Partida Rol por web

Tras cerrar la puerta Pavetta se quedó unos instantes escuchando el sonido del galope que hacía el brioso animal del Caballero al retomar su camino hacia el Castillo.

No estoy segura de haberme librado de algo. Si lo he hecho, me he librado de una buena...

Luego entró de nuevo en la casa. Arregló las viandas que había obtenido mediante trueque en el mercado, y esperó el regreso de Innya y sus sobrinos. Estaba cansada, y sabía que era probable que su hijo, Lindor, se quedara en el Castillo como otras veces. Se sentó delante del fuego, abajo, en su butaca cerca de la chimenea, tratando de descansar sin quedarse adormecida.

- Ya es noche cerrada cuando el negro carruaje de Durius de Slobozia, conducido por el lacayo Vasilov, llega ante las puertas de la casa de Pavetta, en cuyo interior se encuentran Pavetta y Niziya.

- Dentro del carruaje está el Sargento Dominik, que ha estado mirando pasar las oscuras calles desde la ventana del carruaje, y su lado recostado el joven Lindor de Slobozia, que se ha quedado dormido en el trayecto desde el castillo.

Sin bajar del pescante Vasilov detiene el carruaje - Señor hemos llegado - comentando sin levantar la voz

- Vasilov ha conducido muchas veces el carruaje de su amo hasta esta casa. Es una verdadera mansión que al parecer antes pertenecía a la Gran Casa Basarab y ahora pertenece a una humilde familia de plebeyos procedentes de la destruida población de Slobozia, muy lejos hacia el Este y el Sur.

El sargento ha estado callado durante el viaje, y al llegar a la casa de Pavetta la mira con cierta sorpresa. Entonces mira más detenidamente a Lindor

- Vuestra madre tiene una casa impresionante - afirma sin rubor- Tras estas palabras sale del carruaje y ayuda al niño a bajar- Rápido y sin percances, soldado Vasilov. Bien hecho. Y se acerca a la puerta llamando varias veces a la aldaba

Vasilov inclinó la cabeza en agradecimiento mientras permanecía en el pescante a la espera, observaba los alrededores con atención.

Calles peligrosas sin duda...

La despertaron los aldabonazos, sacándola de su sueño. Se había quedado dormida en la butaca, junto al fuego que ahora aparecía consumido. Niziya no estaba a la vista, o bien se había retirado a descansar, o bien había salido finalmente a ver si sabía qué había ocurrido con sus hijos y con Innya.

Quizá es ella, que regresa... O los chicos...

Se dirigió a la puerta corriendo, y abrió el pequeño ventanuco para saber de quién se trataba.

- ¿Quién vive...?

Les vio. No eran los chicos, pero sí Lindor, con uno de los hombres de Durius. Le conocía, le había visto alguna vez en el Castillo. Y al lacayo que estaba en el pescante también, otras veces había traído a Lindor a casa.

- ¡Oh, adelante, hijo mío! - Abrió la puerta para dar paso al pequeño, que estaba medio dormido. - Gracias por traerlo, Sargento. No sabía si esta noche iba a quedarse con su Tutor. Y, disculpad, pero quisiera preguntaros algo. ¿Sabéis si mi hermana Innya y mis dos sobrinos se han quedado en el Castillo? Han ido allí de buena mañana, para solicitar empleo. Pero no han regresado, y no sabemos nada de ellos...

La mujer estaba serena en apariencia, pero por cómo retorcía la punta de su delantal se notaba que no era así. La preocupación por la ausencia de los chicos le había impedido que se fuera a dormir, y se notaba. Con Lindor era distinto, siempre estaba acompañado, protegido. Pero los demás... ¿qué habría sido de ellos...?

El sargento es un hombre en buen estado de forma, y cuando Pavetta abre la puerta, la observa detenidamente

- Buenas noches, y no, no es molestia para mi responder vuestra pregunta. - se aparta para dejar que Lindor pase a la casa, quedándose en la puerta- En todo caso, y antes de nada, permitidme daros las órdenes de nuestro señor, Durius. Me indica que os reclama en el castillo pasado mañana, cuando él regrese de uno viaje que nos ha ordenado el duque. En cuanto a su hermana y sus sobrinos he visto a Innya sirviendo en el salón del castillo esta noche, y también creo recordar haber visto a vuestros sobrinos realizando tareas apropiadas a su rango. Si es vuestro deseo podría echarles un ojo, y comprobar que estén bien, así como dadles noticias vuestras - explica el sargento

Pavetta recibió con alivio la respuesta del Sargento. Estaba demasiado pendiente de lo que le decía, tanto acerca de las instrucciones de Durius como acerca de su hermana y sobrinos, como para darse cuenta de nada más. Por eso no se percató de la mirada del soldado que la recorrió con detenimiento.

