Partida Rol por web

- "Sí, Reverendo Padre." -

DIA SIGUIENTE.

- El carruaje eclesiástico del Padre Adelmus recorre los campos en dirección a la Gran Mansión de los Basarab.

- El Padre Adelmus regresó a su iglesia hace una semana.

HACE SEIS DIAS, OCASO.

- Servicios funerarios, sepelio y misa por el alma del difunto Lorand Teleki, Chambelán de la Corte y hermano menor del Conde Arszak Teleki, Conde de Calarasi.

- El Padre Adelmus oficia el funeral, con ayuda de su sacristán y de su monaguillo.

- Asistentes a la misa:

Nobles:

* Caballero de los Cárpatos.

* Schaar Dvy.

* Caballero Zuyla Dravescu.

* Capitán Zarak.

* Caballero Durius Tremere de Slobozia.

* Escudero Flaviu Krevcheski.

* Dubieta Szantovich.

* Tiberiu Radomir Szantovich.

* Radovina Szantovich de Bran.

* Senescal Jensi Stolnic.

* Zort Dravescu.

Asistentes que no son de sangre noble:

* Mayordomo Otto de Sajonia.

* Mayordomo Valru de Bistritz.

* Sargento Dominik.

* Maestro Maserrak de Flambeau.

* Lindor de Slobozia.

* Lacayo Bucur.

* Lacayo Gheorghe.

* Lacayo Mikail.

* Lacayo Papadimos.

* Lacayo Vasilov.

* Dagu.

* Visany.

* Guardia Tomescu.

* Diversos guardias y siervos de los séquitos Szantovich y Dravescu, así como media docena de guardias del Castillo a las órdenes del Capitán Zarak.

Un hombre de importancia en la Corte había muerto y es el momento de despedirlo como la religión actual lo manda. Nos reunimos en la iglesia ortodoxa, de la cual algo conozco, pero que según sé hace pocos años que se sigue en esta región. Supe que el Duque Kadar instauró que esa religión fuese la oficial y él mismo se convirtió a ella. Es interesante, pues en realidad no entiendo demasiado de la diferencia entre todas las religiones, solo sé que adoran a Dios de una manera distinta, como si él hubiese hablado unas palabras y muchos las entendiesen de maneras distintas.

Me mantengo en silencio, al lado del Maestro Maserrak de Flambeau, mientras la ceremonia prosigue. Nunca he estado en un velorio y no conozco el protocolo que hay que seguir. Por otra parte, solo soy un niño, Paje de la Corte, pero niño al fin y al cabo. Tampoco conocí al difunto, por lo que no soy lo cercano como para acercarme. Simplemente me quedo al lado de mi maestro y observo con atención y cautela, aprendiendo de todo cuanto puedo y siguiendo las instrucciones que se me brinden.

Cuando se me comunica que será el sepelio del Chambelán de la Corte y que debo de asistir al mismo simplemente asiento con la cabeza.

Cuando llega el momento me sitúo en la parte de atrás del templo. No conocía al Cambelán de la Corte. Tan sólo sabía que a partir de ahora el Mayordomo Otto ostentaría ese cargo y que Zort Dravescu el Emisario lo asistiría, o por lo menos eso había oido hablar a la gente. Si eso es cierto el Poder y la Influencia del Mayordomo Otto se vería incrementado con creces.

No obstante una duda planeaba sobre mi cabeza. Si el Mayordomo Otto iba a llevar a cabo las funciones del Chambelán, ¿quién haría las que ahora mismo llevaba el Mayordomo Otto? No creía que fuera posible que pudiera hacerse cargo de todo. Necesitaría más ayuda que la de Zort Dravescu el Emisario para llevarlas a cabo y pese a mi juventud creía estar preparado para poder ayudarle en tal cometido.

La noticia de la muerte del Cambelán nos pilla a todos por sorpresa y aunque no lo conociera personalmente siempre es una desgracia una perdida como esta y más de la forma en que se produjo.

Cuando llego al Templo veo que mi hermano acaba de llegar y se sitúa en la parte posterior del mismo así que simplemente hago lo mismo.

Una vez dentro observo a nuestro primo acompañado como siempre del Maestro Maserrak de Flambeu y así se lo indico a Visany.

Poco a poco van entrando el resto de los asistentes al sepelio.

Durius había entrado a la ceremonia con paso comedido, saludando a su paso a los ya presentes y pasó a ocupar el puesto que, como representante de Gyula Kadar, le correspondía. Si la muerte del Chambelán Teleki le había afectado de algún modo, era imposible descifrarlo a partir de su impasible rostro. Solo sus ojos habían parecido vivos y expresivos cuando se tropezaban con la mirada de alguien.

No obstante, el reciente deceso implicaba notables cambios en la corte, pues sus funciones no podían ser desatendidas y dada la importancia de las mismas, estas habían sido delegadas, siquiera temporalmente o quizás de forma definitiva, en otros, cuya posición así se había visto fortalecida en la Corte. Tales pensamientos lograron dibujar una vaga sonrisa en sus facciones. Transilvania y su Corte, pese al nuevo poder representado por el Duque, apenas habían cambiado. Una inoportuna muete, accidental en el mejor de los casos y que nadie habría de investigar, una consolidación de poderes y las consecuentes luchas intestinas por rapiñar la carroña. Los nuevos tiempos no parecían tan distintos de los viejos.

No le había pasado por alto la ausencia del Conde de Calarasi. ¿Falta de tiempo? ¿Desinterés por la muerte de su hermano menor? ¿Un velado insulto a la corte de Kadar? Tanto podía deberse a una razón como a otra. O a varias simultáneamente, pues no eran contradictorias entre sí.

