Partida Rol por web

El Capitán saluda cordialmente a Durius cuando este entra en el salón, pero sin extenderse pues vienen mas invitados. Al poco rato aparece el Duque y capta una señal de uno de los guardaespaldas Magiares y procede a ordenar el cierre de puertas. A partir de ahora, o sucede algo realmente grave o nadie las atravesara. Eso es algo que sus hombres tienen aprendido a la perfección. De modo que no tiene que darles consigna alguna.

Tras el cierre de las puertas Ferenk posa su mirada en cada uno de los presentes. Esta convencido que nadie hará ninguna tontería en presencia de los mas que preparados guardaespaldas personales.
Pero aun así, ver las reacciones de los presentes le hará quizás tomar idea de sus intenciones.

Le sorprende observar que la mujer que se colo con unos niños mientras la comitiva llegaba esta sirviendo una copa al Senescal.

A paso tranquilo se acerca a la mujer y la pregunta en voz baja.

¿Acaso no te vi entrar hoy colándote en la comitiva?. ¿Como es posible que te hayas ganado el honor de estar ahora sirviendo a tan altos señores?.

Tras cerrarse las puertas, el Chambelán mira hacia su señor, e inclinándose brevemente, le susurra:

Mi señor, ¿quiere que empiece con las presentaciones?- le pregunta- han venido invitados que les interesará conocer- le dice, esperando su respuesta.

Justo cuando comienzan a cerrarse las puertas el Mayordomo Otto de Sajonia pasa al interior portando una copa en la mano.

El joven Lindor parecía nervioso, era un niño reservado y todo aquel lujo le abrumaba y asustaba por igual. Pero no había nada que temer, no importaba su origen humilde pues el mísmisimo Caballero Durius Tremere era su padrino y eso le elevaba por encima de la mayoría de los criados del castillo. Me agaché ligeramente para hablar con él en susurros.

- Observa y escucha, Lindor - susurré.- Esa es la clave... no tengas miedo, estoy aquí contigo.

La vida es, en esencia, un aprendizaje constante, y la del joven Lindor no era una excepción. Ya llevábamos mucho tiempo metiendo conocimientos en esa cabecita, era la hora de una clase práctica. Confiaba en que aquel encuentro con el Duque y demás celebridades se convirtiera en una valiosa lección para él, se puede aprender mucho de este tipo de reuniones.

Nos mantuvimos alejados, a la espera de que el Chambelán nos indicase dónde debíamos colocarnos, observando, calculando... Mi estudio me permitió darme cuenta de que el Capitán Zarak se acercaba a Innya y le decía algo al oido. No pude saber de que se trataba, me encontraba demasiado lejos, pero la expresión de su cara no cuadraba con aquel gesto, daba la impresión de que no tenía muy claro qué hacía allí Innya.

Enseguida todo quedó eclipsado por la repentina aparición del Duque, tan fantástica, tan teatral... Se decía que gustaba de esas demostraciones de poder y misticismo, parecía disfrutar con las reacciones de la gente. En cuanto hizo acto de presencia coloqué mi mano sobre el hombro de Lindor en un gesto afectuoso, no había nada que temer...

La voz del Duque es suave, pero dotada de una poderosa energía y resonancia que hace que se escuche con meridiana claridad en el silencio reinante en el salón.

- "Buenas noches, Chambelán. ¿El Senescal tiene preparados los asuntos a tratar? Oh, ahí veo a Otto. Acércate." -

Las puertas ya se estaban cerrando cuando el mayordomo pasó entre ellas. Su cara congestionada delataba el esfuerzo que había puesto en no quedarse fuera tan pronto había escuchado desde el otro lado del pasillo el quejido de los goznes. Su mayor preocupación en aquel momento fue la copa que llevaba, o mejor dicho su contenido, pero tan pronto se cercioró de que en la carrera nada se había derramado comenzó a darle vueltas a lo que casi había ocurrido.

En su situación muchos habrían pensado que aunque por los pelos, habían llegado a tiempo. Ese tipo de personas se sentía aliviada por el hecho de cumplir con su trabajo, dándoles igual las circunstancias. Otto, en cambio, no era así. No le bastaba con hacer su trabajo, además debía hacerlo lo mejor posible. Por eso una actitud que fácilmente podía calificar de inadecuada, impropia y a todas luces imperfecta, le resultaba vergonzosa.

