Partida Rol por web

El grupo entra dentro de la cabaña, es de planta circular y apenas hay un par de estantes adosados a las paredes, una banqueta y un jergón en una de las esquinas en el que hay un muchacho de aspecto macilento, de unos diez o doce años con pinta de tener fiebre y la tez amarillenta. Murmura cosas sin sentido y cada pocos segundos parece sufrir un ataque, pues el cuerpo le tiembla. A muchos os parece que esté poseído por el mismísimo Diablo, al menos está claro que sí hay fundamento para que los aldeanos tengan miedo.

Por lo que tú sabes de magia (que es bastante) no encuentras ningún indicio de que la mujer sea una bruja, más bien todo lo contrario, parece una pobre mujer con hijo enfermo que no sabe absolutamente nada de magia.

En serio, mujer... ¿qué le ha dado a su hijo? -le dije como si fuera una reprimenda-, ¿tan blasfema ha sido usted que Jeovah le ha hecho retorcérsele las tripas y voltearle los humores del estómago...? ¡Mírelo!

Miré al chico, pero no me atrevía a tocarlo en absoluto.

¿Cuánto lleva así? ¿No lo ha visto un médico? Por cierto señora...

E intenté buscar las marcas que suponía que el muchacho tendria encima, según los acontecimientos anteriores, todo ello sin tocarle de momento.

Mientras obserlo lo que dice el judío, no digo nada, pero permanezco apoyado en el espadón. Sería una pena, pero ese muchacho parece poseído a todas luces, y lo que hemos visto de la madre, no da para mucho más.

En cuanto acabe, si no me gusta el resultado, decapitaré a ambos, por la gloria de Dios.

Gracias a la pericia de Nadir, todos pueden ver en el cuello dos grandes marcas negras que sin duda se corresponden con una mordedura. El niño ha sido atacado por algo, eso es evidente... ¿Pero realmente por una criatura mágica? Quizás no sean más que desvaríos de gentes incultas y supersticiosas pero nunca se sabe*

El caso es que la mujer al ver las marcas rompe a llorar o mejor dicho, eleva el tono del llanto, pasando del sollozo al llanto más descarnado. Mientras, el líder de los soldados se lleva las manos a la boca al ver las mordeduras y sale de la choza disimuladamente no vaya a ser contagioso lo que tiene el muchacho.

—Uhm... —mascullo mientras miro las marcas. Parece que no está poseído, y sólo está enfermo. El caso es que esas mordeduras me son familiares, las he visto otras veces. Pero... ¿Dónde?

¿Acaso sabe de que son, señor? -dije al tipo que mascullaba cuando vi su cara de relevancia ante el muchacho-. Yo tengo mis razones, pero no creo que sean por animal, de veras.

Éramos demasiados allí dentro y el calor de los cuerpos no conseguía precisamente que me recuperara del mareo. Pero lo que de verdad me crispó los nervios poniéndome los pelos de punta fue contemplar los espasmos del niño, como si el mismo diablo en persona estuviera dentro de él, así que me situé lo más cerca que pude de la puerta por si tenía que salir por pies de allí.

Los llantos de la mujer cada vez se hacían más fuertes y mi cabeza estaba a punto de estallar, pero aún así me mantuve firme aunque apoyado en la pared para evitar que, en mi debilidad, pudiera caer al suelo, mientras observaba a los entendidos hablar del tema. La verdad es que yo de plantas y animales no tenía ni idea y nunca había visto algo parecido a aquello, así que era mejor dejar a los "entendidos".

- Esto tiene muy mala pinta... -Murmuré más para mi coleto que para los que estábamos allí dentro.

Raimundo observa con extrema desconfianza al peculiar grupo, a pesar de tener muy en claro sus intereses, simplemente todavía no entiende que hacía el resto en ese lugar, mas que intentar quemar viva a otra pobre mujer.

Entrando a la cabaña, tropieza torpemente pero logra apoyarse con su bastón y observa detenidamente el lugar intentando disimular su torpeza, pero nada parecía fuera de lo normal. Lo único que podría llamarle la atención era el pobre muchacho, padeciendo un extraño mal. En ese momento entendió porque todos estaban tan alterados. Estaba casi seguro que era una enfermedad de algún tipo, pero a pesar de eso no dice una sola palabra, ya que desconoce las verdaderas intenciones de sus compañeros. 

Luego de que el Judío descubre unas pequeñas marchas, espera unos segundos y se asoma con disimulo y contempla con mirada analítica aquella mordedura. mmm interesante... estoy seguro que vi esa marca en algún libro, solo debo recordar cual. 

Hay dos hombres que saben perfectamente que esas mordeduras no son de ninguna bruja del lugar ni de ninguna criatura mágica... son <<simples>> mordeduras de rata común. Lo que la gente normalmente no sabe, es que las ratas son de las criaturas más sucias y que más hacen enfermar a la gente. Así que el caballero y el estudioso se convencen de que la vieja no tuvo nada que ver en lo del muchacho.

De un buen principio me sentí obligado a descartar la mordedura de un ser mágico, los cuentos de viejas nunca me habían resultado muy creíbles. Además, parecía que al caballero aquello le resultaba conocido.

