Partida Rol por web

- Perdona cuñada, pero he andado despierta toda la noche intentando convencerme de que estaban bien. Tú sabes como yo lo que es preocuparse por un hijo... pero buenas noticias me dais, sin duda. Y aunque sentiré el dolor de su lejanía, tranquila que hace tiempo ya que acepté que partirían algún día lejos del hogar... - sonrío a Pavetta con ternura y me giro hacia la cocina y la despensa. Miro qué es lo que nos queda en la alacena.

- Voy a dedicarme un rato a las tareas pendientes, ¿queréis algo de comer esta mañana? Debéis coger fuerzas para el día... Voy a recoger algunas verduras y algunos huevos fuera. Enseguida vuelvo... Y más tarde si no te importa, me gustaría visitar a mis hijos y decirles lo orgullosa que estoy de ellos. - Termino de revisar las provisiones que quedan y salgo de la cocina con una sonrisa en los labios... aunque también con algo de pena en el corazón.

-Sí, podemos tomar algo las dos, nos vendrá bien. Podríamos hervir alguna verdura, y hacer un poco de caldo, ¿qué te parece? Y claro que no me importa que vayas al Castillo a ver a los chicos. Me quedaré mucho más tranquila si sé de ellos por ti aunque ya sepamos que están bien. Yo iré mañana, siguiendo las órdenes de Durius. Podemos ir pasándonos por allí de vez en cuando, y así si necesitan algo, se lo podemos llevar.

Pavetta volvió a sus tareas de limpieza en la casa, y luego en la cocina. Y lavó uno de sus vestido mejores, para estar presentable al día siguiente.

¿Qué querrá Durius de mi...? Espero que todo esté en orden, y que no deba devolver la casa... o que no haya ninguna otra novedad parecida. Puede que sólo quiera darme la noticia del apellido de Lindor personalmente, o de su nombramiento como paje de la Corte. Sí, debe querer darme la buena nueva personalmente...

- Está bien cuñada, prepararé un caldo para las dos...

Vuelvo de los huertos situados en la pare de atrás de la casa con una cesta de verduras y me pongo a cocer agua mientras mi hermana limpia tranquilamente. Pasa un largo rato hasta que el sol está en lo alto del cielo, justo sobre nuestras cabezas y el caldo está terminado.

- Pavetta, el caldo ya está. Descansa y come algo anda... Dentro de un rato me dirigiré al castillo. ¿necesitas alguna cosa?

Coloco un par de platos con un caldo espeso y algunas verduras troceadas flotando en él sobre la mesa grande de madera. Pongo dos vasos y saco una jarra llena de agua. Me dispongo a comer y prepararme para partir a ver a mis hijos.

Bajaba las escaleras secándose las manos con un trapo cuando Niziya la llamó, había hecho un caldo que olía delicioso, y que las esperaba en sendos platos sobre la mesa, apetitoso y caliente.

- Mmmm... huele estupendo, Niziya. ¡Tengo hambre! El trabajo me ha abierto el apetito, pero es que ese aroma lo ha desbocado. - Sonrió ampliamente a su cuñada. - Vamos, sentémonos y comamos, así acabaremos pronto y podrás ir al Castillo para ver a los chicos. Debes estar ansiosa por que te cuenten cómo les va, qué tareas les han encomendado. Son listos, y trabajadores, igual que Innya. Están acostumbrados al sacrificio y a la disciplina, no van a tener ningún problema en adaptarse a la manera de hacer de las gentes de allí dentro.

Lo decía para que Niziya se tranquilizara, pero también porque lo creía de verdad. Habían sido muchos años de penurias y resignación, la larga travesía desde Slobozia, el hambre, el frío. No, ahora eran unas personas curtidas y hechas a cualquier contrariedad. Pavetta no sufría por ellos, saldrían adelante.

Por eso, cuando terminaron de comer, abrazó a su cuñada y la despidió.