Sonrió a Dominik, y asintió.

- Sí, desde luego que acudiré. Pasado mañana, decís. Allí estaré. ¿No os ha dicho mi Señor Durius para qué quiere verme? No creo que sea por nada que yo haya hecho... y espero que no tenga que ver con Lindor. O, que si es así, se deba a algo bueno.

Abrazó a Lindor, y le empujó suavemente hacia las escaleras, para que subiera a acostarse.

- Y os agradecería que le dijérais a mi hermana que si ella o alguno de los chicos necesita algo, me lo haga saber cuando vaya al Castillo. Quizá mañana Niziya quiera acercarse, es probable. Me alegra saber que los han empleado, aunque no pensé que eso les obligaría a vivir fuera de casa. Pero, desde luego, será mejor para la familia. Muchas gracias, Sargento.

- Tras las despedidas de rigor, el carruaje con el Sargento Dominik y el lacayo Vasilov regresa al Castillo de Balgrad.

Antes de irse el sargento Dominik indica a Pavetta la buena nueva de que el duque se ha referido expresamente a Lindor, y ha permitido que incluya en su nombre el apelativo de Slobozia.

- En cuanto a vuestras restantes peticiones, lo haré. Se lo diré a Innya y a los niños, y si vuelvo por aqui, y desean algo, os lo indicaré. En cuanto a por qué os reclama mi señor, estoy seguro que él mismo os lo indicará mejor de lo que yo pudiera

- ¿Cómo? ¿El Duque en persona ha dado a mi hijo un apellido...? ¡¿de Slobozia...?! ¡Santo Cielo! Nunca habría podido soñar algo así...

El rostro de Pavetta era un poema. Apenas pudo despedir con algo de coherencia al Sargento y a Vasilov, y murmurar palabras de agradecimiento por su interés para con su familia. Reiteró que había entendido el encargo, que estaría en el Castillo el día después de mañana, y cerró la puerta con una sonrisa estupefacta.

Subió a la habitación de Lindor, pero el muchacho ya estaba dormido. También Niziya se había acostado. Bien, mañana hablarían acerca de los chicos, de Innya y... de la noticia...

Y también ella se fue a la cama, aunque su corazón latía con tanta intensidad que le costó conciliar el sueño...

El viaje hasta mi casa es breve, pero como resiste un niño aquello cuando ha estado desde temprano estudiando y viviendo emociones más allá de lo vivido hasta entonces en cuanto el Señor de toda Transilvania te reconoce como un individuo valioso a pesar de ser solo un plebeyo. Mi corazón no cabía en mi pecho al salir del Castillo y cuando la emoción inicial se fue junto con la adrenalina, solo quedó el agotamiento y el sueño envolvente.

No recuerdo haberme dormido, pero apenas logré ver las calles de la ciudad desde el coche, mientras pasaban por fuera de la ventana y mis párpados se cerraban intermitentemente. Recuerdo haber sido bajado de este al detenerse y como mi madre me mandaba a mi habitación a dormir mientras conversaba con un hombre. Recuerdo recostarme y continuar dormido hasta que mi madre irrumpió en mi habitación, quería decirle algo, pero el sueño pudo más.

Un sueño asalta mi noche. Han pasado varios años desde el día de ayer y me veo a mí mismo como un joven fuerte e inteligente. He estudiado todo lo que el Maestro Maserrak pudo enseñarme y aun más. He entrenado con el Sargento Dominik hasta vencerlo y no conforme con ello, he vencido a todos y cada uno de los hombres de armas del Castillo. Me encuentro en la Corte y es el momento de dejar de ser un Paje. Me arrodillo frente al Duque Kadar, tan místico como siempre y saca su espada para nombrarme caballero. Pero en ese momento, me dice que yo no soy un noble y que solo me dejo crecer para comerme como lo hacen los monstruos en los cuentos, antes de cortarme la cabeza con su arma.

