Partida Rol por web

- Casi a la carrera, el Lacayo Vasilov cruza el Patio del Castillo y entra en la Sala de Estudio.

DECIMA HORA DE LA NOCHE.

NOCHE DEL CINCO AL SEIS DE MAYO DEL AÑO DE NUESTRO SEÑOR DE NOVECIENTOS CINCUENTA Y OCHO.

- El Guardia Tomescu sale al Patio sujetando con firmeza su hacha de batalla de dos manos.

- Parece que llueve con menos intensidad y hace un poco menos de frío.

- Divisa a dos guardias acobardados junto a las puertas cerradas del Castillo, pero no se ve nadie más en ninguna parte.

Confirmado que todo está correcto, espero unos minutos para asegurarme y tras aguantar las ganas de ir a hablar con los guardias, vuelvo a entrar por la entrada trasera del Ala de invitados.

- El Guardia Tomescu regresa al corredor de las Estancias de Invitados.

PASADAS LAS DIEZ DE LA NOCHE.

NOCHE DEL CINCO AL SEIS DE MAYO DEL AÑO DE NUESTRO SEÑOR DE NOVECIENTOS CINCUENTA Y OCHO.

- Llueve y hace frío, pero de forma bastante menos intensa que antes. Es obvio que la tremenda tormenta ha amainado considerablemente.

- Dubieta sale al Oscuro Patio, donde no se percibe ya ese aura estremecedora y pavorosa de poco antes. Sin embargo, hay en el ambiente un aura de una nueva amenaza o peligro, pero no para Dubieta, al menos no de momento. Otra persona es la que está en peligro.

- Al salir, Dama Dubieta ha comprobado que, en efecto, la puerta que conduce al pasillo de las Estancias de Invitados se puede atrancar por dentro. Aunque no es una puerta que no se pueda derribar, ciertamente.

- El Guardia Tomescu y Lindor de Slobozia salen del corredor que conduce a las Estancias de Invitados, y llegan a la altura de Dama Dubieta en el Patio del Castillo.

- Parece que llueve menos y hace menos frío que antes. La tormenta está amainando.

- También ha desaparecido en buena parte la sensación de terror sobrenatural que impregnaba las propias piedras del Castillo.

- Sin embargo, hay algo inquietante, como una furia creciente acumulándose en algún lugar del Castillo.

DUBIETA:

- Sientes un agonizante dolor en el pecho y el abdomen, acompañado de la sensación fría del acero, como si te estuvieran clavando lanzas y espadas en abdomen y pecho.

- Presientes que Schaar Dvy está a punto de morir...

Otra vez. Otra vez...

Pese a que la tormenta disminuía la lluvia era suficiente para empaparles si seguían como estaban, parados y a la espera. Había advertido a Tiberiu que no se alejara de ella pero, al salir al exterior impetuosamente, se quedó atrás. Cómo había hecho por salir y dejarlos atrás era todo un misterio. Debía sentirse inexplicablemente valiente e inconsciente para salir sin su guarda y dejar atrás a Tiberiu. Pero no era nada que no tuviera solución.

En unos instantes se unió a ella Tomescu y Lindor, por lo que seguidamente no dudó en llamar a su hijo y prima tras avanzar y sujetar la puerta antes de que se cerrara. Debían moverse, no podían permitirse ser un blanco fácil para cualquiera que tuviera malas intenciones, especialmente para con ellos.

- Radovina. Tiberiu -Estiró su mano esperando que su pequeño la tomara y al fin poder dirigirse al salón principal, y entonces...

Un dolor atroz casi hizo que cayera arrodillada. Dolía tanto... Sentía la muerte acercarse, una lejana y a la vez muy íntima. Iba a morir y estaba lejos, y a la vez tan cerca.

- No, no, no... -Una rabia sin igual se dibujó en el rostro de la siempre hermosa dama, y ahora más que nunca su mirada se perfilaba letal, implacable y dispuesta a dejarse llevar por todo aquello por lo que había evitado ser. En sus ojos el reflejo de lo más importante de su vida la hicieron fuerte, dolida pero fuerte.

- Tiberiu -dijo en apenas un susurro pero con decisión renovada. Estaba recomponiéndose de lo físico para intentar soportar lo espiritual. Si lo peor sucedía...

- Date prisa.