- “Todo por una copa…”- pensó. Claro que de haber llegado sin ella su labor tampoco habría estado completa.

Intentó alejarse con discreción de la entrada. Su trabajo consistía en estar en un segundo plano controlando que todo salía bien. Pero en aquella ocasión su señor lo llamó y Otto sintió que todas las miradas se posaban en él. Aun así no se achantó, que no fuera lo acostumbrado no significaba que no pudiera desempeñar con soltura aquel papel.

- Mi señor- le respondió con una reverencia y se acercó al Duque con la copa en la mano. Esperaba que el detalle le complaciera a pesar de la impuntualidad.

- Justo a tiempo - pensó Schaar cuando vió como aparecía el Duque y se cerraban las puertas momentos después de su entrada en la sala.

Dada la categoría de su señora, no podía ser de otra manera, ya que no solía estar acostumbrada a esperar.

El Cabalero se situó tras sus señores, Dubieta y el pequeño Tiberiu, atento a todos los movimientos que se producían en el gran salón, espada al cinto.

Entro al salón acompañado de Maestro Maserrak. Mientras ingreso en la estancia, contemplo la hermosura y grandeza de lo que es el salón principal del Castillo: Los estandartes, los pendones, los muebles y el Trono, coronando con su majestuosidad todo aquel lugar. Quedo boquiabierto ante aquella escena, pues aparte de ser la primera vez que entro a aquella parte del Castillo, nunca había visto gente tan importante.

Miro a las personas ingresar, pues no conozco a casi nadie de ellos. Son personas distinguidas, elegantes o aguerridos dependiendo del caso. Sea como sea, son gente de mucho respeto que están muy por encima de mí. Las personas entran una tras otra a esta reunión, que parece ser de suma importancia. En un momento veo entrar a Durius, mi padrino. Es un hombre muy elegante y muy distinguido a quien me es imposible admirar más. Le debo todo lo que tengo y todo lo que soy, pues si no fuese por él estaría muriendo de hambre en algún callejón como mendigo o ladrón, dos de las pocas cosas que puede hacer para sobrevivir un campesino sin tierra que labrar.

Le veo entrar y parecen estar todos menos el Duque, cuando miro hacia el Trono y ahí lo veo sentado. Es como si hubiese aparecido allí mágicamente. Mi boca queda abierta unos segundos hasta que el sonido de las puertas cerrándose me saca de mi pasmo. El Maestro Maserrak pone su mano sobre mi hombro para darme seguridad, pero en este momento ya no siento miedo, sino fascinación. Es una curiosidad enorme y una admiración más allá de lo expresable. Quizás sea porque soy un niño, pero el hecho es que para mí él y Durius son dioses.

Luego habla con su voz, la que es extraña pues tiene una gran potencia a pesar de su suavidad. Se comunica con el Chambelán y un tal Senescal. No los conozco ni sé bien cual es su tarea aquí, pero no me costará mucho aprenderla. Aprendo rápido y todo esto comienza a interesarme mucho, por lo que me mantengo en silencio, siempre al lado del Maestro Maserrak, pero con mis ojos y oídos bien abiertos y susceptibles a captar todos los detalles de esta reunión y de quienes participan en ella.

MAYORDOMO OTTO:

- ¿Qué contiene la copa?

Si, mi señor- responde educadamente al Duque. No dudaba de que el Senescal tenía todo preparado para hoy... por su bien e indirectamente por el suyo- ¿quiere decirle algo en concreto?- le pregunta. No era extraño que el Duque pudiera añadir algo a última hora, aunque hoy no lo esperaba.

Por fin... ahí están.

La llegada de Dubieta, con Tiberiu y Schaar, arrancó un suspiro del pecho de Radovina, y un parpadeo suave. Aunque no había demostrado preocupación en absoluto, si alguien se hubiera fijado bien en ella se habría dado cuenta de sus repetidas aunque fugaces miradas a la puerta, miradas que acabaron con la llegada de los miembros de su Casa. Ahora, calmada y dispuesta, la joven se mantuvo a la expectativa.

La sorprendente aparición del Duque fue la segunda causa de que Radovina alterara su actitud, si bien también muy ligeramente. Sus ojos se entrecerraron, calibrando el modo en que se había producido la aparición.

Vaya... impresionante, sin duda. Muy impresionante...