 Aproveché el cobijo de la cabaña y que no parecía haber peligro alguno para sacar un pergamino y copiar lo que había escrito en la manga además de hacer una breve descripción del estado del chico, algo exagerada y con más saña, aquello sin duda gustaría más.

—Eso es una simple mordedura de rata. Ese muchacho no está poseído, sólo febril —comento al ver las mordeduras del cuello. Eran muy comunes, y no había que confundir posesión con un mal mundano.

Sin acercarme, digo al resto de los allí presentes—. Las ratas portan muchas enfermedades, y mis conocimientos en medicina son escasos. ¿Sabéis qué mal atañe al muchacho?

Dicho esto, esperé. Puede que el muchacho sólo estuviese enfermo, pero la madre seguía sin gustarme. Su huída había sido demasiado extraña. He visto gente morir afixiada con menos humo, y mucho menos sin ir en sacos.

¿De rata? -me quedé pensando-. Supongo que estaréis seguro, y será lo más lógico -llegué a decir-. Un servidor había pensado que podría ser otro tipo de cosas, no de ratas... aunque ya se sabe lo que llevan esas pútridas... Hasta en los rincones más profundos de las aljamas las tenemos de visitantes cotinuas, nadadoras del meado y comedoras de roña...

Y esperé por si alguno de los presentes empleara mejor su saliva que yo, a ver si contaba algo interesante.

La mujer levanta los brazos

- ¿Estáis seguro de que son ratas? ¡Las ratas no muerden!

Dice sollozante

¿Entonces no está maldito?

Raimundo se acerca lentamente y posa su mano sombre el hombro de la señora. Lo dicho por el caballero es muy cierto sin duda- Aquellos mordiscos eran de rata y no de otra cosa. baja levemente su mirada para enfocarla en el muchacho, y su rostro empalidece en un gesto de profunda preocupación. Si esto no era obra del diablo, solo tenía una explicación, una peste -pero tal vez la peste de la que es víctima de vuestro hijo sea casi tan mala como una maldición. 

No pretendía asustar a la pobre mujer, pero es justo que sepa la verdad. Si tenía muy en claro algo, es que siempre era bueno alejar a las ratas, y esta es la razón. 

El erudito intenta descifrar los síntomas del muchacho, pero sus escasos conocimientos estaban lejos de conducirlo a una explicación. Sin embargo no abandona su hipótesis. Necesitamos un médico...

Cuando la mujer volvió a dudar, ésta hizo que mi pensamiento también lo hiciese, pero aquello sería lo más probable. Raro, pero probable. Mientras el sujeto tan raro le diagnosticaba, le pregunté a la mujer cómo era que el muchacho podía estar así.

¿Lleva mucho así? ¿Porqué culpásteis a la vieja que ardía?

- ¡Porque era una bruja! ¿Quién iba a hacer algo así sino?

La mujer no parece creerse lo de la rata aunque a decir verdad, apenas llora ahora y parece mucho más tranquila que antes. Escucháis cómo alguien silba desde el exterior de la choza.

Un viejo entra del brazo del jefe de los hombres de armas, lleva extraños cristales en los ojos y frunce el ceño al ver al muchacho, os apartáis para dejarle hacer mientras comenta

- Soy médico desde los doce años, dejadme ver a mí....- está un par de minutos tocando el cuello del muchacho, coloca la cabeza en el pecho del muchacho, como intentando oir si su corazón late bien o no. Toca la frente del muchacho justo cuando la madre del chico pregunta

- ¿Sabe qué es? ¿ Se va a morir mi Jaime?

- Tranquila señora que no se va a morir. A este muchacho le ha mordido una rata desas que llamamos negras o de copete y ahora tiene fiebres. Métanle en el río varias veces al día y déjenle dormir todo lo que necesite, no le tapen ni le cubran con nada, que no sude.

- ¿Pero entonces no está embrujado?-pregunta la Señora

- De ninguna de las maneras, lo que tiene es cosa de hombres, no de magia. Y ahora me marcho -hace un gesto al jefe de los soldados para que le ayude a salir de la choza. Al poco entra el hombre de armas solo y os dice -al parecer no había ningún misterio con el chaval. ¡Mujer! Haced lo que os ha dicho el médico y vuestro hijo sanará. Ahora Señores -refiriéndose a vosotros -creo que aquí hemos terminado y no deberíamos molestar más.

Salís al exterior junto al soldado para comprobar que ya es noche cerrada. Las calles están iluminadas por faroles que dan la suficiente luz como para ver con bastante claridad. El hombre se os queda mirando y finalmente os dice

- ¿Puedo preguntar de dónde vienen y a dónde van?

Pues venimos de lejos, pero no creo que vayamos a ningún lugar más... -dije aun sorprendido por lo que parecían consecuencias febriles y tercianas de aquellos apestosos animales-, porque, de venir tan sólo tres a chupar la dulce sangre de cualquiera de nosotros, bien que nos quedarn secos al momento, y ahí estirados yaceríamos... Mi nombre es Nadir Bahar, guardian de las puertas judías en Falces, de Navarra, y me dirigía a una aldea cerca de Oviedo, a recoger a un rabino. El Vizconde de la población tiene a buena cuenta mi viaje -añadí esto finalmente por si aquellos soldados tomaban mala disposición por mi condición de judío, aunqueno tenía porqué-. ¿Acasos vos han visto a tales ratas de las que hablaba ese entendido?