Partida Rol por web

EL SOL SE HA PUESTO.

-Así se hará, Iador. No te preocupes ahora por eso -dije, apoyando mi mano en el hombro de mi hermano mientras me dirigía a descansar.

No conseguí conciliar un sueño tranquilo, pues la horrible visión de la cabeza de Iacobus acabando con la vida de Padre me atormentaba en la vigilia. Aun así, me sentí mucho menos fatigado cuando desperté al caer el sol. Ansioso, esperé que Adelmus se despertara, y, aunque pareciera increíble tratándose de alguien como él, trajera algo de luz a nuestro destino.

ADELMUS:

- Te despiertas terriblemente hambriento. No estás donde te enterraste anoche, sino metido en un saco y envuelto en mantas, subido a un carro de suministros. Estás manchado con tierra del lugar donde te enterrastre, gracias a lo cual, curiosamente, has podido descansar plácidamente sin enterarte de nada.

- Parece que estás con tus tres primos y su "ejército"...

- Gastas 3 Puntos de Sangre Robada. Tu aspecto es famélico, pálido y cadavérico. Sin pulso ni coloración, sin respiración más que al hablar y sin latidos del corazón.

- Adelmus, también llamado Idum Basarab, ha despertado. Se agita dentro de su saco con tierra envuelto en mantas, en el carro de suministros.

- Finalmente, logra liberarse del todo. Su aspecto es blanco como la luna, desastrado, famélico y cadavérico como un muerto reciente.

- Se da cuenta de que está en un campamento junto al camino. Parece que bastante más al Norte que el lugar donde se enterró la noche anterior para pasar el día en Letargo.

- Los soldados se agrupan entorno a tres fogatas y hay una decena de guardia mientras el resto duermen y roncan profundamente.

- Junto a él están sus primos Iador, Barakta y Molensk, los tres se han despojado de sus armaduras y tienen caras cansadas y somnolientas. Barakta lleva una bolsa de tela ensangrentada.

Bueno, nuestro querido primo ya ha despertado- dice tras verle salir del saco- y con un aspecto muy saludable- mira a Iador- creo que ha llegado el momento de actuar. No podemos perder mucho mas tiempo aquí. Me supongo que los del castillo ya sabrán que estamos en este lugar y hay que actuar rápido.

O alguien intenta entrar de manera sigilosa, osea, Adelmus, para que nos abran desde dentro; o intentamos entrar por la fuerza al castillo. No hay mas opciones. 

A no ser que a nuestro querido primo piense en un plan alternativo o nos diga que hay un pasadizo secreto que dé acceso al castillo. Eso sería maravilloso y nos vendría muy bien. 

Vuestro primo es un traidor. Deberías de quemarlo en la hoguera.

- Es el final, el momento de actuar pasó hace un par de noches, os advertí sobre  la necesidad de encontrar al Koldun del Agua Negra. No tuvísteis el coraje para desafiar la locura de vuestro infame padre, y ahora sólo quedaís vosotros tres para sostener la culpa de esta noche tan amarga e insondable.

A pesar de ser él único de los supervivientes que no había hecho casi absolutamente nada durante todo el combate, Adelmus se veía mucho peor que sus aguerridos y fatigados parientes, luciendo una figura en exceso desmejorada y perturbadora, propia de un cadáver andante. Pero lo más nefasto de su presencia era sin duda una especie de halo tétrico que pendía sobre su agonizante humanidad. Por eso no fue raro que aquél extraño sujeto, que era más el espectro desdibujado de un hombre ya perdido, se dirigiera de una manera tan cruda y tajante a sus primos, sin reparar demasiado en herir suceptibilidades o provocar reacciones peligrosamente adversas.

- No os pediré que abandoneís ahora vuestras armas, pues la venganza es lo único que os resta en esta cruel existencia. Sigue siendo solamente el Koldun quien puede ofreceros eso, durante un tiempo. Luego Gyula Kadar regresará de su patria, y mejor que estéis preparados para enfrentar su ira.

El anhelo de sangre carcomía por dentro al párroco caído en desgracia, pero de momento eso no parecía hacer mella en la resignada tranquildad que mostraba. Mas esa estoica resistencia no podía durar mucho tiempo, bien lo sabía a esas alturas Adelmus. Por eso prefirió agilizar su intervención en aquella última reunión familiar, a fin de poder partir con la poca dignidad que le restaba intacta y sin protagonizar más escándalos grotescos.

- Marchad ahora, señores de la guerra, al encuentro con vuestro poderoso aliado. Tal vez la ciega Fortuna tenga una última sonrisa ladina para ofreceros a los tres, sufridos guerreros de Transilvania que aún se atreven a resistir de pie. Por mi parte, pienso que nunca he de volver a mendigar un lugar de consuelo en esta patética aquellare. Mi futuro está muy lejos de aquí, o no lo está en ninguna parte...

No eres real. Estás muerto y ahora mando yo. ¡Cállate!