- "Me gustaría un recordatorio de los asuntos a tratar, y también saber quiénes son nuestros invitados..." -

La mirada del Duque se centra un momento en cada una de las caras nuevas, deteniéndose finalmente en Innya con una media sonrisa.

Por supuesto, mi señor- el Chambelán hace un rápido gesto al Senescal, para que se acerque al Duque y pueda así contarle al Duque los asuntos que se debían tratar. Al fin y al cabo, él era el mas idóneo para ello.

"Que aparición más... Teatral. En fin, supongo que ahora como Duque puede permitirse ésos juegos. Pero por alguna extraña razón, no puedo evitar pensar que a Bistritz no llegó con tanta ceremonia..." pensaba con cierto humor irónico el mayordomo Valru. 

Aunque como correspondía, jamás expresaría éso. Se le habían negado muchas cosas, y no le quedaba más que amoldarse a unas nuevas circunstancias y un nuevo señor, por mucho que hubiera convertido su vida en un infierno en el pasado. Pero mucho se temía que siempre guardaría algo de rencor. 

El Senescal había agradecido el vino, y le había ordenado a Innya que se quedara a su lado. La muchacha lo hizo, sin dejar de mirar a un lado y a otro. Había visto la mirada de Durius, a quién había dedicado una sonrisa luminosa, contenta de ver al protector de su sobrino. Y después, también a éste con Maserrak.

Boquiabierta miraba el lujo que revestía a aquellos que iban entrando: las dos mujeres nobles, con telas y joyas casi tan bellas como ellas mismas, el jovencito Señor, los Caballeros... Pero todo quedó ofuscado, apagado de repente, cuando hizo acto de presencia el propio Duque. Precedido de los imponentes Guerreros surgió en su trono, como por arte de magia.

Tan abstraída estaba con la aparición que cuando el Capitán se acercó a ella para susurrarle acerca de su presencia allí, sirviendo a tan altos personajes, apenas pudo balbucear una respuesta.

-Yo... me aceptaron... el Mayordomo... para el serv...

No pudo seguir. Enrojeció como una amapola, y sus ojos se abrieron como platos cuando el mismo Duque Kadar, en persona, se fijó en ella. Y le dedicó una media sonrisa, que casi hizo que se desmayara.

El senescal inclina servilmente la cabeza cuando el duque pone sus ojos sobre él. Respira tranquilo, como cada noche cuando aparece, no importa cuán agobiado pueda estar durante el día, mientras él esté ahí podremos solventar cualquier problema. 

Tranquila. Solo me gusta estar al tanto de lo que ocurre en el castillo. No es nada personal. No te pongas nerviosa. Mi nombre es Ferenk Zarak, y soy el Capitán de la guardia y es por eso que me he acercado al verte sin saber quien eres. Puedes decirme quien te ha contratado y asignado este trabajo?, y que credenciales tienes para que te hayan contratado.

Debo hacer algo ya, como quieren que me encargue de la seguridad si permiten la entrada a gente que no conozco y que acaban de llegar al castillo sin informarme?.

El sargento Dominik está de pie, junto a su señor Durius . No dice nada, y mira a todas las personas con seria reconcentración

Se acerca un poco mas al duque y le susurra- la mujer morena que veis cerca de la mesa es la Condesa de Covasna, Dubieta Szantovich, viuda del Conde Radu Szantovich el menor. Tiene un hijo con aspiraciones a este feudo, concretamente el pequeño que esta cerca de ella, que se llama Tiberiu Radomir Szantovich.  El feudo no tiene mucho valor dada sus condiciones. Es un lugar prácticamente inhabitable. Usted la invitó precisamente porque ha considerado que la Condesa puede ser muy útil si logra casarla con el Caballero Durius de Slobozia. 

Tras decir esto, continúa- la mujer de cabellos dorados es la noble Radovina Szantovich de Bran. Ha llegado con el séquito de la Condesa. Tendremos que averiguar que intenciones tiene para con el gobierno magyar de Transilvania.

Por último, el hombre de pelo largo que se encuentra cerca de la Condesa es un Caballero sin tierras, Schaar Dvy. Sirve a la Condesa y parece ser que es su protector. 

Tras decir esto, calla, esperando las posibles preguntas de su señor.

La mirada del Duque abandona a Innya y se centra en el Senescal con un gesto de impaciencia, esperando a que le informe de los asuntos del día.