Partida Rol por web

Activo sentido de la vista superior. Y haré la tirada en otro post para que queden claras las intenciones.

DURIUS:

- Encuentras huellas de tu caballo y el de Iacobus.

- En un momento dado se encuentran con huellas de un asno y huellas humanas. Después de eso se desvían por un camino secundario hacia el Oeste.

- Puedes desviarte siguiendo las huellas o seguir caminando tranquilamente hacia el Norte, hacia Alba Iulia.

ADELMUS:

- Indica en cuál de las tres tiradas Canalizas Virtud, eso lo haces en el propio Motivo de la Tirada, para que así no haya duda.

- Tras esta segunda Canalización de Virtud te quedarán 4 puntos de Fuerza de Voluntad.

Observó en derredor suyo y no tardó en captar las huellas de los cascos de su montura y la de Iacobus. Caminó en pos de las mismas hasta ver cómo confluían con las de humanos llevando un asno para seguir una desviación, una trocha en medio del bosque. Un embriagador premio para un grupo de desharrapados, dos buenos caballos que podrían proporcionarles una fortuna. Acelerando el paso, Durius siguió las huellas. No solo deseaba recuperar lo que era suyo, ansiaba además la sangre de aquellos hombres.

DURIUS:

- Llegas a una cercana granja. Un perro fiel más allá de la razón comienza a ladrar desesperado al olerte, logra liberarse de la cuerda que le ata y te ataca, lanzándose al cuello, pero no es rival para ti.

- En los cercanos establos, los animales enloquecen, dos poderosos corceles de batalla negros como el corazón del Duque Kadar patean las puertas de los establos hasta liberarse y flanquear por ambos costados al ladrón de la noche. A Durius, a Lisander el Cantor convertido por el Voivoda Rustovich y el noble Uber Caprescu en un Señor de la Noche.

- La familia de granjeros tan sólo puede despertarse y gritar, chillar y correr. Poco más pueden hacer y todo es finalmente igual de futil.

El encanto celestial que parecía provocar la voz de Adelmus no alcanzó para distraer a los toscos guardianes de las puertas. Aquellos decadentes campesinos parecían enajenados por cumplir las mismas tareas mundanas de todos los días. Semejante muestra de desprecio hacia la belleza (y sobre todo a su belleza), sumada al apremio de sus primos, obligó al siniestro sacerdote a intentar detener a los canallas defensores de Balgrad, sin importar el precio. Un salto prodigioso fue suficiente para que volviera a tener la atención de tan ingrata audiencia.

- ¡Mi familia sólo desea honrar a todos sus muertos! - Advirtió con una paz que ya pendía de un delicado hilo. Mientras los estupefactos soldados trataban de encontrar una explicación a la proeza física que acababan de presenciar, Adelmus volvió a hablar, pero esta vez todas sus expresiones corporales delataban un inmenso y aterrador odio, que durante mucho tiempo había estado escondido bajo una frágil máscara de piedad.

- ¡Abrid paso entonces! ¡Sólo así os salvaréis del infierno que os aguarda!

- Adelmus da un salto inhumano y agarra con fuerza una de las hojas de madera de las puertas de la ciudad, para tratar de que los milicianos no la cierren, cosa que habrían hecho, y que no es evitada realmente por su discurso y sus amenazas, sino por su naturaleza, cuando su aspecto pálido y cadavérico se hace evidente, y en su furia sus colmillos asoman...

- Los milicianos titubean, tan sólo un instante. Pero un instante más es todo lo que Iador necesita para cruzar las puertas a galope.

- Los milicianos se asustan y gritan, y la mitad comienza a correr en todas direcciones. De los que se quedan, la mitad o más se quedan paralizados de terror en el sitio. Unos pocos tratan de atacar con sus lanzas a Iador, pero su feroz caballo de guerra, sudoroso y cansado por el galope, se encabrita y comienza a patear en todas direcciones. Entonces llegan Barakta y Molensk...

