Partida Rol por web

La curiosidad me arrastraba hacia el exterior para ver qué estaba sucediendo y lo que mis ojos vieron dejáronme del todo perplejo. Hombres armados con más pinta de ladrones que de soldados prendían fuego a una mísera cabaña mientras una moza lloraba desconsolada. No sabía qué estaba pasando pero aquella situación tampoco era tan extraña, no era la primera vez que veía algo así ni sería la última. Aunque tuve que cambiar de parecer rápidamente ya que, a lo que no estaba acostumbrado era ver salir de entre las llamas a una vieja con pinta de loca.

- ¿Y ésa de dónde ha salido?

- ¡Mirad! ¡ La mujer sale de las llamas y no le queman!- exclama señalando en dirección a la mujer.

Uno de los <> se acerca a la mujer e inexplicablemente levanta su espada para asestar un golpe a la mujer en la cabeza, ésta, ajena a todo no parece reaccionar, impertérrita, se queda en el sitio sin hacer nada. El hombre parece dudar y mira al que parece el jefe de la partida. Cuando se gira para asestar el golpe definitivo, su mano se detiene y se vuelve hacia otro de los soldados, da varios pasos y ataca con su arma a su compañero.

El resto de los soldados parece enloquecer pues de improviso, alzan las armas y atacan a sus compañeros, uno de ellos atraviesa con su espada a un aldeano que estaba cerca, el que parece ser el jefe y otro de los soldados se acercan a la taberna de espaldas y se enfrentan a sus compañeros enloquecidos, que no dejan de jadear como perros. Éstos ahora se lanzan contra sus dos compañeros cuerdos y contra vosotros que estáis en medio.

Así que eso era lo que pasaba, una malvada bruja. Pues si era eso lo que pasaba, no quedaría sin castigo. Mi mano la movía Dios, y sería él quien acabase con esta atrocidad...

Cuando el muchacho de la capucha dijo eso de que la vieja estaba en llamas y no le quemaban, fue  como si leyese el pensamiento que no atrevíame yo a decirme a mi mismo por ser algo digno de lo absurdo, aunque en realidad lo estuviera mirando (y seguramente si lo estuviera viendo "cara a cara"). Entonces, cuando quise mirar mejor, me di cuenta del hombre que levantaba su espada para dar el golpe definitivo a la mujer mayor (de las más horrible de las cobardes formas, por cierto), y no fue sino hacia sus compañeros que dirigió su embestida.

Y no fue sino Jehová quien me despertó de aquellos pensamientos de duda ante tal fuego e hizo que apretara con fuerza mi lanza, y me dispusiera para frenar esa oleada de espadazos que tan hostilmente venían hacia los presentes. De lo que si me di cuenta es de que aquellas prácticas no eran similares a las que vi a la llegada a Robledo, sino que éstas no se basaban en juegos o apuestas, o tan sólo diversión...

En llamas y sin sufrirse, la vieja se quedaba inmóvil en su sitio. Eso no es de este mundo pero si del otro, y nadie puede discutirme lo contrario - Piensa con asombro mientras observa la situación. Sus ojos se llenan de terror y comienza a buscar un lugar donde esconderse. 

Esto no, no es bueno no.- Le susurra covardemente a Nuño de Ordás que para él es solo un desconocido. Sera mejor marcharos de aquí! os digo y les repito, esto no puede ser nada bueno.

De alguna forma sospecha que los incidentes entre los caballeros armados, tienen relación con la vieja. Y trata de buscar en su mente si recuerda algo al respecto. 

Me había mantenido un tanto al margen, procurando quedarme bajo el saliente del techo de la posada más preocupado por que no se mojaran los pergaminos que por lo que estaba sucediendo, cuando de repente el tumulto empezó a retroceder.

Válgame el cielo con la vieja. La sorpresa de ver como aquella mujer no se quemaba en las llamas de su choza fue menor en comparación con lo que vi después. El hombre que supuestamente debía sesgar con su espada la vida de la vieja ahora se volvía contra sus compañeros y estos a su vez se dedicaban a atacarse unos a otros, incluyendo a los mirones que estábamos a poca distancia.