- Ve, yo quitaré los cacharros y fregaré. Vete al Castillo, no te demores. ¡Y cuéntame a la vuelta todo lo que hayas visto!

- Algo del ajetreo de las calles de la ciudad se oye desde el interior de la casa, aunque a estas horas y en esta zona están relativamente tranquilas.

Lindor y Niziya salen de escena. Sigue en Alba Iulia: Calles de la ciudad.

Pavetta tenía trabajo tanto en la casa como en el huerto, o en el gallinero.

Una tras otra fue abordando cada tarea. No era muy distinto de lo que había hecho ayer, ni anteayer. Su día a día era duro y monótono, pero a la mujer no le disgustaba, al contrario. Aceptaba el trabajo de buen grado, eran demasiadas las penurias y las dificultades que había tenido que afrontar en el pasado, además de hambre y miseria.

No, el día era plácido, aún en su vertiente más laboriosa. Y además, pensar en Lindor y su futuro arrancaban una sonrisa de sus labios, y sus ojos brillaban. Y cuando no era el recuerdo del muchacho, y su deseo de que la vida lo tratara bien, lo que hacía que Pavetta sonriera era otro recuerdo.

Porque cuando su amado Lisander le desbordaba en la memoria, las penas eran menos, y el trabajo era nada. Y entonces se permitía tararear alguna de las tonadas que él le cantaba, incluso algunas de tan picantes que la hacían enrojecer cuando se las susurraba al oído, el muy tunante...

UNA HORA ANTES DEL OCASO.

La noche se acercaba, y con ella el descanso, el fin del trabajo cotidiano.

Niziya no había vuelto del Castillo, pero esta vez Pavetta no se preocupó. Su cuñada era una mujer adulta, quizá, con un poco de suerte, había encontrado trabajo también, y eso quería decir menos bocas que alimentar en la casa. Aunque también menos manos con las que compartir las faenas.

Pero Pavetta no se asustaba por tener que llevar la casa, el huerto, el establo, el gallinero... y lo que hiciera falta. Toda su vida había sido de trabajo duro, de sol a sol. No, para ella sólo saber que Lindor estaba en un lugar al que ella nunca hubiera podido auparlo por sus propios medios era todo cuanto importaba.

Acabó pues con lo que le restaba de faenas, y se puso a hacer una frugal cena. La hizo para dos personas, por si o bien Lindor o bien Niziya acudían a la casa. Y si no... la guardaría. Mañana sería otro día. Y un día atareado, para ella, pues debía acudir a ver a Durius...

EL SOL SE HA PUESTO.

Lindor y Niziya llegan a su casa en la ciudad. Viene de la escena: Castillo de Alba Iulia.

- ¡Ah, aquí estáis por fin! Hay algo de cena caliente en la cocina, sentaos a la mesa y os la sirvo. ¿Qué tal por el Castillo? ¿Y los muchachos e Innya? ¿Todo sigue bien...?

Pavetta sonreía de oreja a oreja mientras se afanaba a cubrir la mesa con un mantel y esperaba las nuevas de su hijo y de su cuñada.

Al llegar a casa junto con mi Tía, mi madre nos recibe. Le abrazo con fuerza a pesar de mi cansancio y le beso con amor. Me siento a la mesa y me quedo esperando a que me sirva la cena mientras espero a que mi Tía nos hable acerca de como están mis primos, a quienes no he visto pues ellos deben haber estado ocupados con sus nuevas labores, así como yo. La verdad es que nadie va al Castillo a perder el tiempo.

"Después de comer, espero irme a acostar pronto, pues estoy sumamente cansado y mañana iré nuevamente a estudiar con el Maestro Maserrak, por lo que debo despertar temprano."

Espero con un poco de impaciencia algo que comer, pues también tengo mucha hambre, ya que no he comido desde la mañana, cuando desayuné en casa, aparte de las pocas cosas que comí mientras estudiaba, cosas que traen a la sala mientras el Maestro nos da nuestras lecciones.

