de oír.- Debía darse prisa si no quería que hubiese más desgracias.- Nada puedo aportar y a la luz de los hechos como comprenderá hay mucho que hacer, así que si me disculpáis…- Esperaba que entendiese a qué se refería. Era imposible que no lo supiese siendo al mayordomo a quien llamaban para solucionar todos los problemas. El mismo interrogador le había llamado no hacía mucho.

- Noble Flaviu, ¿me haríais el favor de llevar el caballo a las cuadras?- Se lo pidió al ver que Innya temblaba en el suelo.- Por favor.

Sin esperar su respuesta y dejando las riendas en el aire para que él las cogiera el mayordomo corrió hasta Innya.

- Guarda la compostura, muchacha- intentó calmarla. Se quitó la gruesa capa y la puso sobre los hombros de la mujer, aunque bien sabía que sus temblores no se debían al frío.- Vete a descansar, no te preocupes. Yo me encargo de todo. Y recuerda lo que te aconsejé cuando nos conocimos. Mañana habrá pasado todo.

La ayudó a ponerse en pie y acuciado por el frío que hasta hacía nada había conseguido mantener a raya se adentró en el castillo teniendo como destino la cocina.

Las palabras de Otto, junto a sus vestimentas y el caballo indicaban que ciertamente acababa de llegar de algún menester que Farkas desconocía, pero era uno de los hombres de confianza de su Señor y no tenía ningún motivo para desconfiar en su palabra. Sin embargo Farkas no aceptaba el proceder del Chambelán, por desgracia aquel asunto era demasiado complicado para dejar sueltos testigos incómodos y aquellas decisiones no le competían. Hizo un gesto autoritario con la mano intentando detener a todo el mundo.

-Esperad Chambelán. La mujer y el niño - Dijo señalando a Innya y Dagu - se vienen conmigo al Salón Principal.

Farkas se giró hacia el Caballero Iacobus.

-Si no le importa debería acompañarme, junto con su escudero. Y decirme si hay alguien fuera de esa habitación o que no esté en este patio que haya podido oír o ver algo.

La petición a Iacobus y Flaviu tuvo la cortesía debida a un caballero del Duque pero el tono dejaba entrever que no pensaba admitir un no por respuesta. Si Iacobus no tenía nada que ocultar y era fiel a su Señor no tendría reparos en acompañarle, si no quizá estuviera ocultando alguna intención oculta, al fin y al cabo había admitido el asesinato del Secretario personal del Duque y de todo su séquito.
El Duque debía saber todo lo sucedido de primera mano y poder contar con todo aquel que pudiera irse de la lengua a ser posible.

-Chambelán puede acompañarnos si quiere o solucionar el "problema" en aquellas estancias. Dijo Farkas refiriéndose a los aposentos de Durius y sabiendo que Otto estaba capacitado para ello. Confiaba en su competencia, discreción y lealtad al Duque. Yo me encargaré de que nadie más resulte implicado por accidente o le molesten.

Se volvió a uno de sus hombres y le gritó rápidamente una orden, casi como si le gruñera.

-Zador. Quédate aquí fuera vigilando la puerta de los aposentos de Durius. Que nadie entre ni salga, tan solo el Chambelán o quien él te diga.

Mientras Zador obedecía y se dirigía a montar guardia en el exterior de la puerta para evitar que nadie más entrara o saliera de allí, Farkas esperó a que el resto de los presentes tomara camino hacia el Salón Principal o que el Caballero Iacobus tomara alguna otra decisión, pues realmente en sus manos estaba lo que pasara a continuación.

- Por supuesto- respondió dándose media vuelta. A pesar de la cercanía no se había percatado de la presencia de Dagu hasta que Farkas lo había nombrado y ahora era otro más del que debía preocuparse.- Innya, por favor, acompaña a Farkas al salón. Como ya te he dicho me encargo yo de todo. Tú también ve con ellos Dagu.

El mayordomo se giró hacia el guerrero de sangre. No era momento de hacer juicios prematuros, de dejarse llevar por suspicacias o rencores. Lo más adecuado era mantener la cabeza fría controlando las emociones y era lo que el mayordomo intentaba hacer empeñando en ello todos sus esfuerzos. Eso y evitar los temblores por el frío ahora que no tenía una capa con la que cubrirse.

- Iré preparándolo todo. Tan pronto esté listo me reuniré con vos en el salón para aclarar lo ocurrido- añadió antes de dirigirse a la carrera a las cocinas. Esperaba que esta vez no se lo impidieran.

El contacto y la voz del mayordomo rompió la burbuja atemporal que envolvía a la aterrorizada criada que apenas acertó a disculparse en voz baja, con los dientes castañeando por el frío pese a que el pánico no la dejaba sentir realmente las bajas temperaturas. El mayordomo Otto la había cubierto con su capa y la escarcha que adornaba los cabellos oscuros de la mujer se derretían al caer la capa gruesa y pesada.

¿Seguirle al salón? ¿pero por qué?, en su miedo se abrió paso la preocupación sobre el por qué el caballero Iacobus se encontraba ensangrentado y la preocupación de por qué su querido sobrino había de ir también junto a Farkas.

Se sentía desorientada y le daba la impresión de que todo le daba vueltas.

-Dagu, ven- abrió la capa acogiendo a su sobrino protegiéndolo del frío y de alguna manera del resto, aunque esa sensación de seguridad fuera falsa.

Examinó a Farkas vacilando, pero obedeció guiando a su sobrino con ella hacia el salón.

- "Graurrrgg..." -