Cansado por las horas de esfuerzo, por el viaje, por las luchas y por la falta de sueño, no puedo dejar de mirar a esos inútiles campesinos que han osado creerse iguales o superiores a nosotros. Para colmo han intentado atacarme con sus lanzas.

No me paro a pensar, dejo que la rabia Basarab fluya desde mi interior. Lanzo un poderoso rugido de ira y comienzo a descargar golpes a diestro y siniestro sobre los imbéciles que han tenido la genial idea de atacarme.

- ¡Coged a unos cuantos con vida! – grito a mis hermanos. Nuestro primo tendrá hambre y necesitamos ofrendas para el Koldun. Qué mejor que estos desgraciados que no sirven ni para limpiarme las botas. En cuanto los milicianos supervivientes se rindan o sean reducidos ordenaré a todos que se muevan con rapidez hacia el antiguo cementerio romano. Ahí podremos descansar tranquilamente, estos inútiles campesinos consideran el lugar maldito.

Por el rabillo del ojo no dejo de observar las sombras que proyecta el castillo de Balgrad y sospecho que Durius ya se mueve en su interior, maquinando cómo acabar con lo que queda de nosotros. Sólo pienso en una cosa: Venganza.

UNA HORA TRAS EL OCASO DEL CUATRO DE MAYO DEL AÑO DE NUESTRO SEÑOR DE NOVECIENTOS CINCUENTA Y OCHO.
 

DURIUS:

- Se han liberado y por un momento te flanquean.

- Manipulación + Equitación para evitar que escapen.

MILICIA DE LA CIUDAD:

- Total presentes en un principio (Muro Sur de la Ciudad): 40.

- Capturados vivos por Barakta: 9.

- Muertos por Barakta: 5.

- En fuga (de momento): 26.

Adelmus contempló la masacre con un aplomo escalofriante. Su divina intervención había mandado al Infierno a una veintena de desdichados hombres, y condenado a otros tantos a un destino de servidumbre y dolor. Nada de eso parecía conmoverlo en absoluto, más bien se le veía resignado ante la realidad. En Transilvania no había lugar para las delicadezas. Tal vez la última había sido esa hermosa canción que logró vencer la fuerza bruta, al menos por un instante. El resto de la historia era repetida, y en el futuro lo sería aún con más frecuencia.

A medida que los moribundos comenzaron a poblar cada vez en mayor número la escena, el sacerdote fue acercándose a ellos, uno por uno, para bencirlos en la hora del último suspiro. Cruzaba las manos de los finados sobre sus pechos y cerraba sus ojos, para luego besarlos con suavidad en la frente. Como tributo por ese improvisado servicio fúnebre, reclamó de ellos un poco de la sangre que ya no necesitarñían en la otra vida.

Al terminar con aquella perturbadora ceremonia, el vampiro se acercó silencioso a sus parientes, sin ánimos de comentar nada acerca de la grotesca matanza que habían perpetrado. Sin duda Blaatu, un especialista en atormentar siervos indefensos, estaría muy orgulloso de que sus hijos siguieran tan fielmente esa brutal tradición... 

En apenas un parpadeo el combate acaba. Como era de esperar esos miserables no han sido rival para nosotros.

Miro a mi alrededor y observo a mis hermanos con orgullo, y luego con cierto desprecio a Adelmus. Es un débil, no es digno de ser llamado Basarab y comienzo a entender a Padre. Pero sigue siendo de nuestra sangre así que mientras no nos traicione conservará la cabeza.

Alzo la cabeza y la voz al mirar a nuestras tropas. - ¡Atadles las manos y que se muevan deprisa! - Digo refiriéndome a los veintiún prisioneros que cuento. No es un mal número de ofrendas para el Koldun. Espero a que nuestros hombres lo hagan lo más rápido posible y luego encabezo de nuevo la marcha.

- Al cementerio. - Ordeno sin más. Cuanto antes lleguemos antes estaremos a salvo aunque sea de manera temporal. Una vez allí nos buscaremos la vida para encontrar a nuestro antiguo aliado.