Me santigué, más por superstición que por otra cosa, al ver aquella especie de brujería y, con la destreza que dan los años, enarbolé mi hacha con las dos manos dispuesto a defender ante todo mi vida. Por unos segundos miré al hombre que me acababa de hablar.

- Desde luego bueno no es... y temo a la muerte tanto como el que más. Pero un soldado no debe huir ante una buena pelea. -Desde luego era más fácil decirlo que hacerlo, pero aún así allí me quedé plantado esperando lo que estuviera por llegar.- Puede entrar de nuevo en la posada si ese es su deseo.

Te das cuenta de que nos en normal lo que les ocurre a los soldados, parecen haberse vuelto locos de repente. Crees que ha podido ser obra de la magia pero no estás seguro.

Caes en la cuenta de que esos soldados no actúan de forma normal, sino que han sido hechizados. En un primer momento piensas que puedan haber sido víctimas de un hechizo del demonio Silcharde, llamado "Cadena de Silcharde", pero en seguida te das cuenta de que es otro tipo de hechizo que desconoces, estás casi seguro de que es un hechizo  que ha provocado que los soldados vean pesadillas y cosas irreales, ante lo cual sólo pueden huir o combatir esas pesadillas o montruos o sólo Dios sabe qué y ellos han elegido luchar hasta la muerte, no se rendirán hasta que el último de ellos haya caído.

El Soldado 2 se lanza hacia Raimundo, corre hasta él y le ataca con su Bracamante pero el cuchillo largo tan sólo roza el aire muy cerca del abdomen del pobre hombre.

El cazador, viendo que está en medio de esa pelea inevitablemente, carga el arco con una de sus flechas, apunta hacia el soldado que acababa de atacar a un civil inocente (soldado 2*) y dispara**.

No acostumbrado a disparar contra personas el cazador se pone nervioso y en el último momento baja un poco el arco. La flecha le da en la pierna y se le clava en el muslo. (3 de daño)

El cazador disparó su arco y acertó en la pierna de uno de los soldados, pero los soldados llevaban todos un Gambesón Reforzado que les protegía bastante bien de los filos y las puntas de flecha, siempre que no lleven mucha fuerza como en  este caso. La flecha queda clavada en el gamesón a la altura del muslo.

Atacar a los soldados enloquecidos no arreglaría nada. ¡Eran pobres inocentes en manos de la hechicera! No puedo más que mirar la con odio, para después señarla con el dedo.

—¡Moriréis por vuestros crímenes, bruja! —grito al tiempo que hecho a correr a por la susodicha. Puede que el resto no la hagan daño, pero yo soy distinto. Soy un caballero de Dios, y él guía mi espada. Mis golpes, serán los del Señor.

Josep*,  corre hacia la vieja en llamas y casi sin esfuerzo, atraviesa limpiamente el pecho de la mujer hundiendo medio palo de su montante. De un tirón retira su espada dejando a la vieja un agujero enorme por el que la sangre se desparrama y la vida se le escapa en un momento. Josep no puede evitar que la ropa empiece a arderle** y tras retirarse se dedica a sacarse la camisa y las calzas para no quemarse.

Estaba yo viendo cómo la vieja caía molida y casi sin rechistar, mientras el tipo que acabó con ella ardía en un momento, al habérsele traspasado las llamas. Mientras, lo más inmediato que tenía delante de mi eran los que a nosotros llegaban, y no hice sino intentar esquivar y luego contraatacar a quienquiera de aquellos que me ofendiese y herirme pudiera.

Esquivo y Ataco (a aquel que me ataque o a uno al azar de los hostiles).

El soldado que ha recibido el ataque de Nadir (el soldado 4) responde al ataque que casi lo ensarta con un intento de apuñalamiento con su cuchillo, lanzado dos cuchilladas y rasgando únicamente la nada.