El abrazo de Lindor puso luces en las pupilas de Pavetta, que amaba a su hijo con locura. Se lo devolvió, achuchándole como sólo las madres saben, hasta que el muchacho se deshizo de ella. Entonces le puso la cena, y estuvieron charlando mientras comían. Niziya estaba silenciosa, Pavetta supuso que estaba cansada, y como dio por sentado que también el pequeño, en cuanto terminaron de cenar dejó que ellos se acostaran, y ella acabó con los cacharros de la cocina.

Pero antes miró a Lindor con cariño.

-¿Y bien...? ¿Qué tal te ha ido el primer día como paje del Castillo? ¿Te han dado algún recado que cumplir?

Niziya aprovechó el silencio de su sobrino para hablar.

-Pues parecían estar bien, casi no los he visto. Partieron en una gran comitiva hacia las afueras. Después estuve hablando con el Mayordomo, que tuvo la amabilidad de recibirme. Me ha dicho que los chicos están trabajando duro y que se han adaptado perfectamente al castillo en el poco tiempo que llevan, Innya también está trabajando con ahínco.

El día no le había dado para mucho más.

-¿Que tal tu día?

Recogió la mesa y se disponía a lavar los platos cuando su cuñada le contó sus impresiones, y le preguntó por su día. Pavetta sonrió.

- Pues bastante trabajo, pero del que no cansa hacer. Ocuparme de la casa, del huerto y del gallinero. Hoy no he ido al mercado, ya fui ayer. Y mañana he de ir al Castillo, por orden de Durius. No sé qué querrá de mi, quizá hablarme del nuevo título de Lindor, ahora de Slobozia, como él mismo. O quizá quiera contarme cómo hacer del chico un buen paje. ¡Estoy tan orgullosa de él! Y tan agradecida a Durius. El Caballero ha sido nuestro faro desde la llegada de los magyares.

-¿El Señor Durius te ha hecho llamar al castillo? ¿Y no sabes para qué? Vaya, eso es una gran sorpresa y un gran honor. Es la mano derecha del Duque. ¿Ya sabes lo que te vas a poner? No puedes ir con cualquier cosa.

- ¡Ni idea de por qué quiere verme, ya te digo! Estoy muy nerviosa, aunque no creo que sea por nada malo, al contrario. El nombramiento de Lindor como paje del Castillo, y haberle dado un apellido, son aspectos que querrá comentarme personalmente. Igualmente habría ido allí aunque él no me hubiera llamado. Para darle personalmente las gracias. Ha sido cosa suya, seguro, aunque haya sido el Duque el que lo haya hecho realidad.

Pavetta ladeó la cabeza y se quedó pensativa.

- Mmmm... me pondré uno de mis mejores vestidos, claro. Uno de domingos, de Misa. Es una ocasión especial. No tengo tiempo de hacerme nada, ni de bordar nada en una de mis blusas. Pero me arreglaré el cabello, y procuraré dar una buena impresión.

-Yo tampoco creo que sea para nada malo, el Señor Durius es presagio de buenas noticias para esta familia siempre. Contestó Niziya convencida de que fuera lo que fuera que Durius tenía que decirle a su cuñada sería una buena noticia. Asintió con la cabeza ante la intención de ir bien arreglada. Si, eso tienes que hacer. Si quieres yo puedo ayudarte a elegir un vestido y a prepararte.

Su cuñada debía causar buena impresión, al fin y al cabo no podían avergonzar a su protector y además su hijo era ahora todo un paje de la corte.

-Y no te preocupes por las tareas de la casa, yo me haré cargo de todo mañana.

- Claro, gracias. Mañana nos levantamos temprano, y decidimos, ¿de acuerdo? Ahora mejor nos acostamos. Es tarde, y quiero descansar, estaré más lúcida si debo reunirme con el Señor Durius. ¡Buenas noches!

Pavetta se fue a acostar, después de darle un abrazo agradecido a su cuñada y de dejar un beso en la frente de Lindor, ya dormido, tras apartar un mechón de rubios cabellos.