DAMA DUBIETA:

- La visibilidad es casi nula ahora que la tormenta está amainando, ya que es noche cerrada y todas las antorchas del Patio se han apagado.

- Tiberiu no te responde, no sabes dónde se ha metido.

- Schaar está cerca, en algún lugar hacia el frente y a la derecha de tu posición actual, quizá bajo tierra. Está agonizando...

- Es noche cerrada cuando Mikail sale apresuradamente al Patio del Castillo. Procede de las escaleras que bajan directas a las Mazmorras y parece bastante agitado.

- La tormenta está amainando, pero las antorchas se apagaron hace horas debido a la lluvia y apenas se ve nada.

- Sin embargo, en el Patio Mikail cree intuir las siluetas de Dama Dubieta y su guardia personal Tomescu, y detrás un crío o criado.

Sin saber muy bien porqué, más bien como acción automática e instintiva, me acerco a la dama y llevo mi mano rápida como un rayo a mi hacha. Tras un momento de duda, ceñudamente miro para todos lados.

Detrás mía, Dubieta se arrodilla en el dintel de la estancia de invitados llamando a su prima y a su hijo. Estaba de espaldas al guardia pero notaba su sufrimiento ¿que pasaba? El fiel Tomescu sólo podía permanecer firme a su lado con la determinación de una montaña.

Juntos avanzan por el patio en dirección al salón principal.

No había tiempo para detenerse así que el lacayo se apresuró hacia los aposentos de Maserrak. 

- Corriendo desde el pasillo de las Estancias de Invitados llega Tiberiu, gritando asustado, aunque nadie alcanza a entender exactamente qué es lo que grita.

- Afuera hace frío y todavía llueve algo, aunque la tormenta de antes ha amaninado considerablemente. La noche es oscura, pues las antorchas que normalmente iluminan algo el Patio por la noche, hace horas que se apagaron y nadie se ha molestado en reemplazarlas.

- Sin detenerse a echar apenas un vistazo, rápido como una sombra, Mikail se desvanece por una salida hacia el Norte-Nordeste del Patio del Castillo.

- El Capitán Zarak sale de las Mazmorras, acompañado de Itsvan y Boru.

- En el Patio hace algo menos de frío y la tormenta se ha reducido muy considerablemente. Las antochas se apagaron de los muros hace horas, no siendo reemplazadas por nadie, y en todo el lugar reina la oscuridad.

- Pese a la escasa luz, los tres distinguen la blanca piel de Dama Dubieta, y junto a ella su guardaespaldas Tomescu, armado con una enorme hacha de batalla. Tras ellos, hay dos niños, uno claramente más pequeño que el otro.

¿Qué sucedía ahora? No sentía "la presencia" así que... No había tiempo, no podían esperar. La necesidad urgía a dejar atrás aquel punto y adentrarse en las entrañas del castillo, allá donde los condenados eran olvidados. Agarró la mano de su hijo y, mientras hacía lo posible por no enfadarse, escuchó el temor de su pequeño. Si su prima los seguía... mejor. No pretendía dejarla atrás pero no había tiempo.

Logró ver al lacayo de Durius entrar con rapidez en la estancia de Maserrak, detalle sin importancia exceptuando una rápida mirada a Lindor. Seguiría bajo su protección, por lo menos hasta saber en qué circunstancias se hallaban pues, inexplicablemente, el castillo estaba casi desierto. Tomescu infundía cierta seguridad, mucho más que todos los guardias ausentes. Si su padre estuviera vivo los desollaría para adornar el muro del castillo. Pero no había tiempo ni de pensar en incompetencias y cobardías.

Tiempo. Se quedaba sin tiempo. Lo sentía... Lo temía...

El rumbo a tomar no era el esperado. Su paso era decidido y a la vez apresurado, sólo obstruido cuándo al llegar a la entrada de las mazmorras se topó con el Capitán Zarak saliendo de ellas. Inhaló profundamente y retuvo su esperanza un par de segundos antes de soltar aire que amenaza con ser más gélido que el frío que los rodeaba.

- Capitán.

Un saludo sencillo.

DUBIETA:

- Su corazón se ha detenido. Su respiración ha finalizado, al menos por el devenir inmediato.

- El único consuelo es que las Puertas... Las Puertas del Infierno todavía no se han abierto. Para devorar por siempre jamás su alma condenada como la tuya.