¿Pero qué demonios hace Padre hablándome? ¿Me estaré volviendo loco? ¿Es esto lo que él oía y por eso no atendía a razones? No, me niego a perder el control.

Parpadeo un par de veces antes de responder.

- Sí, necesitamos al Koldun. – Digo tomando de nuevo la palabra tras escuchar a Adelmus. No me ha gustado mucho lo que he oído pero dadas las circunstancias  lo visto en la mansión… la verdad es que Adelmus en combate sólo sería un estorbo. – Pero tú nos guiarás hasta él. No pienso acudir al cementerio para buscar a ciegas entre las ruinas un camino entre las catacumbas hasta dar con el vampir. –

Sostengo la mirada de Adelmus, por muy marchito que pueda parecer, sigue siendo un vampir y podría ser peligroso. No pienso confiarme. – En cualquier caso eres de nuestra sangre. Guíanos hasta el Koldun y luego serás libre de hacer lo que te plazca. Puedes no luchar con nosotros y huir si es tu deseo. Pero en ese caso no vuelvas nunca implorando nuestro auxilio. –

Observo de nuevo la pequeña muralla exterior de la ciudad. Hay que sobrepasarla para llegar al cementerio, y luego ya encontrar al Koldun y planear el asalto al castillo. La entrada en la ciudad no debe ser un problema pero prefiero no tener que arrasar a esos campesinos. Sería una pérdida de tiempo y un derroche de esfuerzo inútil.

- ¿Crees que podrás colarte en la ciudad y abrirnos las puertas? – Pregunto a Adelmus sin vacilar. – Ya son dos cosas las que te pido, primo. -

- El antiguo cementerio romano está justo al Norte de la ciudad de Alba Iulia, en las ruinas de lo que durante la época de la Dacia romana fue una ciudad mucho más grande que la actual.

- Está fuera de las actuales "murallas" (mezcla de muros en ruinas y una empalizada baja).

- Es posible rodear la ciudad para llegar a las ruinas, hacerlo por el Este significaría ir por el río, bien a nado o bien en embarcación (si hubiera alguna disponible, que no parece ser el caso). Rodear la ciudad por el Oeste supone atravesar un terreno de colinas abruptas y traicioneras. Por ahí es muy fácil caer en una emboscada, además de que los dos carros de suministros seguramente no podrían pasar.

MOLENSK:

- Esta parte del río no es vadeable.

- Sería posible cruzarlo a nado, pero eso implicaría llevar la menor cantidad de carga posible y nada de armadura.

ADELMUS:

- Debo recordarte, antes de que pienses en cruzar el río a nado, que los vampir sentís un miedo irracional a las corrientes de agua. Incluso cruzar por un puente requiere una tirada exitosa de Valor.

- No os da miedo el agua estancada, la peligrosa es el agua corriente.

Los dichos del moderado Iador causaron un evidente disgusto en el cadavérico sacerdote. Sucedía que, aún en el final, su familia seguía exigiendo de él cosas para las cuales no había nacido ni entrenado en toda su historia. Ahora se esperaba que asumiera el rol de pícaro escapista, que se infiltrara tras las líneas enemigas y abriera paso para toda la partida de guerra Basarab. Algo ciertamente complicado y muy alejado de su área de competencia...

- Aunque parezca que ha pasado una eternidad desde entonces, hubo un tiempo hace no mucho en el que fui el hierofante de Balgrad. Tal vez pueda hacer uso de esa gloria pasada, y de mis verdaderos talentos, para engañar a los guardias y ayudaros así a lograr el control de la entrada a la ciudad.

Lo que sí era natural para Adelmus era el don de encantar con su tierna voz. Ese era en verdad el único truco que el taimado vampyr podía ofrecerles a sus parientes. El resto de las ideas que los caballeros tuvieran en mente no eran más que fantasias, hijas de la superstición sobre el poderío místico de los guardianes de la noche.

- Sobre el Koldun no se más que vosotros mismos, y mi presencia sólo sería un estorbo. Si logramos atravesar la ciudad a salvo, esa será la última vez que marchemos a la par.

Medito las palabras de nuestro primo. La forma de entrar me parece sensata, aunque dudo que su idea de entrar mediante las palabras funcione. Esos miserables están muy exaltados, pero no perdemos nada por intentarlo.

- Adelante. – Accedo a la sugerencia de Adelmus. – Espero que consigas granjearnos el paso. Te estaríamos muy agradecidos. Es mejor que vayas sólo y no con todo nuestro séquito detrás, ¿me equivoco? – Digo mirando alternativamente hacia las puertas de la ciudad y luego hacia las puertas del Castillo. Durius debe haber despertado también y el vampir no se estará quieto. Estará preparando las defensas del castillo o incluso un nuevo ataque.

- Lamento oír eso. – Continúo ante las palabras sobre el Koldun. – La verdad es que nos sería de mucha utilidad que supieras ubicarle. En ese caso, – añado negando con la cabeza lentamente, - en cuanto atravesemos la ciudad y lleguemos al cementerio nuestros caminos se separarán. .Te deseo la mejor de las suertes, primo. – En el fondo es un cobarde, como tantos otros. Pero visto su desempeño en combate no le podemos pedir más. A lo sumo que haga de cebo para alguno de nuestros enemigos y se lleve golpes destinados a alguno de mis hermanos o a mí.