Despierto agitado después de aquel sueño, pero me calmo rápidamente al entender que no es racional y que no está fundamentado nada más que en mi impresión del Duque y en mis miedos internos. La oscuridad marchándose me dice que es el momento de levantarme, por lo que bajo de mi cama y me visto rápidamente antes de bajar a tomar desayuno. Una vez veo a mi madre y mi tía, les saludo y a ella le doy un abrazo y un beso antes de hablarle:

 - "Madre, el Duque Kadar me ha dejado tener el apellido "De Slobozia". Ahora soy Lindor de Slobozia. También me ha nombrado Paje de la Corte. Seré alguien importante algún día, quizás un mayordomo. Hoy comenzaré mi entrenamiento en el uso de armas con el Sargento Dominik. No sé para qué querrán que aprenda a usar armas si seré mayordomo, pero Durius lo ha ordenado expresamente. Ahora debo irme madre, no quiero hacer esperar a mis tutores."

Después de terminar de desayunar lo más veloz que puedo, me dispongo a salir en dirección al Castillo mientras me imagino a mí mismo blandiendo un arma cuyo peso siquiera puedo sostener. Me da risa y miedo a la vez.

El sargento sonríe y asiente a las palabras de Pavetta

- Vuestro hijo sigue siendo un plebeyo... no obstante, y como dijo el duque, es un gran honor. De hecho ha sido nombrado paje de la corte y yo mismo me ocuparé de empezar a enseñarle a usar las armas en un par de días. - se queda un momento callado y sube al carruaje- Podeis sentiros orgullosa de él. Todo lo que he oido suyo es bueno, y mi señor Durius le tiene en gran estima. Tal vez en otra ocasión podamos ambos hablar con más calma - dice el hombre, que no ha llegado a franquear las puertas de la morada- Os deseo bien

- En la noche, el Sargento Dominik y el lacayo Vasilov regresaron al Castillo de Balgrad en el carruaje negro del Caballero de Slobozia.

Pavetta estaba realmente emocionada con lo que su hijo, y antes el Sargento, le habían dicho acerca de la posición del muchacho en la Corte del Duque.

- ¿Van a entrenarte en las armas...? ¡Y serás paje! Estoy muy orgullosa de ti, Lindor. Eso quiere decir que lo estás haciendo muy bien, y también que el Caballero Durius, nuestro señor y protector, está muy satisfecho con tu actitud y tus progresos. ¡No sabes lo contenta que estoy!

La mujer abrazó a su hijo por enésima vez. Por fin le dejó partir, encargándole que hablara con sus primos y su tía.

- Diles que si necesitan algo te lo digan. Yo iré mañana al Castillo, pero Niziya puede llevarles lo que sea. Vivir en el Castillo les resultará extraño al principio, pero es una buena manera de asegurarse el pan y el techo. Ve, hijo, y ten cuidado...

Tras lo cual acompañó al pequeño hasta la puerta, y luego se dispuso a emprender su jornada de trabajo. Había que volver a empezar con las tareas diarias en el huerto y con los animales.

Escucho escandalo desde la habitación y me asomo con curiosidad desde arriba de las escaleras, no queriendo interrumpir ningún encuentro ni conversación. Veo que es mi sobrino y me retiro a mi habitación a ponerme una bata para bajar a conversar con mi cuñada tranquilamente por si supiera algo de mis hijos. Además no me gusta andar espiando a la gente.

Bajo despacio por las escaleras con una vela encendida en la mano, pensativa.

- Buenas noches cuñada, ¿qué nuesvas traían? ¿sabéis algo de mis pequeños? No puede ser que no tengamos noticias de ellos aún... ¿cómo está tu hijo?

Los nervios, el no haber podido pegar ojo aun dando vueltas en mi alcoba, y la sorpresa de una visita a aquellas altas horas de la noche hacían que mis palabras salieran a toda prisa de mi boca, sin darme tiempo si quiera a coger aire. Sonrío tiernemante a Pavetta cuando parece que he terminado e hablar, dándole la oportunidad a contarme qué ha pasado.

- Hola, Niziya, buenos días, ¿te hemos despertado? Estaba despidiendo a Lindor, que marcha ya hacia el Castillo, no ha mucho que ha amanecido, pero tiene ganas de llegar pronto. ¡Hay buenas noticias!

Sonreí a mi cuñada, que con el sueño confundía la noche con el día.

- Anoche vino traído por el Sargento Dominik, quien me dijo que tanto los chicos como Innya han sido empleados. Sé que va a ser duro para ti separarte de ellos, porque van a residir en el Castillo. Quizá quieras hoy acercarte, pero me dijo el Sargento que estaban bien. Y ¡el Duque ha dado un apellido a Lindor! ¡Y le ha hecho paje de la Corte! toda una distinción...