La voz de Adelmus de Basarab resonaba entre los muros de la iglesia de Balgrad, sin que sus ecos e inflexiones lograran interrumpir la línea de pensamiento del secretario del Duque. Otra de las figuras que en el tablero transilvano gozaba de especial poder, un poder en ocasiones desperdiciado o mal gestionado. Y dueño de una sangre vieja proclive a los insultos, a la decadencia y a la prepotencia.

De mala gana asistió Zort a la Iglesia. No porque le desegradase el fallecido (al que solo vió un par de horas antes de su muerte) si no porque ya estaba cansado de lidiar con la muerte. Demasiadas veces había pasado ya por eso, y en algunos casos incluso, ni funeral había existido. Pero era un deber. Los ritos siempre fueron importantes, y mas aún en la Corte.

Pobre diablo... en paz descanse...

En aquella noche negra la figura imponente de Adelmus Basarab resaltaba en un lugar protagónico en el Altar Mayor. El cadáver de Roland Teleki yacía frente a él dentro del ataúd. Una extraña directiva le había prohibido realizar la ceremonia a féretro abierto, como era costumbre en el protocolo cristiano. Ese detalle no pareció perturbar los ánimos del  sacerdote carmesí, quién parecía muy compenetrado en su papel dentro de aquella velada gris.

Recitó de manera vigorosa una muy larga e igual de tediosa serie salmos y bendiciones dirigidos al alma del finado Teleki, a sus familiares y al resto de los camaradas que le sobrevivían y se encontraban presentes en el funeral. Sus palabras resonaban cargadas de consuelo y de paz, rellenando cada pétreo rincón del sagrado templo de Balgrad.

- Ahora, hermanos, quiero hablaros acerca de los que ya han muerto, para que no os entristezcáis como aquellos que ya no tienen esperanza...

Su mirada escudriñaba con piedad a los feligreses, reconociendo de manera impasible a una gran cantidad de nobles alineados bajo la bandera del invasor Kadar. La figura más eminente entre ellos era sin dudas el Caballero Durius de Slobozia, que se mostraba algo distante, contemplativo quizás. El sicario de las montañas transilvanas también se había dignado a respetar al difunto, obligado por sus amos sin dudas. Su sombría presencia era burlada por la pálida imágen de una dama indudablemente noble, que Adelmus no logró reconocer pero sí admirar por su insólita belleza.

- Llegará el día en que Señor mismo descienda del cielo con voz de mando y al clamor de las trompetas de sus arcángeles, y alzará primero a los muertos en Cristo, trayéndoles la Salvación. De sus tumbas marchitas levantará a quienes hayan negado su Palabra, pero habrán resucitado para la Condenación...

- Animaos, pues, los unos a los otros con estas palabras. Mientras seáis sinceros en vuestro amor por Jesucristo, nada habéis de temer, en vida o en muerte. La gloria eterna os aguarda junto al Señor.

Pero aquellos soporíferos recitados resultaron ser perecederos al final, como todo la vida, para la fortuna y reservado júbilo de todos los concurrentes. Cercanas las tres horas de comenzado el rito funerario, Adelmus se acercó solemnemente al sarcófago de Roland para ofrecerle un muy delicado beso a la madera oscura del ataúd, a falta de una frente mortecina sobre la cuál depositar sus generosos labios. Luego dió un paso hacia atrás y extendió su mano derecha, invitando a la concurrencia a despedirse del muerto de similar manera y en marcado orden.

Su voz volvió a elevarse entonces, esta vez en forma de canto sagrado que recibía a la gente que iba avanzando hacia el cajón. Adelmus demostró una afinación casi celestial, dominando una lengua desconocida por casi todos los presentes. Sus ojos permanecieron cerrados durante el resto de ese acto tan conmovedor. El religioso terminaba así por coronar aquella actuación de una manera dramática y sumamente sentida. Una bella forma de decir adiós...

Los funerales siempre son tristes eventos. Ver tantas caras deprimidas, llorosas e inexpresivas era algo a lo que me había acostumbrado con el paso de los años más la costumbre de dar mis condolencias a cada asistente que conociera al fallecido empezaba a hacerse repetitiva. Pero la labor que menos me agradaba era cavar la fosa donde iría el cuerpo del fallecido.

Una vez hube acompañado a los nobles a sus asientos para la ceremonia salí por la puerta trasera y cerré con cuidado pues el padre había comenzado a hablar. Avancé sin ganas hacia el almacén que había cerca del cementerio y cogí lo necesario. Con los años la velocidad con la que cavaba había aumentado pero la edad empezaba a hacer mella y por ello me costó más de la cuenta salir de dentro de la excavación pero como se esperaba de mi, la tumba estaba acabada antes de que acabara la misa. 

"¿Un accidente? Vamos Bucur no creerás eso..." Qué razón tenía yo... un funeral por alguien que no conozco, descanse en paz... por supuesto. Lo cierto es que la muerte es parte de esta tierra, sólo hacemos caso a este muerto porque era alguien en el castillo.

El lacayo siguió la ceremonia de manera servil al ritmo marcado por el sacerdote, pensativo, una vez terminada la ceremonia cuando todos los nobles habían acudido al féretro, Vasilov se aproximó murmurando una oración antes de regresar a su sitio.

"Posiblemente no lo fuera estúpido pero no deberías comentar el asunto a la ligera" Es que no queda respeto ni por los muertos, se meterá en un problema con sus comentarios. No tenía trato con Teleki, descanse en paz su alma.

Bucur permaneció en la zona asignada a los lacayos, siguiendo la ceremonia.

Este sacerdote... 

Finalizada la ceremonia se arrodilló y realizó otra oración antes de ponerse en pie, esperando la salida de los nobles.

- La voz del sacerdote carmesí resulta de una belleza ultraterrena. Tiene un talento asombroso.