Pero justo cuando me veo tentado de obligarle a acompañarnos a rastras, recuerdo que fue uno de los pocos que empleó palabras sensatas con Padre cuando éste decidió dar dos días de margen a Durius y sus hombres. No, Adelmus es inteligente y quizá ésa sea la única virtud de nuestro primo el vampir. Respetaré sus decisiones seas cuales sean.

Miro a mis hermanos y comienzo a dar órdenes para prepararnos:

- Que las tropas estén alerta y con las armas preparadas. Si Adelmus nos franquea el paso, avanzaremos a buen ritmo hasta el cementerio y acamparemos allí. -

Los guardias y sirvientes se apresuran a recoger el campamento. Se preparan para avanzar hacia la ciudad de Alba Iulia.

- El antiguo párroco de Balgrad se adelanta solo hacia la puerta Sur de Alba Iulia. Su aspecto es pálido y cadavérico. Los milicianos parecen algo asustados al verlo.

- ¡Abrid las puertas, hijos míos! ¡La noche es cruel y es fría! No me dejeís aquí sólo ante el abismo.

Las palabras de Adelmus resonaban con un tono conmovedor en las murallas de la ciudad, frente a las cuales su lánguida figura se había detenido al encontrar las puertas cerradas, como era de esperarse a esas horas de la noche. El estupor de los guardias no estaba fuera de las previsiones del artero vampyr, que de antemano supuso que su presencia provocaría en los rústicos pobladores una mezcla de emociones que podían oscilar entre el terror y la adoración, y que a toda costa debía explotar para cumplir con el encargo del acechante Iador y sus hermanos.

- ¿Acaso habéis olvidado mi voz? Dejadme entrar, os lo ruego...

Sin esperar réplicas de los indecisos vigías, el perverso sacerdote elevó su voz hacia lo alto, ofreciendo un último tributo a la Balgrad nocturna que lo observaba con recelo. Por un momento, todas las desgracias del presente se desvanecieron en su garganta, y su canto volvió a ser el mismo canto de antaño. Aquél arrebato final de piedad cayó sobre las cabezas de los incrédulos guardias, besando así con falsas esperanzas sus desdichadas almas. El hombre más santo de Transilvania estaba allí frente a ellos, y su arte mesmerizaba sus oídos como un hechizo encantador.

Observo a nuestro primo Adelmus en las puertas de la ciudad. Si sus palabras engañan a esos bobos campesinos y le abren las puertas, habrá servido a nuestro propósito.

Hago una señal a mis hermanos. – En cuanto abran las puertas, cargaremos a caballo sobre esos milicianos. Nuestras tropas vendrán detrás. - La sorpresa unida al hecho de verse enfrentados a tres caballeros Basarab debería bastar para hacer huir a esos cagarros.

Y si huyen podremos avanzar tranquilamente por la ciudad hasta llegar al cementerio. Tenemos que encontrar al Koldun antes de que Durius realice ninguno de sus movimientos.

Los ojos de Durius se entreabrieron, ciegos en la oscuridad de su tumba terrestre, protegido por los terrones de arcillosa tierra de los postreros y traicioneros rayos de sol, fuego purificador que convertiría su carne y huesos, muertos pero suspendidos de un extraño hálito vital, en ceniza que el viento arrastraría por los circundantes bosques. 

No respondió a su deseo primario de abrir aquel ataúd con la fuerza antinatural de sus brazos, animados por el deseo de salir y cazar a la búsqueda de una sangre que necesitaba y deseaba con igual intensidad. Y no lo hizo porque recordaba haber sentido aquella ominosa sensación en medio de su sueño, remedo de su falsa muerte por unas horas. Y pese a no sentir miedo, sus ojos se fruncieron en la oscuridad reinante ante el recuerdo de aquellos pasos de caballo sobre el lugar que había elegido para reposar y ante lo que experimentó. 

Aguardó unos segundos, en los que centró sus sentidos en escuchar lo que podía hallarse más allá de la fría superficie de su tumba. No deseaba toparse en aquel momento con unos Basarab ansiosos de venganza, aunque no despreciaría que la suerte hubiera puesto en su camino algún campesino. Y mientras escuchaba, los recuerdos se sucedieron. Maserrak y su magia, Blaatu muerto, las fuerzas de sus enemigos mermadas en buena parte, sus propiedades confiaba que convertidas en cenizas, Iacobus... Iacobus había muerto, si es que tal cosa era posible con aquel monstruo que se había transformado en un poderoso aliado. Su ausencia, la destrucción de aquella amenaza directa a su existencia no alteró la expresión de su rostro. No sentía satisfacción en su muerte, ni tampoco dolor. Como él no la hubiera sentido ante la suya.

Los oídos de Durius, escuchaban.